No preguntes por qué,
de nada vale.
No tengo ni verdades ni mentiras
solo un aguijón hondo en la espesura
donde el dolor se yergue como selva.
Estoy en la frontera
sobre el muro
viendo tu espalda que se aleja rauda.
Y en el peñasco, escrito con mi sangre,
un pedido de amor intraducible.
Las luces agoreras me despiden:
soy el silencio de mi propio grito,
soy la duda perenne.
Y el secreto misil
que estalla entre mis manos.
©Olga Liliana Reinoso
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