miércoles, 7 de marzo de 2012

MAESTRA



MAESTRA: AYER, HOY Y SIEMPRE

Hace cuatro años que me jubilé, hace cuatro años que me autodenomino “jubilosa jubilada”.
Algún distraído y/o malintencionado puede argumentar que tanto júbilo se debe a que la carrera docente no era mi “vocación” (las comillas significan que estoy harta de que nos exijan vocación, sacerdocio y segundas maternidades, en un país donde impera la bolsillocracia y es la que guía la mano que mece la urna).
Algunas personas parecen estúpidas con la boca cerrada, qué lástima que lo confirmen al hablar. Porque quienes ponen bajo sospecha mi vocación o la de cualquiera de mis colegas, no entienden nada de nada.
No hay que ser más papistas que el papa. Una cosa es la vocación y otra muy diferente permitir que nos humillen, que nos maltraten y nos paguen sueldos miserables.
Pese a mi jubilación, mi corazón siempre está alerta siguiendo el devenir del sistema educativo argentino y las desventuras de los maestros.
Si no me importara, haría rato que el tema no formaría parte de “mi agenda”.
Pero no es así: aún me hierve la sangre cada vez que escucho el estado deplorable de la educación y la forma peyorativa e inquisidora con que tratan -los funcionarios y buena parte de la sociedad- a los trabajadores de la educación.
Por eso me dolió tanto que nuestra presidenta (no me equivoqué ni me dejé influir, yo tengo mis razones para nombrarla así, pero ahora no vienen al caso), una mujer inteligente, oradora extraordinaria y gran opositora en la década de los 90, se haya mandado “la gran Menem” en el discurso de apertura de sesiones del Poder Legislativo.
¿Cómo que los maestros trabajan cuatro horas? En un turno… pero ¿quién vive con el sueldo docente e indecente de un solo cargo?
¿Cómo que los maestros tienen tres meses de vacaciones? ¿Dónde lo leyó, en Clarín o en el diario de Irigoyen?
Justo “Ella” venir a repetir las palabras tartamudeadas del Emperador riojano, Carlos Saúl I de Anillaco, que expresó (jamás lo olvidaré) cómodamente apoltronado en un estudio de Canal 7 mientras lo entrevistaban: “¿De qué se quejan los maestros? Si trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones…” Horror de los horrores, frase clonada, plagio o “el inconsciente piola” como diría Don Mario Benedetti.
No quiero adherir a los que piensan que fue un intento más de “divide y reinarás”. No, no lo creo.
Lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol, sigue la misma cantinela, somos irreconciliables. Qué dolor. Qué bien se vería un gobierno que respetara a sus maestros. Si la memoria no me falla creo que fue “EL” quien habló maravillas de los maestros primarios. Y ¿qué pasó? A las palabras se las lleva el viento… pero siempre hay oídos atentos y fanáticos de Borges que como él creemos: “Solo una cosa no hay. Es el olvido”.
Yo no olvidaré jamás las carreras en bicicleta (porque nunca tuve auto aunque hoy también escuché que todos los docentes andan en 0K. Oh, my God. Mi bicicleta anda treintando) para llegar de un colegio a otro en los diez años que hice triple turno: mañana, tarde, noche FRENTE A ALUMNOS.
Tampoco olvidaré los fines de semana enclaustrada en mi casa corrigiendo un mínimo de 200 pruebas, sin darles bolilla a mis hijos que no entendían que mamá estaba en casa, pero no estaba.
También recuerdo con orgullo y con dolor haber compartido el ayuno en la Carpa Blanca con mi entrañable amigo Roberto Petit de Meurville, en pleno enero, en plenas vacaciones.
Y si algún desacatado sigue insistiendo con lo de las licencias le retrucaré que sí, que el último año me tomé licencia porque no daba más, porque tenía pánico de entrar en un aula y porque pretendía preservar el mínimo de salud mental que suponía tener (estaba confundida, pero…bueh)
Sin embargo, no todas fueron pálidas. Amé mucho a mis alumnos, los respeté y me divertí con ellos. Siempre tuve muy en cuenta que trabajaba con personas a las que traté de enseñar algo de lo que tanto amaba y amo: la palabra.
Y mi mayor éxito es que actualmente me reconozcan y me abracen, me den las gracias de vaya a saber qué, tal vez de mi discurso coherente y mi afecto genuino.
No señores detractores de maestros, no es por falta de vocación que me siento una jubilosa jubilada, sino por el desgaste que me produjo un sistema deleznable y perverso y un montón de funcionarios insensibles de cualquier partido político que alucinan o alucinaron con que el poder es eterno.
©Olga Liliana Reinoso

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