miércoles, 30 de mayo de 2012

PARQUE/VIDA





La vida hierve en la savia del alma

que se agiganta como una mano extendida.

Sube del vientre terroso-huella preñada-

y se hace canto en las ramas y pájaro en la distancia.

Lleva en su boca la urgencia de este verdor presuroso

para que arda, fuego adentro, la multípara semilla.

Cuenco de abrazos, entrega de la pena generosa

que antes de caer al barranco en latidos se deshoja.

Y multiplica en la aurora sangre, célula, alarido

para que el mal de la noche sucumba con el olvido.

Árbol-de-vida árbolcanto árboles como banderas

corazón enarbolado en la cresta del follaje.

La primavera es un hábito para encarcelar la muerte

y desnudar su artilugio sin mentira ni coartada.

La vida vidarbolada baila su danza en el parque

y la hojarasca encendida es luciérnaga que late.

Por cada árbol una vida, por cada árbol la esperanza

árbol más árbol hermanos que el amor es flor sagrada.

©Olga Liliana Reinoso

martes, 29 de mayo de 2012

EL PERDÓN


©Olga Liliana Reinoso



Dícese del perdón que es la remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna obligación pendiente.

También dice el refrán popular que “Errar es humano y perdonar es divino”, es decir, perteneciente a Dios.

Pero los hombres, dando siempre muestras de suficiencia y soberbia, se arrogan ese derecho que los excede, fundamentalmente porque les cuesta ponerlo en práctica.

Suele escucharse con frecuencia: “Yo perdono pero no olvido”. ¿Qué se cifra detrás de ese enunciado? ¿Por qué no se olvida? ¿Para qué? ¿Para estar alerta? ¿Para defenderse? ¿Para no volver a confiar? Esto levanta un manto de sospecha a la grandilocuente declamación: ¿Perdona el que no olvida?

Ni olvido ni perdón, exige la consigna de quienes abrazan la causa por el esclarecimiento de los crímenes durante la dictadura. Y ellos claman por justicia. Entonces, la búsqueda de la justicia ¿implica no perdonar?

Hay quienes piensan que, acaso, el perdón sea ejercicio del poder: alguien, con suficiente omnipotencia, tiene la benevolencia de perdonar a otro ser falible e imperfecto.

Pero ¿se pueden perdonar el desamor, la estafa, el abandono, la humillación? Especialmente, cuando eso ha motivado experiencias negativas que no tienen retorno. ¿Se puede rearmar la personalidad de alguien con la autoestima devaluada por tales agravios? Comentan que el corazón capaz de perdonar se alivia, sana sus heridas, es decir, se beneficia. ¿Por qué, entonces, ya que somos tan utilitarios, nos resulta difícil conceder el perdón?

Tal vez lo que no se pueda perdonar es aquello que se juzga como irreparable. Si algún daño se puede remediar, quizá resulte más fácil perdonarlo.

Puede ser que el perdón sea inversamente proporcional al daño recibido y si es verdad que perdón y olvido son equivalentes, Borges no deja opción: “Sólo una cosa no hay. Es el olvido.”

Aunque tal vez la diferencia entre olvido y perdón radique en la actitud del ofendido. Quien no perdona, recrimina, rememora, alimenta sentimientos negativos. En tanto que, quien no olvida, está atento y no baja la guardia por temor a ser sorprendido nuevamente en su buena fe. Además, es factible que cueste perdonar la traición de alguien muy amado, porque, subliminal y perversamente, es una forma de mantener el vínculo. Quien no perdona, de algún modo, subyuga.

“Cuenta un grupo de discípulos, que iban a tratar con el maestro el tema del resentimiento. Y el sabio les había pedido que llevaran papas y una bolsa de plástico. Ya en la clase, eligieron una papa por cada persona a la que guardaban resentimiento, escribieron su nombre en ella y la pusieron dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas. El ejercicio consistía en que durante una semana llevaran con ellos a todos lados esa bolsa de papas.”

“Naturalmente, la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento les mostró claramente el peso espiritual que cargaban a diario y cómo, mientras ponían la atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendían cosas que eran más importantes.”

“Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra “mochila” sentimental. Este ejercicio es una gran metáfora del precio que se paga a diario por mantener el resentimiento por algo que ya pasó y no puede cambiarse.”

