sábado, 28 de enero de 2012

Daniel Salzano. Y van...











Quiénes y cuándo
Hi Yo Silver. Antonio Agri, violín de la “madonna”. Calcio, hierro y fósforo. Antes de que Colón llegara a América, Gaetano de Santa María Porto ya era un santo. Daniel Salzano.
28/01/2012 00:01 , por Daniel Salzano
Hi Yo Silver

No soy capaz de precisar exactamente cuándo, pero, créanme, hubo un momento en que todo andaba más o menos bien en la Argentina: abrías la heladera y te encontrabas con un botellón de leche de La Lácteo y media docena de bifes de marucha. La belleza era un calendario de Eveready ilustrado por dos gatitos saltarines; en el reverso de los billetes de un peso, las vacas, ubérrimas, miraban pasar el ferrocarril de la dulzura y, sentado en el umbral, yo leía y releía las aventuras del Llanero Solitario.

La verdad es que hacía más de 10 años que no escribía del Llanero Solitario, de quien a estas alturas no sabría decir si está vivo o si está muerto, pero resulta que en el quiosco de revistas de la esquina acabo de ver un libro azul, editado en Barcelona, que reproduce sus mejores historietas. Lo ves al Llanero en la tapa, en primer plano, y te dan ganas de arrodillarte, como en el confesionario.

Eso en cuanto al legendario combói de guantes de cabritilla, sombrero Stetson y balas de plata del calibre 45.

En cuanto a la Argentina propiamente dicha, todo lo que podría asegurar a estas alturas es que se parece a Silvio Rodríguez inmediatamente después de haber perdido el unicornio: las cosas han dejado de salirnos bien y vivimos en tal estado de confusión que somos incapaces de saber a quién queremos más, si a los malos o a los buenos.

Eso es verdaderamente lo que extraño del Llanero de las balas de plata, un hombre de tinta china que sabía lo que decía y lo que quería. Ése es un comanche, decía. Y acertaba. Ése es un pawnee, decía. Y acertaba. O desenfundaba y movía el chumbo en todas direcciones, como el aletear de una libélula. Los buenos eran los que permanecían de pie y los malos, los que caían.

Y, para terminar, una pregunta de examen: ¿qué decía el Llanero en el último cuadrito al mismo tiempo que Silver alzaba las manos, oh dulce caballito?

Dale, loco, decilo de nuevo, de nuevo, de nuevo:

–¡Hi Yo Silver!

Antonio Agri, violín de la “madonna”

Una vez en el bar del Hotel Bauen, Buenos Aires, Antonio Agri, violín de la madonna, levantó un cuchillo por el mango, lo puso de perfil contra la luz y permaneció observando el filo con un ojo a cada lado. Fue la única vez que lo vi a menos de cinco metros de distancia, pero ahora, a punto de escribir sobre su historia, aquella imagen opera en mi recuerdo con la fuerza de un disparo.

Agri Antonio, como el filo del cuchillo con el que lo vi separar el mundo en dos mitades, tuvo que aprender desde chico a ubicarse en el centro del tablero. Y es que, si quería, podía tocar el violín igual de bien que Alfredo Gobbi. O como Agustín Bardi.

El problema es que ni había estudiado ni había practicado lo suficiente. Tocaba con un violín del Ejército de Salvación y no se avergonzaba por leer, en lugar de memorizar, la partitura. Y sin embargo era capaz de improvisar. Piazzolla levantaba la cabeza como un ganso, se tragaba la reprimenda y nunca le decía nada, porque Agri, según él, estaba un escalón por encima de Bardaro y otro por debajo de Francini.
En 1948, consta en actas, tras una reunión celebrada en un bar de Rosario, su ciudad, Agri Antonio, de 15 años, consiguió conciliar los intereses musicales de la barra formando un quinteto de cámara que, sin dejar de dar la vida por Beethoven, aceptó inscribirse en Sadaic con el nombre de Los Poetas del Tango. De pinta, era igual: llevaba el esmokin como un joyero de la Quinta Avenida, pero cuando hundía la cabeza en el violín te dabas cuenta de que su mayor virtud estaba en la mirada. Agri tocaba con los ojos cerrados.

En 1962, Piazzolla, que estaba trazando los planos para la tercera fundación de Buenos Aires, lo citó para una prueba. Consta en actas. Agri toleró el tuteo, cerró los ojos y con el cuchillo de las grandes ocasiones le tatuó sobre la frente una definición del pensamiento musical urbano. Acababa de nacer el Quinteto Nuevo Tango. Y después vino el Octeto. Y el Onceto. Y el Treceto. Tocaron tantos años juntos que ya ni miraban por dónde caminaban.

Mientras tanto, de la vieja ciudad no había quedado casi nada. Y de la nueva, habían destrozado casi todo.

