domingo, 8 de julio de 2012

LA SEMBRADORA




















Olga Liliana Reinoso







































DEDICATORIA:

A mis ex – alumnos, que me permitieron transitar las arenas movedizas del sistema educativo argentino, brindándome su frescura y su cariño genuino.









MOTIVOS

Vengo a decir que ignoro tantísimas verdades

como fuegos que enlutan el corazón del pájaro.

Vengo a decir que creo en tus ojos frutales

que me aroman de luces las costumbres cansadas.

Vengo a dar testimonio: el miedo es una infamia

y no hay llaves que cierren la palabra que salva.

Vengo a darte mi mano en cuerdas de guitarra

para que no embalsames tu voz de madrugadas.

Vengo desde la hondura de algún dolor oculto

a parir un milagro que inventamos de apuro.

Vengo a través del viento de oscuras tempestades

para sembrar memoria en la tierra descalza.

Vengo desde la noche de una pena innombrable

dispuesta a dar batalla y a comenzar el canto.

Vengo al cuenco salobre del llanto trotamundo

con pasaporte de alas y equipaje liviano.

Vengo a decir que es cierto lo que tu sed presiente:

un grito que derrama su furia en las ventanas.

Vengo a contar que alcanza con los tristes harapos

para alzar la bandera en los cielos de mayo.

Vengo a decir que vivo con sutil resonancia

todo el dolor ajeno de aquellos que no hablan.

Qué azul cosmogonía me sucede en el alma

qué verdes transparencias descubro junto al alba.

Tengo sueños urgentes para darte en las manos

manzana sin pecados dorada de saberes.

Abro tu puerta máxima, tu corazón en llamas

y me unjo maestra con palabras tempranas

porque creo en la hechura del hombre transparente

enciendo esta fogata de amor entre la gente.



































- ¿Cómo anda, maestro? –saludó Uña Ramos.

- No me diga maestro –pidió Atahualpa.

- ¿Por qué?

- Ganan muy poco.





Porque muchos de tus alumnos “difíciles” te están poniendo a prueba para ver si repites la historia de los que no los amaron o si los desconciertas poniendo comprensión donde esperan el juicio condenatorio; caricias, donde temen el castigo; perdón, donde esperan el reproche; amor, donde esperan la indiferencia. René Trossero





MAESTRO



Escúchame, compañero, amigo.

MAESTRO: más bien discípulos de la vida,

aprendices siempre, vendedores de nada.

Quiero contarte-y cantarte-mi admiración porque estás ahí,

dejando tus horas entre las horas del día,

intentando enseñar, ayudando a educar

por un salario pequeño, por un pretendido amor.

Quiero hablar contigo, incansable constructor de utopías,

que cada mañana vuelves al trabajo

- los libros bajo el brazo y el corazón tic-tac, tic-tac -

a explicar cosas que muchos no quieren saber.

Quiero agradecerte tu entusiasmo

amenazado tantas veces por un sistema hostil

desollador de ilusiones.

Tu entusiasmo que renace sobre las cenizas

como un ave fénix incansable, paciente, pertinaz.

Quiero que unamos nuestros esfuerzos para construir juntos

un nuevo día. Un día mejor,

en el que realmente podamos convivir, dialogar y ser.

Quiero pedirte humildad y fortaleza

para que nunca se rompa nuestra fe en el ser humano,

nuestra fe en nosotros mismos

como seres capaces de luchar y sufrir por las personas:

por nuestros alumnos.

Quiero alentar la esperanza en nuestro ahora,

en nuestro aquí y en nuestro ahora.

Pero también en el mañana, en la mañana.

Está amaneciendo. Ya. Siempre está amaneciendo.

Porque hay maestros.

Porque hay discípulos como tú



Miguel Ángel Santos Guerra. Yo te educo, tú me educas. Ed. Sarriá. Málaga. 1999





















JUBILACIÓN

Un día, al abrir la puerta de mi casa, desencajada como estaba, mi hija se alarmó y preguntó:

- Mamá ¿Qué te pasa?

- Que la docencia me va a matar.

Entonces comprendí que ese era el principio del final.



Siempre tuve presente, durante los años en que ejercí la docencia, que enfrente tenía seres humanos y por lo tanto mi conducta debía de ser muy responsable y comprometida. Por eso, a pesar de no haber sido mi vocación más genuina, puse alma y vida y di lo mejor de mí cada vez que entré en el aula.

Hace dos años, comencé a sentir que mis fuerzas flaqueaban, que ya no manejábamos los mismos códigos los alumnos y yo, pese a haberme caracterizado por ser una “vieja piola”. Y el esfuerzo que ponía en atraer la atención de estos nuevos alumnos era inversamente proporcional a mi estado anímico. Es decir, mayor era el esfuerzo y menores mis fuerzas. Los resultados cada vez más magros y mi decepción cada vez más abundante.



Ese era el sentimiento que se iba apoderando de mí: cóctel letal de frustración, inseguridad, temor y fracaso. Sentía que me estaba volviendo invisible para ese grupo de muchachos a los que poco o nada les interesaba mi presencia y todo lo que podía brindarles.

Entonces, paradojalmente, el fantasma de la depresión comenzó a corporizarse dentro de mi cuerpo y como un caníbal empezó a devorarme la voluntad, las ganas, el entusiasmo. Así fue como me atacó el síndrome de la jubilación inmediata pero lo único que coseché fueron espinas, obstáculos, muro de los lamentos. Intenté por el lado del retiro anticipado pero no tenía los años de aporte que exigía el ISS. Finalmente pedí licencia por largo tratamiento porque no me sentía en condiciones de volver a enfrentar un aula.

Estoy segura de que me deben haber criticado, más que segura de que no me creyeron ni me comprendieron, los más amistosos habrán visto con simpatía la “piolada” que me mandaba, pero me atrevería a decir que ninguno se puso en mis zapatos ni entendió que para mí había llegado la hora de cantar NO VA MÁS.

Los psicólogos y psiquiatras, ellos sí saben, porque en cada sesión con el terapeuta no caben las mentiras, pero es TOP Secreta.

Y los funcionarios, que jamás enfrentaron un aula, o los que pasan por ahí con el afán de cobrar un sueldo y tener una obra social, no entienden nada. Dicen que nos abusamos, así ligeramente, impunemente, sin ponerse en el cuero del maestro que se entrega, que se desvela, que le pone pasión, que busca soluciones, que se involucra.

Pero a esta altura de mi vida, habiendo sido siempre tan frontal, estoy en condiciones de decir que, fiel a mis principios, no puedo seguir dando clase en estas condiciones. LO entiendan o no, lo crean o no. Es un problema de cada conciencia. Y la mía está en paz.





Preocupación en las aulas: crece el "síndrome del maestro quemado"



Actualmente hay unos 700 docentes porteños de licencia por esta enfermedad, un cuadro de agotamiento conocido como "burnout". Afecta sobre todo a maestros primarios, con muchos alumnos por clase.



Graciela Gioberchio ggioberchio@clarin.com



“Trabajan con desgano, fatigados, deprimidos y desmotivados. Están agotados, física y mentalmente. Y se sienten frustrados. En las escuelas de Capital, provincia de Buenos Aires y de varias ciudades del país crece el síndrome del "maestro quemado", también conocido como "burnout", que los especialistas interpretan como "trabajar sin fuego, sin pasión".

Son, en general, docentes con un gran nivel de autoexigencia que se ven superados por los problemas cotidianos del aula (bajos sueldos, malas condiciones edilicias de las escuelas, escasa valoración de la tarea, acumulación de tarea administrativa y extensión de la jornada laboral, entre otros) a lo que se suman los frecuentes y agotadores episodios de violencia escolar. El de los maestros es uno de los gremios más vulnerables al "síndrome del quemado".

Es un síndrome que afecta a los maestros de entre 31 y 50 años, con mayor incidencia —aporta Stolbizer— en "los que tienen más de 45 años, de escuelas primarias, con un promedio de 38 alumnos por aula".



"Son los que aparecen como los mejores. Pero ser el mejor docente tiene su precio y éste es uno de ellos. En la escuela tienen un desempeño brillante: el deterioro se ve en sus casas, con sus hijos y sus familias. No disfrutan su tiempo libre, tienen dificultades en su vida sexual, se descuidan estéticamente y, en muchos casos, llegan a la obesidad".

"El 'burnout' puede estar acompañado de una fuerte irritabilidad, insomnio, problemas gastrointestinales, dolores musculares, cefalea, arritmias cardíacas. Son algunas de las causas que originan el estrés y abren el camino sin retorno hacia el 'burnout'. En los casos más avanzados, los docentes abandonan la profesión".





Clarín.com – 25 de noviembre de 2006

















C.V: María Guadalupe Sosa

 Mujer a ultranza.

 Madre amantísima.

 Muy argentina, sin chauvinismo.

 Maestra.

 Poeta, narradora, ensayista.

 A veces, periodista.

 Recitadora, difusora de la poesía.

 Apasionada por la de la literatura.

 Disfrutadora de la vida.

 Carnet de identidad: la risa

 Pasaporte: la palabra.











RAZONES

Nunca fui por la vida “de visita” y una de mis pasiones fue –es- la docencia, esa carrera que comencé azarosamente, que nunca vislumbré como una verdadera vocación, como ese deseo profundo y esa entrega. Los dedos de un gran titiritero me fueron llevando por ese camino.

¿Qué iba a ser una chica de los años `60 –una chica de hogar, de buena familia, de clase media- sino maestra?

En una noche llena de luna, el patio de mi casa era un conjuro para atraer los duendes. Sentada sobre un tronco de eucaliptos, pintado por mi padre, mi alma se expandía. Todo el aire picarón del verano se filtraba por las persianas de mi ansiedad adolescente. Y mi niñez, pronta a zarpar, trepaba por las sombras infinitas de los árboles, en esa búsqueda implacable que todavía me persigue. No me pude negar. Fue un acto de amor, fue una entrega. Mi corazón jugaba a la payana y mis dedos se hundieron en el mundo intrincado de la metáfora: sólo una descripción, sólo un paisaje, la pampa toda rebasando en los renglones.

Y en esa noche crucial, se rompió el himen del silencio: hice el amor con las palabras y parí un poema.











A los 12 años, aunque era muy buena alumna y ya había escrito mi primer poema, ser maestra no entraba en mis planes. Pero tuve un sueño.

(Hoy es 6 de enero de 1955. Me despierto y corro al rincón donde anoche dejé el balde de agua y el pastito para los camellos.

En su lugar encuentro un pizarrón escrito con una letra hermosa, parecida a la de mi papá. Y puede ser, porque después de todo mi papá es un mago y es mi rey.

Me gusta el pizarrón, me gusta escribir con las tizas blancas.

Quiero ser maestra.)



Casi no tuve opción. En mi pueblo no había colegio secundario. Y mis padres consideraban que para mi bien y mi superación, tenía que estudiar. Entonces, creyeron que la única solución radicaba en mandarme pupila al Colegio de monjas, del que se egresaba con el antes honroso título de Maestra Normal Nacional.



Ahora somos los dinosaurios del sistema educativo; se nos “ningunea” por un lado, pero por otro, nos retacean la jubilación.



- ¡Cuidado! ¡No disparen! Soy una MNN, estoy en extinción.

Pero las balas de la indiferencia atraviesan la piel del magisterio, arrasan con los años de estudio de didáctica y pedagogía, largan misiles contra la devoción de las practicantes.

- ¿Qué es una MNN? No tengo ni idea.

- Ves que tengo razón, ni siquiera nos registran. Algunos “funcionarios” dicen que somos una entelequia, no tenemos formación universitaria.

- ¿Formación? ¿Deformación?

Aquello era otra cosa, nos rompíamos el… cerebro para recibirnos.

































Mi escuela primaria - Mis Maestros





ESCUELA Nº 30

Si en cada ladrillo encuentro a mi padre

y entre las calandrias del querido patio

suenan viejas voces con palabras nuevas

que arrullan los sueños de toda la infancia,

porque en esas aulas de color memoria

mis dedos soñaron primeras palabras

y fue en la ventana con nidos y aromas

que llegó el futuro vestido de letras.

Muchos nos marchamos buscando otros rumbos

pero en los balcones de nuestra nostalgia

siempre hubo un suspiro y una rosa fresca

honrando el recuerdo de la vieja escuela.

Hoy su voz de madre nos llama al regazo

y de todos lados llega una proclama:

Gracias por las horas felices y diáfanas…

Gracias por la vida. Gracias por la magia.





















TÍA ESTELA



En mis años de estudio, encuentro varios nombres sagrados, pero una es la estrella más nítida: la “Tía Estela”, mi maestra de 1º grado.

Era una mujer bella y recta: me ayudó a descubrir el tesoro más preciado: la lectura y la escritura. Y además, me adoptó, porque no tuvo hijos.

Cuando el esposo viajaba, yo me quedaba a acompañarla. La noche que me enfermé de varicela la pateé todo el tiempo por culpa de la fiebre.

Ya mujer, seguí visitándolos en su departamento de Juncal al 3000. El “Tío Tobi” murió hace unos años (Él era el director de la escuela primaria en mi pueblo de infancia): un señor con mayúsculas.

Ella cumplió los 80 años hace poco y fui a su fiesta. Sigue tan diosa como siempre, bellísima y brillante, elegante, ágil, feliz.

De regalo, le llevé mi cuaderno de 1º que mostró orgullosamente a todos sus amigos. Estela: una mujer noble, generosa, auténtica, que en su laboratorio de pizarrones y tizas me transmitió el secreto de la sabiduría: me enseñó a leer y a escribir. Ella fue, realmente, mi segunda mamá.











- Tía Estela, ayudame a volar.

(Y ella dibujaba paisajes de luna sobre el cielo nocturno de mi curiosidad).

Con un lapicito de siete colores yo bordaba arco iris en mi cuaderno.

Tobogán de sueños mi pequeño libro, upa caballito, vamos a trotar.

Estos ojos ávidos, curiosos, voraces, se comen las letras y cruzan el mar.

- Tía Estela, mi hada, prestame tu mano que quiero escribir.

Y la savia dulce que corre en sus venas me gotea el alma con su almibaral, lluvia de secretos, tormenta de ideas, relámpago hermoso de nunca apagar.

Te debo las alas, te debo la sal: no hay papel en blanco que me haga temblar.

Tus manos de orfebre, tu voz cruz del sur, tu alma de cuenco, tu entrega, tu luz: las llevo engarzadas desde aquella vez que tu amor maestro me enseñó a leer.



































COLEGIO DE MONJAS

Allí mi héroe fue el padre Miguel.

Fue mi confesor, mi consejero, mi compinche.

Al ser nombrado obispo, primero lo destinaron a Viedma y luego a Río Gallegos. Ahí comenzó nuestra amistad epistolar: guardo todas sus cartas.

Me escribía durante la Guerra de Malvinas, indignado, porque festejábamos la caída de un avión enemigo como si fuera un gol, mientras él veía la descarnada realidad de nuestros soldaditos, engañados, malheridos, derrotados.

Al nacer mi hija quise que él la bautizara y viajó a Buenos Aires para realizar la ceremonia.

