Se desdobla, se desdibuja, vulnerable ante la manipulación
de ese amor/desamor nefasto.
Necesita reencontrarse, pero sola no puede. Está pidiendo
ayuda, mas sus gritos se evaporan, caen al vacío y, como copas de cristal de
baccarat, se convierten en fino granizo que daña más todavía los tiernos brotes
de su ingenuidad.
Cuando se mira en el espejo no puede verse, se ha vuelto
fantasmal, la sombra de otra sombra siniestra.
Quiere morir, desaparecer del todo. Pero el hijo late,
empuja, patea, le toca el corazón. A su impulso, ahorca el miedo con ambas
manos y sale a beber la mañana.
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Bienvenida. Te deseo mucha suerte.