El invierno es un preso político
un condenado a muerte
un desahuciado.
Un nadie que deambula
sin ropa
sin zapatos
sin colores.
Hablan pestes de él
los presidentes
los ministros
los chicos
los abuelos.
Se quejan las maestras
los alumnos
el barrendero
las amas de casa.
Y él solo cumple su deber
completa el ciclo
pero la Corte lo declaró culpable.
Nadie ve más allá de su gesto
a nadie se le ocurre
decirle buenos días;
gracias a vos mis horas van a ser más templadas
alrededor del fuego de las historias.
El abrazo apretado
el plato humeante.
Gracias a vos mi casa
será el lugar deseado.
Bajo un par de frazadas
Eros hará un incendio
de besos abrigados
y palabras ardientes.
El invierno es un manso recreo
para pensar, para mirar con los ojos cerrados
y ver la vida desde otra
perspectiva.
Asomarse a los vidrios empañados
para pintar huidizos corazones.
Mirar los árboles desnudos
y agradecer que el techo cobija nuestras ramas.
El invierno es el tiempo de guarecer semillas
para que exploten con la primavera.
No hay primavera si no existe invierno.
Tengámosle piedad:
es un obrero que cumple a rajatabla su tarea
para después gozar el reverdeo
la sutil brevedad de los rosales
y el tibio amanecer que nos madruga.
Seamos justos: necesitamos el invierno.
©Olga Liliana Reinoso
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