“Para algunos es la hora del
fracaso. Para los creadores, es la hora del renacimiento”.
Miguel Grinberg
En medio de
una sociedad convulsionada, en la que la violencia se ha vuelto una práctica
habitual frente a la cual se han desarrollado anticuerpos que nos hacen perder
la capacidad de asombro, es un deber inalienable de todo adulto bien nacido,
educar para la paz. Y en el caso de los docentes esa misión se intensifica, ya
que la “materia” con la que se trabaja es, precisamente, la niñez y la
juventud, es decir, seres en formación, tierra ávida y fértil donde sembrar la
semilla cuyos frutos se verán a no muy largo plazo.
Sin lugar a dudas, todos
hemos escuchado y/o dicho alguna vez, que en la sociedad actual no existen
valores, o que ha cambiado su jerarquía, o que el orden se ha trastocado de tal
manera que aquellos principios en los que fuimos formados ya no pueden
percibirse porque los tapa el materialismo, el consumismo, la falta de
solidaridad, el desprecio por la vida.
Nuestro país tiene una
historia reciente basada en la intolerancia, en el terror y en la impunidad.
Tantas vidas se han segado que el miedo se ha enraizado hasta inmovilizar,
creando la falsa ilusión de que no involucrarse ofrece alguna garantía.
En medio de este
escepticismo y este autismo afectivo, hemos perdido de vista que somos el
mensaje que los jóvenes leen y ese mensaje es tan desesperanzado que se
convierte en una opción de muerte con su multifacético rostro. La falta de fe,
la falta de ética, la falta de respeto, generan reacciones violentas que no se
remedian con bellas palabras si éstas no vienen avaladas por gestos auténticos.
Por lo tanto, educar para la
paz requiere:
¨
Asumir la adultez
¨
Comprometerse
¨
Educar en valores
¨
Educar con el ejemplo
¨
Educar en la equidad
¨
Enseñar a pensar
¨
Educar en la sensibilidad
¨
Educar desde el afecto
ASUMIR
LA ADULTEZ
Aunque suene
increíble, los adultos de hoy parecemos no resignados a crecer, pretendemos
estar en permanente estado de adolescencia, ya que esta etapa de la vida,
gracias al dios mercado, al poderoso caballero Don Dinero y a la bendita
sociedad de consumo, se ha convertido en la más preciada. Entonces,
mágicamente, todos los conflictos originados por el proceso de crecimiento a
los que la psicología ha dedicado frondosa y profusa literatura, se evaporan
ante los últimos cánones de la belleza que exigen ser eternamente jóvenes.
¿Quién podría rechazar tan tentadora oferta? Sólo un adulto maduro, consciente
y responsable, que comprenda que su deber es servir de guía a los que vienen
detrás.
Sin embargo, resulta
bastante difícil diferenciar entre padres e hijos ya que todos aparecen
vestidos con uniforme de jean y zapatillas y los chicos no alcanzan a crear un
nuevo cronolecto, que ya se apropian los mayores de su variedad lingüística.
No obstante, conviene aclarar que no todo
tiempo pasado fue mejor, y en todo caso, ya no existe; por lo tanto, es más
saludable convivir armónicamente con el presente.
Nosotros, los adultos, ya
vivimos la etapa de la adolescencia y ahora nos toca vivir otro momento,
también hermoso si uno puede valorar la fortuna de estar vivo y en actividad.
Los jóvenes tienen derecho a
ocupar sus espacios sin sufrir invasiones o usurpaciones, porque eso les
permitirá crecer en libertad y empezar a hacerse cargo de sus obligaciones.
Cierto día una psicóloga
contó que una paciente de 15 años, anoréxica, le había dicho que había dejado
de comer cuando su madre “se vistió de ella”.
Creo que esta historia
sintetiza descarnadamente los efectos nocivos que puede acarrear en un
adolescente la confusión de roles y la ocupación de lugares que les
corresponden por derecho propio.
En conclusión, situarnos en
nuestro papel de adultos con toda la dignidad que esto requiere, es una manera
de clarificar la situación y poner un
poco de orden en este caos finisecular y posmoderno.
COMPROMETERSE
Mucho se ha dicho acerca de
la vocación docente, que es un sacerdocio, que es una segunda
maternidad/paternidad… Tal vez muchas de esas afirmaciones nos provoquen una
sonrisa y pensemos que están perimidas, pero si ahondamos en sus raíces,
encontraremos que encierran algo de verdad. Porque la docencia es entrega y
fervor, es creer tan profundamente en algo como para poder transmitirlo, según
dijera Chesterton.
