sábado, 24 de marzo de 2012

DIÁLOGO


- Creo que sos un gran artista. Pero no estoy seguro de que seas una buena persona.
- Me estás ofendiendo.
- Te estoy diciendo la verdad.
- ¿y en qué te basás, qué pruebas tenés?
- Tengo años. Y un master en Radiología espiritual.
- ¿???????????????????????
- Sí, los años, la experiencia, las decepciones, van ampliando nuestro conocimiento de los otros, puedo radiografiar el alma.
- Sorprendente. ¿Y cuál es tu diagnóstico?
- Todavía tengo algunas dudas: no sé si se trata solamente de un pecado de juventud o si es algo más grave.
- ¿Por ejemplo?
- Egolatría, o como suele decir una amiga, ombligomanía. Te creés el centro del mundo.
- ¡Qué insolencia! Si ni siquiera me conocés…
- “Por tus obras se te reconocerá…”
- ¿Qué obras?
- Bueno, acción u omisión. Recibís con beneplácito los elogios de los demás, como si fueras un dios del Olimpo. Y te limitás a agradecer, como corresponde según las normas de cortesía de las que sos un excelente y prolijo cultor. Pero jamás bajás al llano, jamás te dignás incentivar a nadie con un buen comentario o desestimar elegantemente una obra defectuosa. Los demás, todos los demás, para vos son mediocres, no merecen un segundo de tu tiempo. Para vos, son naderías las cuestiones humanas que tienen que ver con demostraciones afectivas, con dar impulso. Sos padre del rigor, la letra con sangre entra. Entonces, nada de andar perdiendo tu tiempo valiosísimo en mirar a los otros para que puedan corroborar que son. Lo tuyo es la indiferencia, la simulación de que nadie existe salvo cuando te dedica una reverencia.
A esta altura ya no pudo soportar mi perorata y con aires de divo ofendido se levantó, iracundo, dejándome con la palabra en la boca.
Me encogí de hombros, mucho más liviano que antes de llevar a cabo la catarsis. Hacía tiempo que había dejado el cigarrillo, por lo tanto, exhalé un suspiro hondo y liberador mientras pensaba:
“Pobre destino el de los petulantes. Están solos. Y se mienten a sí mismos. No tienen idea de lo feliz que es uno cuando hace felices a los demás”.
©Olga Liliana Reinoso

sábado, 17 de marzo de 2012

LA HUERTA (A Norma Segades-Manías)



Tengo cierta debilidad
por las huertas
en el patio trasero de la casa.
Yo, urbana y tangueal
disfruto de ver la tierra prodigiosa
que se reparte en verdes y rojizos y naranjas.
Es como un arcoíris en el suelo
a un suspiro del alma.
Es como un atardecer
de tierra adentro.
Y yo puedo tocarlo.

martes, 13 de marzo de 2012

EN EL TÚNEL

El viaje se tornaba insoportable. El traqueteo del tren, lejos de ser acompasado, era francamente desestabilizador. Hacía calor y de tanto en tanto algún mosquito rezagado zumbaba cerca de mi oído como para atrapar la atención. Yo no podía dormir. Me sentía incómoda en esas butacas desvencijadas de los otrora espléndidos ferrocarriles argentinos. Pero no me había quedado otra opción, ya que mis arcas estaban al rojo vivo y debía llegar a mi ciudad al día siguiente. ¡Al día siguiente! Parecía una utopía pensarlo mientras el carromato se deslizaba reptando la llanura más como un animal herido y fatigado que como una grácil gacela devorando distancias.
Yo trataba de imaginar el paisaje pero la oscuridad circundante no contribuía con ese propósito. Ni siquiera era una noche de luna, que bien podría haberme incitado a soñar. De modo que debía resignarme, controlar mi respiración y tratar de superar el largo trecho que aún restaba.
A mi alrededor todos dormían, algunos placenteramente y otros emitiendo diversos sonidos altisonantes y desafinados. El espectáculo no era alentador y tampoco me animaba a encender la macilenta luz de mi asiento para leer, por temor de molestar a alguien.
De pronto, la máquina ingresó en el viejo e interminable túnel que de chica me hacía ilusionar con el tren fantasma. Yo mantenía los ojos inútilmente abiertos porque era imposible divisar nada a cinco centímetros y era tan ensordecedor todo el entorno que no podía distinguir sonidos.
Imprevistamente, una mano presionó mi boca ahogándome. Y la otra, desprendió uno por uno los botones de mi blusa de gasa. Inmovilizada, asistí a la sorpresa de una boca voraz mordiendo mis pezones y erectándolos. Un perfume de rosa penetrante se aventuró en mi escote y fui sintiendo lentamente la caricia de los pétalos subiendo y bajando, tocando mis párpados, rozando mi cuello y enredándose entre las magnolias entreabiertas de mis pechos.
Cuando un profundo estremecimiento le indicó al intruso que yo no gritaría porque ya éramos cómplices, dejó mi boca en libertad por un segundo para luego invadirla con su lengua y derramar adentro todo un vaso de miel rubia y caliente.
Sus manos, presurosas, levantaron mi falda y de pronto, como una mariposa que se despereza, sentí aletear sus labios sobre mi clítoris anhelante.
Entonces, mis dedos, que habían permanecido agazapados, arañando el ruinoso tapizado, se precipitaron sobre una tupida cabellera que supuse morena, presionándola con vehemencia.
Agradecí en ese momento el traqueteo, la oscuridad y los ruidos multiformes, porque me permitían mimetizarme y gozar sin pudor de ese regalo inesperado.
Con deliciosa perversión, el visitante se movía lentamente, para provocar un alud más avasallador. Sus dedos dibujaban arabescos sobre los montículos turgentes y su lengua viajaba pesarosa desde el encaje azul hasta la cima, deteniéndose por momentos en el llano, hurgando la hondonada y mojando el camino de uno a otro extremo.
Hasta que ya no pude más y lancé un grito que laceró la noche.
El tren salía del túnel y hubo uno que otro movimiento perceptible en las cercanías. Sofocada y culposa, me acomodé la ropa y el pelo; mi corazón era un caballo indómito haciéndome cabriolas en el pecho. Sentí que todo el mundo me miraba, pero al examinar a mis compañeros de viaje comprobé que la mujer de al lado seguía indecorosamente desparramada en su asiento y el hombre de enfrente no había cambiado de posición.
Poco a poco fui calmándome y recuperando el ritmo respiratorio, pero la sensación de éxtasis no me abandonaba y ni siquiera se me ocurría preguntar qué había ocurrido. Como a un río, dejaba que el placer siguiera fluyendo desde mis venas a mi piel y viceversa.
De más está decir que en el resto del viaje ya no me molestaron los mosquitos, ni el calor, ni la oscuridad. Una absoluta sensación de bienestar se había apoderado de mis sentidos y hasta de mi alma, a tal punto que logré dormirme.

CONFUSIÓN



Tal vez nací en el siglo equivocado
tal vez se confundieron de planeta
mis padres, mis cigüeñas,
los astros o mi ángel de la guarda.
Camino a contramano, a contraluz
a contraviento
armo revoluciones de un minuto
con la bala mortal de una palabra.
Soy de una piel sensible
como la tibia luz del limonero
pertinaz solitaria
fatal, fetal, feroz y fantasiosa.

