miércoles, 31 de julio de 2013

PARA MI NIETO


En el muelle te aguardabaFoto: PARA MI NIETO
En el muelle te aguardaba
con barquitos de papel.
Con tu hermosura soñaba*
bravo y bello timonel.
Con barquitos de papel
navegué con terquedad.
Bravo y bello timonel
sólo tu risa es verdad.
Navegué con terquedad
en un río sin color.
Sólo tu risa es verdad
dentro del mundo traidor.
En un río sin color
tu abrazo me coloreaba
Dentro del mundo traidor
en el muelle te aguardaba.
con barquitos de papel.
Con tu hermosura soñaba*
bravo y bello timonel.
Con barquitos de papel
navegué con terquedad.
Bravo y bello timonel
sólo tu risa es verdad.
Navegué con terquedad
en un río sin color.
Sólo tu risa es verdad
dentro del mundo traidor.
En un río sin color
tu abrazo me coloreaba
Dentro del mundo traidor
en el muelle te aguardaba.

Foto: PARA MI NIETO
En el muelle te aguardaba
con barquitos de papel.
Con tu hermosura soñaba*
bravo y bello timonel.
Con barquitos de papel
navegué con terquedad.
Bravo y bello timonel
sólo tu risa es verdad.
Navegué con terquedad
en un río sin color.
Sólo tu risa es verdad
dentro del mundo traidor.
En un río sin color
tu abrazo me coloreaba
Dentro del mundo traidor
en el muelle te aguardaba.

domingo, 28 de julio de 2013

DILUVIO

Yo no sé si te quise
como a un país
una galaxia
o alguna comarquita.
Yo no sé si te quise.
Sé que te había olvidado.
Habías muerto en el mar de mi memoria.
Y de golpe lloviste sobre mí
como un diluvio
pero hundiste el arca.
Volviste a aparecer con los cuatro jinetes.
Sin saber por qué
fuiste el apocalipsis.

Y no quiero.

sábado, 27 de julio de 2013

BENICIO III

Con todos los besos que no puedo darte 
cada día que pasamos lejos
construiré mi propia abuelasenda
y en alas del cariño
llegaré hasta tu piel de alabastro 
para depositar mi ofrenda.
Pequeño dios hermoso:
mi alma, de rodillas,
te reza a cada instante
un rosario de amor.


Foto: Con todos los besos que no puedo darte 
cada día que pasamos lejos
construiré mi propia abuelasenda
y en alas del cariño
llegaré hasta tu piel de alabastro 
para depositar mi ofrenda.
Pequeño dios hermoso:
mi alma, de rodillas,
te reza a cada instante
un rosario de amor.

viernes, 26 de julio de 2013

SEMANAMA



Lunes ladrón, robas el sueño y la frazada
fin de semana en coma por tu traje letal
suelto al vuelo palomas que se mueren de ganas
y tu olor a rutina las mata en el umbral.

El martes se me asoma por la boca entreabierta
timidez y pantuflas, deseo de bostezar,
la prisa ya no duele: se abren algunas puertas
y despego más fácil mi vuelo semanal.

Miércoles de entrecasa, esdrújulo y sonoro
ventanas con aromas que abro de par en par
víspera o sobresalto, antesala y tesoro
la vida está tan cerca que la puedo tocar.

El jueves me relajo, enciendo velas rojas
Vivaldi me estremece como la ola de mar
escribo alejandrinos dedicados a todas
y me visto con gasas verdeazul de esperar.

Viernes viene violeta, violento, vigoroso
tiro los tacos altos, la mufa y el estrés
ronroneo como un gato transparente, mimoso
me distiendo, me río, resucito después.

El sábado se alarga en  pliegues desprolijos
invito al sol con mate y se queda a almorzar
demoro con abrazos el tiempo de mis hijos
desabrocho el silencio y me pongo a cantar.

Domingo. Se me achican los fervores y el ocio
tristeando tarde abajo me dispongo a volver
a la noche se acaba este manso episodio
y mañana me muero de lunes otra vez.


 Foto: SEMANAMA

Lunes ladrón, robas el sueño y la frazada
fin de semana en coma por tu traje letal
suelto al vuelo palomas que se mueren de ganas
y tu olor a rutina las mata en el umbral.

El martes se me asoma por la boca entreabierta
timidez y pantuflas, deseo de bostezar,
la prisa ya no duele: se abren algunas puertas
y despego más fácil mi vuelo semanal.