No importa si las
condiciones no son las ideales, si el salario no alcanza o el sistema oprime;
debemos deslindar ambos aspectos para no perder de vista los objetivos que se
persiguen en cada caso. Por supuesto que
seguiremos luchando por nuestros derechos como trabajadores, pero sin
contaminar nuestra función en el aula. Ese contacto directo con el alumno, es
un espacio intransferible y maravilloso.
Si olvidamos o minimizamos
este aspecto, convendría que nos dedicáramos a otra actividad.
EDUCAR EN VALORES
Creo que es hora de recuperar aquellas prácticas de la
modernidad que “los profetas del todo vale” pretenden sepultar o al menos
descartar por inservibles, y demostrar a las nuevas generaciones que hay
valores eternos, que jamás caducarán porque tienen que ver con la esencia de la
humanidad.
Para esto es necesario unificar criterios, de modo que
todos seamos responsables a la hora de
trabajar con contenidos transversales.
Aunque lo primordial en este tema es mantener una
línea de conducta que vaya en concordancia con nuestro discurso.
Un alumno me dijo hace pocos días que no fuera tan
fanática con la honestidad. Como si se pudiera ser honesto a medias. Ser o no ser, esa es la cuestión.
Tal vez ese “fanatismo honesto” que mi alumno
mencionó, pueda ser recordado y aplicado por él en algún momento. De eso se
trata.
EDUCAR CON EL EJEMPLO
Tengo la certidumbre de que
no hay mejor educación que la basada en el ejemplo. Si nuestra conducta es
creíble, si los jóvenes sienten que no los engañamos, que no prometemos
falsamente, que somos capaces de sostener una idea frente a cualquier
interlocutor, nos convertiremos en modestos modelos al alcance de la mano.
Pero si ellos descubren
dualidades, doble discurso, ambigüedad, sólo aumentaremos su desconcierto, que
ya es mucho.
De modo que, desde mi
óptica, educar con el ejemplo requiere, en principio, coherencia. Y suficiente
apertura para reconocer nuestros errores
y, a la vez, demostrar que no deben tomarse como fracaso sino como aprendizaje.
Aprender de los errores ayuda a revertir una situación, en principio
negativa, para transformarla en una
fuente de nuevos y enriquecedores saberes.
EDUCAR EN LA EQUIDAD
Otra forma que contribuye
necesariamente a educar en la paz tiene que ver con la equidad, con la igualdad
de oportunidades, con una búsqueda incesante de las potencialidades de cada
sujeto, o, según la Teoría
de las Inteligencias Múltiples (TIM), elaborada por Howard Gardner en
Harvard, resaltando alguna de las ocho
inteligencias (Lingüística, lógico- matemática, visual –espacial, musical,
intrapersonal, interpersonal, físico-kinética, naturalista). Partir de la base
de que todo ser humano tiene capacidad o talento para algo. No pasar por alto la diversidad, de modo que
cada uno encuentre su lugar en el mundo y no se sienta marginado o se
automargine.
Por consiguiente, actuemos
con flexibilidad, ya que la rigidez genera rebeldía y otras reacciones
encontradas. Para eso es imprescindible contar con suficientes conocimientos de
psicología evolutiva y no haber perdido la memoria respecto de nuestra niñez y
adolescencia.
Corroborando esta postura,
el respeto a ultranza es una práctica que debe primar en nuestro actuar
cotidiano, para lo cual jamás debemos perder de vista que enfrente tenemos
personas, sujetos de derecho.
ENSEÑAR A PENSAR
Hace unos años escuché el
discurso de un funcionario de la cartera de educación en el que expresaba que
la educación actual se diferenciaba de la de nuestros padres y abuelos porque
nada de lo que ofrecía era para siempre, dado que todo evolucionaba y se
modificaba tan vertiginosamente.
Disentí en ese momento y
sigo disintiendo con esa postura debido a que estoy convencida de que la
educación aun hoy puede brindar aprendizajes para toda la vida, esencialmente
en lo relacionado con contenidos procedimentales. Por ejemplo: enseñar a pensar
(a interpretar, a relacionar, a asociar, a fundamentar, a opinar).
