"Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?... Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro."
FRANZ KAFKA
FRANZ KAFKA
A fines de los setenta me encontré con tus novelas. Me gustaron las tres, pero Abadón me dio vuelta la cabeza. Me sumergí de tal manera que mientras duró la lectura yo viví una vida paralela: la de todos mis días y la de intrusa en las páginas de tu libro. Paseaba por parque Lezama, por la zona de la Biela, esperando encontrarme con tus personajes. Pocas veces un libro me atravesó de tal manera.
Una noche, en el Margarita Xirgu, después de ver una obra de Carlos Somigliana en Teatro Abierto: El oficial 1º, me topé con vos en el hall de entrada. Quedé paralizada. Quería decirte tantas cosas y no me salió una palabra. Una amiga me puso delante de vos y te dijo: "mi amiga lo admira muchísimo". Vos, sonreíste. Y yo me quedé con ganas de abrazarte, de contarte lo que representabas para mí, pero no pude. Muchos años después te vi en un Congreso organizado por ILCH y, otra vez como intrusa, me saqué una foto con vos. Adiós, maestro. Sos un símbolo, aunque las malas lenguas quieran desmerecerte.
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Bienvenida. Te deseo mucha suerte.