En el muro,
en el umbral.
bajo el farol,
o en la doblez oscura de la esquina.
En el grillo
en el amanecer
en la paloma
o en el beso de húmedas madreselvas.
Allí, donde comienza la alegría,
en la palpitación de un pájaro violeta,
en el instante de la cópula infinita
que preña de luciérnagas al día.
Bajo el arbusto,
en su sombría boca,
en el pañuelo que lloró mil noches
o en la túnica de la avaricia.
En el pardo embrión del pensamiento
en la hamaca que se hunde en la marea
en el ojo del viento
y sus esclavos
en la pálida voz del desencanto.
En la estoica cintura de la esfinge
en el grito selvático y deforme
en los pétalos lentos de la almohada
en el invierno de los desvaríos.
En el feroz revuelo de los muertos
lo verás
lo encontrarás.
Es tuyo.
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