martes, 13 de septiembre de 2011

De regresos y añoranzas




Yo no quiero una casa.
Quiero un muro infinito donde ocultar los cadáveres de mis propios sueños
incinerados por el fuego omnipresente de la ausencia.
Quiero un jardín oscuro
donde apenas penetren mis alcohólicos pasos
y alguna buhardilla quejumbrosa
para esconder entre libros y apuntes
una infidelidad no consumada.
Aquí,
en la muralla
en la enramada
aquí vengo a morir, en este altillo.
No tengo pasaporte ni equipaje
soy polizonte del suicidio y la palabra.
A veces la memoria me soborna
me ofrece sensaciones que no alcanzan a mojarme los labios
y sin embargo bebo y resucito como un ángel anárquico.
Duele saber
duele estar despierta
y no me sirven las apelaciones
al olvido la muerte o la locura.
Alguna vez,
la noche será mía
y maullaré mis últimos intentos sobre los techos de las cárceles
donde fueron torturados mis deseos.
Y después, como un gato
atraparé los roedores grises
de la melancolía.

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