martes, 31 de enero de 2012

SILVA PRISIONERA

Estoy presa, con las puertas abiertas.
Parece que estoy muerta
(tengo el alma baldía).
No hay pájaros del alba
ni una ilusión que aflore en mis jardines.
Río, lloro, me escondo
en este hondo silencio
que vive sangre adentro, mutilado.
La gente sólo ve el barniz del mueble
no admira su madera
donde estoy prisionera
sin ramas, sin raíces, sin pimpollos
apretujada y sola
ahogada por la ola
de este mar que me llama a lo profundo
lejos ya de este mundo
donde no hallo placeres
sino multiplicar mis padeceres.
¿A quién hice sufrir?
¿A quién, a quién ofendo?
Que insaciable agiganta el sustraendo
y me resta la fe y las energías.
Yo, que ostento medalla de alegría…
Fatal hipocresía
¿A quién sigo mintiendo?
He fallado, lo admito
¿Adónde fue a parar mi inteligencia?
Maldita negligencia:
no puedo sobornar mi corazón.
Estoy en cruento duelo
cancelaron mi vuelo
en medio del desierto estoy varada
con miedo a todo y sin creer en nada.
Alejate de mí
impotencia fatal
devolveme la risa cotidiana.
No he sido yo quien convidó manzanas.
¿por qué me expulsan hoy del paraíso?
Quiero volver a verme
amanecer crepúsculos ardientes
y la palabra gracias
dulce de tal manera
que engalane mi boca pordiosera
que la bondad se expanda por las calles
y en una sensitiva primavera
la fe deje de ser una quimera
y que el amor no sea una utopía.
©Olga Liliana Reinoso

PRESIDENTE Y PRESIDENTA



Desde que la Dra. Cristina Fernández asumió en su cargo, se ha venido debatiendo, en algunos sectores de la sociedad, el uso correcto o incorrecto de la palabra presidenta con la que ella se autodenomina.

Los detractores de este "neologismo" argumentan que el sufijo "ente", que se agrega a la raíz de la palabra para añadirle significado: en este caso "ocupación u oficio", es invariable en cuanto al género. Por lo tanto, dicen, no corresponde la terminación "enta" porque no existe.

Hasta aquí se está hablando de la Lengua (o idioma) que es inamovible y contiene una serie de normas.

Pero el uso del lenguaje es mucho más complejo. Una cosa es la normativa y otra el uso que los hablantes hacemos del idioma, o sea el HABLA. El habla es un elemento vivo, en permanente cambio, que fluctúa según las necesidades que van surgiendo por el avance de la tecnología o los cambios sociales.

El profesor Agenor González Valencia, en la página web El espacio latino.com admite que en la actualidad se ha creado una forma femenina en -a (presidenta).

Lo que no explica el mencionado docente es la razón -NO ARBITRARIA- de la creación de esta palabra y que está relacionado con los cambios socioculturales.

Hasta hace pocos años era impensable que una mujer estuviera al mando del Poder Ejecutivo, sencillamente porque ese era un lugar reservado a los hombres. Por lo tanto, la palabra presidenta era innecesaria ya que no existía el cargo que nombraba. Pero los tiempos cambiaron y hoy existe el cargo ejercido por varias mujeres en distintos países latinoamericanos, por lo cual no resulta desatinado que se las llame PRESIDENTAS. Hacemos extensiva esta explicación para otros cargos que recientemente comenzaron a ejercer las mujeres.

Es que nuestro idioma y muchos hablantes son tan machistas que no quieren ni pueden admitir los cambios.

Homo Juicioso




Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona
UNO A Rodríguez lo bajan de un avión de Spanair, aerolínea perdedora, hasta ahora bancada por la Generalitat de Catalunya, y súbitamente condenada, sin juicio previo, a no volar vaya uno a saber hasta cuándo, hasta dónde. Todo lo que subía ahora baja y los acontecimientos se precipitan. Aguda ley de gravedad. Y, de regreso en casa, Rodríguez descubre que su familia ha cambiado de lugar el liviano mobiliario marca IKEA para que imite más o menos a la disposición de un tribunal. Esposa, hija e hijo mirándolo fijo. Rodríguez no alcanza a distinguir quién asume cada rol (juez, abogado, fiscal), pero sí tiene clara la verdad y nada más que la verdad de que el acusado es él. Rodríguez busca intuitivamente el rostro de su pequeño hijo (Rodríguez prefiere no detenerse en los rostros ciegos y justicieros de su mujer y de su primogénita, hembras que no lo pueden ver y le echan la culpa de todo) imaginando que al pequeño le habrá tocado el rol de joven e inexperto pero honesto e iluso abogado. Algo así como uno de esos papeles que le tocaban a Chris O’Donnell. ¿Y qué ha sido de Chris O’Donnell?, se pregunta Rodríguez. ¿Se lo comieron Leonardo DiCaprio y Matt Damon? ¿O es que los juzgados de Hollywood nunca le perdonaron eso de Robin? Y Rodríguez, quien siempre se sintió, o le gustaría sentirse, un poco como los triunfales abogados vencidos que retrataron Paul Newman en The Verdict o George Clooney en Michael Clayton –tipos siempre listos para la redención final y definitiva– se descubre de pronto como otra cosa. Otra cosa muy diferente. Rodríguez como una especie de Nicolas Cage, ese alguna vez buen actor que en algún momento se declaró loco, o al menos eso atestigua su demencial y reciente carrera con títulos –inolvidables por todas las razones incorrectas– como The Wicker Man o Ghost Rider y quien en los últimos estrenos ha descollado más bien como tipo con problemas legales, conflictos impositivos y por la insanía temporal haber bautizado a su hijito como Kal-El. Así, Rodríguez escoge a Nicolas Cage en The Weather Man. Una de sus pocas y contadas buenas películas del tercer milenio. Un tipo al que culpan absolutamente de todo mientras sólo intenta hacer las cosas –pocas cosas, decir que saldrá el sol o que se viene la tormenta y llevarse bien con su familia– de la mejor manera posible. Pero hace ya años que Rodríguez comprendió que intentar hacer las cosas bien (y que te salgan mal) es uno de esos crímenes dignos de irrompible cadena perpetua sin fianza o atenuantes.

Y que la inocencia –que vale más bien poco– te valga.