Si logramos este propósito
habremos formado personas capaces de adaptarse a todos los cambios, de sostener
sus propias ideas, de tomar decisiones. Es decir, personas a las que no será
fácil masificar.
Paulo Freire decía que la
educación era “bancaria”: depositaba datos en la memoria del alumno.
Para contrarrestar este
defecto, activemos la capacidad creadora de los niños y jóvenes.
EDUCAR EN LA SENSIBILIDAD
No sé por qué extraño
sortilegio, los seres humanos parecemos educados para el ocultamiento de
nuestras emociones y sentimientos, sobre todo de los buenos, de los nobles, ya
que si nos atrevemos a mostrar algo de lo que sentimos, generalmente se
relaciona más con lo negativo. Por eso es necesario poner en evidencia que un
rasgo esencial de la condición humana es la sensibilidad. Si la indiferencia
gana la batalla, empezaremos a aceptar como normales situaciones que deberían
causarnos espanto.
Nadie debería avergonzarse,
por ejemplo, de llorar en público. Lejos de ser una debilidad, eso demuestra la
valentía de mostrar lo que se siente.
Por otra parte, ahondar en
los lenguajes artísticos es una herramienta efectiva para reflotar la
postergada sensibilidad.
Ya existen numerosos
ejemplos de recuperación de sectores en riesgo a través del arte (Manzana de
las Luces, Música del Alma)
EDUCAR DESDE EL AFECTO
Afortunadamente, ha perdido
vigencia aquella sentencia terrible que pregonaba: “la letra con sangre entra”,
sin embargo, todavía subsisten algunos nostálgicos embozados que usan la
docencia para abusar del poder (cada vez menor) que existe en la relación
docente-alumno. Qué manera tan perversa de distorsionar el espíritu de la
docencia cuyos atributos principales deben ser la tolerancia y la paciencia, ya
que los jóvenes son personas en formación, dúctiles como arcilla entre las
manos. No se puede extorsionar con las acreditaciones, no se puede especular. Y
habrá que bajarse de la soberbia y de la omnipotencia porque nadie tiene el saber absoluto y es por
lo menos un despropósito, privarse de aprender lo que los demás –incluidos los
alumnos- nos pueden enseñar. Los poetas, que no en vano eran denominados vates,
siempre tienen la palabra exacta.
AVICULTURA
Yo
soy el pájaro, dijo un pájaro
hasta que el gato lo cazó al vuelo
y lo exhibió como un trofeo.
Yo soy un pájaro, rectificó el pájaro
pero a esta altura la humildad
no le sirvió de nada.
MARIO
BENEDETTI
La humildad es el camino más
directo para llegar al corazón de los demás.
Acorde con
esto, el empleo del diálogo es prioritario para solucionar todos los
conflictos. Un alumno que se sienta escuchado y considerado responderá en
consecuencia. Quizá sea ardua la tarea y sin duda, sus logros se verán a largo
plazo, pero no intentarlo, no esforzarse en esa meta, sería como renunciar a la
rosa porque tarda en florecer.
También es perentorio
revalorizar y mejorar las relaciones entre pares, que suelen ocasionar más de
un trastorno psicológico, cuyas secuelas se prolongan a lo largo de toda la
vida. Evitar los motes, los roles rígidos, las burlas soeces, la discriminación
de cualquier tipo.
Además, debemos reinstaurar
la costumbre de explicitar el afecto, ya
que es gratificante y saludable.
Y recordar que los jóvenes
reclaman límites claros pues en ellos ven, también, una manifestación
afectuosa. En efecto, poner límites es demostrar que el otro nos interesa y que
le estamos marcando pautas porque queremos que se desarrolle en armonía y en orden.
Por último, no debemos
olvidar que incentivar, alentar y reconocer los méritos de nuestros alumnos,
fortalece su autoestima y, por consiguiente, los predispone mucho mejor para
encarar cualquier tipo de proyectos.
En conclusión, educar para la paz es un deber
irrenunciable de los docentes. Formar futuros ciudadanos confiados y
confiables, que puedan resignificar el valor de la palabra empeñada y descarten
cualquier forma de violencia, que actúen
con ética como un principio para sostener su dignidad, es nuestro máximo
objetivo, porque con él estamos
contribuyendo generosamente a la reivindicación de la más grande de las
utopías: vivir en un mundo mejor.
Olga Liliana Reinoso
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenida. Te deseo mucha suerte.