Miércoles de entrecasa, esdrújulo y sonoro
ventanas con aromas que abro de par en par
víspera o sobresalto, antesala y tesoro
la vida está tan cerca que la puedo tocar.

El jueves me relajo, enciendo velas rojas
Vivaldi me estremece como la ola de mar
escribo alejandrinos dedicados a todas
y me visto con gasas verdeazul de esperar.

Viernes viene violeta, violento, vigoroso
tiro los tacos altos, la mufa y el estrés
ronroneo como un gato transparente, mimoso
me distiendo, me río, resucito después.

El sábado se alarga en  pliegues desprolijos
invito al sol con mate y se queda a almorzar
demoro con abrazos el tiempo de mis hijos
desabrocho el silencio y me pongo a cantar.

Domingo. Se me achican los fervores y el ocio
tristeando tarde abajo me dispongo a volver
a la noche se acaba este manso episodio
y mañana me muero de lunes otra vez.

jueves, 25 de julio de 2013

LA MAÑANA

La noche dice adiós y se desnuda
cuelga su lencería en el lucero
y el traje, impenetrable terciopelo
llovizna en pétalos azules y violetas.
Abre sus piernas y pare una hija sobre el horizonte. 
La niña se llamará crepúsculo, aurora o alborada,
pero su padre, el sol, la bautiza Mañana.
Y Mañana crece raudamente
luce gasas brillantes, transparentes
menea su donosura al ritmo de la brisa
y a su paso se incorporan los tréboles, el césped, las palmeras.
Con avidez bebe diamantes de rocío
inaugura la luz en manantiales
azula el cielo, azula el mar y danza entre los cisnes
se convierte en gaviota mensajera
con postales de amor al nuevo día.


*Basado en la Suite nº 1 (op. 46) "La Mañana" de Edvard Grieg.
http://www.youtube.com/watch?v=zUCqb1PTGJs


domingo, 21 de julio de 2013

PROYECTOS


Foto: PROYECTOS

Emerjo de la tristeza
lágrimas coaguladas 
la mirada enarbolada
sin desgana, sin pereza
porque tengo la certeza
de que la vida sorprende
la luz se apaga y se prende
y el ánimo resucita
el buen deseo palpita
y un fuego nuevo se enciende.


Emerjo de la tristeza
lágrimas coaguladas
la mirada enarbolada
sin desgana, sin pereza
porque tengo la certeza
de que la vida sorprende
la luz se apaga y se prende
y el ánimo resucita
el buen deseo palpita

y un fuego nuevo se enciende.





* VEJEZ ES TENER MÁS RECUERDOS QUE PROYECTOS.

sábado, 20 de julio de 2013

LA CONFESIÓN

LA CONFESIÓN

Elsa lloraba silenciosamente sobre el hombro de Martín. Ambos tenían 16 años y estaban enamorados, pero Martín era tan tímido que no se atrevía a confesarlo y estaba cerca de ella como su mejor amigo y confidente.
Cada tarde, cuando Elsa salía del colegio, Martín estaba en la puerta con restos de ladrillo en su ropa ya que al dejar su trabajo en el horno no le daba tiempo para cambiarse. Lo que le importaba era llegar puntual para acompañar a Elsa hasta su casa.
Esa tarde se retrasaron en el banco de la plaza porque ella tenía necesidad de hablar. Y él, realmente apabullado por lo que acababa de oír, no tenía palabras para consolarla. Simplemente la abrazaba para que Elsa sintiera su presencia.
-Yo nunca te voy a abandonar. Confiá en mí – alcanzó a musitar mientras se ponían en marcha hacia la casa de la joven. Ella lo besó diferente, y él quedó tan turbado que hasta trastabilló al bajar del cordón.
Su corazón palpitaba desordenado.
-Mañana me animo, sí, mañana le pregunto si quiere ser mi novia. -Y así, con su sueño entre las manos se fue silbando hasta el rancherío donde vivía.
Al día siguiente Elsa no apareció en la puerta del colegio. Ni al otro, ni al otro, ni al otro.
Pronto la noticia corrió como un reguero: Elsa había desaparecido de su hogar y los padres habían hecho la denuncia.
Pasó largo tiempo sin noticias de ella. Un día, el gobernador de la provincia de fue entrevistado sobre el tema y prometió públicamente que el caso sería resuelto.
Ante la ausencia prolongada de Elsa, la policía pensó en un homicidio y todas las sospechas recayeron sobre el “noviecito”.
Martín no tenía armas para defenderse, salvo gritar la verdad:
- Yo no fui, yo no le hice nada a la Elsa. La quería, la quería.
Sin escucharlo siquiera, fue detenido como sospechoso y ante la insistencia de Martín, la policía recurrió al método infalible de la tortura para lograr las más insólitas declaraciones.
Primero lo golpearon sin piedad, luego lo llevaron a orillas del río Chorrillos, encadenaron sus manos y sus pies, atando la cadena a un automóvil que hundieron en el río. Así estuvieron hasta que Martín estuvo a punto de ahogarse. Finalmente, lo soltaron, pero siguieron golpeándolo y gritando:
-Qué le hiciste a la chica Díaz, confesá hijo de puta.
Casi inconsciente lo dejaron nuevamente en la prisión, donde todos los días era sometido a interminables sesiones de tortura. Uno de esos días, rompieron una botella que luego introdujeron en su boca arrancándole todos los dientes.
La resistencia de Martín fue absolutamente demolida y los policías obtuvieron la confesión deseada.
-La Elsa estaba preñada y se murió en el aborto. Tuve miedo y la enterré cerca del cerro.