Me conocía de punta a punta; solía decir que no había conocido a nadie a quien las cosas le costaran –siempre- tanto.

Río Gallegos, 8 de febrero de 1984



Querida Guadalupe:

Recibí tu carta del 21.01.84 recién ayer… Parece que son lerdos los pampeanos… Espero que ésta te llegue con mayor velocidad.

Me alegró el conocer el entusiasmo con el que te estás dedicando a tu misión en la minoridad. Cuanto más puedas enriquecerte con conocimientos podrás hacer mayor bien.

Para educar lo más importante es AMAR a los que se quiere educar y para esto hay que ir conjugando con ellos los verdaderos verbos del amor:

COMPRENDER – TOLERAR – PERDONAR – DARSE



Sólo así se puede educar verdaderamente. Ojalá puedas hacerlo tú también con la experiencia acumulada, con los sufrimientos que te ha traído la vida, con todo aquello que los años te han hecho comprender (…)

Un abrazo afmo en C.J.



+ Miguel Ángel





La amiga hermana (por el padre Miguel)

Aquello fue atravesar el Mar Rojo sin que se abrieran las aguas para mi querida Guadalupe. Lloró cada noche de las mil y una que pasó en esa especie de cárcel, no alcanzaron a consolarla totalmente mis palabras desde el púlpito o en el confesionario. Sufrió mucho, regó con lágrimas la semilla de su rebeldía permanente, pero también vivió momentos imborrables con amigas que todavía la acompañan, como Graciela. Ella era su antónimo: flaca y alta. Se hicieron amigas desde el primer momento. Conocieron a sus familias, se visitaron y los padres de Graciela trataban a Guada como a una hija más.

Después de recibirse, siempre siguieron en contacto. Graciela estuvo en la presentación de “Estar con vos” (el primer libro de poemas) y le llevó un regalo muy especial:

Las Toscas, octubre 28 1982.-

Querida Guada:

Aprovechando el viaje de Graciela sumamos los nuestros a sus deseos para estar a tu lado en un momento tan especial de tu vida. Simplemente, y a la distancia, toda la Flia. Tissera te acompaña espiritualmente y junto a quienes tendrán la suerte de estar contigo.

No es fácil y menos para un “paisano” encontrar las palabras justas para una ocasión de esta naturaleza. Pienso, que es un poco así como materializar los sueños e ilusiones que siempre acompañaron tu existencia en el camino de tu permanente inspiración por algo que, sin dudas, nació contigo, y que hoy jalona la primera realidad como es la presentación de tu libro, fruto de tus desvelos, de tus anhelos, a lo mejor, cuántas veces postergados.

Que sea éste el punto de partida de muchos éxitos futuros, que nunca claudiques, que la FE sea inagotable reserva de tu vida, que estas palabras te suenen sinceramente aunque no tengan la belleza que merece la poetisa.

A tus padres, a tus hermanos, a los que creyeron en ti, un especial saludo y el deseo sincero de que, en cuanto puedas, te llegues por casa para festejarlo como lo mereces.

Un fuerte abrazo en nombre del “clan”.



También estuvo cuando presentó el primer libro de narrativa y le solucionó montones de problemas desde su puesto en la Dirección de personal Docente.

Es cierto que son muy diferentes: Graciela es de pocas palabras y de palabras prudentes. Guadalupe es un potro desbocado. Sin embargo, la vida les hizo vivir experiencias similares y ambas salieron airosas.

A Guada le gusta decir: Graciela tiene tres hermanas mujeres -Blanca, Lucy y yo; yo tengo una sola: ella.

Por petisa y charlatana, María Guadalupe ocupaba el primer banco y su amiga, obviamente, el último. Eso no impedía que se mudara para actualizar información después de un fin de semana en casa. En una de esas visitas, la interceptó la Hermana Anita, profesora de Geografía. Y como era previsible, dictó la sentencia:

- Sosa, pase a dar lección.

- No me preparé, Hermana Anita.

- Haberlo dicho antes –dijo con su voz gutural de tener una papa en la boca, mientras dibujaba un “Uno” de dimensiones alarmantes en su carpeta de calificaciones.

Siguiendo con Sor Anita, la que le enseñó que existe el cerro Bonete, contaré la anécdota de un homenaje forzoso.

Era el día de Santa Ana. En el recreo previo a la clase de Geografía, las compañeras apelaron a su vena poética.

- Dale, escribile algo a la monja para que no nos llame (ella tenía la costumbre de tomar diez lecciones simultáneas: seis escribían en los tres pizarrones divididos en dos; tres en los primeros bancos. Y la décima daba lección oral. Como de clase a clase les daba para estudiar un tratado de geografía, nadie repetía la misma lección, ergo, era imposible copiarse)

Tipo Flash Gordon, la lapicera voladora de Guadalupe pergeñó unos versos mediocres por el onomástico y al entrar a clase se le escuchó decir:

- Hermana Anita. En el nombre de mis compañeras y en el mío propio, le ruego me permita brindarle un homenaje en el día de su santo, que escribí especialmente.

- Está bien, Sosa, lea.

Y así surcaron el aire del aula –los almibarados, poco sinceros y de muy mal gusto- versos hilvanados para zafar de la lección de geografía.

Terminado el panegírico, siguieron los aplausos, las felicitaciones, ósculos de ocasión, comentarios varios.

Cuando las aguas del sentido festejo se aquietaron, la Hermana Anita, tan previsible, expresó a viva voz:

- Sosa, pase al frente.

Nuestra poeta estaba desarmada intelectualmente, pero su habitual “kamikasismo” la impulsó hacia el centro de la escena, cuando, milagrosamente (y porque entonces los módulos duraban 40 minutos) sonó la CAMPANA SALVADORA del recreo. Se había hecho justicia.









DEL OTRO LADO DEL MOSTRADOR

Mi gusto por las clases de Castellano me granjeó el favoritismo de la Hna. María, conocida por su rigidez. Todo me gustaba: leer, escribir, analizar oraciones, conjugar verbos. Nada de este sabroso idioma castellano me era ajeno o tedioso. Placentero, apetecible, el caramelo de la gramática, la confitura de la ortografía, el plato principal de la literatura. Fui una degustadora de palabras desde el principio.

También amé con devoción a la Hna. Inés. Ella era mi madre sustituta y mi profesora de piano. Cuando la trasladaron a Rosario (yo comenzaba 4º año) planté mis estudios musicales. Nunca sabré si el mundo se perdió una eximia concertista. O si salió ganando. Pero tuve una mini experiencia cuando –para aprobar el 1º año- tuve que ejecutar frente a un jurado un precioso vals de “cuyo nombre no puedo acordarme”. ¿Será por eso que me apasiona bailar valses? ¿O tal vez, en otra vida, anduve deslizándome por los fastuosos salones de Viena?

Fui compinche de la Hna. Josefa, profesora de Dibujo, su sensibilidad me atraía. Todavía conservo mi primero y único cuadro, un ramo de lirios, dedicado a mi madre.

Igual placer me generaban las maravillosas clases de Literatura con la Hna. Isabel. Ella fue la que descubrió mi pasión por la escritura y me instó a guardar mis producciones. Total, “todo es perfectible”.

Y estaba la Hna. Yolanda, que dirigía representaciones teatrales. Una vez me tocó hacer de monja clandestina detrás de la Cortina de Hierro. Era un personaje de suaves modales, y yo me negaba a hacerlo, en plena floración de mi rebeldía. Pero Sor Yolanda se plantó: “Usted puede, Sosa”. Y pude.

Recuerdo el spray platinado que encaneció mi pelo, la blusa inocente y la pollera larga. No usaba el hábito, para pasar inadvertida. Yo era casi una Mata Hari, pero virgen. El comunismo era el demonio. Recién ahora entiendo aquel mensaje, que no impidió que leyera a Marx, a Engel y a Guevara.



“Hola, hermano, hermano mayor en toda la dimensión de la palabra. Bello ejemplo de humanidad que nos reconcilia con esta fracción de vida que somos. Y bello, bello, desde tu rostro hasta tus ideas.

Cómo nos castra la maldita cultura. Me contaron que hasta vos que eras tan perfecto como para no eludir la imperfección, tuviste que aprender que las mujeres no estábamos sólo para cebar mate o quedarnos en el campamento: también podíamos ir al frente de combate. Estos pechos turgentes, construidos artesanalmente para alimentar y dar placer, también podían enfrentar las bayonetas y las balas. Lo aprendiste y lo valoraste, por eso tu vida fue siempre un ejemplo de coherencia y de honestidad, por eso elegiste cómo vivir y cómo morir.

Hermano generoso, no sé si hubiera podido acompañarte. No lo creo, me falta ese coraje que a vos te sobraba. Yo tenía 16 cuando te mataron en Bolivia. Mataron tu cuerpo de Cristo latinoamericano y nació la leyenda, la MEJOR LEYENDA del género humano.

En esta pequeñez que soy ante tu giganticidad tengo unas dudas que te quiero plantear. Sé que fuiste Teseo y que el ovillo de la libertad fueron tu propia sangre y tus ideas.”



También canté en el coro con mi voz de contralto. Sin yo saberlo, el arte me rodeaba por todos los flancos y, seguramente, eso fue lo que me salvó en medio del cautiverio. Nunca podría haber atravesado el Gólgota sin el alivio de las musas: la poesía, la música, el teatro son el antídoto para tanta locura y tanto desatino.



Cuarto año fue un año crítico, con grandes cambios y pérdidas dolorosas.

No sólo la Hna. Inés se fue; también la Hna. Celia, una persona de fuerte personalidad pero maravillosamente buena. Y en su reemplazo llegó mi sombra negra, tocaya para mayor desgracia. Al principio, tal vez mi necesidad de mitigar esas ausencias, me hizo creer que era agradable, pero el ojo avizor de mi madre me advirtió que tuviera cuidado. Y no se equivocó: fui tenazmente perseguida por este ser abyecto que a pesar de su malicia, no pudo perjudicarme intelectualmente ya que en las tres materias que nos dictaba tuve 9 ó 10. Pero la tortura la ejercía en la vida del internado: revisaba mis cosas, leía mi diario y mis cartas, una vez me encerró en la sacristía de la capilla para forzarme a confesar un “delito”: mi herramienta siempre fue la palabra y había escrito un texto de opinión en el que fustigaba a “aquellas personas que por su investidura debieran dar el ejemplo de obediencia y humildad, pero lo niegan con sus actos”. Quiso saber por qué me había metido con “las hermanas”. Jamás lo reconocí. Nunca imaginé que ahí comenzaba una larga historia de defensas verbales.

Esta monja era un ave de rapiña: nariz aguileña, dientes pronunciados. De baja estatura, usaba zapatos abotinados con más taco que las demás, lo que implicaba que, cada vez que ingresaba al aula, yo interpretara como cortina musical el consagrado tema de Mariano Mores “Taquito militar” o me refiriera a ella con el alias de “General Dientito”.

Como dije, era mi sombra negra: subrepticia, sigilosa, acechante, aparecía en los momentos más insospechados. Sabía más de mí que yo misma. Y me tenía todo el tiempo bajo sospecha. ¿Cuál era mi delito? ¿Ser defensora de pobres y ausentes? ¿No aceptar la obediencia debida?

Si ella hubiera podido, creo que hubiera emulado a Saavedra: “Era menester tanta agua para apagar tanto fuego” habría dicho mientras sumergía mi cabeza en los piletones del baño.

Lo cierto es que se mandó un operativo de espionaje conmigo. Era tan perversa y siniestra que no dudó en leer mi diario íntimo y descubrir, sin pudores, mis broncas y temblores adolescentes.

Me hizo sentir importante y peligrosa, me hizo armar hasta los dientes en defensa propia, me graduó de guerrera, me sofocó y, por ella, supe lo que eran el miedo y la paranoia.

En esas interminables galerías, al pie de la escalera, en el tintinear de llaves, en los pasos fantasmales, en mis pesadillas, su rostro carroñero y sus garras.

Suerte que el padre Miguel era mi ángel de la guarda. Su palabra bienhechora, su mirada cuna-regazo-hamacaparaguaya, siempre me ofrecían el salvavidas cuando la mano tenebrosa del enemigo me empujaba al vacío.

Al terminar ese ciclo lectivo (1967) la entrañable religiosa le sugirió gentilmente a mi padre que me cambiara de colegio porque yo era demasiado levantisca. Y así fue como terminé el secundario en otro colegio de monjas, también pupila. Pero lo pasé mucho mejor, a pesar de ser “la nueva” en 5º año, no me resultó difícil hacer amigas, muchas amigas. De ese año rescato dos episodios que me marcaron: levantaron mi autoestima en un caso y me dieron la mejor lección de cómo ser un buen docente en el otro. Un día, la Hermana M. me llamó para pedirme un favor: enseñar a estudiar a la abanderada (porque “estudia de memoria, pero no sabe estudiar”). En otra oportunidad, pasé a dar lección de Química. No sabía, pero la profesora me fue guiando en el ejercicio. Al entregarnos las notas, tenía un 9. No pude con la intriga y le pregunté: “Señora, de dónde salió ese 9 si el día que pasé al frente no sabía nada” “¿Y vos pensás que yo pongo la nota a un alumno por un hecho aislado? La nota es el resultado de una observación constante y vos sos una alumna muy inteligente, que sabe relacionar los temas. No importa si ese día no sabías”. Cuando egresé, en noviembre de 1968, pensaba que jamás iba a ejercer. Con el tiempo descubrí que mis tres inteligencias predominantes (según la T.I.M, teoría de las inteligencias múltiples): lingüística, interpersonal e intrapersonal, me convertían en una buena comunicadora que para todo tipo de transmisión de conocimientos se basa en la relación de empatía que inicia con el otro.



















PONER EN PRÁCTICA



Recuerdo que me daba mucho temor saberme observada durante las prácticas. Y lo que más odiaba era la planificación y el primer momento, denominado “motivación”. Me parecía que nunca eran suficientemente buenos.

Muchos años después, un poeta lunfardesco, que dijo estar enamorado de mi risa, me preguntó por qué no usaba comas en mis poemas.

- Porque así es mi vida. Yo voy por la vida sin comas, sin pausas. Siempre torbellino, huracán, tornado.

Y pienso que ahí está la causa de mi rechazo a las planificaciones.

Planificar quiere decir hacer planes, organizar, prever, todo lo que en mí siempre estuvo ausente sin aviso. Pero no me jacto de eso, seguro que me hubiera ahorrado infortunios si el mito de Ícaro no latiera tanto en mí.

Cuando me tocó practicar con chicos de 7º grado, el primer día temblé. Al pararse para saludarme, la mayoría eran más altos que yo. Y algunos portaban mala fama. (¿Qué hago yo aquí? No puedo contra ellos, me van a hacer pedazos, no podré controlarlos. ¡Son enormes! ¡Y muchos! Quiero huir, ay, mamá. Virgencita María Auxiliadora, apiadate de mí. Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

- Buenos días, niños.

- Buenos días, señorita.

