martes, 13 de marzo de 2012

Después de releer

Lenta y azul la daga de la noche
lenta en la suerte que agoniza el verso:
todo se ha dicho ya.
Y no hay invento ni furia tornasol que lo transforme.
Por el sendero -prístino- camina
el hombre niebla a su última morada.
No conoció el amor
ni la sonrisa.
Su vida fue una sucesión de nadas.

Poco a poco se apagan las estrellas
allá lejos
se atisba el nuevo día.
Nadie sabrá que cuando abra los ojos
estará inaugurando el fin del mundo.

No sé por qué se agolpa en mi mente
tanto agorero pensamiento vano
si aún conservo la rosa de la suerte
talismán infalible
como eterno.
La eternidad reside en esa rosa
que desafía su ínfimo destino.
Basta una cosa eterna
y es mentira
que el fin del mundo llegue
y nos sorprenda.
Somos nosotros:
mercancía barata
con apócrifa hora de vencimiento.
El mundo seguirá su trashumancia
libre
de la ferocidad humana.
©Olga Liliana Reinoso

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