La búsqueda del cadáver fue infructuosa y, finalmente, el Superior Tribunal de Justicia devolvió la libertad a Martín –por falta de pruebas- portador de HIV que se había contagiado de las jeringas infectadas con que lo dopaban para que no gritara de dolor.

Ahora tiene apenas 39 años, pero es un muerto que arrastra su fantasma por las calles, sin destino ni piedad.

Hace unos meses, los padres de Elsa murieron en un accidente automovilístico y fue tremendo el estupor de los compueblanos cuando la vieron aparecer en el velorio, rodeada por sus cuatro hijos.

Laura, su antigua compañera de colegio, le contó toda la historia. Ella lloró mucho mientras le confesaba que había huido de su casa para escapar del abuso.

A Martín nunca se animó a verlo.

Olga Liliana Reinoso ©Todos los derechos reservados.
Foto: LA CONFESIÓN

Elsa lloraba  silenciosamente sobre el hombro de Martín. Ambos tenían 16 años y estaban enamorados, pero Martín era tan tímido que no se atrevía a confesarlo y estaba cerca de ella como su mejor amigo y confidente.
Cada tarde, cuando Elsa salía del colegio, Martín estaba en la puerta con restos de ladrillo en su ropa ya que al dejar su trabajo en el horno no le daba tiempo para cambiarse. Lo que le importaba era llegar puntual para acompañar a Elsa hasta su casa.
Esa tarde se retrasaron en el banco de la plaza porque ella tenía necesidad de hablar. Y él, realmente apabullado por lo que acababa de oír, no tenía palabras para consolarla. Simplemente la abrazaba para que Elsa sintiera su presencia.
-Yo nunca te voy a abandonar. Confiá en mí – alcanzó a musitar mientras se ponían en marcha hacia la casa de la joven. Ella lo besó diferente, y él quedó tan turbado que hasta trastabilló al bajar del cordón.
Su corazón palpitaba desordenado. 
-Mañana me animo, sí, mañana le pregunto si quiere ser mi novia. -Y así, con su sueño entre las manos se fue silbando hasta el rancherío donde vivía.
Al día siguiente Elsa no apareció en la puerta del colegio. Ni al otro, ni al otro, ni al otro.
Pronto la noticia corrió como un reguero: Elsa había desaparecido de su hogar y los padres habían hecho la denuncia.
Pasó largo tiempo sin noticias de ella. Un día, el gobernador de la provincia de fue entrevistado sobre el tema y prometió públicamente que el caso sería resuelto.
Ante la ausencia prolongada de Elsa, la policía pensó en un homicidio y todas las sospechas recayeron sobre el “noviecito”. 
Martín no tenía armas para defenderse, salvo gritar la verdad:
- Yo no fui, yo no le hice nada a la Elsa. La quería, la quería.
Sin escucharlo siquiera, fue detenido como sospechoso y ante la insistencia de Martín, la policía recurrió al método infalible de la tortura para lograr las más insólitas declaraciones.
 Primero lo golpearon sin piedad, luego lo llevaron a orillas del río Chorrillos, encadenaron sus manos y sus pies, atando la cadena a un automóvil que hundieron en el río. Así estuvieron hasta que Martín estuvo a punto de ahogarse. Finalmente, lo soltaron, pero siguieron golpeándolo y gritando:
-Qué le hiciste a la chica Díaz, confesá hijo de puta.
Casi inconsciente lo dejaron nuevamente en la prisión, donde todos los días era sometido a interminables sesiones de tortura. Uno de esos días, rompieron una botella que luego introdujeron en su boca arrancándole todos los dientes.
La resistencia de Martín fue absolutamente demolida y los policías obtuvieron la confesión deseada.
-La Elsa estaba preñada y se murió en el aborto. Tuve miedo y la enterré cerca del cerro.