- Tomen asiento. (Y ahora, ¿qué hago?) El tema de hoy es… (un nudo marinero en la garganta y el estómago. Seguí hablando como autómata, desplegando láminas, escribiendo palabras. La calma del aula preanunciaba un Tsunami, pero nada de eso sucedió)



Llegué sana y salva hasta la orilla del recreo. Recogí mis bártulos, traspuse la puerta y el aire del patio me gritó, muerto de risa:

- Sobreviviste. Etapa superada.



Todo un mes practiqué con ellos y nos encariñamos mutuamente. Fue el bautismo de fuego para una larga historia de amor con mis alumnos: no detentar el poder, no ejercer la soberbia, no portar la mentira de la verdad absoluta, querer a mis alumnos, respetarlos. Esa es la receta que cociné para saborear mis clases. Aquella tribu de gigantes de mi pigmea vez primera, se armaron caballeros para rendirme honores en mi baile de egresados. Fue la primera señal, el Km. 0 desde donde inicié mi travesía.

A la luz retrospectiva de la memoria, valoro enormemente los conocimientos que me brindaron. Aprendí mucho y conservo esos saberes. Mis notas eran excelentes, aunque distaba muchísimo de ser una “traga”, pero mi manejo del lenguaje siempre me sacó de apuros.

Es que la biblioteca de mi casa siempre fue la Isla del Tesoro donde mi alma pirata se perdía en busca de respuestas. Allí recorrí Mujercitas, Señoritas, Hombrecitos, Alicia en el país de las maravillas, Corazón, De los Apeninos a los Andes, Colmillo blanco, una edición maravillosa del Martín Fierro con dibujos de Castagnino, las novelas de A.J. Cronin, una pecaminosa historia de los Borgia…

Lo cierto es que yo sentía curiosidad por saber, y si alguna vez me pillaban en falta, la herida narcisista sangraba hasta el momento en que podía reparar el daño. Yo sentía que aprender cosas nuevas me daba poder sobre mi propia vida y el mundo que me rodeaba. Recuerdo las discusiones con la profesora de Historia: había dos bandos, rosistas y sarmientistas. Eso nos llevaba a investigar horas y horas en la biblioteca para dar argumentos contundentes a las contrincantes. Rosas era la “Encarnación” de la dictadura. Y Sarmiento el “maestro”. Con el tiempo completé el rompecabezas y ninguna de las dos figuras se mantuvo en pie. Los dos, a su manera, eran autoritarios, intolerantes y egocéntricos, pero me sirvieron para iniciarme en la discusión, el debate y la participación. Hace algunos años, comprendí la necedad de ciertas imposiciones. Mi hijo menor, de un lado a otro de la casa, cantaba muy afinado:

- ¡Olor y grasitud!

Así traducía lo que entendía del Himno a Sarmiento.

















































EL RECORRIDO

































ESCUELA RURAL



A un costado de la ruta 35, que cruza La Pampa de norte a sur, en un paraje conocido popularmente como “El Boliche”, está la Escuela rural del Lote VIII, departamento Trenel.

Llegué a ella en un año sabático forzado que tomé después de mi ruptura con Córdoba, con la Universidad Católica y la carrera de abogacía.

Aquel fue un año argentinamente trágico, el ´76: comenzó la dictadura más sangrienta de nuestra historia.

Casi a fines de año, de la mano de la directora de la Escuela Nº 30, llegó mi primera suplencia. Ella me convocó confiando mucho más en mí que yo misma. En realidad, fue mi hada madrina a la hora de comenzar mi labor docente.

Aterricé en esa escuelita rural, solas la directora y yo, frente a un manojito de muchachitos inocentes, puros, enormemente cariñosos. Daba dos o tres grados juntos, del 1º ciclo, y comencé a comprender la grandeza de brindarse a los demás. A pesar de que era mi primera experiencia, la directora me trató de igual a igual. Estábamos solas en la Escuelita Rural y fue una excelente compañera.

Generosidad proviene, etimológicamente, de gen, de genética. Por lo tanto la generosidad, la nobleza de espíritu, es congénita. Para mí no hay nada más generoso que darse uno mismo a los demás: eso define la docencia.

Los chicos son arcilla fértil y el maestro debe tener conciencia de que su voz artesanal puede brindar resistencia y forma, puede crear una obra de arte que perdure en el tiempo.

De aquella experiencia me quedaron grabados dos mellizos. Su mamá había muerto antes de comenzar las clases.

Uno de ellos, con los mocos colgando, se prendía a la falda de mi guardapolvo y me llamaba mamá. Mariposas de terciopelo revoloteaban en mi pecho y mi abrazo se hizo brisa para mecer su orfandad. Qué privilegio estar en ese momento en ese lugar.







CUADERNO DE ACTUACIONES



En la fecha habilito el cuaderno de Actuación Profesional correspondiente a la señorita María Guadalupe Sosa, quien inicia sus funciones en carácter de Maestra de grado en el establecimiento.

El mismo se encuentra foliado del 1 al 84.

Escuela Nº 58 – Lote VIII – Trenel



S/Presentación:

En la fecha inicia sus tareas como maestra de grado suplente la Srta. María Guadalupe Sosa .

Lo hace a cargo de primero y segundo grados que cuentan con una inscripción de 9 (nueve) alumnos.

Reciba señorita mi saludo y el deseo de que el trabajo en esta casa marque un comienzo promisorio y de éxito en esta noble tarea.

31 de agosto de 1976



S/Labor docente:

He podido observar que en el grado de la Srta. Sosa se vive un clima de trabajo dirigido y organizado. La joven docente se brinda sin retaceos para aprovechar en un todo las posibilidades de sus educandos. A pesar de ser una docente que recién se inicia, supera con facilidad las dificultades que se presentan en su camino. En síntesis, Srta. su labor es responsable y acertada, recibo por ello el aplauso de esta Dirección. 12-10-76



S/Aptitudes docentes – disciplinarias:

Felicito a la Srta.Sosa por sus grandes condiciones disciplinarias, puesto que lleva en forma correcta a un grupo de niños pequeños, en general algo revoltosos, pero de excelente conducta.

Participa, además, activamente en los juegos de los pequeñitos creando así un verdadero clima de cordialidad. 28-10-76



S/Colaboración – Espíritu de iniciativa:

Veo en la Srta. Sosa una gran compañera de trabajo; colabora sin escatimar esfuerzo en la preparación y organización de un acto organizado por la Cooperadora Escolar; además, su gran espíritu de iniciativa aumenta día tras día, siempre se halla dispuesta para cualquier tipo de tarea. 10-11-76

Cese de funciones por finalización de la suplencia: 1-12-76















INSTITUTO DE MENORES

Terminada la suplencia me fui a Buenos Aires. Recién en 1982 la docencia golpeó otra vez a mi puerta. Por azar. O por causalidad. Cuando me ofrecieron trabajar en un Instituto de Menores de la calle Darregueyra, yo ignoraba que me encontraría con un pampeano amigo de Ricardo Nervi y de Néstor Villegas, dos poetas de Eduardo Castex. La vacante la tomó otro docente, pero a los pocos días me llamaron del Instituto Garrigós, como maestra de apoyo escolar. Allí también creé fuertes vínculos con mis alumnas, sufridas portadoras de historias muy tristes. En especial, recuerdo a Mónica, a quien llevé de paseo algún fin de semana.

Eran los finales de la dictadura, pero en el Garrigós seguía incorporada la doctrina del proceso. Cierto día, durante un recreo, una de mis compañeritas sentenció:

- Para qué te vas a preocupar por estas negritas, si más que de putas o sirvientas no van a pasar.

Tuve ganas de ahorcarla, pero gracias a Dios, al año siguiente no regresó.

Después de renunciar, próxima a regresar a La Pampa, me enteré que a la directora le estaban haciendo un sumario por maltrato a las internas.

En esa época, comenzó mi participación gremial. Me afilié a Adomi: Asociación de Docentes de la Minoridad.

Nosotras dependíamos del Ministerio de Bienestar Social, pero a los efectos de la jubilación se computaban como servicios docentes.

Un día de agosto de 1987, después de dejar a mis hijos afiebrados, llorando y con las manitas extendidas para retenerme, corrí a para presentar mi renuncia.

Así comenzó mi retorno a La Pampa, tras la utopía de una infancia de puertas abiertas y calles de tierra, para mis hijos.

Mi hoja de concepto profesional decía lo siguiente:



CULTURA GENERAL Y PROFESIONAL

a) Preparación General: ampliamente informada en todas las disciplinas.

b) Preparación profesional relacionada con la función específica: Excelente preparación.

c) Preparación didáctica: Muy actualizada.



ACTITUDES DOCENTES Y DIRECTIVAS

a) Capacidad para transmitir conocimientos, desarrollar aptitudes y crear hábitos o asesorar y controlar: Capacitada para transmitir conocimientos.

b) Aptitudes disciplinarias: Conoce las reglamentaciones y las cumple.

c) Eficiencia: Obtiene resultados positivos.

d) Presentación: Correcta.

e) Ascendiente y tacto: Goza de gran ascendiente.



LABORIOSIDAD Y ESPÍRITU DE COLABORACIÓN

a) Participación en la obra social, cultural escolar y extraescolar: Siempre dispuesta a colaborar.

b) Espíritu de iniciativa: Coopera en todas las actividades.



CALIFICACIÓN DEFINITIVA: SOBRESALIENTE



Notificación: 12-12-83





En el internado había dos autoridades. La directora del internado, émulo de Jano. Vendía una imagen “for export” y en la clandestinidad aplicaba todo el rigor con las internas. Dicen que les pegaba con una regla o las castigaba haciéndolas bañar con agua helada en pleno invierno. Una digna representante del proceso. Recuerdo una tarde en la que yo hablaba casi obsesivamente de las torturas y las desapariciones. Burlándose, me dijo que la cortara y si quería más datos me comprara el “Nunca más”.

La otra era la Regente de la parte escolar. Era un prototipo: fría, intolerante, inflexible; “ideal” para esa población: niñas de seis a catorce años huérfanas, maltratadas, abusadas.









GENERAL PICO

Llegué a General Pico en el año 1988. Año de la Marcha Blanca, en la que no participé por no estar trabajando. Recién en el último trimestre tomé una suplencia. La directora, una institución en la comunidad educativa píquense, me brindó su apoyo incondicional:

- Si tenés algún problema, yo te voy a defender. Pero si sos responsable, después hablaremos en privado.

Me sentí respaldada y además, creo que fue una lección de autoridad. . Pero ahora quiero hacer una semblanza más amplia. Jubilada hace varios años, seguimos encontrándonos con frecuencia y el cariño que nació en las galerías de la Escuela, se mantiene intacto. Ella es una mujercita dulce, pero con mucho carácter. Tiene una ingenua inteligencia que la enaltece, un tremendo respeto por el otro y la maravillosa virtud de ser fiel a la palabra empeñada.



Al comenzar el año 1989 padecí por primera vez el ritual de las designaciones.





No es una experiencia religiosa, tampoco placentera ni edificante. Se trata, más bien, de una sesión de tortura, humillante, devastadora, una especie de subasta de esclavos. Se entremezclan especímenes de diversos orígenes y con variados conflictos: jóvenes inexpertas, madres de familia ansiosas, damiselas trepadoras e inescrupulosas, algún intruso del sexo masculino.

Todos se congregan en ese ritual que emula un aquelarre o el ominoso transcurrir de los ofidios.

Como en un mercado persa, cada quien cuelga en su puestito necesidades genuinas, ambiciones desmedidas, mezquindades variopintos, competencias desleales, miserias humanas con abundante maquillaje.

La gente siente que espera la sentencia de un juez, el diagnóstico de un médico o el resultado de un examen final.

Lo cierto es que ya me había enamorado de una escuela de General Pico por su parecido arquitectónico con mi emblemática Escuela Nº 30, la de Tía Estela, la de los primeros palotes y las lecturas deletreadas. Y tuve la suerte de conseguir un interinato en 7º grado, turno mañana. También fue la escuela de mis tres hijos.

Hubo una vez…

Cuentan los habitantes del barrio que en las noches profundas y oscuras suele verse una luz inusitada que emerge de los techos y asciende hasta el cielo para formar nuevas constelaciones.

- Son las risas de los niños –comentan las vecinas.

- ¿Y cómo saben? –pregunta un forastero.

- ¿No ve lo lindo que está el barrio? ¿No ve los nuevos brotes y el aire transparente de la mañana colarse por los postigos?

- Este lugar es el santuario de la infancia. Es por eso que la vida reverdece.

Hubo una vez…

mi risa jugando en sus rincones. Y ahora la palabra gracias es apenas la puerta entreabierta de mi corazón.

Hay rumores de fiesta. Hay palomas al vuelo y globos de colores. La gente, alborozada, se arremolina para celebrar.

- Silencio. Ahí llegan los invitados especiales.

- ¿Quiénes son? Que se presenten…

- Mi nombre es Ternura.

- Yo soy la Inocencia.

- ¿Y esa señora tan hermosa y elegante?

- Me llamo Magia, Magia de la Infancia.

- Entonces, ya estamos todos. Que la orquesta comience a sonar.

Hubo una vez…

un tiempo de penas mariposas de llantos pequeñitos y de besos grandotes.

Hubo una vez mi vida transitando la infancia que aún late en las paredes del Jardín.

Un sueño, una promesa, un comienzo en la historia: la seño, la salita, el patio y las hamacas, mi mamá y su pañuelo flotando en la memoria.

Hubo una vez… como en un cuento de hadas. Mi infancia se quedó en su perfume, en el sol de sus cuartos, en su tibieza enorme como un juguete nuevo.













En el año 1996, la Escuela cumplió 75 años y yo escribí en el epílogo de la Revista Aniversario:



























En 1990 titularicé. Fue durante las vacaciones de invierno. Pocos días después, falleció mi papá.



Lo recuerdo manso, contemplativo; le gustaba perder sus ojos azulinos en la infinitud de la llanura, sobre los surcos de la tierra, en los brotes del trigo que esperaba con silenciosa ansiedad. Buen lector de novelas que heredé tácitamente, excesivo fumador, gustador de buena música: el bienamado jazz y los boleros. De hablar mínimo.

Muy honesto, creía en la palabra empeñada, cumplidor de compromisos a rajatabla.

Lo recuerdo en las reuniones de la escuela, en la visita al médico. Lo recuerdo brindándome su apoyo.

Recuerdo su ansiedad al ver el cielo sin nubes cuando esperaba la lluvia para el campo.

Me sonrío ante el recuerdo de sus dos o tres enojos en toda la vida.

Se me estruja el corazón al recordar su ataque primero, su hemiplejia, su segundo ataque y la imagen final. Estaba solamente yo cuando el médico anunció su fallecimiento. Pedí verlo y el muy imbécil me dijo que no hiciera escándalo.

Besé su rostro por última vez y agradecí que muriera dignamente.

Quedé en paz, creo haberle dado todo lo que pude.

Él tenía solamente un defecto: no decía tequiero.

Él quería, nomás.

























Trabajé en esa Escuela hasta el año 1997. Allí viví grandes emociones, afiancé mi postura pedagógica con varias generaciones de piquenses que, actualmente, me encuentran y me abrazan.