“Sería muy bueno perdonar y dejarlas ir para llenarse de paz y calma. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario, en pequeñas dosis, pero que, finalmente, nos termina envenenando.”

“Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los máximos beneficiados somos nosotros mismos.”

“El perdón es una expresión de amor.”

“El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo.”

“No significa estar de acuerdo con lo que pasó, ni aprobarlo. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que nos lastimó. Simplemente, significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor o enojo.”

“La falta de perdón nos ata a las personas con el resentimiento. Nos tiene encadenados. La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu, ya que neutraliza los recursos emocionales.”

Pero también he leído que solamente merece perdón aquel que se arrepiente sinceramente.



EL PECADO



Isabela estaba aterrada. Sentada en el umbral de la cocina, tiritaba de miedo y de frío. Sus breves cuatro años no sabían qué hacer con la oscuridad de la noche campesina. Ni siquiera se animaba a mirar al cielo para ver si había estrellas y si alguna le guiñaba un ojo.



Tenía ganas de hacer pis, pero no quería moverse. Estaba adherida a la puerta como una enredadera. Sostenía las ganas porque sabía que ese era el pecado y que por él estaba purgando el castigo. No tenía que hacerse pis, estaba mal, era sucio.



De pronto sintió un ruido. Quedó paralizada, sin aire, mientras un líquido caliente, irreprimible, salía de sus profundidades y surcaba sus piernas desnudas hasta desembocar en los mosaicos formando un triste río de palizas y amenazas.



Su mamá siempre le pegaba cuando amanecía con la cama mojada y le decía cosas feas.



Ella cruzaba sus piernitas y apretaba fuerte, pero el agüita se escurría igual y ella sabía que la delataría.



Escuchó las llaves de la cerradura y su corazón aterrado dio una vuelta carnero en la pista del pecho.



La figura de su madre, gigante, terrible, se corporizó en el marco.



- Espero que esta vez te cures para siempre, asquerosa. ¡Ah, no! ¡Te volviste a mear! ¡Inmunda! Si no tenés arreglo, viniste con la cañería rota. Andá corriendo a lavarte. ¡Con agua fría!



Isabela corrió y se encerró en el baño. Dejó su ropa en un balde y se lavó. Mientras se secaba lloraba sin parar, en silencio. Seguía mojándose. Ella era una gota de agua en busca de un océano que la contuviera.



Cuando salió del baño vio a su papá en el pasillo, tan triste como ella. Corrió a abrazarlo y se colgó de su cuello. Él no dijo nada, solamente le acariciaba el pelo. Ambos escucharon el repiquetear de las chinelas maternas y se abrazaron más fuerte.



- Dame a esa mocosa que la llevo a dormir y no tanto mimo que es una roñosa, me tiene podrida de lavar sábanas y poner a secar el colchón…

- ¡No la toques! Yo me ocupo.

- Ah, jajaja. Era hora de que ocuparas de algo, imbécil.



Isabela recostó su cabeza sobre el hombro varonil, mientras iban a su cuarto.



El papá la acostó y le contó un cuento hasta que se quedó dormida. Soñó que corrían para subir a un tren.



Al día siguiente despertó sequita. Se acurrucó en la cama cuando escuchó pasos. Pero ante su sorpresa, fue su padre quien abrió la puerta. Parecía otro, estaba vestido para salir. Fue entonces cuando vio las valijas.



El padre dijo:

- Nos vamos, Isabela.

- ¿Y mamá? –preguntó ella con temor.

- Se queda.



Isabela no preguntó más. Le bastaba con saber que esa mujer no los acompañaría. Y se sintió distinta. Sintió que todas sus canillas funcionaban bien.



©Olga Liliana Reinoso



SANGRE DE BODAS




Era el mes de mayo y la fiesta de Akha Teej: el día elegido para mi boda en Madhya Pradesh. Hacía pocos días había cumplido 10 años.

Yo estaba muerta de miedo y quería desaparecer de ese lugar, quería que alguien se apiadara de mí y me llevara muy lejos. Pero sabía que casarme era mi destino, como el de todas las niñas hindúes.

Mis tíos y hermanos giraban alrededor de mí. Unos ponían henna en mis manos, otros me vestían con un sari rojo.

Treinta minutos antes de la ceremonia, me dejaron sola para que pudiera orar.