La búsqueda del cadáver fue infructuosa y, finalmente, el Superior Tribunal de Justicia devolvió la libertad a Martín –por falta de pruebas-  portador de HIV que se había contagiado de las jeringas infectadas con que lo dopaban para que no gritara de dolor.

Ahora tiene apenas 39 años, pero es un muerto que arrastra su fantasma por las calles, sin destino ni piedad.

Hace unos meses, los padres de Elsa murieron en un accidente automovilístico y fue tremendo el estupor de los compueblanos cuando la vieron aparecer en el velorio, rodeada por sus cuatro hijos.

Laura, su antigua compañera de colegio, le contó toda la historia. Ella lloró mucho mientras le confesaba que había huido de su casa para escapar del abuso. 

A Martín nunca se animó a verlo.

Olga Liliana Reinoso ©Todos los derechos reservados.

Cartas en el buzón del viento


Foto: Queridas Hellen y Camille:
                         La suerte, los dioses o el azar, produjeron el milagro de que llegaran, hasta el buzón del viento, las deliciosas palabras con que han tornado a entrecruzarse vuestros destinos.
                       Yo soy para ustedes una perfecta desconocida, pero ustedes son, para mí, el símbolo de una vida jubilosa.
                      Viajábamos en el mismo tren. Yo estaba postrada por una enfermedad que me había diagnosticado el prestigioso médico moscovita  Liosha Bogdánov. 
                     Aunque teníamos la misma edad –y me atrevería a afirmar que también los mismos sueños- jamás pude acercarme a hablarles, pero sí fui una complacida y bienintencionada espía de sus mohines, de sus risas.
Y eso fue, para mí, la fuente de nutrientes que al cabo de varios años, me permitió  emerger victoriosa del doloroso trance que atravesaba por esos días.
Por tanto, insisto, jamás podré olvidarlas.
Y aunque la nieve del paisaje se confunda en mis cabellos, he podido culminar una carrera universitaria. Luego, me vi en la obligación ética de narrar mis desventuras psicosomáticas en beneficio de otros seres humanos.
Estoy convencida de que es una mezquindad guardar cualquier tipo de saber al que uno haya podido acceder. Por eso, aunque relacionado con la ciencia, yo también he publicado mi libro. 
Que el Señor las colme de bendiciones y les trasmita, a través de este buzón del viento, mi eterna gratitud.
Vuestra dicha de antaño me fue inoculada por medio de una alquimia inextricable y salvó mi vida. Tenían que saberlo.
Amorosamente
Olya Ivánovna Petrova







Oh, Hellen. ¡Cuánta emoción!
Recordar es volver a pasar por el corazón y su carta trajo a mi mente un aluvión de recuerdos que agitaron mi pecho y tiñeron de rubor mis mejillas haciéndome pensar por un minuto que volvía a ser una colegiala impulsiva y alocada.
Madrid, La Cibeles, la puerta de Alcalá, la Gran Vía, el cante jondo ¡la paella! y ese gracejo espontáneo del idiolecto de los españoles, tan hospitalarios, tan galantes, tan “guapos”. Qué visita tan maravillosa por esas tierras antagónicas a mis estepas.
La noche en que presenté mi libro sucedió algo fundacional en mi vida. Y enterarme, ahora, de que usted estaba ahí con su amiga Sofía, a quien mis palabras  alentaron y brindaron alivio, hace que me sienta profundamente colmada.
Si bien mi intención siempre fue ayudar a la gente, cada conferencia que daba era como arrojar una piedra en el mar. Una no puede adivinar dónde detiene su vuelo. De modo que, conocer en forma fidedigna, que en esa velada mágica di en el blanco, me produce una profunda sensación de misión cumplida.
Le cuento por qué otro motivo esa noche es una remembranza cálida y luminosa. Creo que yo lo había presentido, porque estaba exultante. Dediqué mucho más tiempo del habitual a acicalarme y cuidar todos los detalles. Estrené un vestido lila de vaporosas gasas, peiné mi cabello y lo recogí con un tocado de flores naturales que mi asistente había tenido el exquisito gusto de conseguir en la misma gama de mi atuendo, sombreé mis ojos y pinté mis labios con un rouge deliberadamente sensual. Y sucedió.
Conocí a mi amado  Ricardo Duque de Estrada Martínez de Morentín, octavo conde de la Vega del Sella, con quien contraje enlace en primeras nupcias sólo tres meses después y fue mi amantísimo esposo y padre mis hijos gemelos, hasta julio de 1990, aciago mes que lo desprendió de mi amor por una repentina enfermedad. He sido feliz hasta el éxtasis, por eso su memoria insepulta me sostiene hasta la actualidad.
Nuevamente gracias, afectuosa Hellen. Estoy comenzando a pensar que usted es mi hada de la buena suerte.
La abrazo con genuino cariño
Olya