La directora fue también mi amiga, relación que caía pésimo en algunos miembros de nuestro entorno. Sin embargo, nunca aproveché la situación para sacar ventajas, al contrario, puedo asegurar que debido a eso recibí dardos envenados desde diferentes flancos. Lástima, porque nuestro afecto era genuino. Pero la envidia es una maleza que crece en cualquier jardín. Ella y yo nos teníamos mutua confianza y nos brindábamos apoyo ya que, con personalidades muy diferentes, ambas teníamos nuestros puntos débiles. Y yo jamás me privé de disentir si lo creía preciso. Pero a ella la conmovía mi capacidad para captar su estado de ánimo. No te puedo engañar –me decía- basta con que me mires a los ojos para saber cómo estoy. Ahora nos vemos muy de vez en vez, pero nunca olvido su cumpleaños el 10 de noviembre, día de la Tradición.

































FUEGOS BUENOS, FUEGOS MALOS









Era un domingo de septiembre. 1996. Mañana diáfana y serena con un cielo suntuoso de tan azul. Yo aletargaba la mañana entre las sábanas tibias y algún mate remolón.

De pronto, mi amiga del alma, compañera de lucha y aventuras, mi amiga que sabe escuchar, Margarita, me llamó por teléfono.

- Guadalupe, parece que se está quemando la Escuela –dijo con la voz resquebrajada.

Sentí un vacío, una puñalada en el estómago. Temblando, me vestí con lo primero que encontré y salí, enloquecida, en mi bicicleta.

Me encaminé por la calle sin ver los tímidos árboles que florecían ni la escasa gente que se atrevía a inaugurar la mañana dominguera. Al llegar a Ferro, los agoreros manchones de humo corrompían la primavera. Las sirenas y el tumulto me confirmaron lo indeseable, lo que hubiera querido que fuera una pesadilla. Las llamas ya eran un diabólico ballet que intentaba ensangrentar el cielo. La bella escuela de jardines con rosas, de patios generosos, y extensa galería, crujía su ígneo lamento.

Mi escuela, la que yo había elegido cuando llegué a Pico, la escuela de mis hijos, estaba desapareciendo bajo las llamas provocadas por un cortocircuito. Yo había regresado a La Pampa y me había radicado en Pico en enero de 1988, en busca de una infancia de aire puro para mis hijos, una historia de juegos en la calle y de puertas abiertas. Yo había recuperado mis recuerdos al trasponer –como maestra – el umbral de la Escuela y ahora, años de esperanzas, jirones de infancia, eran convertidos en ceniza.

La multitud se arremolinaba entre el estupor, la angustia y la solidaridad, preguntándose la razón de tamaña sinrazón.

Hubo llantos genuinos, de niños y de adultos: alumnos, ex alumnos, docentes, ex docentes, vecinos cercanos y lejanos. Recuerdo la figura enorme de un ex alumno y vecino, que corría del fuego a la calle para tratar de salvar desde una minúscula tiza hasta un escritorio o un pupitre o el eco del bullicio de un recreo.

Parada en esa esquina, vi cuando el fuego se detuvo al llegar a mi aula, esa aula de 7º grado donde todas las mañanas trataba de contagiar a mis alumnos este amor inclaudicable por la palabra, por la poesía, que me persigue desde siempre.

Y como dicen que de poetas y de locos todos tenemos un poco, pensaron que estaba loca cuando aseguré que mi aula se había salvado.

Días después me interné entre esas ruinas romanas con mi cámara de fotos y pude comprobar que mi placard estaba intacto, con toda la documentación de mis alumnos, las planificaciones, registros, libros. Habían sobrevivido, pero el penetrante olor a humo los seguiría como un estigma.

También se salvó la imagen de la Virgencita de Luján, que se morenizó sin que el incendio pudiera mancillarla y a la que, durante muchas tardes, antes del comienzo de la reconstrucción, íbamos a rezar el Rosario.

Faltaba casi un trimestre del año lectivo, de modo que hubo que repartir los cursos en distintos establecimientos que, generosamente, nos brindaron hospitalidad. Con mis alumnos armé una antología – a partir de un cuento de Eduardo Galeano - de textos relacionados con el fuego: el bueno, el malo porque “somos un mar de fueguitos y cada persona brilla con luz propia”. Los chicos describieron a la gente que los había marcado, esa “gente de fuego sereno que ni se entera del viento” o aquella otra “de fuego loco” y “la que arde la vida con tantas ganas”.

Luego, la presentamos en el Centro Cultural con una bellísima teatralización en la que los chicos representaron el incendio que consumió su escuela y luego el renacimiento, como si fuera un Ave Fénix de ladrillo y cemento.

Al finalizar el año, la entrega de diplomas se llevó a cabo en el Cine Teatro. Yo estaba a cargo de la locución y en determinado momento anuncié el Himno a Sarmiento. Algo sucedió con el grabador, lo cierto es que en lugar de lo anunciado sonaron y repiquetearon la Marcha a San Lorenzo, Mi bandera, Aurora, la Marcha de Malvinas y hasta la Marcha del deporte. La directora estaba comenzando a transpirar y la gente se removía incómoda en sus asientos. Yo pensé: “de esto sólo nos salva el humor”. Entonces tomé el micrófono con decisión y exclamé:

- Estimado público: debo rectificarme, cuando anuncié el Himno a Sarmiento debí decir que íbamos a rendir un sentido homenaje a todos nuestros próceres. Gracias, señor musicalizador, por ofrecernos este “poupurrí” de entrañables canciones nacionales.

La carcajada liberadora nos aflojó a todos y el acto continuó normalmente. Pero es el día de hoy que cada vez que me cruzo con el “Grillo” sigo pidiéndole el Himno a Sarmiento.

Al iniciar el año escolar 1997 - antesala del infierno - quiero decir, de la promulgación de la Ley Federal de Educación (ese engaño que traía pasaporte español de fracaso y ante el que las voces sindicales se alzaron sin que el gobierno escuchara, la misma ley que quebrantó nuestro sistema educativo, fracturó definitivamente la enseñanza, eliminó el sentido de pertenencia y ahondó la brecha entre diferentes sectores sociales) el edificio de la Escuela estaba nuevamente de pie: flamante, recién pintado, con el agregado de un S.U.M y la división de los patios, biblioteca, sala de computación.

Sin embargo, los nostálgicos de siempre añorábamos las antiguas paredes porque en ellas estaba el alma de un importante trecho de la historia de un barrio, y de una ciudad toda.”











ALGUNOS TEXTOS DE LOS ALUMNOS



 Mi fuego es chispeante, como la fina llovizna cayendo en el arroyo, brilla como el sol que encandila aunque no quema, que juega como hojas al viento, su llama es rojiza y tan grande como un incendio que se extiende con la risa y se extingue con el llanto. Silvia



 El fuego de mi amigo

El fuego de mi amigo es chispeante, muy chispeante. Es de color verde como la esperanza. El fuego de mi amigo es el que me acompaña en lo malo y en lo bueno, en el camino más largo. El fuego de mi amigo es el mejor por eso lo guardo en un rincón del corazón. César

 El fuego de mi abuelo está viejo ya, pero todavía enciende. Está lleno de esperanza, ternura, fe y humildad. Se lo ve rojo, amarillo, marrón. Pero aunque se apague siempre va a estar en mi corazón. Daniela

 Mi fuego es el espíritu alerta a la búsqueda de luz, con llamas que destruyen y queman la vanidad, la intolerancia, el desamor, para abrazar con calor la esperanza, el cambio, el amor, fuego abrasador de la vida, fuego que convierte en cenizas el dolor. Lorena

 Mi fuego, un fuego indeciso, no sabe si prenderse o apagarse. Un fuego con ventajas y desventajas que en ocasiones no se rinde, ocasiones importantes para él. Un fuego luminoso por dentro, el fuego que siempre encuentro. David



 Cuando sonrío parece que mi fuego interno

se hace grande como un árbol.

Si estoy triste se apaga y me quedo oscura.

Luego, se vuelve a encender cuando me vuelven a poner una chispa alegre.

mi fuego se extiende como si me estuvieran echando kerosene.

A veces se apaga y me quedan las cenizas

de una alegría lejana o un sentimiento

que fue hermoso en algún momento.

Marina

Cuando mi fuego está perdidamente enamorado no lo apaga ni el océano pacífico. Lucas

 ESTE ES MI FUEGO

Es muy resaltón, chisposo, amoroso, tiene luz propia y da mucho calor en los días de frío y soledad, de amor y calidad. No daña la naturaleza, ni a ningun alma de ningún otro fuego.

Mas el fuego es vivo, si te acercas te incendia y te llenas de amor pero andie sabe cuándo se apagará la llama de mi amor profundo. Damián





 EL FUEGO DE UN NIÑO

El fuego de un niño es el cariño que los padres le dan. El amor y la ternura son un fuego muy importante que la gente tendría que tomar más en cuenta. El fuego de un niño es amarlo, quererlo, para que la llama de su corazón no se apague. Cristian















































LEY FEDERAL DE EDUCACIÓN

Y así llegamos al ´97, cabalgado por el Emperador Carlos Saúl I de Anillaco, y el engendro de la Ley Federal de Educación.

Con mis 58 años a cuestas, ya he vivido muchas idas y vueltas del sistema educativo, muchos cambios que me tocó atravesar. Del 1º inferior y 1º superior, al 1º grado liso y llano. Del 6º grado con que terminábamos la primaria, al 7º. De los exámenes cuatrimestrales en 5º año del magisterio hasta la desaparición del magisterio y su reemplazo por el Profesorado de Enseñanza primaria en la Facultad de Humanas. De la incursión de la psicogénesis de Emilia Ferreiro, tan mal aplicada, a los congresos para averiguar por qué los chicos escriben tan mal, hasta llegar a este Frankestein educativo llamado Ley Federal que llegó a nuestras orillas rioplatenses y sudacas con certificado de defunción español. Parecía un chiste de gallegos, pero al revés.

Desde la Casa Rosada, desde el Palacio Pizzurno, desde el Congreso de la Nación, desde las casas de gobierno y las legislaturas provinciales, hicieron oídos sordos al clamor sindical que se oponía fervorosamente.

Pero el pueblo unido fue fatalmente vencido y como un maremagno, se construyeron escuelas, se transfirieron docentes con promesas que jamás se cumplieron, se urdieron capacitaciones incapaces. Y el monstruo comenzó a caminar desde La Quiaca hasta Ushuaia.

Solamente la Capital Federal, fiel a su tradición, nunca la implementó. En cambio, La Pampa fue la mejor alumna del sultanato: ejecutó como nadie la reforma educativa.

Pero, Nobleza obliga y amor fraternal también, quiero transcribir fragmentos del alegato que escribió mi hermano menor, Tito, cuando era diputado provincial por la U.C.R. y participó del debate de la Ley Provincial de Educación, en agosto de 1996. En realidad, no pudo decirlo en el recinto, por eso repartió entre gente interesada en el tema un trabajo al que denominó LO QUE NO NOS DEJARON DECIR:

INTRODUCCIÓN

(…) Hace casi medio siglo, con la provincialización de La Pampa, se iniciaba el desafío educativo en nuestra provincia a partir de la Ley 80; por eso considero justo iniciar mi exposición con un homenaje a los docentes, hombres y mujeres, que desde aquella época y en base a su vocación de progreso y de patria apostaron todo al crecimiento y desarrollo de nuestra tierra. A nosotros nos toca participar en una instancia muy especial de la vida de la humanidad. Este siglo que ya termina nos ha marcado con tragedias horrorosas que con seguridad la historia no olvidará, pero también con una transformación en lo político, lo social y lo cultural que anuncia al hombre tiempos de esperanza. La revolución científica y tecnológica nos obliga a sancionar una ley que sea capaz de captar tales transformaciones (…)

DEFENSA DE LOS DOCENTES



(…) Decía Manuel Sadosky, en una reunión del Congreso Pedagógico Nacional en su carácter de miembro del Consejo Honorario: “En mis tiempos de primaria el personaje maestro como tal tenía una gran importancia social. El director de escuela con casa propia en el predio del establecimiento, era el personaje más importante del barrio. Este es, naturalmente, un mundo que se ha ido, que ha cambiado, aunque creo que no para bien”.

Esta expresión sintetiza la situación actual del maestro, vapuleada por un salario indigno, con la pérdida de estabilidad en los tramos superiores de su carrera, con un discurso oficial agresivo que en muchos casos puso al maestro como un delincuente y generó una especie de libanización de la comunidad educativa, puesto que los padres, incitados por el discurso oficial, responsabilizan absolutamente a los docentes de los males de sus hijos (…)

EDUCACIÓN: UN BIEN SOCIAL. INVERSIÓN Y NO GASTO



Nos decidimos a presentar un proyecto alternativo porque la educación es un bien social, y la inversión no es un gasto, digo esto porque por cada dólar que se invierte en el proceso educativo genera un rendimiento que, está estadísticamente comprobado, es cinco o seis veces superior que un dólar invertido en determinado proyecto productivo; por contrario imperio, cada dólar que no se invierte en el desarrollo del proceso educativo genera una pérdida para el país que es cinco o seis veces mayor a la que se produciría en caso de no invertirse en un proyecto productivo.

NO AL DICTAMEN DE MAYORÍA

(…) ¿Por qué no, al dictamen de mayoría?

Porque estoy en contra de un modelo que deseduca, que margina, que expulsa, voy a votar en contra del dictamen de la mayoría.

Porque a una provincia que le falta desarrollar su industria, darle valor agregado a sus productos, resolver sus problemas estructurales, no le sobran estudiantes, sino que le faltan, voy a votar en contra del dictamen de la mayoría.

Por la defensa de nuestros jóvenes, voy a votar en contra del dictamen de la mayoría.

Por “los niños pobres que tiene hambre y por los niños ricos que tienen tristeza”, voy a votar en contra del dictamen de la mayoría.

Y para finalizar, y teniendo en cuenta que la educación tiene un carácter esencialmente liberador, por lo tanto, es sinónimo de libertad, voy a parafrasear a alguien que quiero entrañablemente, la poeta Olga Liliana Reinoso, que dice estos versos:

“La libertad es una mujerzuela

hermosa hembra que se acuesta con todos

menos con los farsantes

menos con los burócratas

menos con esos mal nacidos

que sólo si la violan

pueden tenerla”.















Brutal falacia esta reforma, sólo se dedicó a lo formal, a lo superficial. Se cambiaron los nombres, se transplantaron los chicos y los docentes, se nos reconvirtió vaya a saber a qué religión, se erradicó el sentido de pertenencia. Pero no cambió nada de lo esencial: no cambió la mentalidad. Al contrario, tanto discurso vacío nos fue inoculando desazón, escepticismo, decepción, desgana. Quitaron horas, sumaron hacinamiento. Y con la descarada mentira de la igualdad de oportunidades, ahondaron el abismo. Los maestros sufrimos la gran metamorfosis: de educadores a psicólogos sociales, licenciados en trabajo social, madres o padres sustitutos, expertos en drogodependencia, sexólogos.

