Hijo mío como quisiera
que recorrieras el universo
montado en mi caballo de
madera;
yo soy culpable por no haberte
enseñado,
quizás también por no haberte
regalado aquello que me hizo
feliz en mis juegos de infancia.
Era algo que no necesitaba pilas,
ni que se le diera cuerda,
era tan sólo de madera
y vivía hasta cuando yo quisiera.
Mi caballito de madera,
con él trotaba, corría
levantaba polvaderas,
aunque no lo creas,
las calles de mi infancia
eran de tierra
y por ella trotaba tardes enteras.
Nunca pasé rabia con él,
porque nunca dejó de jugar
conmigo,
no se echaba a perder...
y si se daba el caso
de que se muriera quebrado,
iba corriendo para mi casa
a buscar otro caballito prestado,
uno con ramas que sacaba
apurado,
porque mi madre lo ocupaba
en las mañanas,
justo cuando yo estaba
montado;
mi caballito de escoba,
fiel cuando se podía,
pues mi madre vigilaba
atenta casi todo el día,
para que no se le perdiera
su escoba preferida,
pero no faltaba el madero
al cual le dábamos vida,
recorriendo días enteros
las calles de tierra
de mi infancia querida.
Nelson Carrizo
Poeta Minero
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