Queridas Hellen y Camille:
                         La suerte, los dioses o el azar, produjeron el milagro de que llegaran, hasta el buzón del viento, las deliciosas palabras con que han tornado a entrecruzarse vuestros destinos.
                       Yo soy para ustedes una perfecta desconocida, pero ustedes son, para mí, el símbolo de una vida jubilosa.
                      Viajábamos en el mismo tren. Yo estaba postrada por una enfermedad que me había diagnosticado el prestigioso médico moscovita  Liosha Bogdánov.
                     Aunque teníamos la misma edad –y me atrevería a afirmar que también los mismos sueños- jamás pude acercarme a hablarles, pero sí fui una complacida y bienintencionada espía de sus mohines, de sus risas.
Y eso fue, para mí, la fuente de nutrientes que al cabo de varios años, me permitió  emerger victoriosa del doloroso trance que atravesaba por esos días.
Por tanto, insisto, jamás podré olvidarlas.
Y aunque la nieve del paisaje se confunda en mis cabellos, he podido culminar una carrera universitaria. Luego, me vi en la obligación ética de narrar mis desventuras psicosomáticas en beneficio de otros seres humanos.
Estoy convencida de que es una mezquindad guardar cualquier tipo de saber al que uno haya podido acceder. Por eso, aunque relacionado con la ciencia, yo también he publicado mi libro.
Que el Señor las colme de bendiciones y les trasmita, a través de este buzón del viento, mi eterna gratitud.
Vuestra dicha de antaño me fue inoculada por medio de una alquimia inextricable y salvó mi vida. Tenían que saberlo.
Amorosamente
Olya Ivánovna Petrova







Oh, Hellen. ¡Cuánta emoción!
Recordar es volver a pasar por el corazón y su carta trajo a mi mente un aluvión de recuerdos que agitaron mi pecho y tiñeron de rubor mis mejillas haciéndome pensar por un minuto que volvía a ser una colegiala impulsiva y alocada.
Madrid, La Cibeles, la puerta de Alcalá, la Gran Vía, el cante jondo ¡la paella! y ese gracejo espontáneo del idiolecto de los españoles, tan hospitalarios, tan galantes, tan “guapos”. Qué visita tan maravillosa por esas tierras antagónicas a mis estepas.
La noche en que presenté mi libro sucedió algo fundacional en mi vida. Y enterarme, ahora, de que usted estaba ahí con su amiga Sofía, a quien mis palabras  alentaron y brindaron alivio, hace que me sienta profundamente colmada.
Si bien mi intención siempre fue ayudar a la gente, cada conferencia que daba era como arrojar una piedra en el mar. Una no puede adivinar dónde detiene su vuelo. De modo que, conocer en forma fidedigna, que en esa velada mágica di en el blanco, me produce una profunda sensación de misión cumplida.
Le cuento por qué otro motivo esa noche es una remembranza cálida y luminosa. Creo que yo lo había presentido, porque estaba exultante. Dediqué mucho más tiempo del habitual a acicalarme y cuidar todos los detalles. Estrené un vestido lila de vaporosas gasas, peiné mi cabello y lo recogí con un tocado de flores naturales que mi asistente había tenido el exquisito gusto de conseguir en la misma gama de mi atuendo, sombreé mis ojos y pinté mis labios con un rouge deliberadamente sensual. Y sucedió.
Conocí a mi amado  Ricardo Duque de Estrada Martínez de Morentín, octavo conde de la Vega del Sella, con quien contraje enlace en primeras nupcias sólo tres meses después y fue mi amantísimo esposo y padre mis hijos gemelos, hasta julio de 1990, aciago mes que lo desprendió de mi amor por una repentina enfermedad. He sido feliz hasta el éxtasis, por eso su memoria insepulta me sostiene hasta la actualidad.
Nuevamente gracias, afectuosa Hellen. Estoy comenzando a pensar que usted es mi hada de la buena suerte.
La abrazo con genuino cariño
Olya