Y, mientras tanto, “mi sueldo es una herida absurda”.

Otra de las humillaciones a que nos sometieron fue la de rendir la Ley Federal. Hubo muchos valientes que se negaron. Yo fui una cobarde que la rendí. Pero en absoluto tuvo que ver con temor o con la ridícula necesidad de sumar puntaje sino por esa vieja costumbre de desafiarme a mí misma, a mi intelecto. Lo que no sopesé fue que con esa actitud les hacía el caldo gordo a los gobernantes. Salvo ese pecado de soberbia, mi postura fue de rechazo a esa ley. Y me atrevo a decir que la nueva Ley Nacional es apenas barniz: cambiar algo para que nada cambie.



Me viene a la memoria un reportaje que le hicieron al emperador riojano en canal 7. Con su calma chicha de bolsillos llenos y conciencia anestesiada, largó estos dardos envenenados:

- De qué se quejan los maestros, si trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones.



¡Qué desinformación! Pobre Carlitos, a él también le vendieron el diario de Irigoyen. Nunca se enteró de que los maestros no pueden vivir con un solo sueldo, por lo tanto, tienen como mínimo dos cargos, que las planificaciones y correcciones las hacen en su casa, con lo que suman varias horas más, que nadie ve, nadie valora y nadie paga. Y que hace mucho, muchísimo tiempo, que nuestras vacaciones comienzan en vísperas de Nochebuena y, en los mejores casos, terminan en la primera quincena de febrero.

Si es cierto aquello de que todo pueblo tiene el gobierno que se merece, yo me pregunto y no dejo de preguntarme:

- ¿Qué habremos hecho para merecer esto?

- ¡Pero si nadie lo votó!





















































SINDICALISMO





Dije que en los `80 me afilié a Adomi y apenas comencé a trabajar en Pico formé parte de Utelpa: Unión de Trabajadores de la Educación de La Pampa. Siempre participé desde el llano o en algún pequeño cargo. En el año `93 tuve una licencia gremial con tanta suerte que hasta hace poco no me habían cargado los aportes jubilatorios y me restaban un año de antigüedad.





Caínes y Abeles



Para todas las madres que salimos a trabajar dejar a nuestros hijos en un lugar confiable es todo un dilema y una preocupación. La gente de Utelpa, abrió un jardín maternal para los hijos de los afiliados que se llamó Ain Hue (Lugar de amor). Paralelamente, existía ya otro jardín coordinado por la obra social docente OSPLAD, en un lugar muy bello y acogedor. El secretariado de Utelpa inició tratativas para unificar ambos jardines y poder brindar un servicio mancomunado a los docentes piquenses, sin discriminación. La lucha fue denodada y cruel, porque hubo gente que se negaba categóricamente a fusionar las dos instituciones. Yo no estuve directamente en el frente de batalla pero sí en el apoyo logístico porque tenía hijos en edad de merecer ese jardín. Llevó años lograr esa conquista y, lo que es peor, quienes pusieron el cuerpo de parte de Utelpa sufrieron todo tipo de injurias y agresiones verbales de alto voltaje. Y uno que siempre tiene a mano un verso para la ocasión se acuerda del Martín Fierro y aquello de “los hermanos sean unidos”. Nunca tuve una explicación coherente para tamaña oposición.



Esta participación en el gremio hizo que muchas veces estuviera en total desacuerdo con las medidas ministeriales, por esa razón, fui una de las docentes argentinas que participó del Ayuno en la Carpa Blanca levantada frente al Congreso de la Nación.













19 AL 29 DE ENERO DE 1998 - Grupo de ayunantes Nº 15.











Desde allí les escribí a mis hijos:



Compartimos el ayuno con delegaciones de Río Negro y Misiones.

Acompañamos a las Madres en su ronda de los jueves.

También asistimos al acto de Memoria Activa (AMIA) un lunes frente a Tribunales.

Roberto integró el grupo que viajó a Pinamar al recordarse el primer aniversario del asesinato de José Luis Cabezas.

La noche anterior yo integré una delegación que asistió a Buenos Aires Vivo durante el recital de los Fabulosos Cadillac con Vicentino a la cabeza.

Subimos al escenario. Apenas nos descubrieron en la pantalla gigante comenzaron a aplaudir. Me tocó hablar ante 70.000 personas enardecidas por el recital. Saqué el micrófono del pie, saludé con la mano y se me ocurrió decir:

- Nunca imaginé trabajar en un aula tan llena.

Fue una ovación y en ese clima pude decir que la Carpa Blanca no se iba porque “las únicas luchas que se pierden son las que se abandonan”. La multitud coreaba “Menem, compadre laralaralara…”

Fue un momento de mucha adrenalina. Pero lo que más me conmovió fue el constante fluir de la gente que nos tomaba la mano, nos miraba a los ojos y decía:

- No aflojen. Ustedes son lo único confiable que nos queda.

Era demasiado fuerte. Una corriente eléctrica recorría nuestros cuerpos y tácita o explícitamente asumíamos el compromiso.

Ya pasaron casi 10 años y todavía me emociona recordar.

Lo más grande de esa experiencia es haberla compartido con mi amigo-hermanodelalma Roberto Petit. Nunca voy a conocer otro ser más transparente y maravilloso.

Parafraseando a Borges me animo a decir:

- Que otros se enorgullezcan de lo que han sido. Yo estoy orgullosa del amigo que tuve.





De aquella experiencia quedó este poema:

TORMENTA DE NIEVE

Carpa Blanca



Comenzó siendo un copo

pequeño y tembloroso.

Pero como un alud se fue nutriendo

de blancas intenciones.

Las alas de los cóndores lo fueron aventando

y hoy abarca el país de punta a punta.

Crece, efervesce, vocifera y canta

con nívea mansedumbre y calma blanca.

Es vigilia de un pueblo con insomnio

y es la voz del que por miedo calla.

Los amos del silencio, los señores feudales

sufren inagotables pesadillas

frente a este inocuo grupo pacifista

que muestra sin pudores la miseria.

Hay maestros argentinos por las plazas

enseñando moral a quien se ensaña

mintiendo sin piedad y se arrodilla

ante los opresores.

Hay maestros argentinos con agallas

hartos del fraude y la injusticia

que al aire libre y con la frente alta

nos vuelven a enseñar la dignidad.

Nieva sobre el país. Nieva y florecen

la utopía, la fe, la libertad.













MALESTAR DOCENTE



El 15 de abril de 1993 asistí a una Conferencia dictada por el Doctor José Manuel Esteve, decano de Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Málaga, España, en el teatro de la Sociedad Hebraica Argentina. Esto se llevó a cabo en el marco de una capacitación organizada por la Escuela Marina Viltte, perteneciente a CTERA.

Grabé toda la conferencia y después la desgrabé, hice copias y, personalmente, me dediqué a acercarlo a las escuelas para que todos mis colegas tuvieran acceso a un documento imperdible. Cosa rara, muchos me miraban como si yo sufriera una enfermedad infectocontagiosa porque iba en representación de la Ctera, sindicato que nuclea a la mayoría de los docentes argentinos y de Utelpa: Unión de trabajadores de la Educación de La Pampa.

Han pasado prácticamente quince años y el texto permanece más vigente que antes. Voy a transcribir fragmentos porque, insisto, no tiene desperdicio.



“Hasta 1984 los trabajos que hablaban del profesor lo hacían para mejorar su productividad, para hacerlo más efectivo en clase, para perfeccionarlo, porque se esperaba sacar de él más rendimiento, pero nadie estudiaba lo que pensaba, lo que sentía, cómo se va degradando a veces cuando descubre que ya ha cumplido 41, 43, 45, 47 y ellos cada año tienen 10, 10, 10, que hacen las mismas preguntas, se equivocan en los mismos sitios, plantean las mismas dificultades y hay momentos en que el docente mira su propio trabajo y se pregunta: -Realmente, lo que yo hago ¿sirve para algo? ¿Tiene o no tiene algún sentido?

Los enseñantes nos quejamos de nuestras condiciones de trabajo, nos quejamos porque vemos que, efectivamente, nos degradamos en un trabajo en el que a veces no se dan las condiciones para hacerlo bien, nos quejamos porque en muchas ocasiones nuestra sociedad nos condena a hacer mal nuestro trabajo y quisiéramos hacerlo bien.

Sin embargo, cuando sentimos ese latigazo, a veces, de conmiseración sobre nosotros mismos, preguntamos: -¿Por qué me habré metido yo a maestro? Un chaval nos mira, le miramos, descubrimos que somos importantes para él y entonces… Lo he pensado muchas veces: hay ocasiones en que UN PAÍS NO SE MERECE A LOS MAESTROS QUE TIENE”(…)



Él hablaba de los maestros españoles, del primer mundo, hace quince años. Sin embargo, la identificación con nuestra situación –en aquel momento y en la actualidad- es tan enorme que da escalofríos. Y a esto hay que sumarle que las cosas empeoraron llamativamente. Entre nosotros, y sin falso orgullo ni falsa modestia, tenemos la convicción de que al sistema educativo lo sostenemos los maestros y profesores con puro voluntarismo. Pero lo cierto es que corremos con tales desventajas que eso produce un creciente malestar que nos enferma y empeora la educación día a día.



(…) “Todo este malestar hace que el enseñante esté perseguido por el cambio social, ya que los sistemas sociales cambian a un ritmo más rápido que los sistemas escolares y el sistema social nos critica porque no somos capaces de responder a las expectativas que tienen de nosotros y nos dicen: “el sistema escolar es anticuado, no responde a las realidades de la sociedad” y como es tan lento el proceso del cambio escolar, cuando empezamos a cambiar y se piensa una nueva ley, se adaptan las estructuras y empezamos a replantear los objetivos, la sociedad ha vuelto a cambiar y de nuevo nos critican y dicen que no respondemos a sus expectativas” (…) La idea del shock cultural dentro de una misma cultura está empezando a funcionar dentro del mundo escolar y afectando a muchos profesores” (…)





(…) El diario “El País”, uno de los de mayor tirada en España, publicaba este artículo: “Educadores y no simples enseñantes” en el que les pedía, para ser buenos profesores y generar alto rendimiento escolar, gusto por el estudio y alto nivel de confianza en sí mismo en el alumno, las siguientes cualidades: ser comprensivos, tolerantes, pacientes, objetivos, justos, bondadosos, humanos, competentes, con buena preparación y conocimiento del alumno, buen psicólogo, buen enseñante, pedagogo eficaz, educador que vive y comprende a cada alumno como persona, inteligente, despierto, creativo, dialogante, comunicativo, familiar, honrado, moral, con aptitudes democráticas y de cooperación, respetuoso, considerado e imparcial” (…)



¿Se le puede pedir todo esto a un simple ser humano que, además, tiene hijos que criar y educar, dificultades económicas, problemas emocionales, enfermedades? La persona que reúna todas estas condiciones sería una combinación exacta a partes iguales y químicamente pura entre Norma Aleandro, la Madre Teresa de Calcuta, Eva Perón y la Mujer Maravilla (ya que la mayoría de los docentes pertenecemos al género femenino debido a su devaluación económica y al instinto maternal según establece la historia oficial).



(…) “Y entonces hay una serie de compañeros que, interiorizando este modelo ideal, sufre un auténtico complejo narcisista en el que, comparando su pobre actuación diaria con este modelo ideal, piensa que la culpa es de ellos, que no son capaces de mantenerle el pulso a la enseñanza, que no son capaces de responder adecuadamente a lo que la escuela y los alumnos le pedirían. Entonces, nos encontramos con que, curiosamente, nuestras investigaciones delatan que en este 28 % de profesores encontramos, paradójicamente, a los que tienen mejores aptitudes para la enseñanza. Es la gente que se olvida de tener ocio, se convierte en maestros por la mañana, por la tarde, por la noche, el sábado, el domingo y cuando de pronto para esa actividad loca que le supone un auténtico desgaste físico, encima se compara con estos rasgos ideales del profesor, se descorazona, se deprime, se deprecia y acaba viviendo la enseñanza desde un fuerte sentimiento de ansiedad.” (…) “De este 28 % un 6,9 % está realmente en situación extrema desde el punto de vista psicológico” (…)



Lamentablemente, todo esto me hace recordar los fines de semana que pasé encerrada corrigiendo 100, 200 pruebas de Lengua, tratando que no se me pasara una mayúscula, una tilde, un error ortográfico o una construcción ambigua. Fines de semana en los que privé a mis hijos de mi presencia, porque hasta los echaba de mi lado ya que no tenía derecho a distraerme.



(…) Comienza el curso escolar: en el primer trimestre no hay prácticamente estrés, pero en el tercer trimestre, con las evaluaciones de fin de curso, la mayor parte de nosotros piensa: “si el curso dura quince días más, me muero” (…)



Que tire la primera piedra quien esté libre de esta experiencia. Llegamos a fin de año en estado calamitoso y entonces comienzan a llover los pedidos de licencia y paralelamente, tanto desde los organismos gubernamentales como de ciertos sectores mercenarios de la docencia, se rasgan las vestiduras frente a los abusos de “estos vagos, chantas, irresponsables, que no quieren trabajar”. Una verdadera vergüenza. ¿Los pedidos de licencia? ¿La incomprensión de autoridades y colegas? Usted sabrá: resuelva el acertijo.



(…) “Este “abuso” no deriva solamente de las ganas del profesor de ausentarse porque no quiere trabajar, sino de una necesidad psicológica real de un profesor que ya no puede más, que ya no aguanta y recurre al ausentismo como forma de autodefensa” (…) “Se les da 40 días de baja y luego lo vuelven a meter con los mismos niños, con lo cual, al cabo de dos meses, reitera la baja por no poder resolver los problemas que está teniendo en clase” (…) “Todos los profesores han comprendido aquella idea de Rousseau de que todos los niños eran naturalmente buenos si no eran corrompidos por el contacto con la sociedad. Lo que pasa es que los nuestros llegan tan en contacto con la sociedad que ya vienen con muchos problemas y nadie nos prepara para enfrentarlos. (…) Sin embargo, se puede enseñar a ser un buen maestro, se puede aprender a serlo si en lugar de formarlos en base a modelos ideales los formamos sobre la base de los problemas reales” (…)



Otra vez voto al viejo magisterio, durante el cual la preparación era muy intensa. Dolorosamente, las nuevas camadas no cuentan con la misma preparación y, además, pertenecen a estas generaciones de no lectores.





Y el final de la conferencia, a toda orquesta:

“POR TANTO, APELO A VUESTRO ORGULLO DE SER MAESTROS, A LA IMPORTANCIA DEL PAPEL QUE DESEMPEÑÁIS, HAGO UN LLAMADO PARA QUE LA SOCIEDAD RECONOZCA LA IMPORTANCIA DE NUESTRO TRABAJO. Y NOSOTROS, ASÍ LO DEFENDAMOS.”













DEPARTAMENTO de EDUCACIÓN No Formal – D.E.N.Fo



El D.E.N.Fo fue una de mis experiencias docentes más gratificantes. Comenzó como un proyecto casi revolucionario para la Educación del Adulto.