DOS Lo de su familia, en cambio, es síntoma de algo más reciente y preocupante. En la España de la crisis, todo es –de golpe– terminología legal, todo está en tela de juicio. Hay litigios por todas partes y a toda hora. Y los noticieros son algo así como cursos acelerados de retorcido Derecho. Pilas y pilas de inflamables legajos acumulándose, sumarios por restar que se multiplican entre divisiones irreconciliables. Un desfile constante de culpables y de inocentes barajados como las cartas de un tarot loco donde a menudo salen El Juicio, El Loco, El Mundo, La Rueda de la Fortuna, El Ahorcado, La Muerte y muy pocas veces aparece La Justicia. Aquí vienen, éstos son: el superjuez y megaprocesado Garzón paseándose en simultánea por tres tribunales; jueces que se perpetúan en sus cargos (algunos, como revela un informe en El País, con serios problemas psicológicos); la inminente modificación en reversa de la Ley del Aborto; la idea de que las apelaciones en segunda instancia sean de aquí en más pagadas por el insatisfecho (abriendo la puerta a ricos sus querellas previo paso por caja y a la clase media y clase cuarta resignándose al marche preso y a pelar cajas de patatas); el hacker zaragozano que difundió el nuevo tema de Madonna; la interminable picaresca del empresario Ruiz-Mateos & Hijos; la condena al árbitro del último Real Madrid-Barça; la insatisfacción y dudas ciertas por los veredictos alcanzados por jurados populares o profesionales como en el reciente caso de Marta del Castillo (y es que por aquí el pueblo está más cerca del expeditivo Método Fuenteovejuna que del sarcasmo de níveas pelucas británicas o de la tecno-jerga tramposa del legal-thriller made in USA); la cada vez más próxima y más esperada declaración del yerno real Iñaki Urdangarin; la ley SOPA y el cierre de Megaupload y la encarcelación de su rotundo y orondo magnate (quien al menos, piensa Rodríguez, no ha incurrido en posturas del tipo Manu Assange en el bosque de Sherwood); la imputación a José Blanco del PSOE y la absolución en el asunto ese de los trajes regalados o no (por cinco votos contra cuatro) de Francisco Camps del PP quien, en el momento de escuchar la sentencia, frente a las cámaras, no se privó de sonreír, mirar al cielo, guiñar un ojo a las alturas, y decir “Gracias, Dios mío” con la divina satisfacción y sacra soberbia de quien siente que, sí, Dios es suyo.

TRES La cumbre demencial del síntoma se alcanzó días atrás, en uno de esos aulladores programas farandulescos de la tarde donde –luego de meses de bromitas varias cada vez más pesadas– un tertuliano le recordó una vez más a una tertuliana esa torrencial pajita que ella negaba haberle hecho una noche, décadas atrás. Así, ambos consintieron en someterse, en vivo y en directo, a hipnosis y polígrafos para ver quién mentía. Resultado: los dos decían la verdad. O algo así. Enseguida, más alaridos discutiendo la sintaxis y ambigüedades de las preguntas como si uno y otra hubiesen sido abducidos por una novela, por desgracia, más cercana a John Grisham que a Scott Turow.

Ahora, Rodríguez observa la nueva decoración de su pisito hipotecado y –desbalanceado, sin confiar en ninguna balanza– decide dar media vuelta y pedir asilo en el bar de la esquina. Breve libertad bajo palabra. Hace mucho frío y, de camino a la caña y a la tapa, Rodríguez pasa frente a un local del INEM donde muchos hacen cola para anotarse en la lista del paro. Son unos sesenta ahí; pero –según últimos datos– son en total 5.273.600 desempleados, el 22,8 por ciento del censo de población activa. Y va a haber muchos más, parece. Por lo pronto, hacia aquí vuelan los frescos desocupados de aviones y oficinas de Spanair. Más habitantes para esa burbujeante e inmobiliaria casa desolada –legal y dickensiana y en permanente deconstrucción– llamada España.

Rodríguez pasa por al lado, intentando no verlos, pero sintiendo cómo lo miran.

Algunos hablan solos y mueven mucho los brazos. Como Nicolas Cage.

Rodríguez quiere pensar que mantienen apasionadas y salvadoras conversaciones a través de caros móviles de esos que se enchufan en el oído.

Pero no. Silencio en la sala. Hablan solos.

¿Cómo era que se llamaba eso?

Ah, sí: perder el juicio.

domingo, 29 de enero de 2012

Llueve



Si lloviera
sería más frondoso
el rumor de este día
que amanece.
La lluvia –dijo Borges-
es algo que sucede
en el pasado.
Pero yo voy a gritar
presente
a la sexy gotita pionera
que se estrelle de amor
sobre mi techo
o implosione
en la lujuria de la tierra.

Llueve.
El cielo se amotina
tras oscuros bigotes nubarrones
y es en esa espesura
tambaleante
cuando resuena el grito
y exhalan su perfume
las mandrágoras.
©Olga Liliana Reinoso

