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Los que se pierden la película
27/07/10
Por Silvana Melo
(APe).- Tiene quince y los pantalones rotos por convicción. Una gorra hasta la nariz y unas zapatillas negras que le marcan el camino a la escuela donde se queda como de paso. Está al borde. Hace equilibrio por el cordón finito entre traspasar esa puerta o no aparecer más, que es apenas un detalle. Para él que tiene quince y para el sistema que no lo contiene ni lo seduce ni lo sale a buscar si no está.
El día de la película sólo espió las imágenes. Y después no pudo contar lo que vio. Es que no alcanzó a seguir los subtítulos. Pasaban demasiado rápido para él que no lee de corrido. Que llegó al Polimodal sin la fluidez de la lectura oral. Para él, que si se concentra en leer sin silabeo no comprende lo que dice, la película fue sólo una serie de fotografías rápidas, con bocas y gestos, pero sin palabras.
La educación le pasó como él por la escuela: un trámite. El es un trámite para el sistema. Un legajo incompleto, un papel que se pierde si él no ocupa el pupitre, un nombre que deserta y ya no es.
El informe de la Universidad de Cuyo, surgido de 200 alumnos entre 8 y 12 años no lo dejó solo en un futuro que lo condena a la retaguardia social: cuatro de cada diez chicos no comprenden lo que leen. “Se ha advertido que los sujetos muestran dificultades tanto en procesos de reconocimiento como de producción de palabras”, dice el estudio.
El, a los quince, milagrosamente incluido en el nivel Polimodal, es un analfabeto social. Tal vez la convicción de sus pantalones rotos y la gorra hasta la nariz sean un modo de asumirse afuera. De reconocerse trámite. Aunque aún no sepa que hay demasiada letra chica en la vida destinada a trampearlo, que habrá muchos subtítulos acelerados que le advierten de la estafa que nunca sabrá, que hay tanto para leer y comprender y analizar con juicio crítico para poder entrar en la jungla donde tanto monstruo ataca y muerde las yugulares de los pibes expulsados para dejarlos fuera de juego en el más crucial de los partidos.
Santiago del Estero, Misiones y Corrientes son los territorios que muestran los mayores índices de analfabetismo y deserción escolar. En un país donde se declama una educación igualitaria, que coloque a todos en la misma fila de largada, con las mismas oportunidades para llegar a la misma meta. Pero son demasiados los que inician la carrera desde kilómetros atrás. Con huesos y músculos débiles para aguantar. Con herramientas exiguas porque no les tocó en suerte en esta feria arbitraria el mejor de los entrenamientos.
Dice el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) que 720.000 chicos quedan fuera del sistema escolar. Y unos 730.000 mayores de quince años no saben leer ni escribir.
El, con sus zapatillas negras y su gorra hasta la nariz, es un privilegiado: llegó al Polimodal. Fue hasta la escuela todos los días suficientes como para ser un alumno regular. Es decir, que se ciñe a las reglas. Pero nadie le habló de la reciprocidad. Y de que él tiene el derecho de que su escuela también sea regular. En cualquier ciudad del interior quince cuadras de distancia descomprometen y descualifican. La educación es desigual en los arrabales y en el centro. Y rechaza al que intenta dejar el margen escolar para acceder a la calidad de los incluidos.
En Buenos Aires va a clase el 89,3 por ciento de los chicos en condiciones de cursar los primeros dos años de la escuela media obligatoria. En Misiones, el 56,4 por ciento; en Santiago del Estero, el 58,7 por ciento. Las diferencias son abismales. En calificación y en cuantía. De ese poco más de la mitad de pibes que logra llegar a la escuela media en Misiones, un gran porcentaje no comprenderá la película. No sabrá leer los subtítulos. No accederá a la letra chica. Será estafado de por vida. Sojuzgado. Marginado.
El CONICET extrae de los archivos cifras para abonar la inequidad: el 75% de los jóvenes de entre 15 y 21 años se encuentra en situación de riesgo educativo. Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones tienen el flaco privilegio del porcentaje general más alto de inasistencia escolar entre adolescentes: 28,29%. Pero este número se va al cielo cuando se trata de los más pobres: más del 43%. En capital, en cambio, donde dicen que atiende Dios pero con oficinas estratégicas en el centro, la inasistencia oscila entre el 10,9% entre los adolescentes no pobres y el 25,9% de los pibes pertenecientes a hogares bajo la línea de pobreza.
Al que le tocó nacer en Jujuy y engordar las anchas filas de los desventurados, tal vez hasta le hayan impuesto el reclutamiento en la policía infantil ideada en 1999 para resguardarlos de “la deserción escolar, las fugas del hogar, la integración de pandillas, la maternidad y paternidad precoz, el alcoholismo, la drogadicción, la vagancia y la mendicidad de menores”. Escuadrones de chicos de entre 5 y 16 años cargados al hombro del autoritarismo y jamás de la conciencia de un país al que hay que construir generoso con las mismas y luminosas parcelas para todos.
Ninguno de ellos, finalmente, entenderá la película. Ninguno logrará atrapar los subtítulos antes de que otro personaje irrumpa. Es que finalmente se perderán la historia. Su historia. La historia de todos.
Fuente de datos:
Diario MDZ, Mendoza 16-07-10 - Taringa! - El liberal, Santiago del Estero - Cippec.
