sábado, 11 de enero de 2014

Como un dragón
se encendieron los fuegos mitológicos
y se aguaron los hielos
para parir un río de palabras
ondulantes, bravías
que apagaron la sed
de febriles muchachos vagabundos.
Fueron la luz y la huella,
ese cielo incomprendido
adonde, menesterosos,
llegaron los tangonautas
usurpadores de un fueye
que nos destiñó hasta el alma.
Noche de sexo oral
hablar de sexo
para sentirnos menos fracasados
y no beber la última gota ciega
de una botella asesinada.
Ir a la playa
desnudos de estrellas
y sepultar la arena entre las manos
con el último aborto de estos versos.
Llorar
hasta ser un mar humano.
Ruborizar fogatas trashumantes
y en el compás de la última mirada
morir de amor

de amor correspondido.