jueves, 7 de noviembre de 2013

FARSANTES



La tira comenzó en forma altamente prometedora y, a medida que avanzaba, la calidad iba “in crescendo”, conjuntamente con el entusiasmo de los espectadores que, muy pronto, fue convirtiéndose en devoción y hasta en fanatismo.
Para muchos –me incluyo- jamás una ficción televisiva se había metido tan dentro del corazón como para alegrar o arruinar el día o los días de nuestras vidas.
La feliz idea de jugarse con un tema que hasta hace muy poco era tabú u objeto de las burlas más siniestras, cayó realmente bien en los miles de receptores de mente abierta y corazón sensible que esperaban con verdadera ansiedad cada capítulo de lunes a jueves.
Como una broma macabra, cuando ya estábamos totalmente cooptados por la magia irrepetible de ese amor genuino, respetuoso, puro e imparable entre Guillermo Y Pedro/Pedro y Guillermo, una andanada de misiles inoportunos, absurdos, de mal gusto, comenzaron a hacer tambalear la estructura de Farsantes, para rematarnos con el balazo a quemarropa de la muerte de Pedro.
No sirven las excusas. Nosotros, como cierta “tía”, ya hemos gastado muchos tacos y sabemos en forma fidedigna de qué manera pueden manipularse los contenidos de una ficción. El hecho de que el adorable Benjamín Vicuña se haya tenido que volver a Chile por compromisos ya pautados no es obstáculo alguno para que un vertiginoso cruce de los Andes les permitiera grabar ese final feliz que reclamamos a gritos.
Lo eliminaron porque quisieron, porque, según palabras de alguno de los responsables, no tienen por qué hacer lo que pide el televidente. Pero yo creo que sí, al menos por dos razones: 1) el rating se lo damos nosotros; 2) la televisión es entretenimiento, no causal de depresión ni incitación al suicidio.
Me parece que la soberbia y el abuso de poder con que han manejado esta cuestión, flaco favor les hace.
Para colmo, quienes leemos entre líneas, vemos asomar claramente la horrible cola del monstruo homofóbico con su inquisidor mensaje subliminal: los amores homosexuales terminan mal y todo homosexual es promiscuo (por eso, en lugar de permitirle hacer un duelo veraz y digno, ya le endilgan a Guillermo un nuevo escarceo amoroso).
Lo cierto es que estamos indignados, frustrados, estafados. Hasta me animo a decir que el título de Farsantes no alude al contenido de la tira.
Aplaudo de pie a los señores actores Julio Chávez y Benjamín Vicuña. Y también al resto del elenco que han sabido sostener la barca en medio del naufragio.
Bajo el pulgar, con bronca y con dolor, a quienes de una –inicialmente- obra de arte, hicieron basura para botar (como dicen en Chile, Vicuñita).
Desconsoladamente.

Olga Liliana Reinoso

General Pico, La Pampa

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