Piazzolla tardó menos que él en desertar.

Agri Antonio, violín de la madonna, cerró un ojo desde entonces y permaneció vivo calculando el preciso lugar de la mitad. Sefiní.

Yo que usted, escuchaba sus discos, forastero.

Calcio, hierro y fósforo

1) ¿Es capaz de reproducir el sonido del timbre de su primer hogar? Agregue los detalles que estime convenientes.
2) ¿Quién vive ahora en esa casa?
3) Perro, ¿tuvo o no tuvo? En cualquier caso, explique las razones.
4) ¿Considera que Salgari es un buen nombre para perro?
5) ¿Calcio, hierro y qué otro elemento esencial contenía la fórmula del Toddy?
6) Cada vez que se confesaba, ¿oía caer las gotas de lluvia y las contaba, en lugar de pensar en los pecados?
7) ¿Ha dejado de estrechar la mano de mucha gente?
8) ¿Por qué tarda tanto en responder a las preguntas?
9) Esa mujer que tiende la ropa subida a una silla de mimbre, ¿es su mamá?
10) ¿Cree que, como las ideas, los recuerdos cambian de lugar?
11) ¿Recuerda el áspero calor del asfalto cuando subía la calle Roma pedaleando y después volvía la cabeza para observar el parpadeo de las luces que a lo lejos?
12) ¿Cuándo lloró por última vez? ¿Por qué cada vez que piensa que va a morir mete un puñado de fósforos en el bolsillo?
13) ¿Su grupo sanguíneo es de confianza?
14) ¿Recuerda las fotos que le sonreían en el dormitorio? ¿Las dedicatorias? ¿Y aquel almanaque del bazar Agostinelli con dos manzanas verdes, una rosa roja y un ovillo?
15) ¿Por qué no quiere responder a la pregunta número 7? Vamos, de nuevo: ¿ha dejado de estrechar la mano de mucha gente?
16) ¿Es consciente de que en algún momento del futuro no habrá ni siquiera existido y nadie habrá escuchado decir su nombre ni una sola vez?
17) Si fuese norteamericano, ¿volvería a votar por Obama?
18) Tache. Lo. Que. No. Corresponda.

Antes de que Colón llegara a América, Gaetano de Santa María Porto ya era un santo

Exceptuando la clásica estampita de la espiga de trigo, la que se suele abulonar sobre el marco de la puerta de la cocina, nadie sabe cómo era Cayetano, el santo más popular de la Argentina.

Haciendo hincapié en la estampita, se lo podría describir como a un ensayista espiritual, un fraile parsimonioso habituado desde niño a peinarse siempre de la misma manera. Lo suyo, se deduce, es el orden, el equilibrio y la serenidad de los que no albergan muchas dudas.San Cayetano, señores, tiene toda la pinta de un estudiante de filosofía.

Sin embargo, consta en actas, no era precisamente un filósofo a lo que aspiraba su mamá, María Porto, mujer de misa diaria. A lo que verdaderamente aspiraba era que su hijo fuera un angelito. Y así lo bautizó: Gaetano de Santa María Porto.

Nacido en 1480, en Vincenza, Cayetano tenía 24 años y no se parecía a ningún santo. Más bien se parecía a lo que era: un estudioso del derecho civil y eclesiástico, que se desplazó a Roma para instalarse en el Vaticano a la diestra del papa Julio II. Pero los funcionarios, ya se sabe, en muy pocas ocasiones resultan apropiados para los milagros.

Dos cañonazos sucesivos se encargarían de modificar su porvenir: el primero lo ocasionó la muerte de su madre y el segundo, la de Julio II. Cayetano reaccionó renunciando al cargo y ordenándose después. Salvo la edad, 36 años, entró a la Iglesia y abandonó todo lo demás.

Sus huellas se entreveran con las huellas de la vida de manera natural y recién se destacan cuando reaparece en Venecia trabajando como fraile curtido en leprosarios. Los sifilíticos, consta en actas, lo trataban como un santo. En cierta ocasión, ante la visión de una pierna engangrenada, el hijo de María Porto reaccionó cubriéndola con un beso. Y el enfermo se curó. Y Cayetano se puso colorado. Eso les pasa a todos los santos cuando realizan su primer milagro.

Después de crear la congregación de los Teatinos, Cayetano murió en Nápoles en 1547, mientras oficiaba como mediador de una guerra de todos contra todos. Murió, eso sí, filosóficamente desencantado: acababa de comprender que en las guerras los besos no sirven para nada.

Lo mejor del santo de la espiga no es que te consiga trabajo y te proporcione la comida. Lo mejor es la manera que tiene de sostener en brazos al Niño Dios, como si fuera un apunte de derecho canónico. Eso y la sonrisa del bebé que, como todos los bebés,no tiene idea de nada.

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