¿Qué
hacer cuando el pasado nos sorprende, cuando golpea nuestra cara como un pájaro
herido sobre un parabrisas?
¿Qué hacer cuando el tiempo se
evapora en un segundo y nos transporta mágicamente a 20 años atrás?
Primero la sorpresa, la alegría...
Pero después, una humedad de
olvidos cala el alma.
Aquello fue feliz. Y lo perdimos.
Creíamos tener todo resuelto, pero ahora comprobamos que no es cierto.
¿Qué es lo que nos deslumbra y nos
inquieta? ¿La juventud perdida? ¿Las artes del amor casi en desuso? ¿Ciertos
temblores que siguen latentes?
¿Por qué esa persona, esa mirada,
ese gesto fortuito, se vuelven primordiales?
Entonces, la verdad ¿No es la
verdad?
Tendríamos que estar preparados...
Pero somos tan ingenuos, tan cándidos, tan vulnerables a las sorpresas que nos
da la vida...
Construimos castillos y palacios,
erguimos rascacielos en la arena, y dando muestras de una soberbia desatinada,
sentimos que lo tenemos todo.
Entonces basta una brisa, un
estampido, un rumor de hojarasca, para poner en evidencia nuestra fragilidad y
el tono oscuro de tantas mentiras.
Por eso huimos de preguntas
esenciales y preferimos el barniz a la madera. Nuestros dedos se deslizan
ágilmente sobre la superficie pulida, en cambio, las astillas nos penetran y lastiman.
Sin embargo, ¿qué es lo natural?
¿Qué es más cierto, más auténtico, más genuino? ¿Nos animamos a responder estos
interrogantes?
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?
¿A qué se debe nuestro tránsito en la tierra? ¿Es la muerte el cruce del Mar
Rojo hacia la tierra prometida? ¿O todo acaba en polvo y en escarnio? ¿Acaso
somos solo una apariencia que otro está soñando?
En medio del naufragio, la sutil
esperanza disfrazada de tronco nos da la bienvenida y creemos entrever en cada
encuentro una cita postergada, porque, en realidad, todo es una sucesión de causas y efectos.
Pero la rutina, que es un monstruo
voraz, nos fagocita. Y seguimos simulando que vivimos; destartalados,
incompletos, mutilados: por cobardía, por comodidad o por miedo.
Hasta que el olvido acude
nuevamente en nuestro auxilio. Y arribamos a la orilla para observar como
vuelven a aquietarse las aguas, como todo retorna a la “normalidad”.
A pesar de saber que solo es una
parodia, aséptica, indolora.
Será por eso que la mayoría opta
por no saber, por no buscar, por silenciar los duendes: se ahoga en el fuego
fatuo del desconocimiento. Y se niega a enfrentar su “lúcida noche
fundamental”. (*)
Quizá solo se trate del espejismo
que produce la nostalgia, el reverbero de ciertas historias que sacamos del
baúl como un vestido hermoso pero antiguo, anacrónico y tres talles más chico.
“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. (**) O tal vez sí.
¿Quién se atreve a asegurarlo?
©Olga Liliana Reinoso
www.lilianareinoso.blogspot.com.
(*) Jorge Luis Borges https.www.facebook.com/olgalirei
(**) Pablo Neruda
