martes, 2 de noviembre de 2010

Comidas típicas




Ajiaco bogotano

Ingredientes
- 3 ó 4 pechugas de pollo
- 3 libras de papa criolla
- 4 libras de papa pastusa
- 2 libras de papa sabanera
- 5 mazorcas tiernas
- 1 frasco de alcaparras
- 1 manojo de guascas
- Crema de leche
- 5 aguacates
- Sal, pimienta y condimentos
Preparación
Se pone a cocinar el pollo con los condimentos y agua que lo cubra. Cuando esté tierno se saca y se echan las papas peladas, lavadas y cortadas en rebanadas delgadas. Se cortan las mazorcas de unos 5 centímetros y se agregan al caldo. Se deja cocinar hasta que las papas deslían y espese el caldo. Se le echan las guascas bien picaditas. Se rectifica la sazón y se deja unos 5 minutos más. Es conveniente estar revolviendo con cuchara de palo para que no se pegue. El pollo se desmenuza y a la hora de servir se agrega a cada plato; una porción de pollo desmenuzado, una cucharada de alcaparras y una de crema de leche. Los aguacates se cortan en tajadas y se sirven separados.
Consejos
La costumbre en Colombia es servir el ajiaco en cazuelas de barro.


De postre, cocadas, que no son originales de Colombia.
Cocadas Caseras

Ingredientes
Coco Rayado (200 grs.)
Manjar o Dulce de Leche (1 kilo)
galletas de vino, vainilla, mantequilla (preferentemente blandas) 500 grs.
Preparación
Se muelen las galletas. Luego se une el manjar con las galletas hasta formar una masa que no quede seca.
Después se forman bolitas pequeñas y se untan en el coco rayado. Se meten a la nevera, por lo menos 2 horas. Buen provecho.
Consejos
También se puede utilizar mostacilla de colores o chocolate, en el caso de que no le guste el coco rallado.
Los días 25 y 26 fueron libres y aprovechamos para conocer la Catedral de la Sal, una construcción realizada a más de 100 metros de profundidad, en el interior de una mina de sal.
Al día siguiente subimos en un teleférico al Montserrate, un paisaje repleto de vegetación y desde cuya cima se ve toda Bogotá.
A pesar de las obras en ejecución, pudimos apreciar una ciudad prodigiosa, de gran belleza arquitectónica y natural.
La amabilidad y dulzura de los colombianos merece un capítulo aparte, ya que su donaire y bonhomía tenían un saludable efecto contagioso.
Fue una nueva experiencia enriquecedora, durante la cual nos nutrimos intelectualmente y recibimos la calidez de nuestros hermanos latinoamericanos.
Como ya se me ha hecho costumbre, repito: “Los poetas vamos a lograr lo que los políticos no quieren: LA UNIÓN LATINOAMERICANA”.

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