Se trataba de un sistema semipresencial con servicio de tutorías. El alumno tenía dos turnos para elegir: tarde o noche. Se le entregaban los módulos con actividades interdisciplinarias que debía resolver antes de los encuentros con los docentes.

Otra característica era el trabajo con pareja pedagógica. Compartí muchas horas de clase con otros docentes de los que aprendí muchísimo.

También el D.E.N.Fo me regaló la dicha incomparable de compartir tareas, conversaciones, principios y valores, con el profesor de Geografía Roberto Petit de Meurville, maravilla de persona que murió el 2 de febrero de 2005 en un accidente automovilístico.













ADIÓS, ROBERTO





Uno no puede entender la muerte de los jóvenes.

Uno no puede entender las muertes violentas.

Uno no puede entender las muertes inesperadas.

Uno no puede entender la muerte.

Y mucho menos, puede entender la muerte de un amigo.

No estaba en Pico cuando recibí el llamado, pero no puedo estar ausente.

Necesito despedirme.

Porque Roberto Petit era mi amigo y era una de las personas más maravillosas que conocí en mi vida.

Noble, generoso, honesto, intachable. Amado y respetado por cuantos lo conocían.

Sinceramente, no puedo creer que tenga que escribir esto. Me parece un mal sueño, una cínica jugarreta de la suerte. Porque lo veré siempre, con su sonrisa tímida de hombre bueno.

Y aunque suene a vano consuelo, Roberto seguirá nítido y presente en el recuerdo de todos sus alumnos que, habrán aprendido mucho de Geografía, pero muchísimo más de hombría de bien. Roberto era un verdadero maestro, en el sentido más cabal, más íntegro, de la palabra maestro.

Y aquellos ideales que sostuvo con su ejemplo, hoy cobrarán una nueva y enorme dimensión en todas las mentes que cultivó con su saber y su palabra.

De sus hijas no puedo decir nada. Porque la vida cortada en plena floración me somete al silencio más atroz.

No sirve hablar, ahora, del dolor, de la injusticia y del absurdo. Nuestros adolescentes recibieron otro golpe más.

Las aulas de los colegios de Pico ya no serán las mismas con la ausencia de este dulce Quijote que supo poner el alma a las más áridas áreas del planeta y luchó contra hostiles molinos de viento: la globalización, el neoliberalismo, la deuda externa y el poderío de los EE.UU.

Toda la ciudad será otra, sin él.

Lamento tanto no poder darte un abrazo y hablar nuevamente de las utopías y de todos aquellos sueños a los que jamás renunciaste.

Si algo puedo y debo agradecer, en este momento, es haber tenido el honor y la dicha entrañable de contar con tu amistad.

Ahora, junto con todos los que te quieren, tengo el deber de acompañar a los que quedan.

Dicen que la verdadera muerte es el olvido. Nosotros, tus amigos, jamás podremos olvidarte. Chau, hermano. Adiós, Roberto.













TERCER CICLO





Otra directora con quien compartí muchas horas de trabajo y un enorme afecto mutuo es la que me tocó en el tercer ciclo. Con la llegada de la Ley Federal las maestras de 7º (estos fantasmas que tenemos trabajo gracias a la buena voluntad del gobierno, según expresara una funcionaria del Ministerio de Educación de La Pampa) fuimos transferidas a las Unidades de 3º ciclo con falsas promesas de que ingresábamos al paraíso. Lo cierto es que nos volvimos invisibles a pesar de sostener con ambas manos y poner el pecho a ese engendro, especie de pasadizo hacia la hecatombe, tierra de nadie. Yo pasé a una Unidad Educativa, en donde permanecí muy poco tiempo por razones internas y externas a mí. Francotiradora y kamikase como fui a la hora de tomar ciertas decisiones, renuncié a mi titularidad porque en esa época tenía trabajo de sobra como suplente y revoloteé -como buena docente golondrina- por casi todos los colegios de General Pico. Pero dos años después de mi temeraria determinación, pude reingresar al sistema y tomar un nuevo cargo de maestra de 7º titular en otra Unidad. En ese entonces, no teníamos edificio propio, por lo tanto, en el turno mañana compartíamos el edificio con otro colegio y en el turno tarde nos “prestaban” aulas en otra Escuela. Además de lo naturalmente traumático que fue “la transformación educativa”, los sufridos integrantes de esta comunidad educativa tuvimos que sumar los problemas con nuestros convecinos, casi problemas de consorcio en el cual parecía que los establecimientos y todo lo allí existente parecía ser propiedad de sus directivos y no del estado provincial. Los chicos que egresaron de 9º con la Enseñanza General Básica completa, no sabían si eran alumnos de los viejos colegios secundarios o de esa abstracción llamada Unidad Educativa de Tercer Ciclo. En esa época podríamos haber tomado las palabras de Borges y afirmar “No nos une el amor sino el espanto”, pero el árbol nos hubiera tapado el bosque. La verdad, esa que sobrevive a todos los cataclismos, es que la directora y yo tuvimos y tenemos una relación estupenda y para terminar los versos de Borges “será por eso que la quiero tanto”. Siempre me sentí respaldada, escuchada y respetada a ultranza. Tenemos mucho en común, una cosmovisión similar, una ideología que nos hermana. Lo mismo que con la directora de la primaria basta una mirada para sabernos y entendernos. El 12 de mayo de 2007, durante la presentación de mi primer libro de narrativa, ella tomó la palabra y confesó públicamente el entrañable afecto que nos une. Fue muy conmovedor y yo le repliqué mi sentimiento de orgullo por haber trabajado a su lado. Ahora yo estoy en la recta final de mi carrera docente, fané y descangachada, agobiada por los excesos a que nos somete el sistema educativo perverso. Siento que mientras pude ofrecí mi corazón dentro del aula, pero ahora ese ciclo terminó y por respeto a mis alumnos no quiero seguir dando clase. Si un jugador de fútbol puede retirarse con todos los honores cuando considera oportuno, antes del ocaso, por qué un maestro debe seguir trabajando a disgusto, desgastado, emocionalmente inestable, separado por un abismo de las nuevas generaciones de alumnos? ¿En nombre de la calidad educativa? Soy una MNN, soy un fantasma del sistema, estoy de favor según la funcionaria…¿Por qué no me jubilan dignamente? Ahora, que todavía tengo mucho hilo en el carretel y puedo ser útil en otros espacios o recuperar el tiempo que retaceé a mis hijos para correr de colegio en colegio.

Entre las cosas que tengo para agradecer a la directora, está la libertad que me brindó para que yo pudiera trabajar con el Taller Literario. Con mis alumnos de distintos años publicamos: La Solidaridad es fabulosa, un libro de fábulas sobre la solidaridad; el periódico “Noticatorce Informa”; y Gente que dejó huellas” un libro con la historia de todos los nombres de las calles de nuestra ciudad.











































ACTOS ESCOLARES





























NO TODOS LOS PADRES SON IGUALES



La escuela estaba reluciente, ostentosamente adornada con flores y guirnaldas de papel crepè. Yo enfilaba hacia el S.U.M envuelta en mi pantalón un talle más chico y los tacos aguja que me hacían ver las estrellas, pero me tocaba la conducción y tenía que estar de punta en blanco. (¿Otra vez conduce ésa? ¿Quién se cree que es? refunfuñaría alguna colega un poquito resentida…)

Era la fiesta de fin de curso. Diciembre en pleno, el salón de actos parecía un sauna porque las escuelas argentinas solamente están equipadas para el invierno -las que lo están.

De pronto, me interceptó un padre de muy mal talante:

-Por su culpa, mi hija hoy no es la abanderada.

Fue como un cachetazo, no entendía nada. Hasta que recordé que, casualmente, yo había defendido a esa niña porque me parecía brillante, pero triunfó el criterio de que era muy competitiva. Y ahora yo era la mala de la película. No iba a improvisar un alegato en ese momento, así que apenas atiné a un tímido y remanido: “No es lo que parece”. Y tratando de rearmarme enfilé hacia el escenario donde me esperaba un cartel gigante con el nombre de los angelitos que egresaban y el micrófono a mi escasa altura.

Poco a poco se fue llenando el salón y la algarabía reinante sumó calor humano hasta que llegó el momento crucial:



- Autoridades presentes, directivos, docentes, padres, alumnos.

- El cielo es ese techo que no se niega a nadie, es el campo celeste donde florecen luces para alumbrar la vida, la compuerta generosa que regala la lluvia para que el verde asuma su misión resucitadora. Hecha de libertad y de cielo, tan olvidada a veces y venerada otras, como un manto materno que nos cubre y nos une, hace su entrada la bandera argentina portada por…(una daga fueron los ojos del señor padre que me había culpado de sus cuitas)

- La música siempre ha sido, desde los orígenes de la humanidad, la manifestación más auténtica de los sentimientos y las emociones del hombre. Con la música el hombre ama, llora, manifiesta su alegría, grita su dolor y rebeldía, se comunica con Dios, con los demás hombres y con la naturaleza. Y la música también es una seña particular, un rasgo que nos define, una armonía de los sentidos que ratifica nuestra pertenencia a ciertas raíces, a ciertas tradiciones. Por eso vamos a entonar el Himno Nacional Argentino haciendo emerger de nuestro interior todo lo primitivo y también lo más civilizado de este sentir tan abstracto y carnal que es la patria. (¿Emerger qué? Si nadie canta, apenas movemos los labios con vergüenza. Menos mal que el disco es cantado… y que no toca la profe que se traba justo en el larala la lara la ra la ra)

- Y ahora, en homenaje al gran maestro argentino, entonamos las estrofas del Himno a Sarmiento (¿Cuándo van a aprender la letra? ¿Cuándo van a usar bien los pronombres? Fue la lucha TU vida y TU elemento… ¿QUÉ? Olor y grasitud…NO. Honor y gratitud)

- Para soltar amarras a toda esta alegría dirige la palabra la directora de la escuela (Por Dios, que no pronuncie las elles, queda horrible. Y eso que le hablé del yeísmo rioplatense)





















- Son los mismos de siempre. Los de cada ciudad y cada año. Aquí, antes de irse, nos mostrarán su compromiso con el país que habitan:

Hubo una vez una tierra joven y promisoria que despertaba a la vida gracias al esfuerzo denodado de sus criollos que lucharon por darle libertad. Y entonces la tierra fue una muchacha desperezándose de tantos años de sometimiento en el amanecer de un nuevo día. Así hubo alegría de fiestas domingueras, esplendor de manteles con tibieza de vid. Pero no se puede ser libre enteramente cuando el chacal está a la puerta. Alerta, tienes que estar muy alerta porque los enemigos no descansan. Acechan en la noche, cambian de nombre o de rostro para dominar la gravidez dorada de las parvas, los brotes incipientes del futuro. Y así siguió la patria, creciendo como pudo a pesar de los tropiezos y traiciones. Corrió la sangre, los invasores lo ensuciaron todo. (En ese momento descubrí al papá de Carlitos, el divorciado más codiciado de la región. También me clava su mirada, también es una daga. Pero no duele…)

Yo soy la injusticia: no me tapo los ojos como mi antónimo. Pero eso sí, hago la vista gorda. Limpio la casa por donde ve la vieja. Libero a los culpables y castigo a los inocentes. ¡Nunca más volverán a creer en la justicia!

Yo soy el odio: El más poderoso, el que destruye, separa, enfrenta a los hermanos. El amor es cosa de blandos.

Yo soy el miedo: Me meto hasta en tus vísceras, voy trepando, trepando, trepando y me enrosco hasta asfixiarte.

Yo soy la violencia: El dios del mal, aliado de la muerte, el odio y el miedo. Estoy en todas partes, en la familia y en la calle. Me divierte destruir.

Yo soy la muerte: Vivo en los oscuros callejones, en las villas de emergencia, en las rutas, en los barrios privados y en los hospitales. Pero también vivo en las lujosas embajadas. Nadie se salvará de mí, nadie, nadie.

Yo soy la miseria: Vengo de una familia muy importante, mi madre es la Desocupación, mi padre es el Salario Mínimo, mi tía más famosa es la Inflación y mi hijo es el Hambre. Voy entrando lentamente hasta despojar a todos.

Yo soy la corrupción: Compro, compro, compro, compro a todos. Son tan débiles, nadie se me puede resistir.

Yo soy la deuda externa (y eterna): Yo nací doble (siempre valgo el doble) Nací para quedarme con todo y para chuparle la sangre a estos paisitos.

Llena de riquezas, belleza y sueños, esta tierra fue la obrera que construyó un camino de esperanzas y afirmó la identidad argentina y latinoamericana.

El alma de dos pájaros azules se escapó de sus labios cuando cantaba con la música frágil de la ronda.

Sus hombres fieles se jugaron la vida para verla grande y soberana.

La Patria y la Paz fueron cómplices, abrieron sus brazos y cobijaron a todos los hombres de buena voluntad.



Donde hubo injusticia se hará JUSTICIA, en lugar del odio crecerá el AMOR, el miedo será vencido por la CONFIANZA, la PAZ y la ARMONÍA erradicarán a la violencia, la VIDA triunfará sobre la MUERTE, el TRABAJO acabará con la miseria, la impunidad y la corrupción serán aplastadas por la HONESTIDAD, la BUENA FE y la PALABRA EMPEÑADA. Y por fin se saldará la deuda interna cuando los argentinos comencemos a construir un nuevo país, cuando nuestro norte sea el SUR. Y en un abrazo fraternal cantemos a viva voz: Oíd mortales el grito sagrado. LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD.

(Un aplauso rotundo, algunas lágrimas, el fervor patriótico había sido recuperado)

- Ahora es el turno de los padres que quieren homenajear a sus hijos:

Introducción (voz en off)

Asoma el mechón como una sensación de primavera. Y una cara perfecta, mezcla de rebeldía e inocencia, emerge tornasolando al aire de la casa. Va descubriendo el mundo con esos ojos de uvita moscatel y sus dos manos hambrientas de texturas y sensaciones.

Cuando se ríe estallan fuegos artificiales.

Cuando llora, el sol tapa su cara y se sonroja de impotencia.

Cuando habla, todo el idioma resucita.

Cuando se ausenta, se oye un silencio de temblor y frío.

Él es un replanteo, una reconversión, un extracto de sabio. Es un ángel de pies voladores, inventor del futuro.

Es la vida.

Monólogo del chico/a (teatro de sombras)

Sonamo…

Mamá tiene cara de luna y yo quería pedirle una moneda para comprarme caramelos. Pero no me animo si me reta… ay, me pica el brazo quiero yogur ahora que se fue al baño…Huy, vino larí lará me voy a jugar y ahora agarro la cartera se va a trabajar quiero ir con mi mamá pero no me lleva porque dice que no se puede mala, mi mamá es mala no quiero quedarme solita con mi hermana mi hermano y mi papá me voy a jugar y mi papá quiere que junte los chiches pero no me gustan los dibujitos y el chanchito es una porquería voy a hacer pis tengo ganas de llorar quién entró mamita volviste agarrame fuerte suavecita sos y con perfume rico qué lindo y calentito estoy.



