jueves, 17 de diciembre de 2009

LA KRESTA - Reportaje en el Diario de La Pampa

Tapa Kresta jueves 17 de diciembre de 2009

La férrea convicción de la palabra

jueves, 17 de diciembre de 2009
Texto: Graciela Macedo
Fotos: Gentileza O.L.R.



Olga Liliana Reinoso es autora del poemario Estar con vos (1981- Editorial Rayuela), Palabra de Mujer (1991), A Quemarropa (FEP - 1997) y su primer volumen de narrativa se titula Cuentos con descuento (2007 - Ediciones Mis Escritos). Ahora tiene listo otro libro, La Sembradora, que aún espera por su publicación. Dedicó su vida a la docencia y se jubiló hace un año. Dicta talleres literarios y también milita por los derechos de todas las mujeres.
Olga Liliana Reinoso nació un 25 de Mayo, en Buenos Aires. Se crio hasta los cinco años en un campo cercano a Embajador Martini, localidad a la que se mudó su familia para que ella ingresara a la escuela primaria. Cursó casi toda la secundaria en el Colegio María Auxiliadora de Santa Rosa pero terminó quinto en el Instituto Heguy de Intendente Alvear. Luego se trasladó a Córdoba con la ilusión adolescente de “correr tras la justicia”, y se inscribió en la Facultad de Derecho, pero... “al poquitito tiempo me di cuenta que la justicia estaba en cualquier lado menos ahí”, recuerda con una sonrisa y meneando la cabeza de un lado a otro, en un alto del XXV Encuentro de Escritores que tuvo lugar hace un mes en el Centro Cultural Maracó de General Pico.- Bueno, menos mal que te diste cuenta al “poquitito” tiempo.- Sí, pero no... no me animé a dejar enseguida, por no enfrentar a mis viejos. Si bien ellos no eran para nada terribles, me costó horrores tomar la decisión, hasta que finalmente sí, la tomé. Mientras estudiaba Abogacía escribía. En realidad escribo desde los doce años. Poesía hasta los cuarenta y ocho años y desde hace diez que me dedico casi con exclusividad a la narrativa. He descubierto otro mundo, con el que me divierto muchísimo.- ¿Cómo se dio ese pasaje de escribir sólo poesía a dedicarte casi de lleno a la narrativa? - La poesía es desgarrante, uno se desnuda y entrega el alma y las vísceras. Yo creía que la narrativa no era para mí, que no tenía capacidad para hacerlo, hasta que por un hecho fortuito me di cuenta de que a alguien le interesaba lo que yo escribía. Ya he sacado mi primer libro de cuentos. Los tres primeros son de poesía, pero el cuarto es de cuentos.- Poesía, narrativa ¿y también ensayo?- Sí. También probé con el ensayo y tuve mucha suerte porque gané un premio que era visitar La Habana para el Congreso Pedagógico. Pero antes había sucedido un hecho familiar que para mí fue determinante. Mi hija había cumplido quince años el 8 de mayo de 2000 y no quiso una fiesta grande, hicimos apenas una reunión íntima. Ella quería viajar al Caribe y yo le prometí que la llevaría, pero que no sabía cuándo porque no tenía los medios.- ¿Y entonces...?- Cuando leí la convocatoria a participar de un concurso docente y que el premio era ir a Cuba, dije: “Esta es mi oportunidad. Yo voy a ganar este premio, le pago el pasaje a Belén y nos vamos juntas”. Esto fue en el año 2000 y en febrero de 2001 estábamos en Cuba. Cuando nos entregaron el diploma en Santa Rosa, un periodista me preguntó y le dije: “Este premio es consecuencia de mi gran amor de madre, lo hice para cumplirle el sueño a mi hija y lo logré. El amor de madre es todopoderoso”.- ¿Cuál era la temática del ensayo? - Era un ensayo sobre temas educativos y había como tres variantes. Yo elegí la que se llamaba “Educar para la Paz”, porque creo en la no violencia, en el afecto, en el vínculo del docente con el alumno. Soy maestra normal nacional, pero he trabajado en todos los niveles porque mi título me habilita para hacerlo. Tuve la oportunidad de dar clases en todos los niveles, incluso de trabajar con adultos. Acá en Pico hay familias enteras que han sido alumnos míos.