Veo la soledad y el abandono
veo la incomprensión y el desaliño
en este espejo donde me arrincono
no veo una mujer: me mira un niño.
Aquel niño que fui y el mismo tono
de su orfandad y su mirar lampiño.
No hay un cono de luz; no existe un cono
sola con la oquedad sufro y me riño.
Pero a veces, de tibias luces pinta
la amoratada frente que me inmola
el mismo niño con su aguada tinta.
Entonces resplandece la corola
de un ser que me trasviste en flor encinta.
Vuelve a salir el sol: ya no estoy sola.
veo la incomprensión y el desaliño
en este espejo donde me arrincono
no veo una mujer: me mira un niño.
Aquel niño que fui y el mismo tono
de su orfandad y su mirar lampiño.
No hay un cono de luz; no existe un cono
sola con la oquedad sufro y me riño.
Pero a veces, de tibias luces pinta
la amoratada frente que me inmola
el mismo niño con su aguada tinta.
Entonces resplandece la corola
de un ser que me trasviste en flor encinta.
Vuelve a salir el sol: ya no estoy sola.
©Olga Liliana Reinoso
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