Diálogo del niño pequeño con la madre



- Ma, lavame la cola.

- Ufa, siempre a la hora de comer…

- Mami, mamita, te quiero mucho… ¿Me compás los motoratones? Sí, ya sé, no tenés plata, nunca tenés…

- Che, mamá ¿por qué en tu escuela dicen “culo sagrado”?

- Noooooooooooooo, la oración a la bandera dice “Vínculo sagrado”. Huy, hiji, me olvidé de sacarte el piyama y ya estás vestido para ir al jardín…

- Ves que vos sos sorda… No ves nada!!!!!!!!!!!

- Vení para acá y juntá todos los chiches que tiraste.

- AHHHHHHH, no. Juantalos vos, yo tengo cansado.

- Pero te voy a dar…



Diálogo del adolescente con la madre



- Ma, me voy al cumple de quince de Noelia y después me quedo a dormir en la casa del Jovi.

- Que la pasen bien. Y… cuidate. Te quiero mucho.



El chico se va y la madre queda sola.



- Y ahora, los que se van son ellos… Nos vamos quedando solos.



(Mucho llanto, mucho moco, muchos ojos rojos. Estamos llegando al final, menos mal, la gotita de sudor se desliza hasta donde la espalda cambia de nombre y los tacos aguja me oscurecen la visión)



- Escuchamos a los felices egresados en su Canción de despedida:



Te doy mi rosa del ayer

con la fragancia del mañana

te doy un tierno amanecer

con el paisaje de mis manos.

Te doy un beso y un después

porque entre ambos no hay adiós.

Yo volveré a buscar ternura.



Cuando todos se hayan ido

tu recuerdo y mi sonrisa

brillarán en armonía

un año, un siglo, una eternidad.



Aquí viví con plenitud

la maravilla de aprender

aquí pude reconocer

todo el valor de la amistad.

Y aunque me vaya a otro lugar

mi corazón se quedará.

No habrá distancias.







(No desafinaron, salió linda al final…)



- Gracias a todos por su presencia y ¡Hasta el año que viene! (No veo la hora de llegar a casa, sacarme los tacos, el pantalón, pegarme una ducha. Y este remis que no viene…)

- Hola, bombón, ¿te llevo?

- ¿En serio? Es que este remis tarda tanto…

- Dale, subí. Al lugar de siempre?

- Hasta ahora…

- Muy lindo el acto, especialmente la locución.

- Ay, gracias.

- ¿Qué me contás de Carlitos?

- Es divino, re bueno.

- Pero las notas son horribles.

- Y, le cuesta un poco.

- ¿Qué te parece si en lugar de llevarte a tu casa nos tomamos un café y me sugerís estrategias para ayudarlo? ¿Estás muy cansada?

- No, para nada. Dale, vamos.























EL MICRÓFONO



Soy el micrófono de Guadalupe. He cambiado con el tiempo, evolucioné, me independicé, pero nuestro amor platónico creció a través de los años.

Nos amamos desde su infancia y la conozco mucho más que sus amigos. Sé de sus miedos, de sus temblores, de su inseguridad. Sé que enfrentarme siempre es un desafío, aunque los desatentos piensen que lo hace sin ruborizarse.

Pero lo cierto es que del pánico escénico de la primera vez, hemos pasado a esta simbiosis o adicción que la ha convertido en una locutora amateur.

Por eso no dudó en ofrecerse para dramatizar el primer día del maestro como “jubilosa jubilada”. Y esto fue lo que se la escuchó decir:



Hola chicas y chicos. Ustedes se preguntarán qué hago acá y yo me dije. Si se visitan los vecinos, los amigos, los parientes, por qué no nos visitamos los maestros, en la propia escuela. Y así fue como me vine a visitarlas para festejar juntas el día del maestro , esta fecha que tanto nos conmueve a los que hicimos del magisterio un sacerdocio, a las que nos sentimos realmente la segunda mamá.

Pero esta visita no es tan inocente, la verdad es que hace un tiempo ando muy angustiada y quería venir a hacer catarsis con ustedes, mis queridas colegas, que son las únicas que me van a comprender porque lo sufren en carne propia.

El otro día me pasó algo terrible, me llamaron de un Juzgado porque había una denuncia en mi contra. Me presenté, muerta de nervios y le espeté al Juez un Su Señoría de qué se me acusa, puedo saber?

Baje un cambio señora y escuche con atención: Usted es culpable de trabajar cuatro horas, tener tres meses de vacaciones, de enseñar solamente contenidos, trabajar en mejores condiciones que otros trabajadores y sobre todo, ganar mucho más.

Ante tamaña mentira yo ya estaba borravino y con toda la gallegada encima comencé a defenderme:

Qué trabajamos cuatro horas? Cuatro horas son las que estamos dentro de la escuela y eso siempre que seamos afortunadas de trabajar en un solo turno, pero las planificaciones, los exámenes, los recuperatorios, las planillas de seguimiento, los boletines, las hojas de concepto, las reuniones por ciclo, las reuniones de padres, la entrega de boletines, las pilas de pruebas para corregir ¿Eso no es trabajo, señor juez? Y lo hacemos en casa, mientras nuestros hijos andan con la cara larga porque ni les hablamos.

Tres meses de vacaciones!!!!! De dónde lo sacó, del diario de Irigoyen? Los maestritos terminamos de trabajar en la víspera de Nochebuena y en febrero otra vez al yugo. Ya usted le parece que solamente es enseñar contenidos cuando atendemos los problemas personales de los chicos, detectamos conflictos, juntamos ropa para repartir, servimos el refrigerio, nos reunimos con equipos externos para encontrar soluciones.

Que tenemos mejores condiciones que otros! Nosotros trabajamos sin condiciones, sin aulas, sin vidrios, sin tizas, no recibimos nuestros materiales ni nos pasa a buscar un colectivo de la empresa, hay un baño para todo el personal, aunque sean 30 ó 50 y a nuestro refrigerio lo pagamos de nuestros bolsillos anoréxicos.

Y ganamos menos que otros, porque de ese sueldo que es una herida absurda tenemos que pagar materiales, refrigerio, transporte, ropa de trabajo, cursos, seminario, etc, etc.

A esta altura el juez ya estaba por encerrarme por desacato, menos mal que con mi sueldazo pude pagar la fianza y me fui a mi casa, en estado calamitoso. Me desmayé en la cama. Al día siguiente, miro el reloj y ya eran como las 8 y media. Llegaba tarde, encima de todo. A medio vestir fui al comedor a pedir un remis y en eso la sonrisa burlona del almanaque me gritó que era 10 de septiembre.

Entonces recordé que el 12 de julio yo había presentado mi renuncia definitiva para acogerme a los beneficios de la jubilación.

Todo había sido una pesadilla, las secuelas de tantos años de corridas. Por eso decidí venir a visitarlas y festejar con ustedes el día del maestro. Así no extraño tanto toda esta locura.





















REPORTAJE DE MI MAESTRO DE VIDA, EL PADRE MIGUEL,

A LA MAESTRA QUE FUI



- Conociendo tu genio, me imagino que habrá sido complicado ser madre y maestra, es decir, colega de las maestras de tus hijos.

- Y, no fue fácil. Me tenían demasiado a mano. Apenas me veían se descargaban. Claro que mis niños no eran angelitos…pero, hubieran tenido el decoro de hablarme en privado.

- Y vos tuviste de alumnos a hijos de…

- Sí, por supuesto. Pero jamás abochorné a ninguna. Me hubiera parecido una falta de respeto.

- Es una falta de respeto.

- Claro. Y cada uno destila su juguito por donde puede.

- Y vos, ¿por qué no?

- Mire, no creo ser mejor ni más buena, pero no disfruto jodiendo a la gente. Además, respeté siempre a mis alumnos y eso me parece una porquería.

- ¿Y cómo reaccionabas frente a “esos estímulos”?

- Me ponía re mal. Solía disimular, pero realmente me irritaba y alguna vez pedí mayor reserva. Se escandalizaron, en fin…

- ¿Y alguna vez te quejaste con un profesor de tus hijos?

- Yo soy de la vieja escuela, en sentido literal y figurado. Trataba de no darles alas a mis hijos porque eso, al fin de cuentas, no los beneficiaba. Pero hubo una persona que logró crisparme. Y se lo dije. Creo que era más una cuestión de piel. No me caía bien su idiosincrasia. Salvo eso, en general soporté estoicamente los embates porque yo era consciente de lo que hacían mis hijos: si no estudiaban no podíamos esperar milagros.

- ¿Fuiste maestra de tus hijos?

- Sí, para mí fue una experiencia hermosa, pero creo que para ellos era muy incómodo. Los compañeros, al principio, pensaban que estaban “acomodados”, después comprobaban que no. Increíblemente, en el aula, para mí eran todos iguales. Por ahí, a la hora de calificarlos, me dolía desaprobarlos, pero no dudaba en hacerlo. Alguna vez me preguntaron sobre eso y yo respondí: “Quiero tanto a mis hijos que no les mentiría poniéndoles una nota que no se merecen”.

- ¿Cómo eras con tus alumnos en general?

- También los sentía un poco mis hijos durante el año que compartíamos. En especial, ponía toda mi energía en los que venían “rotulados”.

- ¿Cómo es eso?

- “Ah, no sabés: Fulano es un desastre…” Entonces yo me empeñaba en levantar la autoestima de ese chico al que habían estigmatizado durante años. El respeto era la base de mi relación: lo brindaba y lo requería. Pero se daba naturalmente. Y el afecto. No olvidar que enfrente tenés personas, de cualquier edad, con historia, con sentimientos… Jamás creí en ese horror de que la letra con sangre entra. Yo creo que hay que enseñar con pasión, respeto, amor, y, esencialmente, con el ejemplo. Jamás traicionar, ni engañar, ni tener doble discurso. Poder decir “no sé”, “me equivoqué” o “para mañana te lo averiguo”, son señales de humildad y casi diría de grandeza.

- ¿Tuviste problemas con los padres?

- Afortunadamente, muy pocos. Y sólo con soberbios o mediocres. Algún profesional con la humareda llena o algún resentidito nostálgico. Lo que más he recibido es gratitud y a esa gratitud la agradezco de todo corazón. No es un juego de palabras.

























TALLER LITERARIO (Habla Fabrizio)



Yo terminé 9º en el 2002, después me fui de Pico, hice el Polimodal y ahora, sorpresivamente, decidí estudiar la carrera de Letras. Nadie imaginaba que iba a rumbear para ese lado. Y entonces me acordé de aquel estremecimiento al sonar los últimos compases de “Chiquilín de Bachín” en una de esas clases especiales que la maestra llamaba taller. Me acuerdo que le brillaban los ojos y me dijo:

- Fabri, no digas nada. Tu brrrrr fue más elocuente que mil palabras.

Es que el taller literario era la herramienta que la seño Guada usaba para recuperar nuestra imaginación, aniquilada por la televisión, la computadora y los jueguitos. Menudo trabajo, pero ella nos llevaba de su mano y de su voz, a un paisaje lúdico, lleno de magia, en el que nuestras alas cercenadas se desaletargaban y emprendían un tímido vuelo rasante, al principio, para aspirar a las cumbres y más.

Allí todo era divertido, distentido, placentero. No había castigos y se respetan todas las expresiones.

Al principio, ese mundo sin exámenes, sin censura, nos resultaba extraño y hasta sospechoso. Pero cuando entrábamos en confianza nos movíamos como peces en el agua. Y aprendimos a descubrir diferentes posibilidades de lo real.

- ¿Qué es esto?

- Un candado.

- ¿Y para qué sirve?

- Para cerrar algo.

- ¿Y qué más?

- Si lo revoleo, puede ser un arma.

- ¿Y qué otra cosa?

- Huy, mi hermana lo usaría como carterita de la Barbie.

- Y puede ser la ventana de un castillito.

- O el ojo de la cerradura de la cueva de un ogro.

- ¿Y qué historia nos cuenta esta medalla?

- O qué les parece si escribimos un cuento sonoro.

- Ahora vamos a jugar a la ruleta de palabras.

- Dale, te convido el cafecito de la vida para que salgas de ese mundo oscuro.

- Lo que más me gusta en la vida es que mi papá me abrace y lo que me pone más triste es cuando se pelea con mi mamá.

- En las letras de mi nombre se esconden mil palabras: Yamila- Ya, mi, ala, Yala, mía, Alí, y, ama, Lía, aya, mal, Amia, lima…

- Y yo que me llamo Sol soy la más luminosa.

- Yo soy Jazmín, linda y perfumada como una flor.

- Y Candela rima con escuela, con abuela, con me duele la muela.

- ¿Alguno escuchó la historia de la Crezca Grande?

- Hagamos una ronda y les leo el cuento del loco Domingo que murió en las bardas del Río Colorado.

Yo estoy seguro que toso los chicos que pasamos por esa experiencia nunca volvimos a ser los mismos: nos acarició el duende de la poesía.



¿Qué es la paz?

Es como los ojos de mi amado.

¿Cuándo fue la última guerra?

Cuando tú lloraste.

Valeria



LOS COLORES DEL OTOÑO



En un frío día de otoño, cuando estaba amaneciendo, yo fui rumbo a la playa. Me llevé una silla, mi pelota playera, mi charango (para tocar las canciones más lindas del otoño) y ver caer las hojas de color verdoso.

Estaba tan feliz que el tiempo se me fue volando. Salí para mi casa y cuando llegué busqué la llave en la ventana sin marco, que era la única que estaba abierta. Prendí la luz, me recosté un rato y cuando desperté me tomé unos mates y volví a la playa. Allí me saqué las ojotas, los aros, el colero y comencé a caminar por la arena mojada escuchando el crujir de las hojas. En mis huellas se hacían pequeños charquitos.

El viento me susurraba en el oído mientras los árboles danzaban a su compás. Las hojas se desplazaban sobre la arena haciendo caminos de color otoñal. Se aproximaba el funeral de la tarde y regresé. Ana











































MIS ALUMNOS



CHARLAS EN EL TOBOGÁN























I



Santi, necesito encontrarte, necesito saber si es cierto lo que me contaron y si es cierto, estar ahí para reconfortarte.

Te recuerdo en los días de la infamia, con tu estampa dark tan inocente, traje negro, borcegos, cadenas, y poemas sangrientos.

Tu mala fama de falopero y pendenciero que siempre rechacé porque en el fondo de tus ojos estaba toda la ternura de un adolescente rebelde que necesitaba quien lo escuchara y le prestara atención.

Así me presté a tu juego desafiante que me hacía leer esos poemas que eran un atentado para mi edad y mi concepción de la poesía.

Pero vos siempre me pareciste más importante que esas nimiedades y me recuerdo diciéndote:

- Bueno, no son lo que más gusta pero no se puede negar que tienen una polenta increíble y unas imágenes contundentes.



De esa forma te fuiste suavizando y comenzaste a confiar en mí. Entonces, hablamos de la literatura gótica, de sus antecedentes, de la novela de Bram Stoker y de los cuentos de Edgar Alan Poe.