Después de releer

Lenta y azul la daga de la noche
lenta en la suerte que agoniza el verso:
todo se ha dicho ya.
Y no hay invento ni furia tornasol que lo transforme.
Por el sendero -prístino- camina
el hombre niebla a su última morada.
No conoció el amor
ni la sonrisa.
Su vida fue una sucesión de nadas.

Poco a poco se apagan las estrellas
allá lejos
se atisba el nuevo día.
Nadie sabrá que cuando abra los ojos
estará inaugurando el fin del mundo.

No sé por qué se agolpa en mi mente
tanto agorero pensamiento vano
si aún conservo la rosa de la suerte
talismán infalible
como eterno.
La eternidad reside en esa rosa
que desafía su ínfimo destino.
Basta una cosa eterna
y es mentira
que el fin del mundo llegue
y nos sorprenda.
Somos nosotros:
mercancía barata
con apócrifa hora de vencimiento.
El mundo seguirá su trashumancia
libre
de la ferocidad humana.
©Olga Liliana Reinoso

¡QUÉ PENA!



En la oficina del Registro Automotor de la ciudad de Santa Rosa, la mañana del viernes transcurría normalmente.
En su escritorio impecable, estaba concentradísima Brígida Ordóñez: solterona, cuarentona y obsesiva con su trabajo.
De pronto, escuchó que alguien la llamaba.
Levantó la vista, interrogando a sus compañeros, pero nadie acusó recibo. Por lo tanto, continuó con su tarea, cuando nuevamente escuchó que la nombraban.
Visiblemente molesta, depositó sus anteojos sobre el escritorio, se paró con los brazos en jarra, miró detenidamente a cada uno y los increpó:
- ¡Chicos! ¿Ustedes me están tomando para el churrete?
Alguna risita sofocada resonó en el salón, alguien se encogió de hombros y el rebelde del grupo dijo:
- Epa, Brigi. ¿Qué onda?
Insatisfecha con la respuesta obtenida retomó su trabajo, acomodándose los lentes y el rodete.
Pero otra vez aquella voz la desconcentró. Entonces descubrió, al lado del teclado, una pena diminuta como una aspirineta, rosada e inocente, que le insistía:
- Tomame, Brigi, tomame. Dale, porfa…
Desconcertada ante la abrupta interrupción en su rutina, no supo qué hacer. Y decidió acudir a su amiga Todóloga, la Pocha Ramos. Le contó con lujo de detalles lo que estaba viviendo y Pocha, con suficiencia, le ordenó:
- Ni se te ocurra aceptar esa propuesta indecente. Y hacé desaparecer esa pena de inmediato.
Obediente, Brígida tomó cuidadosamente a la penita y la introdujo en un vaso con agua. Lo tapó con su mano izquierda y se dirigió al baño con premura.
El rebelde susurró:
- ¡Uh! Otra vez la colitis…
Brígida entró en los sanitarios con unción sagrada y arrojó velozmente el contenido en el inodoro. Para rematarla, apretó dos o tres veces el botón.
Después suspiró aliviada. Había ganado la batalla.
Porque a las penas hay que ahogarlas de chiquitas.
©Olga Liliana Reinoso


viernes, 9 de marzo de 2012

VIDA ETERNA



Si supieras que entiendo todavía
el rumor de tus pasos en la calle
tu mirada y su aroma entre mis cosas
tu presencia en el vano de la puerta.
Si supieras que el filo de tus labios
filetea tu amor en las paredes
y esa risa de miel y cascabeles
desciende por tu pelo hasta mi nuca.
¿Dónde fueron tus manos alfombradas
que acompasaban mi meneo de hembra?
¿Dónde tu voz de cigarrillo y viento
que erizaba mi piel y mi nostalgia?

Te perdí tantas veces y otras tantas
volvías al redil de mi cansancio
traficante de amor, dulce asesino
torturador serial de mi deseo.

Yo borré hasta tus huellas digitales
quemé tu barca, despedacé fotos
escribí cuentos para exorcizarte
entre tinta y papel sin conseguirlo.
Porque si alguien me pide una respuesta
tu nombre trepa hasta mi lengua y salta,
escarba mis secretos, mis insomnios
mis honras fúnebres, masturbatorias.

Estás tan adherido a mi esqueleto
que ni la luna atroz puede rasgarte.
La muerte no separa: mimetiza,
duplica esta sensual esquizofrenia.
Yo deambulo con real prestancia
el mundo de los vivos y los muertos.
No me importan tu deslealtad, tu huída
ni la nueva mujer de tus orgasmos.

Repaso hoja por hoja el inventario:
sólo tu rostro claro permanece
y yo creo en la vida perdurable
para no suicidar mis esperanzas.
Yo, tan frágil, efímera y volátil
hoy quiero eternidad, pero al contado
y si esto no es amor, amor no es nada
sólo palabras huecas , lengua muerta.

Perdida en mi selvática locura
voy, expedicionaria reincidente
a buscar el marfil de tu mirada
para aferrarme a tu recuerdo vivo.
Y cruzaré la puerta, la de Cronos
le daré cuerda al sol para que alumbre
el último episodio del encuentro:
patológica historia sin finales.

SALZANO

Quiénes y Cuándo
Trece elongaciones literarias tras siete días de abstinencia. El chico. Daniel Salzano.
03/03/2012 00:01 , por Daniel Salzano0Reportar abusoTrece elongaciones literarias tras siete días de abstinencia

1) Creo en las grandes bestialidades sentimentales: la del mono King Kong, la del fantasma de la Ópera y la de aquella película de Fellini en la que Anthony Quinn se envolvía el pecho con cadenas y con un solo golpe de corazón las destrozaba.

2) Creo en el baño de la casa de la calle Lamadrid: si ponía en marcha la ducha mientras me lavaba los dientes, el cuarto se llenaba de vapor y, enfrentado al espejo, súbitamente desaparecía.

3) Creo que aquel día fue extraordinario. Mi abuelo, el italiano, me llevó hasta el sótano, se subió a una silla de madera y del techo de un armario bajó un paquete pringado de aceite envuelto en una página del diario La Mattina . Ceremoniosamente, sin perderme de vista, abrió el paquete y sacó de entre los trapos una pistola pesada y fría. Cerró un ojo, apuntó al reloj de la pared, disparó y la bala hizo centro en el número seis. La pistola era una Luger. Me lo dijo mi papá cuando murió el abuelo y, entre los hijos, se repartían los bienes gananciales.

4) Creo en los barrios que se hacían a sí mismos, a escala de la gente. Acá estaba la casa del zapatero, acá vivían los Donatti, acá el maquinista del Belgrano, acá vivía Orestes, el peronista y, antes de llegar a la esquina, estaba la casa de la modista. La modista era mi mamá. Mi mamá, cuando me llevaba a misa, me apretaba muy fuerte la mano.

Lo mismo que cuando íbamos al cine Avenida y, de complemento, daban una película de Chaplin. Si me portaba mal, me daba a elegir entre estudiar el catecismo o coser botones. Yo elegía coser botones. Todavía soy bueno haciéndolo. Creo en los hombres que se encierran en el garaje y, de una sentada, cosen los botones de toda la familia. La famosa elongatsione lacrimale .