domingo, 14 de julio de 2013

AMNESIA


Foto: POESÍA DEL DOMINGO

AMNESIA

Obnubilarse
perder la memoria
olvidar 
olvidar
olvidar
perseguir utopías
llenar huecos
emparchar los agujeros
creer que todo ha sido
como una horrible pesadilla
que se estrella en el piso
cuando se abren los ojos.
Ver sin mirar
oír sin escuchar.
Ser otro
en otra piel 
en otro cuerpo
en otra mente.
Desgajarse
entrar de nuevo al útero
navegar en el líquido tibio
naufragar
arribar a la isla
tomarse examen
no engañarse jamás
dejarse ir
flotar
olvidar
olvidar
olvidar.



Obnubilarse
perder la memoria
olvidar
olvidar
olvidar
perseguir utopías
llenar huecos
emparchar los agujeros
creer que todo ha sido
como una horrible pesadilla
que se estrella en el piso
cuando se abren los ojos.
Ver sin mirar
oír sin escuchar.
Ser otro
en otra piel
en otro cuerpo
en otra mente.
Desgajarse
entrar de nuevo al útero
navegar en el líquido tibio
naufragar
arribar a la isla
tomarse examen
no engañarse jamás
dejarse ir
flotar
olvidar

olvidar
olvidar.

martes, 9 de julio de 2013

Gladys Martino, soprano

GLADYS MARTINO


Un tintinear de trinos
o de truenos
una cascada de cristal y luces
la sinfonía vital del universo
y un murmullo de alondra que amanece.
Todo el sonido
toda la cadencia
amalgamada en la preciosa forma
de una mujer que es pétalo y tormenta
en esta aurora austral que nos enlaza.

Así es Gladys Martino.

Cóncavo recipiente de ternura
donde tiene sonora residencia
toda la voz humana que traspasa el silencio
y trepa, tumultuosa,
las paredes del alma.
Racimos de corcheas, pentagramas,
emergen del milagro de su boca
o un alud que estremece
brota de su garganta prodigiosa.
La música total tiene cobijo
en la mansión de nuestra mujer pájaro.

©Olga Liliana Reinoso

 Foto


lunes, 8 de julio de 2013

PRESENCIA





En esa bruma se quedó mi infancia
en el abrazo de las ramas se entrelazaron mis sueños.
Allí fui la princesa
el duende
la mariposa azul
y las violetas.
Hoy el paisaje fue arrasado
como arrasado fue mi corazón
por cien caballos.
Regresé un día en busca de la magia
y encontré tierra yerma
cuerpo violado
que ya no sabrá amar.
Pero están vivos en mí
todo el misterio
todo el secreto de la maravilla
la simiente del canto y de la risa
el valor de vivir.
Aquella casa inmensa
con sus muertos
sus miedos
su ternura
sigue en mí
cada alborada
cada anochecer.
Porque es un símbolo
es la quintaesencia
de la mujer que soy
y no se entrega.
 Foto: 8 de julio 2013-07-08


PRESENCIA
En esa bruma se quedó mi infancia
en el abrazo de las ramas se entrelazaron mis sueños.
Allí fui la princesa
el duende
la mariposa azul
y las violetas.
Hoy el paisaje fue arrasado
como arrasado fue mi corazón
por cien caballos.
Regresé un día en busca de la magia
y encontré tierra yerma
cuerpo violado
que ya no sabrá amar.
Pero están vivos en mí 
todo el misterio
todo el secreto de la maravilla
la simiente del canto y de la risa
el valor de vivir.
Aquella casa inmensa
con sus muertos
sus miedos
su ternura
sigue en mí
cada alborada
cada anochecer.
Porque es un símbolo
es la quintaesencia
de la mujer que soy 
y no se entrega.

Olga Liliana Reinoso

Olga Liliana Reinoso

domingo, 7 de julio de 2013

MINUCIAS


.Foto: El incesante rojo
los caireles
la fragua que forjaba
ríos de fuego.
Repiquetear de ojos
majaderos
la estrella del Poniente
en la mirada.
El fruto misterioso
del silencio
las bocas de fatales mordeduras
el caballo, la nube pasajera
las manos con que arriaban los pañuelos.
Todo se fue gestando en el paisaje
similar a los sueños
y al alcohol.
Todo, como un incendio macilento
bebió de golpe el trago del olvido.
Una mancha irredenta
una emboscada
un tiritar de pedrería aleve
gatos en las cornisas
sombras huérfanas
ciñeron las caderas de la tarde. 
Y explotó el corazón en mil colores
revoleando claveles y geranios.
El terciopelo negro cayó, tenue.
Y no hubo un grito ni un quejido ni un silencio.