LOS 7 EGOS

Los 7 egos

En la hora más silente de la noche, mientras estaba yo acostado y dormitando, mis siete egos sentáronse en rueda a conversar en susurros, en estos términos:
Primer Ego: -He vivido aquí, en este loco, todos estos años, y no he hecho otra cosa que renovar sus penas de día y reavivar su tristeza de noche. No puedo soportar más mi destino, y me rebelo.
Segundo Ego: -Hermano, es mejor tu destino que el mío, pues me ha tocado ser el ego alegre de este loco. Río cuando está alegre y canto sus horas de dicha, y con pies alados danzo sus más alegres pensamientos. Soy yo quien se rebela contra tan fatigante existencia.
... Tercer Ego: - ¿Y de mi qué decís, el ego aguijoneado por el amor, la tea llameante de salvaje pasión y fantásticos deseos? Es el ego enfermo de amor el que debe rebelarse contra este loco.
Cuarto Ego: -El más miserable de todos vosotros soy yo, pues sólo me tocó en suerte el odio y las ansias destructivas. Yo, el ego tormentoso, el que nació en las negras cuevas del infierno, soy el que tiene más derecho a protestar por servir a este loco.
Quinto Ego: -No; yo soy, el ego pensante, el ego de la imaginación, el que sufre hambre y sed, el condenado a vagar sin descanso en busca de lo desconocido y de lo increado... soy yo, y no vosotros, quien tiene más derecho a rebelarse.
Sexto Ego: -Y yo, el ego que trabaja, el agobiado trabajador que con pacientes manos y ansiosa mirada va modelando los días en imágenes y va dando a los elementos sin forma contornos nuevos y eternos... Soy yo, el solitario, el que más motivos tiene para rebelarse contra este inquieto loco.
Séptimo Ego: - ¡Qué extraño que todos os rebeléis contra este hombre por tener a cada uno de vosotros una misión prescrita de antemano! ¡Ah! ¡Cómo quisiera ser uno de vosotros, un ego con un propósito y un destino marcado! Pero no; no tengo un propósito fijo: soy el ego que no hace nada; el que se sienta en el mudo y vacío espacio que no es espacio y en el tiempo que no es tiempo, mientras vosotros os afanáis recreándoos en la vida. Decidme, vecinos, ¿quién debe rebelarse: vosotros o yo?
Al terminar de hablar el Séptimo Ego, los otros seis lo miraron con lástima, pero no dijeron nada más; y al hacerse la noche más profunda, uno tras otro se fueron a dormir, llenos de una nueva y feliz resignación.
Sólo el Séptimo Ego permaneció despierto, mirando y atisbando a la Nada, que está detrás de todas las cosas.
Khalil Gibrán

Despertar en domingo



Cómo disfruto del amanecer
cuando la casa acalla sus quejumbres
y la ventana al sol es una lumbre
que –adolescente tímida- se eleva.
Saborear el café sin más apremios
que una miga de pan y mermelada
mientras pinta sus labios la alborada
y la brisa recita este verano.
Disfrutar del silencio alborotado
de un reciénmedespierto sin palabras
crean o no, digan abracadabra,
apuesto: no me sale un monosílabo.
Me deleita tramar esta jornada
con vaporosos pliegues de esperanza
aunque al correr del tiempo, la añoranza,
me pierda en un constante desvarío.
Siento que el hemisferio se levanta
en circular rodeo por mi cama
descuelgo mi fervor, cuelgo el pijama
mientras se humecta mi ansia dominguera.
Saludo a mis dos perras entrañables,
abro el ordenador, leo poesía.
Qué bella forma de empezar el día
nutriéndome con los callados versos.
Después llega el trajín, los desayunos
preparar el almuerzo sin premura
cocinando al estilo alta costura
bifes, ñoquis, bélicas ensaladas.
La rutina no aplaca mis pudores
me coloca alfileres en la espalda
voto a Quino, sonrío, soy Mafalda.
Díganme: ¿quién me quita lo bailado?
©Olga Liliana Reinoso

sábado, 28 de enero de 2012

Daniel Salzano. Y van...











Quiénes y cuándo
Hi Yo Silver. Antonio Agri, violín de la “madonna”. Calcio, hierro y fósforo. Antes de que Colón llegara a América, Gaetano de Santa María Porto ya era un santo. Daniel Salzano.
28/01/2012 00:01 , por Daniel Salzano
Hi Yo Silver

No soy capaz de precisar exactamente cuándo, pero, créanme, hubo un momento en que todo andaba más o menos bien en la Argentina: abrías la heladera y te encontrabas con un botellón de leche de La Lácteo y media docena de bifes de marucha. La belleza era un calendario de Eveready ilustrado por dos gatitos saltarines; en el reverso de los billetes de un peso, las vacas, ubérrimas, miraban pasar el ferrocarril de la dulzura y, sentado en el umbral, yo leía y releía las aventuras del Llanero Solitario.

La verdad es que hacía más de 10 años que no escribía del Llanero Solitario, de quien a estas alturas no sabría decir si está vivo o si está muerto, pero resulta que en el quiosco de revistas de la esquina acabo de ver un libro azul, editado en Barcelona, que reproduce sus mejores historietas. Lo ves al Llanero en la tapa, en primer plano, y te dan ganas de arrodillarte, como en el confesionario.

Eso en cuanto al legendario combói de guantes de cabritilla, sombrero Stetson y balas de plata del calibre 45.

En cuanto a la Argentina propiamente dicha, todo lo que podría asegurar a estas alturas es que se parece a Silvio Rodríguez inmediatamente después de haber perdido el unicornio: las cosas han dejado de salirnos bien y vivimos en tal estado de confusión que somos incapaces de saber a quién queremos más, si a los malos o a los buenos.

Eso es verdaderamente lo que extraño del Llanero de las balas de plata, un hombre de tinta china que sabía lo que decía y lo que quería. Ése es un comanche, decía. Y acertaba. Ése es un pawnee, decía. Y acertaba. O desenfundaba y movía el chumbo en todas direcciones, como el aletear de una libélula. Los buenos eran los que permanecían de pie y los malos, los que caían.

Y, para terminar, una pregunta de examen: ¿qué decía el Llanero en el último cuadrito al mismo tiempo que Silver alzaba las manos, oh dulce caballito?

Dale, loco, decilo de nuevo, de nuevo, de nuevo:

–¡Hi Yo Silver!

Antonio Agri, violín de la “madonna”

Una vez en el bar del Hotel Bauen, Buenos Aires, Antonio Agri, violín de la madonna, levantó un cuchillo por el mango, lo puso de perfil contra la luz y permaneció observando el filo con un ojo a cada lado. Fue la única vez que lo vi a menos de cinco metros de distancia, pero ahora, a punto de escribir sobre su historia, aquella imagen opera en mi recuerdo con la fuerza de un disparo.

Agri Antonio, como el filo del cuchillo con el que lo vi separar el mundo en dos mitades, tuvo que aprender desde chico a ubicarse en el centro del tablero. Y es que, si quería, podía tocar el violín igual de bien que Alfredo Gobbi. O como Agustín Bardi.

El problema es que ni había estudiado ni había practicado lo suficiente. Tocaba con un violín del Ejército de Salvación y no se avergonzaba por leer, en lugar de memorizar, la partitura. Y sin embargo era capaz de improvisar. Piazzolla levantaba la cabeza como un ganso, se tragaba la reprimenda y nunca le decía nada, porque Agri, según él, estaba un escalón por encima de Bardaro y otro por debajo de Francini.
En 1948, consta en actas, tras una reunión celebrada en un bar de Rosario, su ciudad, Agri Antonio, de 15 años, consiguió conciliar los intereses musicales de la barra formando un quinteto de cámara que, sin dejar de dar la vida por Beethoven, aceptó inscribirse en Sadaic con el nombre de Los Poetas del Tango. De pinta, era igual: llevaba el esmokin como un joyero de la Quinta Avenida, pero cuando hundía la cabeza en el violín te dabas cuenta de que su mayor virtud estaba en la mirada. Agri tocaba con los ojos cerrados.