Estaba postrada sobre la alfombra cuando una sombra subrepticia penetró en el cuarto. Su mano tapó mi boca y no recuerdo más.

Cuando desperté, yacía acostada en un lecho confortable, pero no podía ver nada porque la sala estaba completamente a oscuras.

Pasé mucho tiempo en ese lugar, creo que fueron años. Mi cuerpo iba cambiando y creciendo. Una vez, al vestirme, descubrí mis pechos y me largué a llorar. Otro día, sentí que algo viscoso se precipitaba en la vasija donde orinaba y lloré mucho más.

Mientras tanto, la sombra entraba y salía en silencio. Me higienizaba, me daba alimento, pero jamás hablaba.

A veces, yo la insultaba para que reaccionara y me explicara la razón de mi cautiverio. Pero nunca logré arrancarle una palabra. Cuando insistía demasiado, se llevaba las velas y los libros. Entonces, yo volvía a guardar silencio por un tiempo.

Por las noches, solía tener un sueño repetido. Escuchaba la voz de mi madre confortándome, y hasta sentía sus caricias. Pero al despertar, solamente las tinieblas me rodeaban.

Ayer, en el lugar de los libros encontré una carta que decía:

“Amada Kavita: perdóname si puedes. Lo hice para salvarte de la negación de tu libertad, de la pérdida de tu niñez y de la violencia. Pero ahora no hay más tiempo que perder, mi vida se acaba. La infibulación y los golpes de tu padre pudieron conmigo. Debes huir a Ouadadougou, en Burkina Faso, donde te protegerán. Te amaré más allá de la muerte. Tu madre”.

De día, me escondo entre los árboles y con las sombras de la noche avanzo. Avanzo.








lunes, 28 de mayo de 2012

LAS CUATRO ESTACIONES

LAS ESTACIONES DEL AÑO




¿Alguna vez se puso a pensar en que, según la estación del año que más nos atraiga, será nuestra personalidad?

Y no hablo del maquillaje “for export” ni de la imagen marketinera, sino de nuestra verdadera personalidad,

¿Nunca lo pensó? Entonces, un día de éstos, averigüe sutilmente las preferencias de algún interlocutor y luego saque sus propias conclusiones.

Los que optan por el verano son personas superficiales, amantes de las apariencias, cultores de la belleza física, poco propensos a la solidaridad, dicharacheros, perezosos, divertidos, proclives a eludir compromisos, enamoradizos, tal vez por aquello de “los amores de verano”.

Los que prefieren el invierno, en cambio, suelen ser introvertidos, tímidos, de intensa vida interior, despreocupados de su aspecto externo, contemplativos, reflexivos, afectuosos, con cierta tendencia a la depresión y, paradojalmente, hiperactivos.

Aquellos que eligen el otoño como estación preferida, tienen inmensa armonía interior, son conciliadores, amantes de la belleza plácida, degustadores de arte, amantes duraderos y consecuentes, fieles a su palabra, cumplidores de promesas.

Y los fanáticos de la primavera padecen una eterna adolescencia con los consecuentes síntomas de inmadurez crónica. Son cándidos, inocentones, bien intencionados, ingenuos, inconstantes, vitales, optimistas.

De más está decir que esto no es exacto, ni siquiera demasiado serio y por supuesto, no tiene absolutamente nada de científico. Es apenas un divertimento que surge de la observación de una misma y de otros congéneres. No sé si tendrá que ver con la fecha de nacimiento o con el momento de la gestación. No sé si será mimetismo con las condiciones climáticas o una cuestión meramente cultural.

Lo cierto es que no se me ocurría sobre qué tema escribir, entonces me puse a jugar con las palabras y salió esta especie de Carta Natal Estacional u horóscopo de equinoccios y solsticios, con lo cual vengo a demostrar que no hay que comprar buzones a cualquier “charlatán de feria” que pretenda convencernos acerca de los rasgos desconocidos de nuestra forma de ser. Que la fórmula más exacta es la introspección para poner en práctica aquella invalorable instrucción: “Conócete a ti mismo”. Y que, jugando jugando, vine a ejercer la medicina preventiva.

Pero mejor sería escuchar buena música, algo de Piazzolla, por ejemplo:

Invernal, porteño invierno como vos, brutal, igual que mi ternura igual, mi propia soledad... Verano porteño. O las cuatro estaciones de Vivaldi, sin distinción, porque todas son bellas.