5) Creo en las máquinas de coser Singer y en el dedal que recibí como herencia cuando la modista murió. Sus cenizas pesaban como 100 gramos de tapioca, 200 de Quaker, 300 de azúcar impalpable, 400 de queso rallado y medio kilo de alpiste. Yo no dije nada. Cuando uno pierde a su mamá, no hay que decir nada. Sólo esperar a que alguien te pregunte.

Si en lugar de un dedal hubiese heredado 10, me los hubiera puesto a todos para escribir una nota sobre la edad dorada de la Metro y las obras maestras de Fred Astaire. Taracataracata tac.

6) Creo en los chicos que no son buenos para jugar al fútbol y que, por descarte, deciden jugar al básquet. Creo en los chicos que no son buenos para jugar al básquet y que, por descarte, deciden correr en bicicleta. Creo en los chicos que no eran buenos para andar en bicicleta y, al atardecer, se instalaban en el taller de Pedro Salas, en la calle Lima. No hacían nada más que mirar los trofeos y observar al campeón arreglando una Legnano. Creo en mí, que no era bueno para nada más que para volver a casa, caminando; a veces negociaba con Dios:

–Ojalá no llegue nunca a casa.

7) Creo que esto es mentira, que nunca sucedió, pero ya lo escribí como 14 veces. Yo estudiaba dactilografía en una academia de la calle Eufrasio Loza y me portaba mal, muy mal. En lugar de poner los deditos en la eñe y en la a, los ponía en las de al lado: la ele y la ese. Las páginas que escribía parecían papiros egipcios. Un día, la profesora se enojó y con una varilla me golpeó las manos. Una varilla de junco. ¡Basta!, gritó, mientras discaba el número de mi casa para poner las cosas en su sitio. Creo que esto es mentira. Lo que sí es cierto es que me prohibieron ir al cine durante tres semanas. Me perdí El coloso de Rodas , El hombre araña y El hijo de la calle . Pero no me moví de donde estaba: todavía escribo con ocho dedos.

8) Creo en el olvido, porque no me queda otro 
recurso. No consigo recordar quién dirigió Duelo al sol . Podría buscar el dato en los archivos, pero no creo en los archivos. La cultura –justamente– es aquello que nos queda después de quemar los libros.

9) Elongamiento de Pablo Neruda: “Demasiados relojes para tan poco tiempo”.

10) Está bien, no recuerdo quién dirigió Duelo al sol , pero cada vez que entro a un cine 
las butacas me saludan como si fuera el rey Arturo. Yo duermo y Clint Eastwood se encarga del trabajo sucio.

11) “Creo que creo en lo que creo que no creo”. Lo dijo Girondo. Creo.

12) ¡Me acordé! Duelo al sol fue dirigida por King Vidor y termina con Jennifer Jones y Gregory Peck abrazados bajo la lluvia, agonizantes, porque previamente los dos se han cocinado a balazos. Peck mata a Jones y Jones mata a Peck. Uno de los dos dice “¡Amor mío!”. O los dos.

13) Creo en los fumadores compulsivos, forzados a deambular por la ciudad como leprosos. Creo que va siendo hora de que regrese el invierno, para dibujar corazones en la ventana. Creo en la telepatía, en los hechizos y en el pan con manteca. Creo que me muero por besarte aquí y aquí. Creo en los puentes de madera de París y en ese almacén de San Vicente donde, si comprás un kilo de arroz, te lo envuelven en una hoja de La Voz del Interior . A ese tipo de elongaciones me refiero.

El chico

Por aquellos días, Córdoba era una ciudad tan diminuta que / incluyendo la torre de los Capuchinos / cabía en el bolsillo del gigante Gulliver / en serio / multiplicabas lado por lado / y el resultado no llegaba al millón de pasos cuadrados / para tener una idea / Londres superaba los 19 y París los 26.

Lo que quiero decir es que en un laberinto que empezaba en los andenes del Mitre y terminaba en el palo del córner de la cancha de Belgrano / todo lo que podía hacer un chico / yo / era caminar buscando la salida.

Lo que quiero decir es que con cada día que pasaba mi corazón se ponía más grueso / mientras salían a espiar / como ángeles / los primeros pelitos del sobaco.

El destino de los chicos es aparecer y desaparecer / como un relámpago / hoy son chicos / mañana son jóvenes / y un día cualquiera / dejamos de verlos.

Abrazar a un chico es como abrazar un puñado de arena / se escabulle / se esparce / se derrama.

Pero volvamos a Gulliver City / por aquellos días el Palace era un hotel de elegancia decadente / en la confitería Oriental el café se tomaba con una servilleta de hilo sobre las rodillas / y los 16 ventiladores del cine Ópera accionados a toda mecha / era la sensación más parecida a viajar en avión a Buenos Aires / los chicos de aquellos días no conocían Buenos Aires.

Llegué a dar 120 vueltas completas sin salir de las puertas giratorias del Correo.

En síntesis / Córdoba estaba hecha a la medida de los hombres / a los chicos les correspondía hacer la primera comunión en la iglesia del Perpetuo Socorro / y / encerrados con llave en el retrete / jugar a las visitas con el almanaque de Marilyn Monroe / yo lo hice / cuando ella vivía todavía.

Me hubiera gustado que me conocieran en la edad del pavo / caminando por 24 de Septiembre / aparentando ser alguien que sabía adónde iba / pero todo lo que encontraba a lo largo de aquel paseo interminable eran chapitas de Córdoba Dorada / camiones circulando a través del aire sucio del mercado / y familias de seis miembros sentadas frente al televisor para ver el Dodge de Karl Malden en Calles de San Francisco. Pero yo no era bueno para ver televisión / aguantaba media hora y me largaba / largo de aquí / así decía John Wayne / largo de aquí.

Siempre estaba rodeado de amigos invisibles / para no tener que cruzarme con los ojos de nadie / miraba las estrellas: Géminis / Tauro / Leo / todas ordenadas / en perfecto estado de funcionamiento.

Antecedentes del chico: 1) había dejado de estudiar o estaba a punto de hacerlo / 2) iba a ver películas francesas porque los franceses se besaban con la boca abierta / 3) a veces pedía monedas en la puerta de La Merced para tomarme un licuado de banana con leche / 4) por puras ganas de joder me encerraba en los armarios / 5) había ganado un encendedor Omega volteando patitos en la kermés de los salesianos / naturalmente fumaba hasta por las orejas / posdata: / yo creo que un hombre tiene dos obligaciones en la vida: ser romántico y fumar con los ojos cerrados.

Seis: / había dejado mis datos personales en Vértice Musical / y no porque verdaderamente necesitara trabajar, sino porque quería escuchar los discos de Chubby Checker.

Chica no tenía. Tampoco. Lo único que realmente me pertenecía era un pulóver negro de cuello alto que amaba descaradamente mirarse en los espejos / ahora pienso que tal vez yo no quería abandonar el laberinto / sino ser Yves Montand.