En 1962, Piazzolla, que estaba trazando los planos para la tercera fundación de Buenos Aires, lo citó para una prueba. Consta en actas. Agri toleró el tuteo, cerró los ojos y con el cuchillo de las grandes ocasiones le tatuó sobre la frente una definición del pensamiento musical urbano. Acababa de nacer el Quinteto Nuevo Tango. Y después vino el Octeto. Y el Onceto. Y el Treceto. Tocaron tantos años juntos que ya ni miraban por dónde caminaban.

Mientras tanto, de la vieja ciudad no había quedado casi nada. Y de la nueva, habían destrozado casi todo.

Piazzolla tardó menos que él en desertar.

Agri Antonio, violín de la madonna, cerró un ojo desde entonces y permaneció vivo calculando el preciso lugar de la mitad. Sefiní.

Yo que usted, escuchaba sus discos, forastero.

Calcio, hierro y fósforo

1) ¿Es capaz de reproducir el sonido del timbre de su primer hogar? Agregue los detalles que estime convenientes.
2) ¿Quién vive ahora en esa casa?
3) Perro, ¿tuvo o no tuvo? En cualquier caso, explique las razones.
4) ¿Considera que Salgari es un buen nombre para perro?
5) ¿Calcio, hierro y qué otro elemento esencial contenía la fórmula del Toddy?
6) Cada vez que se confesaba, ¿oía caer las gotas de lluvia y las contaba, en lugar de pensar en los pecados?
7) ¿Ha dejado de estrechar la mano de mucha gente?
8) ¿Por qué tarda tanto en responder a las preguntas?
9) Esa mujer que tiende la ropa subida a una silla de mimbre, ¿es su mamá?
10) ¿Cree que, como las ideas, los recuerdos cambian de lugar?
11) ¿Recuerda el áspero calor del asfalto cuando subía la calle Roma pedaleando y después volvía la cabeza para observar el parpadeo de las luces que a lo lejos?
12) ¿Cuándo lloró por última vez? ¿Por qué cada vez que piensa que va a morir mete un puñado de fósforos en el bolsillo?
13) ¿Su grupo sanguíneo es de confianza?
14) ¿Recuerda las fotos que le sonreían en el dormitorio? ¿Las dedicatorias? ¿Y aquel almanaque del bazar Agostinelli con dos manzanas verdes, una rosa roja y un ovillo?
15) ¿Por qué no quiere responder a la pregunta número 7? Vamos, de nuevo: ¿ha dejado de estrechar la mano de mucha gente?
16) ¿Es consciente de que en algún momento del futuro no habrá ni siquiera existido y nadie habrá escuchado decir su nombre ni una sola vez?
17) Si fuese norteamericano, ¿volvería a votar por Obama?
18) Tache. Lo. Que. No. Corresponda.

Antes de que Colón llegara a América, Gaetano de Santa María Porto ya era un santo

Exceptuando la clásica estampita de la espiga de trigo, la que se suele abulonar sobre el marco de la puerta de la cocina, nadie sabe cómo era Cayetano, el santo más popular de la Argentina.

Haciendo hincapié en la estampita, se lo podría describir como a un ensayista espiritual, un fraile parsimonioso habituado desde niño a peinarse siempre de la misma manera. Lo suyo, se deduce, es el orden, el equilibrio y la serenidad de los que no albergan muchas dudas.San Cayetano, señores, tiene toda la pinta de un estudiante de filosofía.

Sin embargo, consta en actas, no era precisamente un filósofo a lo que aspiraba su mamá, María Porto, mujer de misa diaria. A lo que verdaderamente aspiraba era que su hijo fuera un angelito. Y así lo bautizó: Gaetano de Santa María Porto.

Nacido en 1480, en Vincenza, Cayetano tenía 24 años y no se parecía a ningún santo. Más bien se parecía a lo que era: un estudioso del derecho civil y eclesiástico, que se desplazó a Roma para instalarse en el Vaticano a la diestra del papa Julio II. Pero los funcionarios, ya se sabe, en muy pocas ocasiones resultan apropiados para los milagros.

Dos cañonazos sucesivos se encargarían de modificar su porvenir: el primero lo ocasionó la muerte de su madre y el segundo, la de Julio II. Cayetano reaccionó renunciando al cargo y ordenándose después. Salvo la edad, 36 años, entró a la Iglesia y abandonó todo lo demás.

Sus huellas se entreveran con las huellas de la vida de manera natural y recién se destacan cuando reaparece en Venecia trabajando como fraile curtido en leprosarios. Los sifilíticos, consta en actas, lo trataban como un santo. En cierta ocasión, ante la visión de una pierna engangrenada, el hijo de María Porto reaccionó cubriéndola con un beso. Y el enfermo se curó. Y Cayetano se puso colorado. Eso les pasa a todos los santos cuando realizan su primer milagro.

Después de crear la congregación de los Teatinos, Cayetano murió en Nápoles en 1547, mientras oficiaba como mediador de una guerra de todos contra todos. Murió, eso sí, filosóficamente desencantado: acababa de comprender que en las guerras los besos no sirven para nada.

Lo mejor del santo de la espiga no es que te consiga trabajo y te proporcione la comida. Lo mejor es la manera que tiene de sostener en brazos al Niño Dios, como si fuera un apunte de derecho canónico. Eso y la sonrisa del bebé que, como todos los bebés,no tiene idea de nada.

viernes, 27 de enero de 2012

POEMA CON SORPRESA. O NO.