©Olga Liliana Reinoso

sábado, 26 de mayo de 2012

SOMBRA HIPOACÚSICA

Bergantín de la luna



decile que me deje


que no me necesite


que no me dañe.


Araña de la noche


montalo sobre tu grupa


y abandonalo en el cristo del amanecer.


Yo que lo quise tanto


que fui su brasa amante


en el invierno eterno de la desolación.


Que le di a beber leche, melaza,


luz en celo


y me inmolé a sus plantas


con servil devoción.


De pronto, en la espesura


un reptil venenoso mimetizó su escama


con la seda de su piel.


Y me picó, engreído,


me mordió las entrañas


picoteó uno por uno


mis sándalos de amor.


Con la ignominia de las inquisiciones


arrasó mi cabeza


y me dio a beber vidrio para oír mi dolor.


Bailó danzas macabras


entre mis excrementos


ungiéndose asesino de mi urgente arrabal.


Me clavó cien palabras



ígneos hierros de odio

deshojó vena a vena

mi austero corazón.


Ahora vaga desiertos impíos


lobos hermafroditas lamen su llagaral

el viento lo desmembra

el granizo lo ahueca

frota lámparas de hambre


que no saben desear.


Pide perdón a todas las deidades azules


perdón a la hojarasca del otoño que amé


perdón a la nevisca lesbiana de las cumbres.


Pide perdón al nombre


con que un día fui nombrada.


Y mi sombra hipoacúsica


no lo puede escuchar.

©Olga Liliana Reinoso

lunes, 21 de mayo de 2012

DOLOR ETERNO

Palabras dagas boca veneno


odio fetal odio fatal dúo de matar.

Tridentes en el pecho

su danza de huracanes aviva la hoguera

y el fuego penetra uñas ligamentos vagina y ombligo.

Los pechos crepitan -pezón de ceniza maíz triturado-

que se bebe el cuervo.

No hay lengua en la tierra

que grite la pena del dolor cebado

un dolor obeso

vampiro gigante Frankenstein herido

por fausta metralla.

Nada lo redime nada lo sepulta

las estrellas muertas son puntas de flecha.

Se acabó el encanto

creció la basura absurda y bastarda:

la farsa asesina.

Galopan los potros del apocalipsis

sobre su cabeza de hidra maltrecha.

Sus ojos se arenan su voz es de escarcha

sus pies ya sin huella descaminan ciegos.

Lastimera lengua

burda flor hereje

no encuentra el origen

ni olfatea el miedo.

Virgen profanada

madre de orfandades

su boca escarcea plegarias de muerte.

Desnuda

escindida

desangrada y loca

vergüenza que late

porque la golpean.

Noche musculosa

dédalos de sangre

meandros de frío congelan su risa.

Único alhajero

arma blanca y digna

antídoto de agua

que brota a caudales.

Flotan camalotes sobre su cadáver

es leyenda urbana, incomunicada.



©Olga Liliana Reinoso



sábado, 19 de mayo de 2012

SALZANO 19 de mayo de 2012

Quiénes y cuándo


Llevame volando a la Luna. La nota de la campera. Chicos. Daniel Salzano.

• 19/05/2012 00:01 , por Daniel Salzano







Llevame volando a la Luna

Hoy / nublado / fresco / ventoso / cumplo años.

La verdad es que me hubiera gustado nacer el mismo día que Jerónimo Luis de Cabrera / nada más que para arrastrar el espadón sobre las piedras del área Peatonal.

O el mismo día que mi papá / que sabía mirar la lluvia como nadie / tomando un cafecito / detrás de la ventana.

Nací el mismo año en que Hitler invadió la Unión Soviética / que la aviación japonesa volteó el muñeco de Pearl Harbor (“¡Pearl Harbor bombed by japs!”) y que Orson Welles terminó de dirigir El Ciudadano / la verdad es que me hubiera gustado nacer el mismo día que Orson Welles.

Palabras de uso más frecuente en 1941: / Cinzano / Luftwaffe / Caruso / Flit / Joe Louis / chirola / tomá mate y avivate.

El disco más vendido: No volveré a sonreír, by Frank Sinatra / La verdad es que me hubiera gustado nacer el mismo día que Sinatra.

Es probable que el día de mi nacimiento / en el cine Capitol estrenaran una película de Catita / La verdad, me hubiera gustado llamarme Capitol.

