jueves, 26 de noviembre de 2009

Crónica de un Congreso literario en Rancagua III




Mesa de lectura




DECLARACIÓN DE AMOR APASIONADO

Después de padecer durante toda mi adolescencia la implacable persecución de mi abuela materna con esa cantinela de que hay que madrugar y que el trasnoche solamente es para los vagos y las personas de mal vivir, cayó en mis manos una revista por la que pude enterarme de que existen personalidades matutinas y vespertinas. O sea que me sacudí el polvo del escarnio y me interné en la noche porteña sin un ápice de remordimiento. Pero nadie me ofreció un jardín de rosas.
Es una hembra traicionera, me decían los transeúntes desprevenidos y desapasionados, pero ellos no saben nada. Jamás descubrirán tu punto G, mujer portuaria. Otros decían que eras caótica, peligrosa y enloquecedora.
Yo te amo con pasión irracional. Por eso suponen que enloquecí, como vos.
Los porritos, los rockeros y encima los zurditos. Mala junta. Quien mal anda, decía el milico de mi viejo.
No sé ni me importa. Porque cuando te recorro entera revivo, resucito. Vuelvo a ser yo. Y cuando no te veo, como ahora, mi amor no se extingue; por el contrario, crece y te magnifica. Vuelvo a beber tu aguardiente secreto, vuelvo a alucinarme con tus eróticos paisajes.
Me parecías tan inalcanzable, como una diosa de vaya a saber qué mitología lunfarda.
Con tanto brillo y con tanta sombra. Mujer inaccesible -te devora y te tira, como a un forro- decían.
Sin embargo, cuando empecé a saber cómo eras de verdad, nos conectamos piel a piel y me reconociste como parte de tus entrañas, tan trasnochadamente igual, tan pájaro bohemio, tan visionarios de la luna por Callao, viviendo en la cornisa con peluca de alondras y muriendo en punto cuando daban las seis.
Entonces fuimos uno. Yo disfruté tu cuerpo como un pez en el agua y aspiré de tu aliento. Exploré palmo a palmo todos tus vericuetos, reconociéndome en cada rincón y pude descifrar por fin tantos enigmas del pasado, encontré respuestas que parecían imposibles, crecí infinitamente y aprendí el verdadero gusto del amor, con su penetrante sabor agridulce.
Treinta y cinco años estuvimos juntos, treinta y cinco años en los que jamás me arrepentí de amarte, ni salí de la ensoñación con que tu magia me capturó.
A pesar de eso un día tuve la desgarrante revelación de que debíamos despedirnos porque lazos antiguos, vínculos extraños y miedos recientes me indicaban que había llegado la hora de partir.
Recuperé retazos de la infancia, edifiqué otros amores, construí una vida diferente. Pero sentí que una parte de mí se mutilaba, nunca logré olvidarte. Te extraño tanto como el día en que te di la espalda.
Siempre me llegan noticias o fotografías. Ni en el más recóndito lugar del universo podría ignorarte. Te noto desamparada pero sé que no es por mí. Otros te han hecho mucho más daño.
Cuando pueda me escapo y voy a verte. Estarás tan bella y deslumbrante como antes. Me brindarás tu hospitalidad, igual que siempre. Y yo presiento, o más que eso, tengo la certeza de que tarde o temprano voy a volver a tus brazos.
Un amor como éste, desbordante, inagotable, tendrá que cumplir irremediablemente su destino. Sólo es cuestión de tiempo.
No entiendo por qué algunos te critican tanto. Creo que no tienen idea de lo que dicen, o sencillamente no saben reconocer la belleza legítima.
Yo no podré amar a otra como a vos. Lo digo con seguridad porque no fuiste la primera. Tuve experiencias anteriores con otras, atractivas e importantes, pero jamás lograron enloquecer mi corazón. Pronto me harté de ellas, llegué a odiarlas y al salir de sus vidas las olvidé como si jamás las hubiera conocido. No me dejaron marcas ni recuerdos. En cambio vos me sellaste, me hiciste a tu imagen y semejanza, me diste a beber tu droga voluptuosa creando en mi alma una adicción intransferible.
Por eso sé que volveremos a estar juntos, porque te pertenezco, Buenos Aires.
Sí, no te rías, mi mujerzuela de alquitrán. Desde esta celda filicida te lo juro. Volveré a penetrarte noche adentro para hacerte el amor del Río de la Plata, amores rojiblancos desde el Monumental, para hacerte el amor del obelisco, para hacerte el amor de Rivadavia, de Avenida de Mayo, de Corrientes, de Palermo Viejo, amor de Riachuelo y Boca Juniors, periférico amor de la General Paz, amor del bajo, trompadas de amor por el amor del Luna Park o picoteando migajas de justicia con los pañuelos blancos en la Plaza de Mayo. Desnudo de amor desbordaré y vos me reconocerás entre la multitud. Será al amanecer, como Dios manda, antes de irme a dormir.
ENTREGA
(Tríptico tangueal)

Abrazame de fe
piantame el miedo
que el smog y el hollín me destiñeron
la puñalada roja de vivir.
Silbame un si bemol
dame un respiro
de fueyes, firuletes y arrabales.
No ves que estoy tan solo que mi grito
en el montón es nada y nada más.
Devolveme al zorzal y a los amigos
el barrio, con mi vieja en el desván
y ya vas a ver, tango, te lo juro
que me entrego hasta el último compás.




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