- ¿Y en qué anda hoy Olga Reinoso? - Tengo un volumen de cuentos a punto de salir y también un libro terminado, algo “sui géneris”, donde mezclo todos los géneros. Es una pincelada autobiográfica de mi trayectoria como docente, porque yo me jubilé el año pasado con todo el desánimo y toda la desazón, decepcionada del sistema, de la docencia, de todo. Pero algo me dijo que yo tenía que salir a buscar la pasión perdida y empecé a escribir este libro. Cuando lo terminé, la pasión estaba intacta, porque yo voy a seguir siendo maestra hasta el fin de mis días pero necesitaba juntar las piezas y darme cuenta de que me había llevado conmigo lo mejor de la docencia, que es el afecto de mis alumnos.- Contame de tu nuevo libro, ese que todavía espera su momento.- Este libro se llama La Sembradora, porque hice un parangón con la parábola del sembrador, que va tirando las semillas que caen en distintos lugares hasta que finalmente caen en tierra fértil y germinan. Siempre digo que con que un alumno haya recibido lo que mínimamente le pude brindar, me siento satisfecha, porque nunca me creí la dueña del saber, siempre estuve abierta a aprender -y aprendí- de ellos. Soy una eterna aprendiz de la vida, soy curiosa, me gusta saber, ahondar, estudiar, investigar, profundizar, aprender de todo y de todos. Y lo que recibo de regreso es maravilloso.- Ahora que estás más dedicada a la narrativa, ¿has dejado de escribir poesía? - No. Escribo menos poesía, pero no la abandoné. Ahora lo que hago es jugar con todos los géneros. En La Sembradora, el libro que ya está listo para llevar “al horno”, en cuanto tenga con qué, mezclo la narrativa, el diálogo, la nota de opinión, la poesía. Todo.- ¿Cómo ves a Pico, desde la literatura, sus poetas y escritores? - Yo no soy de Pico pero vivo acá desde hace veintiún años, desde el ’88. He dictado y sigo dictando talleres literarios. Desde que yo vine a esta ciudad, ha habido un crecimiento descomunal. Antes, la gente seguramente escribía, pero lo hacía en su casa. De a poco nos fuimos despertando, nos fuimos juntando y pasaron cosas que hicieron que nos fuéramos encendiendo.- ¿Por ejemplo? ¿Qué cosas?- Cristina Fernández, nuestra antecesora, armaba un café literario que se llamaba “Letras en el Andén”. Un día decidió terminar con eso y nos pasó la posta. Así nació el Grupo de Escritores Piquenses (GEP), del que he sido socia fundadora y presidenta. Ahora ya no formo parte de la comisión, pero sí estoy presente en cuanta actividad literaria haya. Lo que no quiero son obligaciones, ni horarios, pero si me necesitan, ahí estoy.- Sé que también sos una gran luchadora por los derechos de las mujeres. - Soy una mujer comprometida, yo digo: militante. El género es para mí una militancia porque siento que ninguna mujer puede dormir tranquila si hay otra mujer que está sufriendo vejámenes, maltratos, trata, abusos, prostitución, violaciones, asesinatos. Creo que las mujeres tenemos que comprometernos, tenemos que luchar contra todo eso.- ¿Cómo se traduce en tu vida ese compromiso? - En todo lo que yo hago, la cuestión de género está presente. Todo lo hago desde mi lugar de mujer. No me resulta indiferente el dolor de mis congéneres, o cualquier problemática que nos afecte. Muchos de mis textos hablan de mujeres golpeadas, de abusos, de las mujeres orientales que sufren la falta total de sus derechos. He recreado textos bíblicos donde el hombre es el “santo varón” pero la mujer aparece invisibilizada y es a quien le han matado diez hijos. La idea es sacar a la luz todas estas problemáticas e invitar a la reflexión, hacer pensar. - ¿Sentís que tu herramienta para luchar contra estos flagelos es la palabra? - La literatura me sirve muchísimo para hablar de todas estas cosas. Recuerdo que Gabriel García Márquez decía en un reportaje: “Yo no soy un realista mágico, soy un realista social”. En el Caribe se abre la ventana, se mira y se copia. Yo escribo lo que me pasa y lo que me roza en la vida. A mí la vida me atraviesa, no me pasa por al lado y me resbala. Me duele el dolor ajeno tanto como el dolor propio. Y sobre todo eso hago literatura, así que tengo material para rato.

