De repente
se quedó quieto el paisaje.
Solo se escuchaba el frío
en la orfandad de los
patios.
Dejó de sonar la música
de la charla comedida.
Y hasta los acordes de la carcajada
se hicieron extraños.
Se fue el abejorro
de un rumor sinuoso.
Cansado, aburrido,
murió el mediodía.
Papeles al viento,
pálidos, exangües.
Ecuestre metáfora,
la sombra sin nombre.
También las promesas
de los dioses blancos
fueron un guiñapo.
Vendaval de miedo
alud de mentiras.
Se quedó ella sola.
Se apagó la luz.
©Olga Liliana Reinoso
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