Nací un 22 de mayo / lo mismo que Aznavour / ustedes dirán / ah Aznavour / el enanito que cantaba Venecia sin ti / bueno / lo que es yo no me quejo / Aznavour tiene toda la pinta de ser un hombre correctamente dolorido.

De niño iba a la estación del Belgrano a esperar la llegada de los trenes / la máxima expresión de la felicidad universal / de menos niño dormía con libros en el interior de las cobijas / y en la primera adolescencia me pillaron robando en la Casa Tía / la mercadería en cuestión era un lápiz de la marca Faber / de esto hace 51 años / loco / la casa Tía ya no existe / peor hubiera sido que birlara un lápiz de labios.

Mi vida como héroe de la clase trabajadora comenzó respondiendo a un clasificado en la sección Adolescentes / de La Voz del Interior / entré como cadete a una ferretería de la calle Sarmiento / me dieron un guardapolvo gris / de tres botones / y una bicicleta inspirada en el modelo universal de Bonafide / solamente Jesucristo caminando sobre las aguas debió haber sido tan feliz como yo repartiendo pedidos / en la bici / sabía cómo llegar a la calle Ibarbalz / a la Ricchieri / al pasaje Escuti / y a la bajada del Negrito Muerto / ¡ea ediles! / ¡qué coño hicieron con la bajada del Negrito Muerto!

Cuando sea grande / voy a tatuarme el escudo de la ciudad / en los omóplatos.

No le debo un peso a nadie / soy capaz de leer mientras camino / de escribir mientras leo / de caminar mientras escribo / y gano lo mismo que el león más viejo del zoológico / pero todo se me va en impuestos / en repuestos para el calefón / en espuma de afeitar / en medialunas / y en las fotografías tristes que compro en el negocio con forma de corazón que hay en el Paseo de las Artes.

Me gustan los temblores de la finada Monroe / y las piedras / chatas y redondas / para hacer sapos en las aguas del Suquía.

Y cumplir años.

Acuérdate / Córdoba / acuérdate de mí.

Hubo una época en la que me gustaba festejar mi cumpleaños en el cine / con el niño que fui / para escuchar los ruidos provenientes de las series de Flash Gordon / slam / bang / crash / ough / smack / ahora seguimos yendo al cine como antes / pero para ver películas de amor.

King Kong / por ejemplo / es una gran película de amor.

La verdad es que a mí me hubiera gustado nacer el mismo día que King Kong.

Y ahora vayamos al grano: tengo la misma estatura que la mayoría silenciosa / los mismos pantalones / formo parte de la historia invisible de la Nueva Andalucía / y conservo un bibliorato donde archivo las cartas que le mando a Dios / Muy Señor Mío: / te ruego encarecidamente que me facilites un caño para darle con tutti a la escritura / un escritor tiene que ser estimulante / Señor / tempestuoso / atronador / equilibrado / grave / me gustaría hacer espuma con las letras / por favor / me gustaría saber que en este mismo momento hay alguien que lee esta página del diario en el cuartel de Bomberos / en el Hospital Misericordia / en la Facultad de Agronomía / en algún liceo de señoritas / tengo 64 años / nena / llevame volando a la Luna.

Con una mezcla de miedo y de vergüenza / voy cada seis meses al cardiólogo para que me estudie el corazón / el corazón de los escritores / tiene la textura de un chicle Bazooka bien inflado / menos el mío / que tiene el tamaño del puño de un niño / de un niño enfurecido.

Ahora mismo / a 600 metros sobre el nivel del mar / a 814 kilómetros del océano / Atlántico / a ocho cuadras de la iglesia Catedral / y a 50 metros del duelo de semáforos de la plaza España / escribo con la columna vertebral apilada sobre el pescuezo de la máquina como si fuera un pura sangre / el tiempo llegó / el tiempo se fue / el tiempo nunca vuelve / todo lo que tengo es lo que ahora mismo me rodea / finamente espolvoreado por una capa de ternura.

Y ahora una pregunta que tiene mucho que ver con mi futuro:/ ¿Cómo se llama la canción más provocativa de los Beatles? /When I’m sixty four / o sea: / Cuando tenga 64.

¡64 años!

De los cinco que éramos sólo hemos quedado tres: / Ringo, Paul y yo.

