JUEVES 20/05/2010
A propósito de Villegas
La víctima es culpable
Hace muchos años, fines de los setenta o principios de los ochenta, fui con un grupo de amigas al cine. La película era francesa y se llamaba, o mejor dicho la traducción del título decía “El amor violado”. Es una de esas películas que no olvidaré y que todavía hoy me perturba recordarla. (Por Olga Liliana Reinoso)
Una joven iba en bicicleta por un camino poco transitado y se cruzó con una camioneta en la que viajaban cuatro hombres jóvenes. Al verla, se miraron y se pusieron de acuerdo: iban a divertirse un rato. Entonces, entre los cuatro, la violaron. Mientras uno la penetraba los demás la sujetaban. Nunca podré borrarme la expresión de placer enfermizo que esos seres abyectos tenían en sus caras mientras la forzaban y eyaculaban. Recuerdo haber sentido un dolor terrible en los ovarios mientras iba deslizándome por la butaca a punto de desaparecer porque era tan terrible la sensación y los sentimientos que esas imágenes despertaban en mí, que quería llorar, o gritar, o… Pero no ser simplemente una espectadora pasiva.
Sin embargo, creo que eso no fue lo peor. Lo más espantoso y deleznable fue la actitud de la sociedad en general cuando ella tuvo la valentía de hacer la denuncia. La madre la abandonó, el novio la abandonó, los amigos la abandonaron, la abogada defensora le advirtió que le iban a hacer todo tipo de patrañas para humillarla y hacerla ver culpable, los padres de uno de los “niños bien” que la habían violado, fueron a comprarla con dinero para que retirase la denuncia, y la esposa de otro le rogó que no dejara a su hija sin padre. Ella no desistió, siguió contra viento y marea, y al final de la película –porque era una película- triunfó la justicia y estos encantadores delincuentes de muy buena familia, por supuesto, terminaron pudriéndose en la cárcel.
Pasaron los años. Una a veces quiere creer en la utopía de que la sociedad ha evolucionado, se ha humanizado, pero la realidad, que es mucho más cruenta que cualquier ficción, nos grita en la cara que NO y se ríe de nuestra ingenuidad.
Hay quienes sostienen que la mujer avanzó tanto que se parece cada vez más al hombre y que se ha liberado tanto de las ataduras que hoy es una libertina.
Para quien sepa leer metamensajes, esa afirmación no hace más que corroborar que seguimos nadando en las aguas borrascosas de la doble moral.
Todavía persisten algunos ignorantes que afirman que el deseo sexual del hombre es biológicamente tan fuerte que se torna irreprimible, por eso les es perdonado todo tipo de “excesos” y depravaciones.
Lo más desatinado y condenable es que sean las propias mujeres quienes disculpan estas aberraciones y muchas de ellas lo hacen mientras lustran, displicentemente, sus frondosos cuernos.
Ante estas situaciones siempre me viene a la mente, por analogía, aquella frase de Eduardo Galeano: “los latinoamericanos siempre votan a sus verdugos”. Parece que algunas mujeres también.
Es tan extraordinario el lavado de cabeza que la cultura occidental y cristiana (y ni hablar de otras que por no tener conocimientos suficientes prefiero obviar) han hecho en las mujeres.
Afortunadamente, hay muchos hombres bien nacidos que detestan estas actitudes y son defensores a ultranza de la dignidad femenina.
Lo cierto es que estamos viviendo una especie de Fuenteovejuna, pero con variantes fundamentales.
Casi como en la época de la Inquisición seguimos con la caza de brujas. La mujer siempre es culpable, contrariamente a lo que dice la Ley: toda persona es inocente… ¿o es que no seremos personas?
Todavía, en el siglo XXI, se impide a la mujer tener derecho total sobre su cuerpo: le prohíben abortar en nombre de un derecho a la vida cargado de hipocresía (nadie está contra la vida, pero deberíamos oponernos todos a la mala vida, a una vida de mierda, invivible). Se culpa graciosamente a las prostitutas, sin pensar que no hay prostitución sin clientes, se acusa a una menor de 14 años de ser consciente de sus actos cuando realiza felación, pero nada se dice de tres adultos ¿responsables? que, en lugar de respetar a su mujer e hijos, se divierten insanamente; mientras una menor le practica sexo oral a uno, los amigos hacen el video que reparten orgullosos como un souvenir de una inocente fiesta de cumpleaños ¿Por qué esos “señores” tienen derecho a tener contacto sexual –aunque no haya penetración- con una menor que, evidentemente, si se dedica a eso, por más consciente que esté, será porque su vida está llena de carencias de todo tipo? Y permítase el oxímoron. ¿Cómo puede justificarse semejante felonía?
Porque no hay igualdad entre los sexos, porque existe la doble moral, porque las mujeres aceptamos ser humilladas, maltratadas, engañadas y que pisoteen nuestra dignidad. Y en lugar de unirnos somos tan idiotas que dividimos las aguas: de un lado las chicas de hogar y del otro las putitas baratas.
¿Quién asegura que las chicas de hogar no practiquen sexo oral por un trago en el boliche? ¿O simplemente por placer? Y eso también es prostituirse.
Recomiendo la lectura del libro “Ninguna mujer nace para puta”. Y rememoro palabras de la Lic. Mónica Molina cuando expuso en el ICAS: “Si fuera que alguna mujer elige ser puta, no se desesperarían tanto por defender a sus hijas para que no repitan la historia”.
También dijo Molina en forma contundente que las mujeres que caen en la trata de personas son las desaparecidas de la democracia, que cuando intentan rescatarlas lo primero que debe hacerse es reintegrarles su subjetividad, porque el constante maltrato, la doble personalidad impuesta, la droga, los antidepresivos, aniquilan al más compuesto.
Y pensar que algunos dicen que tampoco es cierto que exista trata, que ellas van porque quieren, porque son putas.
Recuerden, por favor. Deben ser los mismos que entre el 78 y el 82 repetían livianamente: “Algo habrán hecho”… “Por algo será”.
Te convoco, Señor Jesucristo, para que le pidas a toda esta sarta de sepulcros blanqueados que el que esté libre de culpa tire la primera piedra. Por favor, las Magdalenas siguen pululando por el mundo y de una u otra forma, las siguen apedreando. Hacéles ver a las esposas compungidas que sus maridos son un mal ejemplo para la sociedad y que cuiden a sus hijos, porque pueden ir por más.
No quisiera recurrir a un refrán super lugar común, pero desgraciadamente viene a cuento: “La culpa no es del chancho…”
Señores y señoras: sáquense las máscaras, depuren su corazón putrefacto de egoísmo, carente de solidaridad y sobrecargado de la basura tóxica de la impiedad. Dejen de echar la culpa al otro, al más débil, al más victimizado. Tengan vergüenza. Dormir al lado de un amoral que se deja practicar sexo oral por una menor y lo festeja con videos hot, no es digno, habla pésimo de quien lo acepta, trasluce su baja autoestima, su sometimiento o lo que es peor, sus intereses espurios que le hacen aceptar la inmundicia con tal de tener un hombre al lado que no sé si las mantiene.
Como mujer siento vergüenza, lástima, impotencia, furia. Y terror por el mundo en que estoy viviendo, en el que viven mis hijos y todos los seres que amo.
Esto no es justicia por mano propia, esto es patología, maldad, deshumanización, horror.
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