Tan nítido y azul como una estrella
ese beso en la boca adolescente
gala nupcial de la palabra honrada
más inmortal que dar a luz un hijo
entretejida hiedra en mis entrañas
virus vital de sangre oxigenada
húmedo amanecer de días plenos
violeta orgasmo en el cuerpo del alma
donde esculpí la arcilla sensitiva
caricia prenatal, manos etéreas
voz inconsciente, amniótico placer.
A veces te escabulles o te afeas
para nevar de horror mis sensaciones
yo te vi muerto y asistí al entierro
mi llanto se hizo flor sobre la tumba
estrené mi viudez de invierno y luto
y del negro satén, aciago río
te vi salir espléndido y sonoro.
Hasta que comprendí nuestra simbiosis
hasta que degusté tu sol maduro
y supe que te estaba destinada
más allá de crepúsculos y auroras.
No me abandones al azar nefasto
del analfabetismo despiadado
dame tu sed de luz, tu encrucijada
tu refinada gula de belleza
tu aguardiente voraz a trago lento
tu musical aroma, tu espesura.
Dame la sed, el apetito insano
tu endemoniada fibra de titanes
tu estructura embriagada de jazmines
orgía / bacanal / poemamado.

MAGDALENA PROUSTIANA



Todos los años que viví fuera de la provincia de La Pampa, mis ojos -los de afuera y los de adentro- buscaban añorantes este cielo infinito, al alcance de la mano, que podemos disfrutar en la llanura. Nada es comparable a un cielo pampeano ...estrellado. "No podría vivir con orgullo mirando otro cielo que no fuera el tuyo" (Eladia Blázquez). Y la luna llena, o en forma de daga, con la que mantengo charlas silenciosas. Me llevan de la mano a aquella noche mágica: "Era una noche llena de luna, una de esas noches en
que el patio de mi casa se convertía en un conjuro para atraer duendes.
Sentada sobre un tronco de eucalipto, pintado por mi padre, mi alma se
expandía. Todo el aire picarón del verano se filtraba por las persianas de
mi ansiedad adolescente. Ymi niñez, pronta a zarpar, trepaba por las sombras
infinitas de los árboles, en esa búsqueda implacable que todavía me
persigue. No me pude negar a escribir. Fue un acto de amor, fue una entrega.
Mi corazón jugaba a la payana y mis dedos se hundieron en el
mundo intrincado de lametáfora: sólo una descripción, sólo un paisaje, la
pampa toda, rebosando en todos los renglones.
Y en esa noche crucial, se rompió el himen del silencio: hice el amor con
las palabras y parí un poema que el tiempo traspapeló". (La Sembradora, Llantodemudo ediciones, Córdoba, 2011).
Otro momento mágico, translúcido, en el que comulgo con mis sensaciones más vívidas y mis sentimientos genuinos es el atardecer. La figura de mi padre, su silencio contemplativo, se ubican a mi lado en un soliloquio que dura hasta las últim ...as sombras. Mi amor por los atardeceres es una extensión del amor por mi padre, de su sabiduría, de su bonhomía. No sé si en algo de todo esto está el sabor de mi "magdalena proustiana", pero qué bien sabe.

Romance heptasílabo







Labios aerostáticos
si llueven y me besan
me elevan a otros cielos
de inédita belleza.
El fuego que me brindas
dragón de mis ensueños
es la corriente eléctrica
que da a luz el deseo.
Soy tu animal erótico
tu lujuria y granizo
que derrites ansioso
en la cumbre del trino.
Edificio de ardores
me aferro a tus columnas
y gimo como un gato
a la luna profunda.
Recorro habitaciones
me trepo a tus balcones
y en el vano del tiempo
multiplico tus dones.
Los pliegues de tu seda
arrullan mi intemperie
me visten, me desnudan
me fabrican en serie.
Y clonada en tu boca
de placer y locura
invento precipicios
donde el vértigo inunda.
No quiero que amanezca
mientras, floral, yo te amo
y las horas sollozan
en la luz del orgasmo.
Ojos que colonizan
manos testimoniales
abrazo que idolatra
mi piel en tus altares.
Languidez que me aturde
Faro que me ilumina
somnolencia de tules
susurro que me guía.
Eres el dulce Ulises
que regresa de Ítaca
para anclar en el puerto
donde encalló mi alma.
Lumbre, rescoldo, brasa
certeza del que mira
y al llegar el ocaso
por la playa camina.
Junta flores de insomnio
suspiro afrodisíaco
canciones en el viento
que me susurran: míralo.
Como arcilla obediente
dejo que me moldees
primero en tu mirada
después, mis desnudeces.
Como en el paraíso
nacer de tu costilla
Adán, hombre primero
yo, tu Eva rediviva.
Y en la paz de tu abrazo
ahorcar viejos miedos
con la sabia certeza
de gritar que te quiero.

jueves, 26 de enero de 2012

APOCADA ELIPSIS



No volverá la flor a bailar su desnudez
no dará su corola en sacrificio
no exhumará perfumes
en campos devastados.
No volverá la mariposa a copular
con la mañana
no besará en la boca a la agónica rosa
ni lucirá un clavel en el ojal
durante el baile de disfraces.
No volarán las manos
sobre el cerebro azul del Aconcagua
ni con los pies sangrantes
ascenderán al podio.
No habrá palabras para nombrar la noche
ni subterfugios, canales o ventanas.
En su lugar habrá un silencio sucio
un aletear resquebrajado de mentiras
una espina dorsal en el último cactus
un saltimbanqui hijo de la sudestada
con un eclipse travestido
corazón de harapos, manos ciegas
currículum vitae del vacío.
No habrá nada que haber
habrá que debe
el salario de dioses melindrosos
y un óvulo de pus en la vagina
de una luna en metal prostituida.
¿Dónde se irán tantos pasos perdidos?
¿Dónde la estatua vil de un genocida
que seguirá matando desde el mármol?
No existirá ni el miedo
ni la palabra miedo
sólo un fusil de sol envenenado
que acertará en el blanco
del único suicida.
En el arca refugio
aves rapaces
extirparán especies y parejas.
Alguien cantará el himno
allá a lo lejos
y el referí habilitará el partido.
©Olga Liliana Reinoso
26 de enero de 2012

lunes, 23 de enero de 2012

ENDECHA

©ENDECHA: IGUAL QUE EL ROMANCE, PERO CON VERSOS DE SIETE SÍLABAS


Con esta soledad
convivo noche y día
parece un desatino
que comparta mi vida
igual que un virus de hiedra
que trepa por mi sangre
y huyo en las multitudes
temiendo que me atrape.
El eco de sus voces
canto de cementerios
baila en mis pensamientos
como tangueros ebrios.
No temo la condena
estoy presa en sus brazos
oculta en lupanares
para escupir hartazgo.
Nadie escucha mi ruego
nadie ve mi cadáver
mi grito es una piedra
una boca de cráter.
La soledad me viste
de terribles sospechas
me hace el amor sin ganas
y muestra mi tristeza
al espejo harapiento
que solloza vapores
y siente vergüenza
de darme sus perdones.
Soledad soledades
eterna compañera
sé que hay luces ocultas
al final de la estepa.
©Olga Liliana Reinoso

