sábado, 19 de mayo de 2012

SALZANO 19 de mayo de 2012

Quiénes y cuándo


Llevame volando a la Luna. La nota de la campera. Chicos. Daniel Salzano.

• 19/05/2012 00:01 , por Daniel Salzano







Llevame volando a la Luna

Hoy / nublado / fresco / ventoso / cumplo años.

La verdad es que me hubiera gustado nacer el mismo día que Jerónimo Luis de Cabrera / nada más que para arrastrar el espadón sobre las piedras del área Peatonal.

O el mismo día que mi papá / que sabía mirar la lluvia como nadie / tomando un cafecito / detrás de la ventana.

Nací el mismo año en que Hitler invadió la Unión Soviética / que la aviación japonesa volteó el muñeco de Pearl Harbor (“¡Pearl Harbor bombed by japs!”) y que Orson Welles terminó de dirigir El Ciudadano / la verdad es que me hubiera gustado nacer el mismo día que Orson Welles.

Palabras de uso más frecuente en 1941: / Cinzano / Luftwaffe / Caruso / Flit / Joe Louis / chirola / tomá mate y avivate.

El disco más vendido: No volveré a sonreír, by Frank Sinatra / La verdad es que me hubiera gustado nacer el mismo día que Sinatra.

Es probable que el día de mi nacimiento / en el cine Capitol estrenaran una película de Catita / La verdad, me hubiera gustado llamarme Capitol.

Nací un 22 de mayo / lo mismo que Aznavour / ustedes dirán / ah Aznavour / el enanito que cantaba Venecia sin ti / bueno / lo que es yo no me quejo / Aznavour tiene toda la pinta de ser un hombre correctamente dolorido.

De niño iba a la estación del Belgrano a esperar la llegada de los trenes / la máxima expresión de la felicidad universal / de menos niño dormía con libros en el interior de las cobijas / y en la primera adolescencia me pillaron robando en la Casa Tía / la mercadería en cuestión era un lápiz de la marca Faber / de esto hace 51 años / loco / la casa Tía ya no existe / peor hubiera sido que birlara un lápiz de labios.

Mi vida como héroe de la clase trabajadora comenzó respondiendo a un clasificado en la sección Adolescentes / de La Voz del Interior / entré como cadete a una ferretería de la calle Sarmiento / me dieron un guardapolvo gris / de tres botones / y una bicicleta inspirada en el modelo universal de Bonafide / solamente Jesucristo caminando sobre las aguas debió haber sido tan feliz como yo repartiendo pedidos / en la bici / sabía cómo llegar a la calle Ibarbalz / a la Ricchieri / al pasaje Escuti / y a la bajada del Negrito Muerto / ¡ea ediles! / ¡qué coño hicieron con la bajada del Negrito Muerto!

Cuando sea grande / voy a tatuarme el escudo de la ciudad / en los omóplatos.

No le debo un peso a nadie / soy capaz de leer mientras camino / de escribir mientras leo / de caminar mientras escribo / y gano lo mismo que el león más viejo del zoológico / pero todo se me va en impuestos / en repuestos para el calefón / en espuma de afeitar / en medialunas / y en las fotografías tristes que compro en el negocio con forma de corazón que hay en el Paseo de las Artes.

Me gustan los temblores de la finada Monroe / y las piedras / chatas y redondas / para hacer sapos en las aguas del Suquía.

Y cumplir años.

Acuérdate / Córdoba / acuérdate de mí.

Hubo una época en la que me gustaba festejar mi cumpleaños en el cine / con el niño que fui / para escuchar los ruidos provenientes de las series de Flash Gordon / slam / bang / crash / ough / smack / ahora seguimos yendo al cine como antes / pero para ver películas de amor.

King Kong / por ejemplo / es una gran película de amor.

La verdad es que a mí me hubiera gustado nacer el mismo día que King Kong.

Y ahora vayamos al grano: tengo la misma estatura que la mayoría silenciosa / los mismos pantalones / formo parte de la historia invisible de la Nueva Andalucía / y conservo un bibliorato donde archivo las cartas que le mando a Dios / Muy Señor Mío: / te ruego encarecidamente que me facilites un caño para darle con tutti a la escritura / un escritor tiene que ser estimulante / Señor / tempestuoso / atronador / equilibrado / grave / me gustaría hacer espuma con las letras / por favor / me gustaría saber que en este mismo momento hay alguien que lee esta página del diario en el cuartel de Bomberos / en el Hospital Misericordia / en la Facultad de Agronomía / en algún liceo de señoritas / tengo 64 años / nena / llevame volando a la Luna.

Con una mezcla de miedo y de vergüenza / voy cada seis meses al cardiólogo para que me estudie el corazón / el corazón de los escritores / tiene la textura de un chicle Bazooka bien inflado / menos el mío / que tiene el tamaño del puño de un niño / de un niño enfurecido.

