domingo, 9 de junio de 2013

¿POR QUÉ VOLVISTE?


ebrias melodíasFoto: La luna sigilosa
la misma luna verde que te espía
vendrá a contarme tu llanto silencioso
y esa empecinada soledad en la que navegas.
Vos nunca lo dirás.
Dejarás que me muerda la pena,
las ganas, el beso.
Pero por qué volviste
con mensajes cifrados
en la roca de mis pensamientos.
Por qué tu mano inmensa
me acaparó la risa
y la colgaste al sol
para verla volar.
Sé que mi risa embellece 
tu solitario atardecer de hombre
que suicidó el deseo
para que no duela.
Mentiras, malditas mentiras.
Nada es más desesperante que la ausencia.
Y yo acumulo nubes vespertinas 
para bocetar tu almohada
donde reposas imposibles y agitados sueños.
Tu boca danza sobre mi piel turgente
y tus dedos de artesano
van girando la arcilla pecadora
de mi reptar en celo
sobre la arquitectura
horizontal  y erecta
de tu cuerpo malherido y bienamado.
Mi lengua cicatriza tu vacío
las llamas del adiós que vuelve
como un fantasma irredento
que atraviesa viejas lunas
hasta desnudar esta  luna nupcial
que nos bendice y nos viola con sus rayos
de cristal y maleficio.
Vos sabés que yo espero las doce campanadas
para que resucites en mis brazos.
El alba me cubre con su manto
porque cada noche sin vos
celebro muertes blancas
ebrias melodías
un trasplante de corazón 
entre las perfumadas hierbas del silencio.
Sonreí, por favor, que tengo frío
desde que me dejaste a la intemperie
de tus crípticas palabras
oscuras como besos de vampiros.
La luna eyacula  tu sabor sobre mi sangre
y quedo embarazada de impotencia
con un niño que gime su locura
y vomita tus genes 
mientras yo me desangro en el abrazo 
de una maternidad que me devora.
Devolveme la luna almidonada
huye del vericueto de mi mente
sino quieres morir en este orgasmo
que tanto merecemos.

La luna sigilosa
la misma luna verde que te espía
vendrá a contarme tu llanto silencioso
y esa empecinada soledad en la que navegas.
Vos nunca lo dirás.
Dejarás que me muerda la pena,
las ganas, el beso.
Pero por qué volviste
con mensajes cifrados
en la roca de mis pensamientos.
Por qué tu mano inmensa
me acaparó la risa
y la colgaste al sol
para verla volar.
Sé que mi risa embellece
tu solitario atardecer de hombre
que suicidó el deseo
para que no duela.
Mentiras, malditas mentiras.
Nada es más desesperante que la ausencia.
Y yo acumulo nubes vespertinas
para bocetar tu almohada
donde reposas imposibles y agitados sueños.
Tu boca danza sobre mi piel turgente
y tus dedos de artesano
van girando la arcilla pecadora
de mi reptar en celo
sobre la arquitectura
horizontal  y erecta
de tu cuerpo malherido y bienamado.
Mi lengua cicatriza tu vacío
las llamas del adiós que vuelve
como un fantasma irredento
que atraviesa viejas lunas
hasta desnudar esta  luna nupcial
que nos bendice y nos viola con sus rayos
de cristal y maleficio.
Vos sabés que yo espero las doce campanadas
para que resucites en mis brazos.
El alba me cubre con su manto
porque cada noche sin vos
celebro muertes blancas
un trasplante de corazón
entre las perfumadas hierbas del silencio.
Sonreí, por favor, que tengo frío
desde que me dejaste a la intemperie
de tus crípticas palabras
oscuras como besos de vampiros.
La luna eyacula  tu sabor sobre mi sangre
y quedo embarazada de impotencia
con un niño que gime su locura
y vomita tus genes
mientras yo me desangro en el abrazo
de una maternidad que me devora.
Devolveme la luna almidonada
huye del vericueto de mi mente
sino quieres morir en este orgasmo

que tanto merecemos.




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