lunes, 5 de enero de 2015

PARANOIA

Yo sé de tus sacrílegos dolores
de tus noches de lentejuelas embebidas en alcohol
yo sé de ese perdón que anda prófugo
en la veredas abarrotadas de gente
con su boina de Che
y aquellas sandalias franciscanas
que vos mismo elegiste
para su aniversario.
Yo te sé.

Por eso te escabulles
huyes de mis ojos múltiples
y te vuelves sordo a mi voz
que dice tu nombre como nadie
con ese acento gutural de la infancia
cuando aún eras un héroe sin bautismo
y no te había quemado la corrupción de las fogatas.

Voy tras de ti en una lancha silenciosa
que levita en el río emblanquecido por la luna
y aunque no puedas verme
me sospechas
y tiritas con la fiebre del miedo.

Confías en que el amanecer me pondrá a descubierto.
Pero yo hice pactos en la orilla
para que la noche luzca su  viudez con vestido infinito
y abra su cola de tinieblas como un pavo real en blanco y negro.

No es para tanto, digo
mientras borro tus huellas desparejas con una rama de acacia
que traigo entre mis manos atemporales
anuencias de un pasado desvaído
que aún no se recupera de la tos convulsa.

Yo te sé tanto
que sé que vas al cementerio de los elefantes
pero hoy no es domingo aunque parezca
y hasta los jubilados pagan.

Oh, beso escuálido de la verdad
no creas que me honra tu presencia
ni me da la ignorante petulancia
del poder.

Esto es apenas una anécdota
una caléndula pretenciosa que firma con seudónimo.
Al menos, conserva un poco de vergüenza

y no desnuda su palidez frente a los niños.

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