©Olga Liliana Reinoso

El incesante rojo
los caireles
la fragua que forjaba
ríos de fuego.
Repiquetear de ojos
majaderos
la estrella del Poniente
en la mirada.
El fruto misterioso
del silencio
las bocas de fatales mordeduras
el caballo, la nube pasajera
las manos con que arriaban los pañuelos.
Todo se fue gestando en el paisaje
similar a los sueños
y al alcohol.
Todo, como un incendio macilento
bebió de golpe el trago del olvido.
Una mancha irredenta
una emboscada
un tiritar de pedrería aleve
gatos en las cornisas
sombras huérfanas
ciñeron las caderas de la tarde.
Y explotó el corazón en mil colores
revoleando claveles y geranios.
El terciopelo negro cayó, tenue.
Y no hubo un grito ni un quejido ni un silencio.


©Olga Liliana Reinoso

sábado, 6 de julio de 2013

LLUVIA DE HOY

LLUVIA DE HOY

He deseado esta lluvia
he clamado por ella
como los caminos polvorientos
o las flores ávidas.
He realizado rituales
en el campo reseco
rodando entre los cardos
que ensangrentaron mis rodillas.
Por eso, cuando mojó mi rostro
golpeó mi puerta
y meció mi siesta,
salí a la calle
para bailar su melodía
mientras la tierra húmeda
esculpía mis raíces
y despertaba todos los deseos.
La calle era un desierto:
nunca voy a entender
por qué la gente huye de la lluvia.
Yo dejo que me moje
como cuando mi madre me bañaba de niña
dejo que crezca en perfumes
y nazca en flores
desde mis manos hasta mis pezones.
El olor de la tierra mojada
me conecta con mundos ignorados
descubro los orígenes
en la verde alegría de los árboles.
Recuerdo que, en la adolescencia,
yo me mimetizaba con la lluvia
detrás de las ventanas
y lloraba en silencioFoto: LLUVIA DE HOY

He deseado esta lluvia
he clamado por ella
como los caminos polvorientos
o las flores ávidas.
He realizado rituales
en el campo reseco
rodando entre los cardos
que ensangrentaron mis rodillas.
Por eso, cuando mojó mi rostro
golpeó mi puerta
y meció mi siesta,
salí a la calle
para bailar su melodía
mientras la tierra húmeda
esculpía mis raíces
y despertaba todos los deseos.
La calle era un desierto:
nunca voy a entender 
por qué la gente huye de la lluvia.
Yo dejo que me moje
como cuando mi madre me bañaba de niña
dejo que crezca en perfumes
y nazca en flores
desde mis manos hasta mis pezones.
El olor de la tierra mojada
me conecta con mundos ignorados
descubro los orígenes
en la verde alegría de los árboles.
Recuerdo que, en la adolescencia,
yo me mimetizaba con la lluvia
detrás de las ventanas
y lloraba en silencio
por los dolores que habrían de llegar.
Ahora que ya el dolor me atravesó
se aposentó en rincones secretos
y me entregó la llave de la risa
con la que llego al sol
cabalgando el erótico arco iris.
Ahora, la lluvia, optimiza mis ganas de vivir.
por los dolores que habrían de llegar.
Ahora que ya el dolor me atravesó
se aposentó en rincones secretos
y me entregó la llave de la risa
con la que llego al sol
cabalgando el erótico arco iris.

Ahora, la lluvia, optimiza mis ganas de vivir.