Iba y volvía: de mi casa al Sorocabana y del Sorocabana a mi casa / hablando solo / Maipú / Alvear / Rivadavia / San Martín / Rivera Indarte / Ancha / cada vez que pasaba delante del arbolito del hotel Astoria, me mojaba con saliva la yema del pulgar y lo acariciaba / las putas chicas aprendían a leer consultando las pizarras del diario Clarín / y las putas viejas se aburrían apoyadas en el guardabarros de los taxis.

Un vez llegué hasta el Observatorio / en barrio Güemes / y pasé un momento grandioso / porque sin atravesar el umbral / tuve la certeza de que los planetas hablaban entre sí.

En ocasiones / acompañado del pulóver que caminaba solo / iba a escuchar conferencias de intelectuales con olor a pipa / sacos de tweed / y parches de gamuza / yo lo que ambicionaba era saber cómo se podía escapar del laberinto / pero todo lo que encontraba era una tarima / una mesa / un vaso / y un cuarto litro de agua mineral Villavicencio.

El conferenciante tomaba un sorbo / y el incendio se apagaba.

Ahora mismo / Córdoba debe andar por los dos millones de pasos cuadrados / cada vez que tengo que dar una charla / antes de empezar / me tomo un tiempo prudencial para buscar entre la gente al chico del pulóver.

Me muero de ganas de encontrarlo. Pero o ya se ha ido, o no aparece / el chico que fui no pudo salir jamás del laberinto.

jueves, 8 de marzo de 2012

Más comentarios

09/03/2012 | 09:29 Hs.
Enviado por Silvia
Olga, mi querida profesora!!! Mi total apoyo a los docentes q se entregan con alma y vida a la enseñanza. Q a veces descuidan la casa, los niños por la entrega incondicional!!! TE QUIEROO PLGUITA!!!. . . MUCHO DE LO Q SOY TE LO DEBO A TI!!! GRACIAS, GRACIA MIL!!!

09/03/2012 | 03:00 Hs.
Enviado por Mariave
Roque no hace falta ser docente para decir que ud es patético (antes de saltar por favor cerciórese que significa si?) Sólo los que tenemos a docentes en nuestro entorno sabemos lo que es la vocación!! Sergio lo aplaudo!!! Lo que ud dice es la vida misma! Y Olga nunca deje de hacer correr Su Palabra!!!



Enviado por ivana
Olga fui alumna tuya en alguna oportunidad, y soy una futura docente... te conozco y respeto muchísimo y te felicito, espero que tus lineas lleguen a mucha gente que piensa que los docentes ganan bien y que cuando suena el timbre de salida se van a su casa a descansar, sin siquiera imaginarse que un docente almuerza a las apuradas, para llegar a recibir a tiempo a sus alumnos del Turno tarde, viaja varios kilómetros para dar clases en localidades vecinas, en el aula se divide en 26 para prestar atención a todos, hace malabares para trabajar con los materiales que nunca alcanzan (cuantas veces hemos visto grupos de 20 trabajando con 6 diccionarios) Esto nadie lo valora, y al gobierno no le interesa la educación, le conviene un pueblo ignorante, entusiasmado con futbol para todos y netbooks

08/03/2012 | 12:32 Hs.
Enviado por Sergio
Veo los comentarios, y cada vez estoy mas convencido de que los que critican a los maestros, son aquellos que no saben como darle una educación a los hijos que Ellos MISMOS trajeron al mundo, entonces delegan toda la educación y crianza a la escuela. y no es así, la educación y la crianza empieza por casa señores...!

08/03/2012 | 12:32 Hs.
Enviado por profe
Felicitaciones!"!!
08/03/2012 | 23:12 Hs.
Enviado por Maria del Carmen
Adhiero en todo a las palabras de Olga.En mayo se cumplen cuatro años de mi jubilación,sufrí muchísimo porque a enseñar me dediqué con alma y vida durante 42 años ,frente a grado,tuve grandes satisfacciones y también algunas amarguras,pero las desilusiones más grandes siempre tuvieron que ver con la desvalorización de la tarea docente por parte de los gobiernos de turno y lamentablemente las desafortunadas palabras de la sra.presidente colmaron el vaso.Pasan los años,pasan los gobiernos y los docentes seguimos esperando (aunque jubilada me siento y sentiré maestra hasta morir)que se reconozca la importancia de nuestra labor.

08/03/2012 | 21:39 Hs.
Enviado por marce
Mi admiración y respeto hacia vos!! una gran maestra!!!

08/03/2012 | 20:55 Hs.
Enviado por Fabricia
Olga una diosa total!!!!!!!!!!!!! sus palabras siempre llegan al alma.

08/03/2012 | 16:42 Hs.
Enviado por Rodrigo
Una grosa Olga !!

08/03/2012 | 15:18 Hs.
Enviado por il bambino
A la marosca!. Qué claridad meridiana este muchacho para digitar cronogramas de vida!

08/03/2012 | 15:13 Hs.
Enviado por Graciela Martínez
Excelente!!! Tus palabras tan sabias siempre... Sabés cuánto te quiero!!! Un beso!!!

08/03/2012 | 14:44 Hs.
Enviado por Carlos Gallo
Creo que ya excedés la denominación de "ex docente". En cambio me parece que debés asumir ya tu rol de gran "CIUDADANA". Así como explicás con claridad meridiana lo que le sucede al gremio de educadores, deberías ampliar los horizontes y comenzar a representar a otros sectores también vilipendiados, estigmatizados y maltratados (por ejemplo la clase media argentina). Además la creación de "la mano que mece la urna" es un título que me mata. Te mando un beso y espero poder votarte en el 2013.

08/03/2012 | 14:15 Hs.
Enviado por Laura Carnovale
Olga, mi querida "jubilosa jubilada", demás está decir todo lo que te admiro, porque ya lo sabés, pero no me canso de repetirlo. Va mi sincero y profundo respeto para todos los docentes de vocación, que como vos, entregan todos los días su vida en las aulas, para educar, acompañar y contribuir, de alguna manera, a formar mejores personas.

08/03/2012 | 14:08 Hs.
Enviado por rosita
aprecio a olga le mando beso.yo pienso que primero estan los chicos,tiene que existir una manera de presionar sin perjudicar a los chicos,o protesten en las vacaciones,se puede hacer mucho ruido en vacaciones y meter presion.PIENSENLO.la vocacion pasa x pensar en los chicos tambien,si todos pensaramos en billete no iriamos unos cuantos a trabajar

08/03/2012 | 13:57 Hs.
Enviado por afortunada
También soy docente, por eso soy afortunada. Me emocionaron las palabras de Olga y sus ex alumnos y conocidos. Qué suerte que alguien se exprese, siento mi propia voz en sus expresiones

08/03/2012 | 13:23 Hs.
Enviado por Miguel Lange
Olga, leo la nota y me sale de una ponerte IDOLA, pero como te conozco, sé que no aceptarías ese adjetivo superlativo, así que simplemente te pongo MAESTRA !!!!

