martes, 8 de enero de 2013

REÍRSE DE O REÍRSE CON


Foto: REÍRSE DE O REÍRSE CON


Desde chica he sentido una profunda molestia cada vez que   alguien se  burlaba de otra persona, se reía ante un tropezón en lugar de socorrerla o se mofaba de sus defectos. Sin embargo, tuve que aceptar con el tiempo que la mayoría era así; quien no lo hacía descaradamente lo hacía por la espalda, con lo cual cometía doble infracción.
 Pero la risa es otra cosa. Yo hago un culto de la risa, disfruto riendo y tengo una carcajada que se ha convertido en carnet de identidad. 
La diferencia radica en que me encanta reírme CON LOS OTROS, NO DE LOS OTROS.
 Me parece mezquino, de baja estofa, cruel y dañino reírse de los demás.
Algo muy distinto es tener capacidad de reírse de sí mismo porque es la mayor señal de inteligencia. 
Cualquier necio puede reírse de otro, pero no cualquiera puede reírse de sí mismo y  aceptarse con todo lo bueno y todo lo malo. 
 Por supuesto, a nadie le gusta que se le rían, por lo tanto, sería bueno no reírse de los demás para poner en práctica aquello de “No hagas lo que no quieres que te hagan”.
Reírse de los otros, burlarse, es como el zumbido de un molesto abejorro al que hay que aplicarle una buena dosis de Raid. 
Afortunadamente, hasta la ciencia está demostrando que existen dos tipos de risa: la positiva, constructiva, divertida, sincera, bienintencionada risa y la otra, oscura, lapidaria, la risa del escarnio. Pero ésta, la burlona, la cruel, no tiene las virtudes de la otra.
Una nos beneficia, tiene propiedades curativas. La otra, apenas pone en evidencia una diminuta humanidad.
Sin embargo, hay gente tan amargada  que se siente molesta con la risa ajena y ve en ella un símbolo de lascivia y vacuidad. Gente tan hipócrita que hasta es capaz de reprimir una sonora risotada con tal de simular, de esconder lo que de verdad siente. O gente tan pesimista que ni siquiera se permite el lujo gratuito y bienhechor de una sonrisa.  
Craso error suponer que quien se ríe es menos serio. Una cara circunspecta y cejijunta no garantiza seriedad, madurez ni responsabilidad mayor. 
Nada hay más gratificante que recibir y/o brindar una sonrisa.
De modo que es cuestión de usar bien las preposiciones y, si lo queremos ver en términos utilitarios, darnos cuenta de qué es realmente lo que nos hace bien: Reírnos de o Reírnos con los demás.


Desde chica he sentido una profunda molestia cada vez que   alguien se  burlaba de otra persona, se reía ante un tropezón en lugar de socorrerla o se mofaba de sus defectos. Sin embargo, tuve que aceptar con el tiempo que la mayoría era así; quien no lo hacía descaradamente lo hacía por la espalda, con lo cual cometía doble infracción.
 Pero la risa es otra cosa. Yo hago un culto de la risa, disfruto riendo y tengo una carcajada que se ha convertido en carnet de identidad.
La diferencia radica en que me encanta reírme CON LOS OTROS, NO DE LOS OTROS.
 Me parece mezquino, de baja estofa, cruel y dañino reírse de los demás.
Algo muy distinto es tener capacidad de reírse de sí mismo porque es la mayor señal de inteligencia.
Cualquier necio puede reírse de otro, pero no cualquiera puede reírse de sí mismo y  aceptarse con todo lo bueno y todo lo malo.
 Por supuesto, a nadie le gusta que se le rían, por lo tanto, sería bueno no reírse de los demás para poner en práctica aquello de “No hagas lo que no quieres que te hagan”.
Reírse de los otros, burlarse, es como el zumbido de un molesto abejorro al que hay que aplicarle una buena dosis de Raid.
Afortunadamente, hasta la ciencia está demostrando que existen dos tipos de risa: la positiva, constructiva, divertida, sincera, bienintencionada risa y la otra, oscura, lapidaria, la risa del escarnio. Pero ésta, la burlona, la cruel, no tiene las virtudes de la otra.
Una nos beneficia, tiene propiedades curativas. La otra, apenas pone en evidencia una diminuta humanidad.
Sin embargo, hay gente tan amargada  que se siente molesta con la risa ajena y ve en ella un símbolo de lascivia y vacuidad. Gente tan hipócrita que hasta es capaz de reprimir una sonora risotada con tal de simular, de esconder lo que de verdad siente. O gente tan pesimista que ni siquiera se permite el lujo gratuito y bienhechor de una sonrisa. 
Craso error suponer que quien se ríe es menos serio. Una cara circunspecta y cejijunta no garantiza seriedad, madurez ni responsabilidad mayor.
Nada hay más gratificante que recibir y/o brindar una sonrisa.
De modo que es cuestión de usar bien las preposiciones y, si lo queremos ver en términos utilitarios, darnos cuenta de qué es realmente lo que nos hace bien: Reírnos de o Reírnos con los demás.


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