Ahora mismo / a 600 metros sobre el nivel del mar / a 814 kilómetros del océano / Atlántico / a ocho cuadras de la iglesia Catedral / y a 50 metros del duelo de semáforos de la plaza España / escribo con la columna vertebral apilada sobre el pescuezo de la máquina como si fuera un pura sangre / el tiempo llegó / el tiempo se fue / el tiempo nunca vuelve / todo lo que tengo es lo que ahora mismo me rodea / finamente espolvoreado por una capa de ternura.

Y ahora una pregunta que tiene mucho que ver con mi futuro:/ ¿Cómo se llama la canción más provocativa de los Beatles? /When I’m sixty four / o sea: / Cuando tenga 64.

¡64 años!

De los cinco que éramos sólo hemos quedado tres: / Ringo, Paul y yo.

La nota de la campera

Dios mío, he perdido la campera / la llevaba sobre el hombro / estoy seguro / y en los 100 metros que van desde el bar Sorocabana a Barujel la perdí / se fue / se escapó / me dejó / se la llevaron / fui tres veces para allá y otras tres veces para acá / rezándole / buscándola / imaginando / amigos / lo que sería vivir sin ella / yo creo que fue entonces / cuando empecé a dudar de mi inmortalidad.

El mundo está lleno de gente que no pierde nada / personas que antes de acostarse / acomodan el mocasín del 39 con el mocasín del 39 / que llevan chirolas en el bolsillito del pantalón para que el taxista no se quede con el vuelto / tipos que nacen con los genomas acomodados como soldaditos / oh, ya saben a quiénes me refiero / gente que solamente va al cine si las películas son buenas / jamás les vas a escuchar decir / que perdieron una campera / siempre creí que de mí sólo quedaría la campera / siempre creí que de la campera sólo quedaría yo / nunca pensé que ingresaría de esa manera a la cofradía de los desgraciados.

Recuerdo que cuando la compré / en el pasaje Muñoz / entré al probador / y me tiré 10 minutos / mirándome la espaldas / no crean que hay mucha gente que se haya mirado las espaldas / me la llevo puesta / dije / y eso hice.

Como la desesperación / o la buena suerte / o la melancolía / la campera tenía su olorcito / olía como los poemas de amor de Pablo Neruda / olía como un western de John Ford / olía a pendejo / a muchachito triste que aún tiene ganas de jugar / a veces la colgaba en el perchero del diario / amaba su desnudez / y el cierre que como las vías del ferrocarril empezaba en el cuello y terminaba en la espalda.

Sólo hay una manera de saber a ciencia cierta / que esa es mi campera / adentro tiene un libro de Capote de 18 por 24 / lo llevaba conmigo a todas partes / porque nunca se sabe en qué momento se le va acabar la nafta al colectivo.

Si hay algo que yo sabía hacer / era usarla / hubo un tiempo / el tiempo de los chocolatines / en que yo esperaba a una mujer / en una esquina de Caseros / con la campera abierta / ella llegaba / me abrazaba / hacía mucho frío / yo subía el cierre / y quedábamos unidos / parecíamos un amorcito / de cuatro patas.

Ya sé que existimos / y eso es todo / pero aquí está faltando mi campera / una prenda escasamente filosófica / no quiero perder tiempo hablando del destino / cada día que pase voy a hacer una muesca en la pared / como los presos / cuando llegue al tres mil / ya seré viejo.

No sé si llevaba plata / no creo / yo no le doy bola a las monedas / ella tampoco / pero si alguien la encuentra que me llame / de pequeñas historias como esta / está hecha la sangre de las cosas.

Chicos

Todo esto sucedió durante el famoso invierno en que no podía salir por causa de la gripe y me la pasaba observando la calle para apresurar la llegada de mi amigo Tito Bravo, que medía 120 centímetros de altura, usaba championes Pampero, entraba a casa sin llamar, y me decía, por ejemplo, vamos a jugar a la Casa Colorada.

Para jugar a la Casa Colorada poníamos una pelota de goma en el centro de la alfombra, acomodábamos una pila de almohadones alrededor y decíamos estas son las camisetas de Boca, estas las de Ñuls y estas son para correr la maratón. Yo era el encargado de atender y él de hacer los paquetes y hablar por teléfono con Pascualito Pérez.

Supongamos que entraba un cliente y pedía una camiseta de Peñarol, entonces, Tito Bravo decía sirvasé, aquí está, son 12 con 90 y yo hacía el ruido de la caja registradora ping pling, buenos días caballero.

Todo esto sucedió durante el famoso invierno en que no pude salir a la calle por causa de la gripe y al llegar la primavera me regalaron un perro de verdad, el Mambrú, que cuando jugábamos a la Casa Colorada tenía la misión de morder a los ladrones.

Pero como los ladrones no entraban nunca, el Mambrú se aburría mucho y ladraba, y Tito Bravo decía que nos íbamos a fundir porque espantaba a la clientela.

Cuando nos peleamos, dividimos la plata de las ganancias en dos mitades. 11.689.000.000 pesos para cada uno. Para mí, el secante y las rodilleras de Carrizo, y para él el sello fechador y la camiseta de Mario Boyé.



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