Nunca olvidaré la emoción de verte con Drácula bajo el brazo y Alan Poe para principiantes. Ya habías entrado en la cofradía de los poetas vivos (porque los poetas nunca mueren, pero no se lo cuentes a nadie).

Y la primera Navidad después de terminar 9º: un SMS que me deseaba lo mejor y al que yo respondí: Te quiero mucho, Santi. Yo también la quiero, señora –respondiste. Y me reí como loca de los que hablan al pedo de los darks y de los góticos.

O esa tarde que venías en manada de motos con tus amigos y paraste en una esquina para abrazarme.

La charla con tu vieja, en la que me agradeció que haya descubierto y valorado tu talento.

Y un día, la nefasta noticia.

Desde entonces te busco, desde entonces lo niego. Pero cuando te encuentre me sentaré a tu lado para leerte toda la literatura gótica que nos cure de las amputaciones que siempre sufrimos en la vida.



















II





Querido Daniel:



Igual que tu tocayo, eras el infante terrible. Por tu culpa padecí prematuramente el síndrome de encanecimiento en patéticos tonos de verde. Por tu culpa planeé muchas veces cometer un danielicidio.

Pero una mañana, sorpresivamente, Dios me tiró la pregunta salvavida.

-¿Quién es el adulto acá?



Y decidí cambiar de estrategia. Al principio, con retortijones, porque no era fácil reprimir mis malos deseos, pero el esfuerzo valió la pena, los cambios comenzaron a notarse y fueron positivos. En pocos meses, éramos grandes compinches, ya que tu enorme picardía daba para eso.



Esta mañana se me vino el pasado todo junto. Mientras repasaba los muebles del modular, desde un rincón me sonrió aquella muñequita de cerámica que guardo celosamente porque un día, subrepticiamente, la colocaste en el bolsillo de mi guardapolvo con un amenazador:

- ¡Shhhhhh! Que no se entere nadie.



Todavía me río al recordarlo, ese gesto fue todo un símbolo. Y revive cada vez que te encuentro por la calle, hecho un hombre gigante, cuando me presentás a tu mujer y yo le sugiero que te tenga cortito, cuando me abrazás desde tu metro ochenta y pico y yo quedo chiquita y emocionada porque sé que no fue en vano.



Tu maestra de 7º



























III

Yo sé que usted me recuerda, señora, que siempre piensa en mí. Que mi vida y mi muerte le parecen más un desatino que un destino. Pero este soy yo, su ex alumno, el alumno de la pregunta. ¿Se acuerda?

- Vos sos un desafío permanente –me decía- No puedo responderte cualquier cosa, debo ser coherente y contundente.

Usted sabía la verdad, pero no pudo decirla. Las circunstancias la obligaban a callar. Pero yo sé que me quería especialmente. O tal vez, me admiraba. Como yo a usted. Era mutuo el respeto y el afecto. Por eso me gustaba verla cuando yo estaba en el secundario, saber de usted, verificar que no me había defraudado y que yo seguía con mi curiosidad inusitada bebiéndome la vida a borbotones. Nada es casual, señora, usted lo sabe. Lo sabía.

Y yo me enteré de la verdad con el tiempo justo. Era necesario que la supiera para que la muerte no fuera una maldita trampa. Mis padres habían sido especiales y la genética es sabia.

Pero si ellos se fueron tan temprano, ¿por qué yo no tenía el mismo derecho? Cuando escuché la revelación, triste y sonora, aceleré los trámites. Todos esos ideales ameritaban la urgencia. Y me fui con mis flamantes 18 años a recuperar a mis padres asesinados por la dictadura. Un beso, Pablo.

“Tu vida fue tan breve como un chispazo, como un relámpago, pero igual de luminosa”

Tu maestra de 7º.







IV



En el año 1996 tuve la alegre ocurrencia de programar un viaje a Buenos Aires con mis alumnos de 7º. Y nos fuimos. Paramos en un albergue de Ezeiza.

El martes 15 de octubre visitamos el Congreso de la Nación, el Museo de Bellas Artes y el Cabildo.

El miércoles 16 fuimos a la Casa Rosada, la Manzana de las luces y el Museo de ciencias Naturales.

El jueves 17 visitamos el zoológico y el viejo ATC.

Los chicos – y los padres que fueron – se portaron muy bien. Regresamos muy felices a La Pampa. Las doce han dado…Y sereno.



















V





Otro viaje estupendo fue a las Cataratas. La primera promoción del D.E.N.Fo decidió viajar a las Cataratas del Iguazú y resolvieron darme el pasaje que la empresa les había regalado. Fue un viaje maravilloso. Estos “alumnitos” no me dieron ningún trabajo. Conocimos Asunción, Foz de Iguazú, las Ruinas de San Ignacio, la Garganta del Diablo, Posadas, el lado argentino y el brasilero, anduvimos por el Iguazú en los gomones y gritamos como la última vez. Era julio y nos secamos al sol después del chapuzón.

















VI

- Está bueno matarse, dijo Romina cuando hablábamos de la muerte del cuartetero Rodrigo.

- (¿Cómo puede pensar en matarse una piba de catorce años) Hice un trabajo de hormiga hasta ganar su confianza.

- Señora, quiero hablar con usted.

- Te escucho.

- Bueno, lo que tengo que contarle es muy feo. Mi mamá me tuvo de muy chica y no quiso criarme. Entonces, mi papá me llevó a su casa y me decía que ella era mala y que me había abandonado. Cuando yo quería verla, él me pegaba con el rebenque. Pero ahora que soy grande la fui a ver a escondidas y ella me contó la verdad. Es mi papá el que no quiere que nos veamos.

- Y vos ¿qué querés?

- Y, bien no sé, pero me parece que tengo ganas de estar con mi mamá.

- Habría que hablar con el juez de menores.

- Hay algo más. Cuando yo tenía 5 años operaron a mi abuela y entonces, mi abuelo se quedó solo conmigo. Y bueno, se propasó.

Un sudor frío me recorrió, pero traté de mantener la calma:

- ¿Se lo contaste a alguien de tu familia?

- Sí, a mi papá y a mi abuela.

- ¿Y?

- La abuela dice que seguro yo lo provoqué y mi papá me dijo: ¿y qué querés? ¿Que lo mate? Es mi papá.



(Directora, psicopedagoga, gabinete. Recomendación de tratamiento externo. Autorización de la familia. Autorización denegada. Pase de la alumna a otro colegio.

Esta anécdota se repite a millares y las puertas se cierran estrepitosamente. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Anestesiar la conciencia? ¿O ser como los monos de Gibraltar? No ver, no escuchar, no hablar.)



























VII



Cristóbal, tímido, introvertido, brillante. No te relacionabas con tus compañeros, pero conmigo te comunicabas bien. Yo entendía tu inteligencia fuera de serie y nos contactábamos con la mirada, con los gestos.

Hoy te encontré después de varios años, en el borde de una pileta. Seguías tan parco como siempre, pero sorpresivamente me abriste tu corazón y me pediste consejos “para conquistar una chica”. Qué ternura que me consideraras tan confiable como para eso. Te dije frases que pueden ser de libro de autoayuda, pero te las dije con el corazón. Confiá en vos mismo, confiá en tu talento, seducila con tu inteligencia: es única.























VIII

Renata está triste porque sus compañeros la rechazan. Lleva portación de apellido, algunos años más y un cuerpo exuberante.

- Con esa negra puta no trabajo.

Ella dibuja su dolor con trazos impecables y yo organizo un certamen de poemas ilustrados.

- Lo lamento, Amadeo, los grupos ya están armados y es inadmisible de tu parte esta discriminación. No se puede rechazar a quien no se conoce.

Refunfuñando, mordiendo su bronca, Amadeo participó del certamen con Renata y ganaron el 1º premio porque ella dibujaba como los dioses.

Y yo también tuve mi premio cuando Amadeo bajó de su pedestal para decirme:

-Tenías razón, Guadalupe. Hay que conocer a la gente, te puede sorprender.

Pero el premio mayor lo recibo cada vez que me encuentro con Renata, su marido y su montón de hijitos. Y ella estrena en sus ojos la palabra gracias, que es su mejor dibujo.















IX

-Hola, hola. No se escucha. Hable más alto por favor.

- Hola, Guadalupe, feliz cumpleaños.

-Pero ¿quién habla?

- Diego.

- ¿Diego? ¡Diego! ¡Dieguito! ¿Dónde estás? ¿En Pico?

-No, en Guadalajara.

- ¡Ay! Y desde ahí me llamás.

- ¿Y usted qué pensaba? ¿Qué me iba a perder la medalla por asistencia perfecta?

- Mirá que sos loco. ¡Qué emoción, Dieguito! Jamás fallaste.

- Así es, todos los 25 de mayo ¡presente!

- ¿Desde el año `90?

- Y sí, desde que fui su alumno.

- ¿Y cómo va tu vida en México?

- Muy bien, felizmente casado con una chamaquita. Ella también le manda saludos y dice que cuando quiera visitar México, tiene una casa.

- ¡Uy! ¡Qué emoción!



















X



Todavía te sonrojás cuando te llamo José Miel. ¿Te acordás? Vos estabas en 7º cuando los japoneses nos vendían un dibujito animado re triste y melodramático cuyo protagonista era una abejita huérfana que se llamaba José Miel. Y vos eras tan dulce que el apelativo te calzaba perfecto. Entonces te empecé a llamar así y vos te morías de vergüenza, pero sabías que era un homenaje a tu dulzura inigualable.

















UNA CLASE CUALQUIERA EN UN COLEGIO CUALQUIERA



- Y bien, señores, he llegado a la conclusión de que nada les conmueve, nada les interesa. Por eso, a partir de la próxima clase vamos a cambiar de roles. Ustedes traerán la propuesta de trabajo y yo me adaptaré a sus intereses. Pero sin perder el verdadero objetivo: aprender. Como parece que lo que yo propuse hasta ahora, no funcionó, que en este caos el que quiere aprender pierde por goleada, la semana que viene ustedes van a traer los temas que quieran tratar y vamos a trabajar en base a eso.

- Pero señora ¿por qué dice todo esto? ¿Está enojada?

- Enojada, desilusionada y triste. Cuando salgo del aula tengo la sensación de que me atropelló un tren. Siento que todo lo que digo es inútil porque nadie escucha.

- No es cierto, señora. Sus clases son inmejorables, entretenidas, actuales.

- Sí, es verdad. Nadie nos hizo reflexionar y debatir sobre Cromagnon como usted, y nos hizo ver que le podría pasar a cualquiera.

- Ni jamás aprendimos tanto de historia argentina como cuando analizamos la canción de la Bersuit.

- Además, cuando nos mandó a investigar sobre la familia, mi abuelo se puso contento y me contó muchísimas cosas.

- Sus clases son re-buenas, señora.

- ¿Y por qué no me lo demostraron antes? ¿Tenía que ponerme tan mal para que reaccionaran? Alguna vez tendrían que pensar que el docente es un ser humano lleno de obligaciones y presiones, que necesita ser escuchado y respetado, igual que ustedes. ¿Por qué tenemos que ser enemigos?

- Señora, yo quiero pedirle perdón porque me porté mal con usted…

- Ah ¿sí?

- Cuando usted llegó y se mostró tan simpática yo pensé: ¿cuándo nos va a clavar el puñal? Porque seguro que primero nos da el dulce y después nos revienta.

- Bonito concepto tenés de los docentes.

- Es que siempre nos engañan, pero usted es auténtica.

- Y se acuerda esa vez que yo me enojé porque me hizo callar…

- Sí, me acuerdo. Pero me malinterpretaste, lo que yo pretendía era que los demás “comodines” también participaran.

- Y el lunes, cuando llegó, me dijo: “Ya sé lo que pasó”. Yo no entendía nada. Usted se había quedado pensando en mí durante el fin de semana.

- ¡Ay, Tamy! Cuánto lamento que tengas tan mal concepto de nosotros. Claro que pensamos en ustedes, miles de veces. Esto no es una oficina: apago la luz, cierro y me voy. Ustedes nos preocupan y mucho. Yo siempre digo que, además de leer libros, me especializo en leer ojos de alumnos para saber si están tristes o contentos. Y ver en qué puedo ayudarlos.

- Pero hay profesores que dictan su clase y nada más.

- Lo que dije: somos humanos. Y por lo tanto, diferentes. A mí me interesa que estén bien. Y que nos llevemos bien. Antes se decía: “la letra con sangre entra”. Por el contrario, yo creo que el afecto es la vía más directa para trasmitir conocimiento.

- ¡Un aplauso para la señora!

- No tanto aplauso y estudien, manga de vagos.



este cuento

a Matías “duendecito”



Te voy a convertir en personaje literario: vas a ser el protagonista de este cuento.

No te prometo ganar premios, ni el Nobel, ni el Cervantes, ni siquiera Vivir en Democracia o La Memoria de los Pueblos.

Tampoco te hagas ilusiones: no vamos a revolucionar la literatura ni a encabezar una nueva tendencia, no haremos resucitar a las vanguardias ni este texto será inmortal como Rayuela.

Tal vez nadie lo lea, salvo algún día vos.

Porque yo no pasaré catorce días con sus catorce noches gestando aquel alumno ideal de Ruinas Circulares, ni habrá algún otro soñando que yo escribo. Te advierto esto para que no te aventures con el fuego.

Sucede que a mí, humilde maestra provinciana, la vida me premió con tu sonrisa. De entre todos los rostros potenciales, tu cara limpia y buena resultó la elegida.

Y hoy yo quiero brindarte este homenaje, quiero dejar un testimonio sobre la importancia de haberte conocido. Que sepas, de mi puño y letra, lo valioso de tu presencia en las mañanas.

Quiero asentar por escrito cuánto me reconforta tu afecto duradero, me hace sentir que algo habré hecho para merecerlo. Y que vale la pena el sacrificio, la entrega, la franqueza, si dan en el blanco de un corazón tan grande como el tuyo.

Muchachito ondulado, con alma cristalina como el Mar de las Antillas, pregonero de la no violencia, fatigador de lunas y violetas, hábil para la risa y artesano sutil de la dulzura; alquimista de palabras bienhabidas, perpetuador de magia y buen alumno.

En la fecunda labor de los días, sos ángel de la guarda y duendecito, siempre atento al milagro del reencuentro a través de un mensaje o un saludo.

Yo sé que me querés. Y yo te quiero. Por eso te convierto en personaje. Para diferenciarte de los otros. Para poder leerte cada tanto y descubrir que seguís inalterable, intacto, en mis recuerdos y en mi vida diaria.

Cada vez que te veo confirmo la eficacia de tus buenos deseos, de tus ganas de alegrar mis mañanas.

Por eso yo te escribo. Porque te lo ganaste.

Un alumnos como vos no puede permanecer inadvertido. Merece ser el personaje de un cuento, de este cuento.















Cuando comencé a escribir este libro no sabía que había salido en busca de la pasión perdida. Y ahora, al finalizar, siento que la pasión, como el sol, siempre está.

Porque yo seguiré siendo maestra, pase lo que pase; es decir, la sembradora.

Lucas 8, 4-15,

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola: Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga. Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los del borde del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez. Lo que cayó en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.





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