Publicado y comentado en Maracó Digital

JUEVES 08/03/2012
Maestra: ayer, hoy y siempre
OLGA LILIANA REINOSO
Hace cuatro años que me jubilé, hace cuatro años que me autodenomino "jubilosa jubilada". Algún distraído y/o malintencionado puede argumentar que tanto júbilo se debe a que la carrera docente no era mi "vocación". Las comillas significan que estoy harta de que nos exijan vocación, sacerdocio y segundas maternidades, en un país donde impera la bolsillocracia y es la que guía la mano que mece la urna.
Algunas personas parecen estúpidas con la boca cerrada. Qué lástima que lo confirmen al hablar.

Porque quienes ponen bajo sospecha mi vocación o la de cualquiera de mis colegas, no entienden nada de nada.

No hay que ser más papistas que el papa. Una cosa es la vocación y otra muy diferente permitir que nos humillen, que nos maltraten y nos paguen sueldos miserables.

Pese a mi jubilación, mi corazón siempre está alerta siguiendo el devenir del sistema educativo argentino y las desventuras de los maestros.

Si no me importara, haría rato que el tema no formaría parte de “mi agenda”.

Pero no es así: aún me hierve la sangre cada vez que escucho el estado deplorable de la educación y la forma peyorativa e inquisidora con que tratan -los funcionarios y buena parte de la sociedad- a los trabajadores de la educación.

Por eso me dolió tanto que nuestra presidenta (no me equivoqué ni me dejé influir, yo tengo mis razones para nombrarla así, pero ahora no vienen al caso), una mujer inteligente, oradora extraordinaria y gran opositora en la década de los 90, se haya mandado “la gran Menem” en el discurso de apertura de sesiones del Poder Legislativo.

¿Cómo que los maestros trabajan cuatro horas? En un turno… pero ¿quién vive con el sueldo docente e indecente de un solo cargo?

¿Cómo que los maestros tienen tres meses de vacaciones? ¿Dónde lo leyó, en Clarín o en el diario de Irigoyen?

Justo “Ella” venir a repetir las palabras tartamudeadas del Emperador riojano, Carlos Saúl I de Anillaco, que expresó (jamás lo olvidaré) cómodamente apoltronado en un estudio de Canal 7 mientras lo entrevistaban: “¿De qué se quejan los maestros? Si trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones…” Horror de los horrores, frase clonada, plagio o “el inconsciente piola” como diría Don Mario Benedetti.

No quiero adherir a los que piensan que fue un intento más de “divide y reinarás”. No, no lo creo.

Lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol, sigue la misma cantinela, somos irreconciliables. Qué dolor. Qué bien se vería un gobierno que respetara a sus maestros. Si la memoria no me falla creo que fue “EL” quien habló maravillas de los maestros primarios. Y ¿qué pasó? A las palabras se las lleva el viento… pero siempre hay oídos atentos y fanáticos de Borges que como él creemos: “Solo una cosa no hay. Es el olvido”.

Yo no olvidaré jamás las carreras en bicicleta (porque nunca tuve auto aunque hoy también escuché que todos los docentes andan en 0K. Oh, my God. Mi bicicleta anda treintando) para llegar de un colegio a otro en los diez años que hice triple turno: mañana, tarde, noche FRENTE A ALUMNOS.

Tampoco olvidaré los fines de semana enclaustrada en mi casa corrigiendo un mínimo de 200 pruebas, sin darles bolilla a mis hijos que no entendían que mamá estaba en casa, pero no estaba.

También recuerdo con orgullo y con dolor haber compartido el ayuno en la Carpa Blanca con mi entrañable amigo Roberto Petit de Meurville, en pleno enero, en plenas vacaciones.

Y si algún desacatado sigue insistiendo con lo de las licencias le retrucaré que sí, que el último año me tomé licencia porque no daba más, porque tenía pánico de entrar en un aula y porque pretendía preservar el mínimo de salud mental que suponía tener (estaba confundida, pero…bueh)

Sin embargo, no todas fueron pálidas. Amé mucho a mis alumnos, los respeté y me divertí con ellos. Siempre tuve muy en cuenta que trabajaba con personas a las que traté de enseñar algo de lo que tanto amaba y amo: la palabra.

Y mi mayor éxito es que actualmente me reconozcan y me abracen, me den las gracias de vaya a saber qué, tal vez de mi discurso coherente y mi afecto genuino.

No, señores detractores de maestros, no es por falta de vocación que me siento una jubilosa jubilada, sino por el desgaste que me produjo un sistema deleznable y perverso y un montón de funcionarios insensibles de cualquier partido político que alucinan o alucinaron con que el poder es eterno.

Comentarios

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08/03/2012 | 12:11 Hs.
Enviado por Fabricio Paesani
Soy docente. Plenamente de acuerdo con vos Olga. Un beso!

08/03/2012 | 11:12 Hs.
Enviado por gringa
perfecto, yo tambien soy docente jubilada, y si he ido a la escuela en auto es por que mi esposo lo compraba,. ademas esta SEÑORA PRESIDENTE no sabe lo que es trabajar en escuelas rurales.- mi espiritu sigue siendo DOCENTE.- seguro que los que lo son y los que fuimos antes estamos de acuerdo y te felicitamos OLGA

08/03/2012 | 10:58 Hs.
Enviado por roberto gomez
Roque...te salió el K de adentro y criticaste a dos sectores que deberías respetar como Argentino, al campo y a los maestros......que pais distinto sería si el gobierno apoyara a estas dos fuerzas.....PRODUCCION Y EDUCACION...por suerte sos el único que no estuvo de acuerdo con Olga.-

08/03/2012 | 10:07 Hs.
Enviado por El 22
OLGA, ¿que más agregar?, si, algo que creo que no lo escribiste solo por no "adular" más a los funcionarios: a tú epíteto de "insensibles" yo lo cambiaría por INSERVIBLES. Lo demás, "impecable". T.Q.M.

08/03/2012 | 10:06 Hs.
Enviado por MAFALDA
Vamos Olga, te recuerdo con muchisimo cariño, te tuve de profesora hace muuuuuuuuuchos años en un taller literario (gratuito) que dabas en el Centro Cultural Maracó y te puedo decir que vocación te sobra, quien pone en duda eso no te conoció y quien dice que un maestro trabaja 4 horas diarias ygoza de tantas vacaciones al parecer no fue a la escuela, fuerza a vos y todos tus colegas.

08/03/2012 | 10:04 Hs.
Enviado por ella
estas palabras llegaron a emocionarme profundamente y eso que no soy docente pero a lo largo de la vida he tenido muchos y muy buenos. Olga, mis felicitaciones por tanto sentimiento puesto en estas palabras

08/03/2012 | 09:57 Hs.
Enviado por Adriana del Carmen Garro
Olga: de más esta decirte que tus palabras expresan lo que los docentes vivimos, de cualquier nivel educativo. Me sentí igualmente indignada ante esa expresión y me gustaría sugerirte que enviaras estas lineas a un diario nacional para que pudiera leerlo nuestra señora presidenta. Atte Adriana Garro

08/03/2012 | 09:36 Hs.
Enviado por Nezara
Olga, apartando la ideología política, quería comentarte que se me erizan los brazos cuando leo cosas tuyas. Además de eso, una profe como vos, no tiene porqué justificar su merecidísima jubilación. Yo tengo 23 años y tengo amigos que te han tenido al frente del aula y te recuerdan como una de las mejores educadoras que alguna vez tuvieron en el paso por todos esos años de escuela. Realmente le hacés honor a la palabra DOCENTE. Que alguien (no importa quién) diga lo de las 4 horas y los 3 meses, no hace más que galantería de su ignorancia. Y no es la primera vez que eso pasa en la cabeza de nuestros gobiernos, como vos bien lo aclaraste. Hay que recordar varias veces que personas como vos son profesores de todas las profesiones. Y que están matando a la gallina de los huevos de oro.