ROMANCE HEROICO



En la cornisa de tu boca impura
se columpian mis besos pecadores
igual que un trampolín, dardos de fuego
van mis dedos desnudos y feroces
a hurgar en tus paisajes más ignotos
y urdir secreto mapa sin fronteras
en la isla de tu piel y mi país
bajo la luz astral de la marea.
Quisiera recorrer de punta a punta
tu dédalo fatal y misterioso
perderme en callejones sin salida
ser un pirata que halle su tesoro
y en un pinar donde beba la sombra
que el malecón de tu cintura expía
embriagarme con heliotropos tenues
de tu loción de amor que mi alma aspira.
©Olga Liliana Reinoso
(Igual que el romance, pero con endecasílabos)

SILVA ERÓTICA



Tu figura de arena
mi más dulce cadena
filigrana de amor sobre mi cama
te escurres de mis manos
dibujo corazones en el agua
para morir de sed en tu mirada.
Sos una playa virgen,sin pisadas
que alimenta mi ardor
mi deseo frutal y constelado
sometida a tus olas
potro bravío, cazador de estrellas.
bailo tu danza bella
en ancas, con los cabellos heridos
del placer que derramas
en el escote añil de mi descuido
cabalgo sin cesar sobre tu grupa
tu mar frugal me inunda
tu boca, caracolas en mis pechos
esculpe melodías
me regala los días
de dicha y de locura
que soñé en lejanía
y me llenó de sol sobre tu vientre.
Hombre unicornio mieles exquisitas
oasis maná la pequeña muerte
abre de par en par mis celosías
y penetra tu viento sin censura
en todos los rincones
de mi cuenco voraz
hasta sentir que muero y resucito.
©Olga Liliana Reinoso

La silva combina versos heptasílabos y endecasílabos. Estructura asimétrica, extensión indeterminada. Rima consonante y versos sueltos.

ROMANCILLO DEL QUE SUFRE



No es fácil decirlo
no es fácil hacerlo
rompo los cristales
y de amor me muero.
Pero es necesario
decir no esta vez
aunque la alborada
no se pueda ver.
Sonó la campana
se acabó el recreo
hoy luce la vida
su vestido austero.
Antes brotó el agua
derrochó fervores
y no tuvo en cuenta
los viejos temores.
Falentes personas
que deben crecer
solo en la carencia
renace la fe.
Ha pasado el tiempo
triste es comenzar
cuando el calendario
marca terminar.
Pero nunca es tarde
cuando un gran amor
tiene por aliada
la vieja canción.
Llora luna amada
busca su candor
pero una mañana
será un nuevo sol.
©Olga Liliana Reinoso

martes, 17 de enero de 2012

IN-SUEÑO



No me puedo dormir
la urgente sombra de la vigilia avanza
y clava su espina audaz.
Mi mente carrusel
nunca me da una tregua
y este sueño inasible es mi condena.
No quiero atravesar la noche entera
en busca de la vana madrugada
porque ya estoy herida de conjuros
que la música y los libros no amortiguan.
Tengo un dolor epicentral
que se aposenta en la matriz
prolongando una suerte de agonía.
Cuando el insomnio sin aviso teje
su trama de asesino serial
la noche es un puñal en los relojes.
Me duele el cuerpo, el alma, la esperanza
me duele sospechar una mañana
para mi piel descalza y hostigada.
©Olga Liliana Reinoso

domingo, 15 de enero de 2012

CÓMO HACER





Hubo un tiempo de azules melodiosos
tus ojos eran uva moscatel
después te vi llorar
y en el escote turbio de la lluvia
mi corazón se convirtió en laguna para sorber tus lágrimas.
Pero no fui capaz
no me alcanzó el amor para entibiar tus hombros
frente al mar.
El grito agrio del fracaso
me convirtió en fantasma
que vaga en el pasillo de la vida.
No sé cómo izar de nuevo tu sonrisa
cómo liberar tus pájaros de viento
cuándo veré tu huella que se aleja.
Y aunque el adiós me quiebre
quiero verte partir
bella y erguida.
©Olga Liliana Reinoso

viernes, 13 de enero de 2012

ENCONO




Por qué con tanto encono
me dijiste
“ya no te quiero más”
y desde entonces
urdiste telarañas en mi pelo
avorazaste mi frutal naturaleza
destilaste veneno entre mis sábanas.
¿Creés que tiemblo?
Yo no le tengo miedo al desamor:
soy una adicta.
©Olga Liliana Reinoso

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EL TREN QUE NOS ROBARON







Un fantasma de metal y humo
cruza la estepa
algún gorrión madrugador lo observa
y el rocío engarza diamantes
en los ojos del pájaro nostalgia.
Allá se va, gigantesco gusano de los parques
paquidermo en vías exangües
rumbo a la última estación
la de morir.
Sin conciencia, esos hombres raptados por los jíbaros
firmaron su sentencia
sin piedad
sin escrúpulos
con una carcajada que abultó sus bolsillos.
Los huérfanos de pan y lejanías
como postes resecos
quedaron atascados en andenes de olvido
trunco el vuelo eficaz del pasto puna
que les latía como un corazón.
Adiós película vital de los paisajes
adiós a los perfumes de la pampa.
No tañerá jamás esa campana
convocando al crepúsculo
y la aventura intrépida del viento
quedará sin frontón ni contrincante.
©Olga Liliana Reinoso

palabrita



Palabrita
endiablada
una herejía
musgo de polizón en el rasguido
que llora el agua.
Catamarán de niebla
magamente
enluta la sortija
joya de calesita y casamiento
para que vuele cósmica
la máscara falaz de los espejos.
Palabrita
envidiada
una ceniza.
Sobre tu exangüe risa con agallas
florece la verdad inmarcesible:
apósito del alma.
Palabrita.
©Olga Liliana Reinoso

