miércoles, 11 de julio de 2012


TANGUEDIA OTOÑAL
(Dioses de barro y antialegría)
El exilio de adentro
al que una va buscándose sin cuentos
es un exilio cruento
macilento
es un infierno lento.
Una se va nadando
hacia sí misma
bordeando el agua tibia
que no alivia
que enturbia
la boca casi rubia.
Y lleva la condena
la pena
y ese arrastrar cadenas
que se enroscan
tan toscas
manoseadas
usadas
desvirgadas de apuro
grafiti contra el muro
inmaduro
inseguro
hasta la sal secreta
que no es siquiera meta
ni cometa
o absurda metralleta
para morir sin paz
y en camiseta.
Desarraigada en el exilio
desheredada del país
que fue patria y raíz.
Mala entraña
una llora y extraña
bebe licor de araña.
La verdad
qué patraña
sería mejor morir en la ignorancia
sin soportar la petulancia
donde el silencio escancia
y una ya no es extraña
en medio de las tristes olimpíadas
de los tristes ocasos del Olimpo
que se creen mejores
¡perdedores!
de quienes hoy degüellan su palabra.
No deja huella
su soberbia macabra
nunca es sabiduría
ni alegría
es malsano telón de fantasía
se creen dueños y poseedores
del  fuego vegetal de la armonía
pero es utilería
el balbuceo panfletario y feo
que ornamenta el laurel;
ese entrevero gutural y anfibio
con que pretenden travestir
la hipocresía.
Tal vez sean mediocres artesanos
imitadores crueles o farsantes
pero nunca lo serán bastante
como para engañar los oídos alerta
pocas cosas dañan tanto el buen gusto
como la letra muerta.
Y la página en blanco
carente de sentido.
Detesto a viva voz esa perfidia
hermana boba de la oscura envidia
que oculta con fratacho y mal aliento
el puro sentimiento
que se desangra en versos imperfectos
como el hijo dilecto
de la sagrada comunión honesta
donde no hay sitio para los aguafiestas.
Creerse bueno y ser mala persona
es una controversia sin justicia
es un plagio esencial, un absurdo disfraz
entelequia falaz, sofisma y truco.
©Olga Liliana Reinoso

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