Agónica vigilia
terribles los insomnios
un aquelarre el cerebro
un huracán el corazón.
Por eso huye
por las puertas luminosas
de la palabra
y del papel que como un cántaro
cobija solidario
los quintales de penas.
Siempre batalla,
es la amazona bravía
que pone el cuerpo
a este dolor unánime.
Algo le susurra
-un ángel o un demonio-
que nunca retroceda
que se ría
que llore a carcajadas
que al fin eso es vivir.
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