08/03/2012 | 09:28 Hs.
Enviado por ciudadano de segunda
Sra. Reinoso no la conozco personalmente pero veo en su carta el espíritu de la mayoría de los docentes, le agradezco estas palabras llenas de realidad, porque fastidia escuchar tantas opiniones de personas que no conocen del tema y otros con intenciones que vaya uno a saber Muchas gracias

08/03/2012 | 08:50 Hs.
Enviado por Marceloz
En algun lugar lo lei: ¨ser maestro, significa volar el mas alto vuelo y transformar el aula, en un pedazo de cielo!!¨. Estimada Sra., parafraseando a un querido y desaparecido comico de nuestra tv (Giani Lunadei en Mesa de Noticias): ¨respetuosamente... le pertenezco!!¨

08/03/2012 | 08:49 Hs.
Enviado por Roque
Uy! pobrecita la Maestra... siempre llorando, parecen los campesinos, siempre lloran, nunca le alcanza nada... Che, se le salió la cadena a la Maestra... si no dijo nada nuevo, la vocación es lo de menos, lo importante el bolsillocracia... mmmm... así estamos.... Qué valores!!! por Dios... Después de que lean ésto la "corporación" de maestros me van a empezar a arder las orejas de las críticas rabiosas que me van a hacer a éste comentario....Ja Ja Ja

08/03/2012 | 08:29 Hs.
Enviado por adru
nunca mejor expresado, creo que muhcas de tus colegas, jubilosas o en plena actividad, deben acordar plenamente con lo que has dicho. y si alguien piense lo contrario que hable o calle para siemrpe.. estoy con vos. hay que estar en las aulas y frente a tanta diversidad de personas... hace falta mucho màs que vocacòn en estos momentos. y sino los que hablan tan ligeremaente que se den una pasadita y permanezcan aunque sea un momento.

08/03/2012 | 08:23 Hs.
Enviado por Patricia
Gracias por tus palabras. Nos hemos cruzado en algún colegio, yo aún en ejercicio de la docencia. Tus palabras expresan lo que sentimos los docentes!

08/03/2012 | 07:51 Hs.
Enviado por Maria
Qué más agregar??? como siempre Olga tus palabras son las que nos representan a muchos!! Gracias!! por ser una jubilosa jubilada defendiendo aún lo que amamos como vos amaste y amarás: la docencia.

08/03/2012 | 07:46 Hs.
Enviado por daniel forneròn
Olga: comparto plenamente tus dichos. saludos

08/03/2012 | 07:40 Hs.
Enviado por Cototo
Mi PAPA es Docente, Felicitaciones a todos, y no aflojen, se merecen mucho mucho mas, hay que vivir como o con un docente para saber que es lo que están reclamando, Excelente carta.

08/03/2012 | 06:56 Hs.
Enviado por (Ex alumno particular)
Muy buen texto Olga, viene de el corazón y yo creo que a la presidenta le falta mucho para darse cuenta lo que un docente trabaja. Saludos!

08/03/2012 | 06:33 Hs.
Enviado por ANDREA
Grandiosa Olga, como siempre!!! Sigamos soñando con un gobierno que respete a sus maestros.

08/03/2012 | 03:28 Hs.
Enviado por il bambino
Excelente, Olga. Escrito desde adentro de la bronca. Mi aplauso y (reiterado) apoyo al reclamo docente.

Mujeres













REENCARNACIONES
Vengo desde el ayer
desde el pasado oscuro y olvidado
con las manos atadas por el tiempo
con la boca sellada desde épocas remotas

Vengo cargada de dolores antiguos,
recogidos por siglos, arrastrando
cadenas largas e indestructibles.
Vengo desde la oscuridad,
del pozo del olvido
con el silencio a cuestas,
con el miedo ancestral
que ha corroído mi alma
desde el principio de los tiempos.

Vengo de ser esclava por milenios,
esclava de maneras diferentes:
sometida al deseo de mi raptor en Persia,
esclavizada en Grecia bajo el poder romano,
convertida en vestal en las tierras de Egipto,
ofrecida a los dioses en ritos milenarios
vendida en el desierto
o canjeada como una mercancía.

Vengo de ser apedreada por adúltera
en las calles de Jerusalén
por una turba de hipócritas,
pecadores de todas las especies
que clamaban al cielo mi castigo.

He sido mutilada en muchos pueblos
para privar mi cuerpo de placeres
y convertida en animal de carga,
trabajadora y paridora de la especie.
Me han violado sin límite

en todos los rincones del planeta
sin que cuente mi edad madura o tierna
o importe mi color o mi estatura.

Debí servir ayer a los señores,
prestarme a sus deseos,
entregarme, donarme, destruirme,
olvidarme de ser una entre miles.

He sido barragana de un señor en Castilla,
esposa de un marqués
y concubina de un comerciante griego,
prostituta en Bombay y en Filipinas
y siempre ha sido igual mi tratamiento.

De unos y de otros siempre esclava,
de unos y de otros dependiente,
menor de edad en todos los asuntos,
invisible en la historia más lejana
y olvidada en la historia más reciente.

Yo no tuve la luz del alfabeto.
Durante largos siglos
aboné con mis lágrimas
la tierra que debí cultivar
desde mi infancia.

He recorrido el mundo
en millares de vidas
que me han sido entregadas
una a una y he conocido
a todos los hombres del planeta.

Los grandes y pequeños,
los bravos y cobardes,
los viles, los honestos,
los buenos, los terribles,
mas casi todos llevan
la marca de los tiempos.
Unos manejan vidas
como amos y señores,
asfixian, aprisionan y aniquilan.
Otros dejan almas
comercian con ideas,
asustan o seducen,
manipulan y oprimen.

Unos cuentan las horas
con el rutilo del hombre
atravesado en medio de la angustia.
Otros viajan desnudos
por su propio desierto
y duermen con la muerte
en la mitad del día.

Yo los conozco a todos,
estuve cerca de unos y de otros,
sirviendo cada día,
recogiendo migajas,
bajando la cerviz a cada paso,
cumpliendo con mi karma.

He recorrido todos los caminos
he arañado paredes y ensayado silencios
tratando de cumplir con el mandato
de ser como ellos quieren
mas no lo he conseguido.

Jamás se permitió que yo escogiera
el rumbo de mi vida.
He caminado siempre en una disyuntiva
ser santa o prostituta.

He conocido el odio de los inquisidores
que a nombre de la santa madre iglesia
condenaron mi cuerpo a su servicio
y a las infames llamas de la hoguera.
Me han llamado de múltiples maneras:
bruja, loca, adivina, pervertida,
aliada de satán,
esclava de la carne,
seductora, ninfómana,
culpable de los males de la tierra.