Los que se pierden la película
27/07/10
Por Silvana Melo
(APe).- Tiene quince y los pantalones rotos por convicción. Una gorra hasta la nariz y unas zapatillas negras que le marcan el camino a la escuela donde se queda como de paso. Está al borde. Hace equilibrio por el cordón finito entre traspasar esa puerta o no aparecer más, que es apenas un detalle. Para él que tiene quince y para el sistema que no lo contiene ni lo seduce ni lo sale a buscar si no está.
El día de la película sólo espió las imágenes. Y después no pudo contar lo que vio. Es que no alcanzó a seguir los subtítulos. Pasaban demasiado rápido para él que no lee de corrido. Que llegó al Polimodal sin la fluidez de la lectura oral. Para él, que si se concentra en leer sin silabeo no comprende lo que dice, la película fue sólo una serie de fotografías rápidas, con bocas y gestos, pero sin palabras.
La educación le pasó como él por la escuela: un trámite. El es un trámite para el sistema. Un legajo incompleto, un papel que se pierde si él no ocupa el pupitre, un nombre que deserta y ya no es.
El informe de la Universidad de Cuyo, surgido de 200 alumnos entre 8 y 12 años no lo dejó solo en un futuro que lo condena a la retaguardia social: cuatro de cada diez chicos no comprenden lo que leen. “Se ha advertido que los sujetos muestran dificultades tanto en procesos de reconocimiento como de producción de palabras”, dice el estudio.
El, a los quince, milagrosamente incluido en el nivel Polimodal, es un analfabeto social. Tal vez la convicción de sus pantalones rotos y la gorra hasta la nariz sean un modo de asumirse afuera. De reconocerse trámite. Aunque aún no sepa que hay demasiada letra chica en la vida destinada a trampearlo, que habrá muchos subtítulos acelerados que le advierten de la estafa que nunca sabrá, que hay tanto para leer y comprender y analizar con juicio crítico para poder entrar en la jungla donde tanto monstruo ataca y muerde las yugulares de los pibes expulsados para dejarlos fuera de juego en el más crucial de los partidos.
Santiago del Estero, Misiones y Corrientes son los territorios que muestran los mayores índices de analfabetismo y deserción escolar. En un país donde se declama una educación igualitaria, que coloque a todos en la misma fila de largada, con las mismas oportunidades para llegar a la misma meta. Pero son demasiados los que inician la carrera desde kilómetros atrás. Con huesos y músculos débiles para aguantar. Con herramientas exiguas porque no les tocó en suerte en esta feria arbitraria el mejor de los entrenamientos.
Dice el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) que 720.000 chicos quedan fuera del sistema escolar. Y unos 730.000 mayores de quince años no saben leer ni escribir.
El, con sus zapatillas negras y su gorra hasta la nariz, es un privilegiado: llegó al Polimodal. Fue hasta la escuela todos los días suficientes como para ser un alumno regular. Es decir, que se ciñe a las reglas. Pero nadie le habló de la reciprocidad. Y de que él tiene el derecho de que su escuela también sea regular. En cualquier ciudad del interior quince cuadras de distancia descomprometen y descualifican. La educación es desigual en los arrabales y en el centro. Y rechaza al que intenta dejar el margen escolar para acceder a la calidad de los incluidos.
En Buenos Aires va a clase el 89,3 por ciento de los chicos en condiciones de cursar los primeros dos años de la escuela media obligatoria. En Misiones, el 56,4 por ciento; en Santiago del Estero, el 58,7 por ciento. Las diferencias son abismales. En calificación y en cuantía. De ese poco más de la mitad de pibes que logra llegar a la escuela media en Misiones, un gran porcentaje no comprenderá la película. No sabrá leer los subtítulos. No accederá a la letra chica. Será estafado de por vida. Sojuzgado. Marginado.
El CONICET extrae de los archivos cifras para abonar la inequidad: el 75% de los jóvenes de entre 15 y 21 años se encuentra en situación de riesgo educativo. Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones tienen el flaco privilegio del porcentaje general más alto de inasistencia escolar entre adolescentes: 28,29%. Pero este número se va al cielo cuando se trata de los más pobres: más del 43%. En capital, en cambio, donde dicen que atiende Dios pero con oficinas estratégicas en el centro, la inasistencia oscila entre el 10,9% entre los adolescentes no pobres y el 25,9% de los pibes pertenecientes a hogares bajo la línea de pobreza.
Al que le tocó nacer en Jujuy y engordar las anchas filas de los desventurados, tal vez hasta le hayan impuesto el reclutamiento en la policía infantil ideada en 1999 para resguardarlos de “la deserción escolar, las fugas del hogar, la integración de pandillas, la maternidad y paternidad precoz, el alcoholismo, la drogadicción, la vagancia y la mendicidad de menores”. Escuadrones de chicos de entre 5 y 16 años cargados al hombro del autoritarismo y jamás de la conciencia de un país al que hay que construir generoso con las mismas y luminosas parcelas para todos.
Ninguno de ellos, finalmente, entenderá la película. Ninguno logrará atrapar los subtítulos antes de que otro personaje irrumpa. Es que finalmente se perderán la historia. Su historia. La historia de todos.
Fuente de datos:
Diario MDZ, Mendoza 16-07-10 - Taringa! - El liberal, Santiago del Estero - Cippec.
La foto pertenece a un artículo de es.kindernothilfe.org.
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