domingo, 25 de septiembre de 2011

ALUCINACIÓN



Cada vez que me miras
cada vez que me envuelves
-con tus manos maternales-
sé que te causo daño
al escaparme como voluta de humo.
Pero ese desatino es consecuencia de tu caricia protectora
que me puso la marca en la frente
para que pudieras intuirme entre las multitudes
y saber que ningún maquillaje puede camuflarme.
Me encadenaste al árbol
de las bienaventuranzas
pero igual fui tu cómplice
en cada leimotiv de los suicidios.
Ahora solo me cubre la nocturnidad
he pintado de negro mi andar y mis pensares
para huir de la luz como un vampiro
cuando amanece en algún hemisferio.
Es entonces cuando clamo por vos entre las telarañas de las horas
y acudes al llamado puntual de mi equinoccio
te instalas en mi piel y en mi perfume
das de trinar al pájaro que escondo
y que olvidó la comezón del vuelo.
Yo sé que no es tu nombre el que murmuro
pero igual te presiento en el sueño y en la duermevela
y mientras alucino a los pies de la esfinge
me interpelas y no consigo urdir ni una mínima excusa
para negar el óleo del deseo.
Te acecho, bosquejo tu contorno
te descubro y condenso tu imagen
como si fueras un aleph humano
que atesora en su néctar mortal
un mínimo haz de niebla vespertina.
Desconozco tu sexo y tu madera
no te pido una pupila enhiesta de dignidad
ni siquiera una pizca de humildad decorosa
nada te pido, no te exijo nada
porque asumo tu real inexistencia
sólo pretendo la sabiduría del imán
que captura las cosas invisibles
para escapar con vos hacia el vacío.

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