sábado, 28 de noviembre de 2009

OSCAR CASTRO, POETA RANCAGÜINO


ORACION PARA QUE NO ME OLVIDES
Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en todo trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.
Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles,
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.
Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.
Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines
piensa en mi corazón que por ti sueña
para que no me olvides.
Y si una tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida, te bendicen
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo.
¡Para que no me olvides!

(Óscar Castro Zúñiga; Rancagua, 1910 - Santiago, 1947) Poeta, cuentista y novelista chileno, una de las figuras más importantes de la literatura nacional. De extracción humilde, se desempeñó como profesor de liceo, empleado de banco, periodista y bibliotecario. Destacado poeta y cuentista, perteneció a la Generación del 27, caracterizada, más que por una corriente literaria común, por tratarse de autores que desarrollaron lo esencial de su obra entre 1935 y 1949.

Su prematura desaparición, a causa de una tuberculosis, no impidió que dejara una fecunda producción literaria. Publicó varios libros de poesía, Camino en el alba (1938), prologado por Augusto D'Halmar, Viaje del alba a la noche (1941) y Reconquista del hombre (1944). Póstumamente aparecieron Glosario gongorino (1948) y Rocío en el trébol (1950). La influencia de Federico García Lorca (y de su Romancero gitano) es evidente en su obra poética.
Ya en su primer libro de cuentos, Huellas en la tierra (1940), mostró el lirismo y la emotividad que caracterizaron el conjunto de su prosa. En sus escritos se aprecia el cariño especial por su terruño provinciano.

La última de las obras que el autor publicó en vida fue su primera novela, Comarca del jazmín (1945), a la que siguieron las póstumas Llampo de sangre (1950), que ha sido calificada como la mejor novela chilena de ambiente minero, La vida simplemente (1951), autobiográfica, de ambiente prostibulario, y Lina y su sombra (1958), en la que narra la historia de una mujer víctima de las vejaciones de su amante.
Fue uno de los organizadores del grupo literario rancagüino Los Inútiles. En 1952 apareció una Antología de sus versos, y al año siguiente, una selección de su obra en prosa, Comarca del jazmín y sus mejores cuentos. Recibió el Premio Municipal de Santiago y el Atenea de Concepción.
Raíz del canto
Conozco el habla de los hombres que van curvados sobre el campo y el grito puro de la tierra cuando la hienden los arados.
Conozco el trigo que madura -sol en monedas acuñado-y las mujeres que transportan su llamarada entre los brazos.
Generaciones de labriegos van por el cauce de mi canto; hembras del pecho en dos racimos, firmes varones solitarios.
Ellos hablaban con Dios vivo en el mensaje de los cardos y conversaban con el agua en el lenguaje de los pájaros. Un abuelo de mis abuelos era padrino de los álamos. Otro acuñaba lunas nuevas al levantar su hoz en alto.
En el silencio de mi madre dormía el yuyo de los campos, la yerba-luisa, el toronjil,el vaso blanco de los nardos.
Todos me cantan pecho adentro; van por mi sangre río abajo; giran en trilla de jacintos por mi silencio deslumbrado.
La tarde pura de mi verso tiene gavillas y ganados, porque aún miran con mis ojos los que sembraron y sembraron.
Cuando galope cielo arriba sobre mi yegua de topacio, es que me tiene desvelado mi sementera de los astros.
Conozco el grito jubiloso del trebolar recién regado y ese licor que se derrama desde las copas del zapallo.
Sé del lagar, sé de las viñas y de los mostos fermentando, y sé de Baco que solloza, borracho azul, entre los pámpanos.
Sé de las lentas escrituras del humo gris sobre los ranchos; del viento sur cuyo relincho puebla la noche de caballos.
Sé de la harina mañanera que agosto vuelca de un cedazo y de los pozos que gotean en un crepúsculo de cántaros.
Sabiduría de mi sangre donde los llantos fermentaron. Sabiduría de mi pecho.Sabiduría de mis manos.
Lento, en la tarde silenciosa, por este surco voy pasando; surco sutil hecho en el tiempo con el arado de mi canto.
Tengo de greda hecha la frente. De greda tengo mis dos manos. Sabiduría de mi sueño.Sabiduría de mi tacto.
Porque conozco y sé la tierra, viviré siempre deslumbrado y conversando iré por ellacon la semilla y con el árbol.
Si de repente me muriera, como se cae un campanario, retemblarían las campiñas en un galope de centauros.

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