miércoles, 3 de junio de 2009

SERGIO Y OSCAR: DECIRES Y CANTARES




La forma


Desde vos, donde tanto crecí y me detuve,


salgo a enfrentar la vida que me sonríe y me golpea.


Y no encuentro la forma.


La he perdido en las tuyas, en el anís salado de tu piel y en tu risa.


Se ha quedado en tu cuarto, en todos los rincones


que tanto recorrieron tu mirada y la mía.


Se ha quedado en las noches de locura y de calma;


se ha quedado en la silla, en la que -estoy seguro-


has de seguir colgando tu pollera y tu blusa.


Se ha quedado en los libros, mezclados en el piso


con los discos de Heredia, de Jairo y de Mercedes.


Tal vez esté en la araña, colgada a poca altura


y a la que pocas veces evitó mi cabeza.

O en la vieja heladera -casi siempre vacía-

que ayudó a mitigarnos la sed madrugadora.

Tengo que hallar la forma de continuar viviendo

ahora que tu alfombra no sabrá de mis pasos,

ahora que tu espejo no tendrá mi figura

ni llamaré a tu puerta cuando todo sea sombras.

Necesito tu ayuda.

Quiero encontrar la forma de vivir sin tenerte,

de que mi boca viva sin recorrer tu cuerpo

de que mis manos vivan sin poder descubrirlo.

Necesito tu ayuda.

Quiero que me asegures que he de seguir viviendo.


OSCAR BOETTI


(I)

Siempre se trata de la soledad. A todas horas. Y cuando finalmente los demás están en sus casas, en las oficinas, en los bares, y cierta persona queda parada, mirando una de las cuatro paredes de su cuarto, esa soledad se impone como la condición permanente de su vida.
Se amasa en silencio la sustancia de la noche. Y se pone a prueba la voluntad de conocer esa dimensión en la que ninguna compañía serviría de nada para quien decidió internarse hasta el fondo de sí mismo.
La traducción de las palabras hacia el silencio es aún más trabajosa que la ingeniería inversa de pasar a sonidos y a sentidos los balbuceos que a veces confundimos demasiado aprisa con pensamientos. Retornar del mundo ruidoso de cada jornada y sus fatigas hacia la simple y fatal comprobación de que el tiempo corre o vuela o pasa o simplemente nos observa como un buitre en la ejecución de su oficio,nos deja desarmados. Allí comienza la otra parte del camino. A las puertas del sueño y de los sueños.
(II)
Nos conocemos y nos desconocemos a cada paso. Un día miramos a nuestro alrededor y algo, innombrable, se llevó el afecto que teníamos o nos tenían. Y quedamos solos, impregnados de una terrible falta de amor muy contagiosa.
Así, tan imperceptible y vital como el aire, pasa también el amor. Desde la calidez creada entre las sábanas recién estrujadas, el café caliente sobre la mesa, o tantas otras metáforas cotidianas; desde esa ilusión de nido, de fuego amable, de ropa que no deja pasar el aliento punzante del invierno, pasamos a una zona inhóspita, a una calle desierta a las dos de la tarde en cualquier pueblo polvoriento, o también a un mediodía como este, en que ninguna pregunta es tan aguda como para abrir un rumbo hacia las respuestas que no tengo.
Cavo entonces una honda trinchera. Refuerzo cada flanco, y perfecciono las empalizadas. Cubro los ángulos mirando siempre atento en dirección a la soledad y tenso los músculos por si el combate estalla. Logro anestesiar apenas un poco esta falta de amor tan contagiosa.

SERGIO ROSSINI



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