Entre los basurales de las calles raídas
en limosnas descalzas de madres deshauciadas
en bolsas prostituidas de niño y pegamento
en los ojos desiertos del Borda y el Moyano.
En cárceles hediondas de sexo y de puteadas
en violación artera de vírgenes fragancias
en el perro apaleado por la miseria humana
en la mujer que aborta su fetal desamparo.
En el margen y estigma de los desocupados
en el secreto sórdido del abuso afectivo
en la mujer golpeada por el miedo y el vino
en las villas miserias hacinadas de hastío.
Entre los solitarios que ya no esperan nada
Entre los malqueridos, los parias no deseados
en la austera ajenidad del inmigrante
en el bostezo oculto de perfumes franceses.
En la tierra que llora su amor apeonado
en los ojos vendados de estatua con balanza
en las voces mendigas que tiemblan bajo un puente
en un vientre que crece con sólo quince años.
En los amores rotos, los adioses callados
en esa soledad que habita las entrañas
entre los clandestinos amantes asustados
y en el agrio pezón del desamor.
En todo el abandono que circunda el planeta
en los malentendidos que construyen los muros
en las burdas traiciones de los seres mezquinos
en los amores que mueren asfixiados.
En el fiel militante de la Plaza de Mayo
en los blancos pañuelos que giran su reclamo
en las vidas truncadas que pueden evitarse
y en el miedo ancestral de morir a destiempo.
En todos los rincones de dolores humanos
aún en la crueldad y el sinsentido:
habita la esperanza. Yo la vi. Y lo confirmo.
©Olga Liliana Reinoso
en limosnas descalzas de madres deshauciadas
en bolsas prostituidas de niño y pegamento
en los ojos desiertos del Borda y el Moyano.
En cárceles hediondas de sexo y de puteadas
en violación artera de vírgenes fragancias
en el perro apaleado por la miseria humana
en la mujer que aborta su fetal desamparo.
En el margen y estigma de los desocupados
en el secreto sórdido del abuso afectivo
en la mujer golpeada por el miedo y el vino
en las villas miserias hacinadas de hastío.
Entre los solitarios que ya no esperan nada
Entre los malqueridos, los parias no deseados
en la austera ajenidad del inmigrante
en el bostezo oculto de perfumes franceses.
En la tierra que llora su amor apeonado
en los ojos vendados de estatua con balanza
en las voces mendigas que tiemblan bajo un puente
en un vientre que crece con sólo quince años.
En los amores rotos, los adioses callados
en esa soledad que habita las entrañas
entre los clandestinos amantes asustados
y en el agrio pezón del desamor.
En todo el abandono que circunda el planeta
en los malentendidos que construyen los muros
en las burdas traiciones de los seres mezquinos
en los amores que mueren asfixiados.
En el fiel militante de la Plaza de Mayo
en los blancos pañuelos que giran su reclamo
en las vidas truncadas que pueden evitarse
y en el miedo ancestral de morir a destiempo.
En todos los rincones de dolores humanos
aún en la crueldad y el sinsentido:
habita la esperanza. Yo la vi. Y lo confirmo.
©Olga Liliana Reinoso
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