©Olga Liliana Reinoso
Música agonizante
en la planicie trashumante y lúcida
donde alucina milagros
el sándalo de mi corazón.
Es la aurora en sí bemol
es ese parto de la naturaleza
cuando la tierra florece sus arpegios
al fulgor de una guitarra
que en su inútil remembranza
-morada del color que nos habita-
honra la ausencia del silencio
para que no se detenga la viajera
ni penetre en la celda de este cíngulo:
soledad de armonías.
Si la canción acaba llueve muerte
por eso suena otra vez la cábala
percuta el azafrán
su vehemente amarillo
y el viento canturrea en la alameda.
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