La nota de la campera

Dios mío, he perdido la campera / la llevaba sobre el hombro / estoy seguro / y en los 100 metros que van desde el bar Sorocabana a Barujel la perdí / se fue / se escapó / me dejó / se la llevaron / fui tres veces para allá y otras tres veces para acá / rezándole / buscándola / imaginando / amigos / lo que sería vivir sin ella / yo creo que fue entonces / cuando empecé a dudar de mi inmortalidad.

El mundo está lleno de gente que no pierde nada / personas que antes de acostarse / acomodan el mocasín del 39 con el mocasín del 39 / que llevan chirolas en el bolsillito del pantalón para que el taxista no se quede con el vuelto / tipos que nacen con los genomas acomodados como soldaditos / oh, ya saben a quiénes me refiero / gente que solamente va al cine si las películas son buenas / jamás les vas a escuchar decir / que perdieron una campera / siempre creí que de mí sólo quedaría la campera / siempre creí que de la campera sólo quedaría yo / nunca pensé que ingresaría de esa manera a la cofradía de los desgraciados.

Recuerdo que cuando la compré / en el pasaje Muñoz / entré al probador / y me tiré 10 minutos / mirándome la espaldas / no crean que hay mucha gente que se haya mirado las espaldas / me la llevo puesta / dije / y eso hice.

Como la desesperación / o la buena suerte / o la melancolía / la campera tenía su olorcito / olía como los poemas de amor de Pablo Neruda / olía como un western de John Ford / olía a pendejo / a muchachito triste que aún tiene ganas de jugar / a veces la colgaba en el perchero del diario / amaba su desnudez / y el cierre que como las vías del ferrocarril empezaba en el cuello y terminaba en la espalda.

Sólo hay una manera de saber a ciencia cierta / que esa es mi campera / adentro tiene un libro de Capote de 18 por 24 / lo llevaba conmigo a todas partes / porque nunca se sabe en qué momento se le va acabar la nafta al colectivo.

Si hay algo que yo sabía hacer / era usarla / hubo un tiempo / el tiempo de los chocolatines / en que yo esperaba a una mujer / en una esquina de Caseros / con la campera abierta / ella llegaba / me abrazaba / hacía mucho frío / yo subía el cierre / y quedábamos unidos / parecíamos un amorcito / de cuatro patas.

Ya sé que existimos / y eso es todo / pero aquí está faltando mi campera / una prenda escasamente filosófica / no quiero perder tiempo hablando del destino / cada día que pase voy a hacer una muesca en la pared / como los presos / cuando llegue al tres mil / ya seré viejo.

No sé si llevaba plata / no creo / yo no le doy bola a las monedas / ella tampoco / pero si alguien la encuentra que me llame / de pequeñas historias como esta / está hecha la sangre de las cosas.

Chicos

Todo esto sucedió durante el famoso invierno en que no podía salir por causa de la gripe y me la pasaba observando la calle para apresurar la llegada de mi amigo Tito Bravo, que medía 120 centímetros de altura, usaba championes Pampero, entraba a casa sin llamar, y me decía, por ejemplo, vamos a jugar a la Casa Colorada.

Para jugar a la Casa Colorada poníamos una pelota de goma en el centro de la alfombra, acomodábamos una pila de almohadones alrededor y decíamos estas son las camisetas de Boca, estas las de Ñuls y estas son para correr la maratón. Yo era el encargado de atender y él de hacer los paquetes y hablar por teléfono con Pascualito Pérez.

Supongamos que entraba un cliente y pedía una camiseta de Peñarol, entonces, Tito Bravo decía sirvasé, aquí está, son 12 con 90 y yo hacía el ruido de la caja registradora ping pling, buenos días caballero.

Todo esto sucedió durante el famoso invierno en que no pude salir a la calle por causa de la gripe y al llegar la primavera me regalaron un perro de verdad, el Mambrú, que cuando jugábamos a la Casa Colorada tenía la misión de morder a los ladrones.

Pero como los ladrones no entraban nunca, el Mambrú se aburría mucho y ladraba, y Tito Bravo decía que nos íbamos a fundir porque espantaba a la clientela.

Cuando nos peleamos, dividimos la plata de las ganancias en dos mitades. 11.689.000.000 pesos para cada uno. Para mí, el secante y las rodilleras de Carrizo, y para él el sello fechador y la camiseta de Mario Boyé.