miércoles, 1 de febrero de 2012
NOSOTROS:LAS PALABRAS
“dan cristal al cristal, sangre a la sangre
y dan vida a la vida, las palabras”
Pablo Neruda; Plenos Poderes
©Olga Liliana Reinoso
Las palabras mayores hacen huelga, marchan por la avenida hasta la plaza, reclaman ser oídas y unifican el grito. Pero el viento, siniestro y mudo, se las lleva.
La palabra de honor yace en la tumba. Fue asesinada por antigua, por pasada de moda, por entendiste mal y yo no dije eso.
Con la palabra en la boca se quedan los obreros, los maestros, los desposeídos. Y es su único alimento la palabra.
Son palabras cruzadas los encuentros fallidos, los malentendidos, los silencios vacíos.
Te doy mi palabra fue devaluado mucho antes de la caída de la convertibilidad y nadie legisló para aplicarle el SER (SER o no CER ¿cuál es la cuestión?) como compensación.
Las palabras, que antes eran el nombre de las cosas, la manifestación del pensamiento, fueron sometidas al vaciamiento de sentido y como la clase media argentina, tienden a desaparecer.
Por eso, más que nunca, defiendo la palabra. Convoco a una cruzada por su resurrección. No pueden quedar impunes tantos crímenes verbales, tanta corrupción idiomática, tanta invasión cultural. Basta de impunidad para los charlatanes de feria, los verseros (en el peor sentido de la palabra). Fíjense que hoy cualquiera nos hace el verso y no tiene nada de poeta
Ya sabemos que las lenguas cambian, evolucionan, crecen, se enriquecen, fluctúan. Pero lo deleznable es el aniquilamiento del idioma, el empobrecimiento espiritual de la palabra, la falta de ética para usar la palabra como elemento demagógico y perverso.
Algunos dicen que los jóvenes no tienen nada para decir, yo pienso que no tienen “con qué” decirlo. Porque los adultos también les retaceamos esa herencia.
Pero creo que nada de esto es inocente. Todo responde a planes fríamente elaborados por los voraces dominadores, por los imbéciles brazos de la censura que, en su ignorancia, suponen que degradando las palabras podrán quitarle al pueblo su forma de expresión. Ya quedó en la memoria aquel poema de Paul Eluard que la censura no pudo reprimir durante la dominación nazi en París: Yo te nombro, Libertad. Siempre, los tiranos temieron a los poetas, a los narradores, siempre los persiguieron y masacraron en un vano intento de hacerlos callar. Pero la palabra del pueblo crece desde el pie. Y no hay decreto, ni ley, ni crítica literaria que pueda abatirla.
El 17 de abril la editorial Planeta presentó en la Feria del Libro la reedición de las siete novelas de Osvaldo Soriano, prologadas por Eduardo Galeano, Juan Martini, José Pablo Feinmann, Osvaldo Bayer, Guillermo Sacomanno, Roberto Fontanarrosa y Tomás Eloy Martínez. Durante su vida, el entrañable Gordo fue denostado por la Academia y usado como ejemplo de lo que no se debía escribir, en la Facultad de Letras. Sin embargo, Osvaldo Bayer logró homenajearlo en el aula magna, con la gente aplaudiendo de pie. Soriano supo describirnos con autenticidad y crudeza. ¿Por qué querían acallarlo? ¿Quiénes? ¿Y a quiénes respondían?
Lo cierto es que la gente nunca recuerda a los verdugos. Mueren donde deben morir, en el silencio del olvido.
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