miércoles, 3 de julio de 2013

LADRIDOS

LADRIDOS

Los ladridos de sus perras la despertaron. Aurora, entredormida, rezongó:
-Estas bochincheras, apenas  sienten que alguien camina por la vereda, arman semejante alboroto.
Miró la hora. Las tres de la mañana. Seguro que ahora se desvelaba y no se volvía a dormir.
Los ladridos continuaban cada vez con más intensidad. Aguzó el oído y perezosamente decidió ir hasta el garaje para tranquilizarlas. Mientras caminaba restregándose los ojos, notó que los ladridos daban lugar a un gemido. Se apuró y cuando abrió la puerta lo primero que vio fue a los dos animales quejándose en medio de un charco de sangre.
Antes de que pudiera reaccionar, un tipo enmascarado estuvo frente a ella con una navaja en la mano.
-Dame la plata, vieja –y acercó la hoja al pecho de la mujer.
Ella no se movió ni pronunció palabra.
-La plata, vieja. ¿No entendés?
-¿Qué plata?
- Te vi. Esta tarde sacaste un buen fajo del cajero. ¿Dónde la metiste? ¿En la lata de las galletitas? –y le  presionó el abdomen.
Aurora seguía paralizada. Conocía esa voz que la máscara deformaba.
El tipo – un hombre joven- le arrancó la camisa del pijama. Entre el miedo y el frío los pezones de Aurora se habían endurecido.
-Vaya, ¿te calienta la navaja o mi bulto? –acercó la navaja a sus pechos y los presionó.
-¿Querés coger, vieja puta? Solamente pagando –y soltó una carcajada.
La tomó de los cabellos y la arrastró hasta su habitación. La casa era chica, no había muchas opciones. De un empujón la lanzó sobre la cama.
-Dame la plata, pelotuda. ¿No ves que tenés todas las de perder? Te voy a coger, te voy a matar y voy a encontrar la plata, así que no jodas y hablá.
La mujer había enmudecido, no le salían las palabras. Además, no tenía el dinero. Lo había sacado de su caja de ahorro para pagar una deuda.
El hombre se había bajado los pantalones y le estaba metiendo el miembro erecto en la boca.
-Chupá, tarada. Nunca te imaginaste que te ibas a morir con una pija en la boca. Qué tarro, ¿no?, morir cogiendo.
No supo de dónde le salió el gesto, pero sus dos manos volaron hacia la máscara y se la arrebataron. Sus ojos crecieron como lunas llenas al reconocer ese rostro y sentir el navajazo que se hundía en su pecho.
Su rostro fue lo último que vio.
 Foto: LADRIDOS

Los ladridos de sus perras la despertaron. Aurora, entredormida, rezongó:
-Estas bochincheras, apenas  sienten que alguien camina por la vereda, arman semejante alboroto.
Miró la hora. Las tres de la mañana. Seguro que ahora se desvelaba y no se volvía a dormir.
Los ladridos continuaban cada vez con más intensidad. Aguzó el oído y perezosamente decidió ir hasta el garaje para tranquilizarlas. Mientras caminaba restregándose los ojos, notó que los ladridos daban lugar a un gemido. Se apuró y cuando abrió la puerta lo primero que vio fue a los dos animales quejándose en medio de un charco de sangre.
Antes de que pudiera reaccionar, un tipo enmascarado estuvo frente a ella con una navaja en la mano.
-Dame la plata, vieja –y acercó la hoja al pecho de la mujer.
Ella no se movió ni pronunció palabra.
-La plata, vieja. ¿No entendés?
-¿Qué plata?
- Te vi. Esta tarde sacaste un buen fajo del cajero. ¿Dónde la metiste? ¿En la lata de las galletitas? –y le  presionó el abdomen.
Aurora seguía paralizada. Conocía esa voz que la máscara deformaba.
El tipo – un hombre joven- le arrancó la camisa del pijama. Entre el miedo y el frío los pezones de Aurora se habían endurecido.
-Vaya, ¿te calienta la navaja o mi bulto? –acercó la navaja a sus pechos y los presionó.
-¿Querés coger, vieja puta? Solamente pagando –y soltó una carcajada.
La tomó de los cabellos y la arrastró hasta su habitación. La casa era chica, no había muchas opciones. De un empujón la lanzó sobre la cama.
-Dame la plata, pelotuda. ¿No ves que tenés todas las de perder? Te voy a coger, te voy a matar y voy a encontrar la plata, así que no jodas y hablá.
La mujer había enmudecido, no le salían las palabras. Además, no tenía el dinero. Lo había sacado de su caja de ahorro para pagar una deuda.
El hombre se había bajado los pantalones y le estaba metiendo el miembro erecto en la boca.
-Chupá, tarada. Nunca te imaginaste que te ibas a morir con una pija en la boca. Qué tarro, ¿no?, morir cogiendo.
No supo de dónde le salió el gesto, pero sus dos manos volaron hacia la máscara y se la arrebataron. Sus ojos crecieron como lunas llenas al reconocer ese rostro y sentir el navajazo que se hundía en su pecho.
Su rostro fue lo último que vio. 

©Olga Liliana Reinoso
©Olga Liliana Reinoso