sábado, 7 de agosto de 2010






PARTENZA

Dónde estás cuando no estás
cuando mis ojos se encandilan de ausencia
y un silencio avoraza mi risa
que se va con tu nombre.
Pierdo mi identidad:
no sé quién soy
te busco sin saber
no sé con quién estás.
En tus fugas de mí
soy música en dolor, clave de gris
dolor de que no estás
dolor de no saber si volverás.
Busco respuestas, repito las preguntas
asumo la ignorancia de mi pequeñez.
Y no puedo vivir
quedo en el limbo
suspensa
levitando
y expectante.
Cada vez que te vas
mi vida saltimbanqui se desploma
y hay una sangre de cristales rotos
en la emboscada azul
de tu cuchillo.

La menstruación, después de todo
es una buena costumbre.
O convendría decir
más oportuno
una sana costumbre.
Entraña en su goteo
la verdadera historia de cada mujer
sabe de sus albores
y de sus sinsabores
los primeros dolores, los presagios
el miedo al abandono
los ahogos
y su ausencia es la esencia
de cada nueva vida.
Despacio, las mujeres
fuimos perdiendo el miedo y la vergüenza de sentirnos mujeres.
Y hablar de nuestras cosas fue costumbre.
Otra sana costumbre.



Almacenado en una luz de fuego
frágil como el cristal de las caricias
llegó del mar, descascarado y solo
el mascarón de proa de esta pena.
Nunca emigró hacia tierras del olvido
agazapado y tenue, se quedó en la intemperie
de los besos suicidas.
Con su traje de gasas flameaba leve y tierno
entre los pliegues de la duermevela.
Habíamos hecho un pacto
o tal vez fue una tregua
para que la verdad usara máscaras
y el dolor
como un náufrago
se ausentara sin prisa.
Pero todo regresa incensante
y presagio.
Tormenta que amenaza con derribar el muro
y soltar las amarras hacia océanos de miedo
donde la barca encalle.

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