Pero seguí viviendo, arando,
cosechando, cosiendo,
construyendo, cocinando, tejiendo,
curando, protegiendo, pariendo,
criando, amamantando, cuidando
y sobre todo amando.

He poblado la tierra de amos y de esclavos,
de ricos y mendigos, de genios y de idiotas,
pero todos tuvieron el calor de mi vientre,
mi sangre y su alimento
y se llevaron un poco de mi vida.

Logré sobrevivir a la conquista
brutal y despiadada de Castilla
en las tierras de América
pero perdí mis dioses y mi tierra
y mi vientre parió gente mestiza
después que el amo
me tomó por la fuerza.

Y en este continente mancillado
proseguí mi existencia
cargada de dolores cotidianos,
negra y esclava en medio de la hacienda
me vi obligada a recibir al amo
cuantas veces quisiera
sin poder expresar ninguna queja.

Después fui costurera,
campesina, sirvienta, labradora,
madre de muchos hijos miserables,
vendedora ambulante, curandera,
cuidadora de niños o de ancianos,
artesana de manos prodigiosas,
tejedora, bordadora, obrera,
maestra, secretaria, enfermera,
siempre sirviendo a todos,
convertida en abeja o sementera
cumpliendo las tareas más ingratas
moldeada como cántaro por las manos ajenas.

Y un día me dolí de mis angustias
un día me cansé de mis trajines,
abandoné el desierto y el océano,
bajé de la montaña,
atravesé las selvas y confines
y convertí mi voz dulce y tranquila,
en bocina del viento
en grito universal y enloquecido.

Y convoqué a la viuda, a la casada,
a la mujer del pueblo, a la soltera,
a la madre angustiada, a la fea,
a la recién parida, a la violada,
a la triste, a la callada, a la hermosa,
a la pobre, a la afligida, a la ignorante,
a la fiel, a la engañada, a la prostituida.

Vinieron miles de mujeres juntas
a escuchar mis arengas,
se habló de los dolores milenarios,
de las largas cadenas
que los siglos nos cargaron a cuestas.
Y formamos con todas nuestras quejas
un caudaloso río
que empezó a recorrer el universo
ahogando la injusticia y el olvido.

El mundo se quedó paralizado
los hombres y mujeres no caminaron
se pararon las máquinas, los tornos,
los grandes edificios y las fábricas
ministerios y hoteles, talleres y oficinas,
hospitales y tiendas, hogares y cocinas.

Las mujeres, por fin, lo descubrimos.
¡Somos tan poderosas como ellos
y somos muchas más sobre la tierra!
¡Más que el silencio
y más que el sufrimiento!
¡Más que la infamia
y más que la miseria!
Que este canto resuene
en las lejanas tierras de Indochina
en las arenas cálidas del África,
en Alaska y América Latina,
llamando a la igualdad entre los géneros
a construir un mundo solidario
–distinto, horizontal, sin poderíos-
a conjugar ternura, paz y vida,
a beber de la ciencia sin distingos,
a derrotar el odio y los prejuicios,
el poder de unos pocos,
las mezquinas fronteras,
a amasar con las manos de ambos sexos
el pan de la existencia.

Jenny Londoño

Poeta ecuatoriana, ganadora del primer premio del Concurso Nacional de Poesía “Gabriela Mistral”, realizado en Ecuador, por la capacidad que ha tenido de traducir en este poema, la historia de las mujeres.- Año 2000-

miércoles, 7 de marzo de 2012

MAESTRA



MAESTRA: AYER, HOY Y SIEMPRE

Hace cuatro años que me jubilé, hace cuatro años que me autodenomino “jubilosa jubilada”.
Algún distraído y/o malintencionado puede argumentar que tanto júbilo se debe a que la carrera docente no era mi “vocación” (las comillas significan que estoy harta de que nos exijan vocación, sacerdocio y segundas maternidades, en un país donde impera la bolsillocracia y es la que guía la mano que mece la urna).
Algunas personas parecen estúpidas con la boca cerrada, qué lástima que lo confirmen al hablar. Porque quienes ponen bajo sospecha mi vocación o la de cualquiera de mis colegas, no entienden nada de nada.
No hay que ser más papistas que el papa. Una cosa es la vocación y otra muy diferente permitir que nos humillen, que nos maltraten y nos paguen sueldos miserables.
Pese a mi jubilación, mi corazón siempre está alerta siguiendo el devenir del sistema educativo argentino y las desventuras de los maestros.
Si no me importara, haría rato que el tema no formaría parte de “mi agenda”.
Pero no es así: aún me hierve la sangre cada vez que escucho el estado deplorable de la educación y la forma peyorativa e inquisidora con que tratan -los funcionarios y buena parte de la sociedad- a los trabajadores de la educación.
Por eso me dolió tanto que nuestra presidenta (no me equivoqué ni me dejé influir, yo tengo mis razones para nombrarla así, pero ahora no vienen al caso), una mujer inteligente, oradora extraordinaria y gran opositora en la década de los 90, se haya mandado “la gran Menem” en el discurso de apertura de sesiones del Poder Legislativo.
¿Cómo que los maestros trabajan cuatro horas? En un turno… pero ¿quién vive con el sueldo docente e indecente de un solo cargo?
¿Cómo que los maestros tienen tres meses de vacaciones? ¿Dónde lo leyó, en Clarín o en el diario de Irigoyen?
Justo “Ella” venir a repetir las palabras tartamudeadas del Emperador riojano, Carlos Saúl I de Anillaco, que expresó (jamás lo olvidaré) cómodamente apoltronado en un estudio de Canal 7 mientras lo entrevistaban: “¿De qué se quejan los maestros? Si trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones…” Horror de los horrores, frase clonada, plagio o “el inconsciente piola” como diría Don Mario Benedetti.
No quiero adherir a los que piensan que fue un intento más de “divide y reinarás”. No, no lo creo.
Lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol, sigue la misma cantinela, somos irreconciliables. Qué dolor. Qué bien se vería un gobierno que respetara a sus maestros. Si la memoria no me falla creo que fue “EL” quien habló maravillas de los maestros primarios. Y ¿qué pasó? A las palabras se las lleva el viento… pero siempre hay oídos atentos y fanáticos de Borges que como él creemos: “Solo una cosa no hay. Es el olvido”.
Yo no olvidaré jamás las carreras en bicicleta (porque nunca tuve auto aunque hoy también escuché que todos los docentes andan en 0K. Oh, my God. Mi bicicleta anda treintando) para llegar de un colegio a otro en los diez años que hice triple turno: mañana, tarde, noche FRENTE A ALUMNOS.
Tampoco olvidaré los fines de semana enclaustrada en mi casa corrigiendo un mínimo de 200 pruebas, sin darles bolilla a mis hijos que no entendían que mamá estaba en casa, pero no estaba.
También recuerdo con orgullo y con dolor haber compartido el ayuno en la Carpa Blanca con mi entrañable amigo Roberto Petit de Meurville, en pleno enero, en plenas vacaciones.
Y si algún desacatado sigue insistiendo con lo de las licencias le retrucaré que sí, que el último año me tomé licencia porque no daba más, porque tenía pánico de entrar en un aula y porque pretendía preservar el mínimo de salud mental que suponía tener (estaba confundida, pero…bueh)
Sin embargo, no todas fueron pálidas. Amé mucho a mis alumnos, los respeté y me divertí con ellos. Siempre tuve muy en cuenta que trabajaba con personas a las que traté de enseñar algo de lo que tanto amaba y amo: la palabra.
Y mi mayor éxito es que actualmente me reconozcan y me abracen, me den las gracias de vaya a saber qué, tal vez de mi discurso coherente y mi afecto genuino.
No señores detractores de maestros, no es por falta de vocación que me siento una jubilosa jubilada, sino por el desgaste que me produjo un sistema deleznable y perverso y un montón de funcionarios insensibles de cualquier partido político que alucinan o alucinaron con que el poder es eterno.
©Olga Liliana Reinoso

