La tira comenzó en forma
altamente prometedora y, a medida que avanzaba, la calidad iba “in crescendo”,
conjuntamente con el entusiasmo de los espectadores que, muy pronto, fue
convirtiéndose en devoción y hasta en fanatismo.
Para muchos –me incluyo- jamás
una ficción televisiva se había metido tan dentro del corazón como para alegrar
o arruinar el día o los días de nuestras vidas.
La feliz idea de jugarse con un
tema que hasta hace muy poco era tabú u objeto de las burlas más siniestras,
cayó realmente bien en los miles de receptores de mente abierta y corazón
sensible que esperaban con verdadera ansiedad cada capítulo de lunes a jueves.
Como una broma macabra, cuando ya
estábamos totalmente cooptados por la magia irrepetible de ese amor genuino,
respetuoso, puro e imparable entre Guillermo Y Pedro/Pedro y Guillermo, una
andanada de misiles inoportunos, absurdos, de mal gusto, comenzaron a hacer
tambalear la estructura de Farsantes, para rematarnos con el balazo a
quemarropa de la muerte de Pedro.
No sirven las excusas. Nosotros,
como cierta “tía”, ya hemos gastado muchos tacos y sabemos en forma fidedigna
de qué manera pueden manipularse los contenidos de una ficción. El hecho de que
el adorable Benjamín Vicuña se haya tenido que volver a Chile por compromisos
ya pautados no es obstáculo alguno para que un vertiginoso cruce de los Andes les
permitiera grabar ese final feliz que reclamamos a gritos.
Lo eliminaron porque quisieron,
porque, según palabras de alguno de los responsables, no tienen por qué hacer
lo que pide el televidente. Pero yo creo que sí, al menos por dos razones: 1)
el rating se lo damos nosotros; 2) la televisión es entretenimiento, no causal
de depresión ni incitación al suicidio.
Me parece que la soberbia y el
abuso de poder con que han manejado esta cuestión, flaco favor les hace.
Para colmo, quienes leemos entre
líneas, vemos asomar claramente la horrible cola del monstruo homofóbico con su
inquisidor mensaje subliminal: los amores homosexuales terminan mal y todo
homosexual es promiscuo (por eso, en lugar de permitirle hacer un duelo veraz y
digno, ya le endilgan a Guillermo un nuevo escarceo amoroso).
Lo cierto es que estamos
indignados, frustrados, estafados. Hasta me animo a decir que el título de
Farsantes no alude al contenido de la tira.
Aplaudo de pie a los señores
actores Julio Chávez y Benjamín Vicuña. Y también al resto del elenco que han
sabido sostener la barca en medio del naufragio.
Bajo el pulgar, con bronca y con
dolor, a quienes de una –inicialmente- obra de arte, hicieron basura para botar
(como dicen en Chile, Vicuñita).
Desconsoladamente.
Olga Liliana Reinoso
General Pico, La Pampa
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