lunes, 9 de enero de 2012

HABITA LA ESPERANZA



Entre los basurales de las calles raídas
en limosnas descalzas de madres deshauciadas
en bolsas prostituidas de niño y pegamento
en los ojos desiertos del Borda y el Moyano.
En cárceles hediondas de sexo y de puteadas
en violación artera de vírgenes fragancias
en el perro apaleado por la miseria humana
en la mujer que aborta su fetal desamparo.
En el margen y estigma de los desocupados
en el secreto sórdido del abuso afectivo
en la mujer golpeada por el miedo y el vino
en las villas miserias hacinadas de hastío.
Entre los solitarios que ya no esperan nada
Entre los malqueridos, los parias no deseados
en la austera ajenidad del inmigrante
en el bostezo oculto de perfumes franceses.
En la tierra que llora su amor apeonado
en los ojos vendados de estatua con balanza
en las voces mendigas que tiemblan bajo un puente
en un vientre que crece con sólo quince años.
En los amores rotos, los adioses callados
en esa soledad que habita las entrañas
entre los clandestinos amantes asustados
y en el agrio pezón del desamor.
En todo el abandono que circunda el planeta
en los malentendidos que construyen los muros
en las burdas traiciones de los seres mezquinos
en los amores que mueren asfixiados.
En el fiel militante de la Plaza de Mayo
en los blancos pañuelos que giran su reclamo
en las vidas truncadas que pueden evitarse
y en el miedo ancestral de morir a destiempo.
En todos los rincones de dolores humanos
aún en la crueldad y el sinsentido:
habita la esperanza. Yo la vi. Y lo confirmo.
©Olga Liliana Reinoso

sábado, 7 de enero de 2012

DANIEL SALZANO





“La Luna no tiene ojos, pero la Luna se cubre con sus lágrimas”

Visto en perspectiva desde el Arco de Triunfo en dirección a la Place de la Concorde, Alejandro Dumas no se parecía a un escritor sino, en todo caso, a una ballena.

Así coinciden en describirlo todas sus biografías: no sólo era el más alto, el más fortachón y el más macho del tout París editorial, sino que cuando la gente lo veía no cabía en la imaginación. Dumas, como la crema de los merengues de El Pan de Azúcar, directamente rebalsaba.

Ah, y un dato más, el decisivo: Dumas era el padre de los tres mosqueteros.

Aquel gigantón con chaleco de fantasía y bastón de marqués de la elegancia, a cuyo paso los viandantes del siglo 19 se apartaban como gallinas atemorizadas, comenzó sus toqueteos con la fama a los 27 años, con un dramón histórico –Enrique III y su corte de aprovechados– y desde entonces llevaba las llaves de París, junto al reloj, en el bolsillo de su chaleco bordado. El reloj de Alejandro Dumas, se murmuraba entre los noctámbulos más empedernidos, no tenía 12 números sino 13, porque sólo contando con días de 26 horas se podía liquidar un novelón de 400 páginas cada 30 días.

¿La verdad? Acosado por el éxito, el escritor había industrializado su producción creando una verdadera usina literaria donde trabajaban a destajo amanuenses y aprendices anónimos. El maestro, imperial, se limitaba a supervisar las obras como un capataz por encima del hombro de los jóvenes escribientes y corregía:

–Este personaje está mal muerto, sentenciaba. Y el pichón de redactor se estremecía.

De ser verdadero el chimento, habría que poner mucho cuidado al seleccionar los libros de Dumas porque, en una de esas, todo su trabajo consistió en diseminar media docena de comas.

Tenía sastre particular. Quiero decir que el mejor sastre de París lo vestía –por contrato– comprometiéndose a no hacerlo con ninguna otra persona. Y una vez a la semana organizaba farras muy bien servidas y tan bien atendidas que Dumas, con sospechosa frecuencia, debía solicitar préstamos, hipotecar propiedades y –en más de un caso– poner pies en polvorosa.

Desaparecía seis meses y volvía con seis novelas. Todavía no se han terminado de contar los hijos con los que fue alimentando el Registro Nacional de las Personas. Eso por no hablar de sus romances, a los que dedicaba versos como el que titula esta nota.
Dios, casi me olvido, Dumas peleó codo a codo con Giusseppe Garibaldi. ¡Dumas con un chumbo de asesino, cubierto por una casaca roja y discutiendo en italiano!

En una ocasión permaneció 30 días en el subsuelo de una goleta, pero consiguió salvar el pellejo. Cuando se sosegaron los ánimos, cedió los derechos de sus próximas tres novelas como parte de pago de la goleta. Para festejarlo, le pidió al sastre de su corazón que lo vistiera como si se tratara de un almirante. Hay fotos suyas rodeado de amigotes a la hora de los brindis. Antoine Lumière, padre de Luis y Augusto, padres a su vez del cinematographe, era número puesto a la hora de los brindis.

Algún día hablaré con Dumas, el gran oso de la literatura romántica francesa.
Pero volvamos a donde abandonamos la narración: Los tres mosqueteros, un novelón de capa y espada, de la que se contabilizan cinco versiones cinematográficas que no figuran en el libro Guinness de los récords, pero que cuando se proyectan –o televisan–sus voces inundan el mundo y sus héroes se convierten en el cielo y en la tierra: D´Artagnan, Athos, Portos y Aramis.

Hace mucho tiempo que los chicos han dejado de escribirles cartas a los Reyes Magos. Y los que escriben, no piden libros de Dumas.
Me gustaría tocar el acordeón mientras la lluvia funde la nieve.

Credo nuestro

Creo en los gatos que se cubren las orejas con las patas / que más vale provocar envidia que dar lástima y que quien no tiene nada que esconder tampoco tiene nada que enseñar.

Creo en la sirena de la isla Crisol / en los mostradores de madera / y en el hombre que vi recostado / esta mañana / sosteniendo el Palacio de Justicia.

Creo en los brazos de la gente subiendo y bajando-o-o-o-o en la tribuna / creo que podría ganarme la vida contando la historia del marido de Rita Hayworth que / una vez al año / salía a dar la vuelta al mundo con un cuaderno de 100 hojas donde anotaba nombres para sus potrillos pura sangre / creo en un caballo que se llame “Rutanueve” / creo en una yegua que se llame “Villapáez” / me hubiera encantado ser el marido de Rita Hayworth.