martes, 6 de marzo de 2012

PARA ALE Y FREDY, QUE LOS ADORO. Y PARA EL FRUTO BENDITO


PARTO

Nace el hijo en la fragua
como un metal precioso y flagelado
y me crezco
y ensancho la palabra
por la cadera brava de la vida.
Entonces resto muertes
a la muerte puntual de cada día.
Nace el hijo y me obliga
a verdecer de nuevo el horizonte.
Se hace cierto el presagio
entre las nueve panzas de los meses.
Vos y yo recreados
redondeamos la suma.
Nace el hijo
y nacemos vos y yo
para siempre.

lunes, 5 de marzo de 2012

LA PARCIALIDAD DE LOS IMPARCIALES



Honestamente, desconfío de los imparciales. De los apolíticos, de los que no hinchan por ningún equipo, de los que no ven televisión, de los que fruncen el ceño en señal de disgusto frente a cualquier demostración artística porque “nadie tiene el nivel requerido”, en fin, desconfío de aquellos que ocultan lo que verdaderamente sienten, porque no creo que “no sientan”. Me parece que mienten, que ocultan su manera de ver las cosas, que no se juegan por nada ni se animan a manifestar una postura definida. ¿Y por qué juegan con el ocultamiento? En el mejor de los casos, puede ser para preservarse, lo que no está nada mal. Pero en otros casos, la cosa pasa por jugar con Dios y con el diablo o por avergonzarse de lo que realmente piensan. En ambas situaciones ¡patético! Los que ocultan para quedar bien con todos, son desleales, ladinos y tramposos. Los que se avergüenzan, están más para el chaleco. Porque si algo gusta, debería ser bueno y no avergonzar. Aunque también se corre el riesgo de ser protagonista de un chiste para psicólogos:
• ¿Sabés cuál es la diferencia entre un psicótico y un neurótico?
• Que el psicótico cree que dos más dos es cinco y no se lo cuestiona. En cambio, el neurótico dice: Dos más dos es cuatro, pero ¡No lo soporto!
A propósito de los apolíticos, vienen a cuento las palabras de Bertold Bretch: “El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o del remedio, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe, el imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
Bretch murió en 1955 pero como buen visionario se adentró en ciertas características del género humano que no responden a épocas determinadas y nos hacen caer en el lugar común: “parece escrito hoy”.
Estos analfabetos terminan convirtiéndose en cómplices de sus propios victimarios. A lo que más se arriesgan es a generalizar: Todos son iguales. Con lo que cometen una terrible injusticia al no discriminar. Porque no siempre discriminar tiene connotación negativa. A veces, es imprescindible hacerlo para no meter a todos los gatos en la misma bolsa. Recordemos el pasaje bíblico en el que se insta a separar la paja del trigo.
Otro sector que me intraquiliza es el de aquellos que siempre tienen una actitud crítico lapidaria para con lo que hacen los demás, dejando entrever que ellos están de vuelta de todo y nadie puede enseñarles nada. ¡Qué necedad! O la otra cara de la moneda: aquellos que adhieren con fanatismo a ciertas figuras presuntamente prestigiosas, solamente porque están de moda, solamente para sentir que pertenecen a determinado grupúsculo y jamás se atreverían a reconocer que no les gusta o que no lo entienden. Me acuerdo de aquella vez en que, en un ataque de coraje, manifesté que no me había gustado una película de Bergman. Fui apostrofada y mirada de reojo. Pero ¡qué alivio! Había dicho lo que sentía.
También puede suceder que estos imparciales realmente lo sean, que les dé lo mismo una cosa que otra, que todo les resulte indiferente. Esos, además de no tener sangre en las venas, me parece que tienen un verdadero problema ético. Y, por supuesto, no les importa.
Pienso que todos estos indefinidos están en grave riesgo, son vulnerables y pueden ser fácilmente chantajeados por algún inescrupuloso que descubra sus verdaderas intenciones. Y, además, son fácilmente corruptibles.
En cambio, el que se planta y dice: “Esto es lo que pienso, en esto creo” es mucho más libre y, aunque Ud. no lo crea, mucho más respetado por sus adversarios.

©Olga Liliana Reinoso

domingo, 4 de marzo de 2012

LUNA OSCURA



Luna empetrolada que besas de hastío
hoy fustiga el viento en tu daga abierta.

Incruenta te clavas en la hosca pregunta.

Sangra la montaña de sabidurías
y esparce su abono en la pena trémula.

Noches infinitas de lunas oscuras
llueven la impotencia con un ojo solo.

Los pies del pantano dejan huellas fatuas
en el riachuelo de los despojados.

No hay violín de mármol ni nevisca diáfana
alquitrán de luna en el trino extraño.

Ciegos los rosales agonizan lentos
sobre la osadía de los monosílabos.

¿Quién tiene la llave de las intemperies?

¿Quién mató al rocío del jardín de Venus?

Silencio en la alcoba de las aves prístinas
balcones de alondras a ras de los sueños.

Mórbidas palabras saltan al abismo
suicidio de letras o crimen sin fallas.

Es la hora del águila con alas preñadas.

Perfume de océanos para la bravura
del vino embriagado.

Monstruos de leyenda crepitan el aire.

La vida es un grito azulgris de pánico.

Cae la moneda ceca siempre seca.

Explota, a lo lejos, el dulce deshaucio.
©Olga Liliana Reinoso

MAREMOTO




Lo vi salir del mar. Mensajero de bruma y de gaviota, intrépido hipocampo malversador de algas, con brillos estridentes en los ojos acuosos y salitrando el aire de la costa.
Presagio del encuentro, de la magulladura, de la cópula hirviente con el sol mañanero. Se extendió en las orillas cimbreantes de este contorno ácido de esperas. Con un brazo de espuma merodeó los latidos y con otro, de viento, espolvoreó cenizas y neblinas sobre la boca atónita.
Después su pensamiento erupcionó la tarde y sus pies de metralla desvistieron la rocosa intemperie.
La playa solitaria, mujer de arena y huella, desabrochó su blusa y soltó los cabellos constelados al humo de los barcos.
Hicieron el amor días y noches, gimieron y jadearon, bailaron las canciones del oleaje, fueron crepúsculo y marea y horizonte.
Y después la leyenda, el mito, el vaticinio. Una fuga dantesca y las infamias.
Dolor genuino, nada más.
El mar fue sólo mar. Y la playa, vulgar arena pisoteada.
©Olga Liliana Reinoso