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Cecilia Grierson



jueves, 17 de diciembre de 2009
Cecilia Grierson descansa. Por la ventana del cuarto se van desdibujando las líneas diurnas del paisaje de Los Cocos. Abril es un ramillete otoñal de flores gualdas.Cecilia intenta dormir.
Su cabeza de copos de nieve reposa sobre el almohadón de plumas. En la duermevela febril de la agonía su mente se sube al tiovivo incesante de la memoria y a lomo de un caballo de recuerdos galopa entre el pasado y el presente. Por momentos se sobresalta y abre los ojos, azorada. Le hace una seña al ama y ella, solícita, le moja los labios. Pero Cecilia indica, con su mano higuerosa, el libro que yace sobre la mesita de noche. Lee por enésima vez la dedicatoria de su tío abuelo, John Parish Robertson.‘Dear Cecil: Envuelta en la mágica dicción del escritor, encontrarás aquí todo lo que la imaginación conciba de descollante, lo que la razón requiera de profundidad y justeza, lo que el humor pueda exigir de cortesía, vigor y sencillez. Atraviesa tú misma este lugar de las pampas de cuyo nombre sí quiero acordarme y luego de beberte todos los buenos aires, enfrenta a los gigantes intolerantes de la Facultad de Medicina. Aunque no puedas verme, yo seguiré siendo tu fiel escudero. I love you, Grandfather JohnSonríe levemente y vuelve a cerrar los ojos. Se ve a sí misma ungida caballero frente a las ominosas autoridades de la Universidad de Buenos Aires cuando, después de la muerte de su entrañable amiga Amelia Köenig, decidió matricularse en la Facultad de Medicina y tuvo que hacer su propia defensa para obtener un permiso especial por el simple hecho de ser mujer. Pese a los comentarios malévolos y las burlas de sus compañeros, siguió adelante con excelentes resultados. Pero recién en 1886, durante la epidemia de cólera, cosechó los primeros reconocimientos sinceros al atender a los enfermos de la Casa de Aislamiento.De pronto, la rodean. Alicia, Elvira y Julieta se sientan a los bordes de la cama y hablan con fervor genuino acerca del Partido, de la completa igualdad jurídica de las mujeres, del divorcio, del mejoramiento de la maternidad.Cecilia presiona su ajado vientre huérfano y revive el momento en que estuvo habitado por un niño que nunca creció.Entonces, alguien entra. A pesar de los años transcurridos reconoce de inmediato su sonrisa tímida y su rostro aniñado. Es Emilio, Emilio Coni, el único compañero que la respeta y admira. Ha venido a buscarla. No lo duda un instante y de inmediato trasponen el umbral tomados de la mano.El ama dormita en la mecedora, ajena a la celebración que estalla en el corazón de Cecilia. Ella es otra vez la joven médica llena de ilusiones que corretea por la campiña escocesa de sus ancestros.

Lavanderas
jueves, 17 de diciembre de 2009
Los balcones escupían la ropa colgada.Cándidos pañales, sábanas lujuriosas, manteles golosos, redimidos corpiños, calzones gigantescos, pantalones que guardaban secretos, vestidos acariciantes, calzoncillos lastimeros, trusas insoportables, laboriosas camisas y medias de siete leguas.
El viento del mar los hamacaba, los enredaba, concertaba citas, consagraba matrimonios. Un enjambre de sedas y percales disfrutaban la orgía de ese día de sol, arcoirisando la mañana con su holgorio de colores chillones o desteñidos, de penas a medio lavar, de aguas mutiladas.- Agua que no has de beber -gritaban las mujeres de la vereda impar.- Déjala correr -respondían a coro las de la vereda par, montando una doméstica opereta de jabón en barra, pastillas de azul y gotas de cloro.Ni el Mercado Común, ni los euros, ni el Banco de París, ni la globalización podrán acallar nunca la sensual melodía de la ropa lavada: sutil filigrana que se escapa de la imaginación feudal del medioevo.

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