Creo en las palabras que aún no han sido dichas / en las sábanas tendidas al sol / y creo en la gente que tira una moneda / caiga como caiga.

Creo en los grandes inventos: la carretilla, el ascensor, los fósforos Ranchera, la yilé, el Córdoba Sport / y me pregunto ahora / con toda seriedad / dónde habrá ido a parar la puerta giratoria del Correo.

Creo en los argentinos de mi barrio y en la belleza cotidiana / oh Dios / ¡cómo creo!

Creo en la profesión de escribir / creo en no escribir / en escribir de nuevo/ en no escribir nunca más.

Creo en las vacas de madera que pastaban en la estepa de La Gran Muñeca / las vacas de cuando yo tenía cuatro años.

Creo en los fumadores compulsivos / en la gente que tose / que se come las uñas / que roba sobrecitos de sacarina / creo en los grandes poemares / y en los niños que no logran saber en qué momento del día chocarán entre sí los tres que arrancan a la misma hora y por la misma vía de los pueblos A y B / señor ministro: / ese problema es repugnante.

Creo en los pasajeros que miran codiciosamente el asiento de la ventanilla / creo en el collar que ceñía levemente los pechos de Elizabeth Taylor en Un lugar al sol / creo en el maullido de la puerta del Cineclub Municipal cada vez que se abre y que se cierra / y en la muerte del mono King Kong.

Creo en las pastillas Renomé, Volpi y Billiken / pastillas para salir a bailar / chicas con olor a anisette / varones con olor a peppermint / creo en la apasionada lucha de Chammás lidiando frente al horno donde brotaban los primeros alfajores / creo en ese cuento de Chéjov en el que él baila descalzo porque el vestido de ella no tiene dobladillo / creo en la leña cortada y apilada / creo en las alpargatas blancas que exige el reglamento para practicar la chanta cuatro.

Creo en el gigante que se dispone a lanzar la jabalina desde la puerta principal de la cancha de Talleres / creo que el instante más bravo de mi vida no ha llegado todavía / y creo en la carta de vinos del hotel Crillón donde se alojó Duke Ellington & his orchestra / en 1968.

Creo en los libros que se leen entre sí cuando no estoy.

Creo que el talento se da o no se da / y que / a veces/ los poemas tienen poco y nada que ver con quien los escribe / creo en las mujeres que se arrodillan para levantar al hijo que corre hacia sus brazos / oh Dios /¡cómo creo!

¿Y Córdoba?

Erco / core / reco/ cero / roce/ creo / creo / creo / creo.

Lewis

Y ahora un poco de atención, señoras y señores, porque voy a hablar de Jerry Lewis, cómico de 85 años y 114 kilos de peso de quien acabo de ver publicada en una revista que no sé cómo se llama una foto que podría ser la última de todas.

Ahí está Jerry con la cara más gruesa, la nariz hinchada como una coliflor y los ojos entornados, sentado sobre una silla de ruedas porque, explica la revista con insolente brevedad, sus pulmones son víctimas de una fibrosis muscular que no los deja respirar como quisieran.
O sea.

Lo que quiero decir, señoras y señores, es que hace medio siglo yo era tan fanático de Lewis que era capaz de ir a Pajas Blancas a esperar el avión que traía sus películas. Jerry, espero que no lo hayan olvidado, era el botones del hotel que comenzaba paseando a una docena de perros y terminaba subido al Empire State, como King Kong, rodeado por los bomberos, el ejército y la policía de Manhattan.

Oh, Dios, cómo comprendía su desesperación, cómo participaba de su inoperancia, cómo lo quería. Dos, tres, cuatro chistes y empezaba a reírme, a reírme de verdad, a más no poder, con lágrimas y todo, como cuando era un bebé requetefeliz y mi papá o mi tío o mi padrino me hacía tantas y tan buenas cosquillas en la panza que me orinaba.

Tendría que haberle escrito mucho antes.

Ahora ya no vale. Jerry no puede leer, porque la fibrosis le deja los ojos enlagunados.

martes, 3 de enero de 2012

SONETO ESPEJADO



Veo la soledad y el abandono
veo la incomprensión y el desaliño
en este espejo donde me arrincono
no veo una mujer: me mira un niño.

Aquel niño que fui y el mismo tono
de su orfandad y su mirar lampiño.
No hay un cono de luz; no existe un cono
sola con la oquedad sufro y me riño.

Pero a veces, de tibias luces pinta
la amoratada frente que me inmola
el mismo niño con su aguada tinta.

Entonces resplandece la corola
de un ser que me trasviste en flor encinta.
Vuelve a salir el sol: ya no estoy sola.

©Olga Liliana Reinoso

exorcismo y soneto en el espejo











Hoy veo en el espejo un mamarracho
una burda figura femenina
sin gracia, sin donaire, sin destellos
una horrible mujer que se desangra.
Mi alma, como un astro que se apaga
araña cielo y mar en un inútil
intento de gritar que sigo viva
cuando a mansalva me han matado el alma.
Todo lo que brindé, todo es basura
es un inerte cuerpo maloliente
nadie lo valoró, a nadie sirve
salvo para acusar y condenarme.
Ojalá que los fuegos del infierno
puedan cremar mi última esperanza
un ser sin esperanza es una momia
la momia que hoy deambula por mi espejo.
Quiero morir, si ese es el fin deseado
si seré un árbol o sólo un buen abono
pero este precio sideral no alcanza
para pagar eso que llaman vida.
Soy un despojo, un artefacto inútil
un apéndice: no sirvo para nada
todo el amor que di hoy es estiércol.

©Olga Liliana Reinoso



SONETO EN EL ESPEJO
Hoy veo en el espejo un mamarracho
una burda figura femenina
sin gracia, sin donaire, sin destellos
una sombra diezmada que lastima.
...
Mi cuerpo, como estrella que se muere
araña cielo y mar en una vana
intención de gritar que sigo viva
pero sin fe, sin paz: rotas las ganas.

Todo lo que brindé, todo es basura
es un inerte cuerpo maloliente
sin valor, sin secuela de cordura.
Ojalá que el infierno y la locura
cremen mis esperanzas reticentes.
Y renacer sin piel y sin usura.
©Olga Liliana Reinoso