lunes, 23 de abril de 2012

DÍA DEL IDIOMA ESPAÑOL


Todo lo que usted quiera, si señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se transladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.


Pablo Neruda, Confieso que he vivido : memorias.


La Armada Invencible había ido a parar al fondo del mar, y España estaba por fin más dispuesta a escuchar. Surge el humor que corrige los vicios para cauterizar la herida del orgullo nacional. Comenzaba a hundirse la fe romántica en el destino del majestuoso imperio.

Era hora de que el viejo caballero fantástico asomase cabalgando por el horizonte de La Mancha. Un escritor pobre de 58 años hace surgir de la sombra esa pareja inmortal: Don Quijote y Sancho Panza, en más de mil páginas y unos 600 personajes, ninguno ni bueno ni malo en forma absoluta. Miguel de Cervantes Saavedra, su autor, murió el 23 de abril de 1616, y se toma la fecha como Día del Idioma.

Porque con Carlos V, el símbolo de la unificación fue el castellano, idioma común de todos los españoles, que nació en Castilla, y que no sólo sirvió de instrumento a una gran literatura, sino que hasta hoy se ha modificado poco por las naciones que lo utilizan.

Es el tercer idioma más hablado en el mundo. Se trata de una herramienta que usan 450 millones de habitantes, según el profesor José Luis Delgado, quien afirma que el español es una multinacional con capacidad de compra equivalente al nueve por ciento del producto interno bruto mundial. El 85 por ciento de los hispanohablantes se concentra en América, y el hecho de tener una lengua común multiplica por cuatro los intercambios. Es la segunda lengua en Estados Unidos y en Europa es la segunda lengua extranjera. Si evaluamos por país en el mundo, la Argentina ocupa el quinto lugar de los hispanohablantes después de México, España, Colombia y Estados Unidos.

Esta unidad de nuestra lengua se debe en parte a la Real Academia Española, que ostentaba el lema: “Limpia, fija y da esplendor”. Aunque ha sido criticada por algunas de sus disposiciones que parecieron arbitrarias, mantiene la pureza en el hablar del español. Ejemplos:

En 1934, un hombre culto debía escribir: “El sabotage sin ambages en el garage”. Era lo correcto. 20 años más tarde: “El sabotaje sin ambages en el garage”. Y a partir de la edición de 1980 del diccionario de dicha institución, corresponde: “El sabotaje sin ambages en el garaje”. O sea que la Academia “fija” que los términos procedentes del francés terminados en “age” pasen a escribirse con “j” para mantener una uniformidad en el sufijo (lo mismo que otros derivados que ya tenemos, como kilometraje o blindaje). Pero que el término que viene del latín “ambages” (rodeos de palabras o de caminos), femenino con sólo plural, pase al castellano tal cual está, sin singular, con todo su esplendor.

Decir “la calor” era correcto en español medieval y clásico. Pero luego, para la Academia, se consideró una expresión para los “gronchos”. Corresponderá, pues, “el calor”. Sin embargo, como parte del pueblo seguía con el femenino, en su diccionario de 2001, la institución autorizó parcialmente el uso, otra vez “la calor”. Pero en 2005, en el Diccionario de Dudas, se arrepintió, y se puso a limpiar diciendo en la página 112: “Su uso en femenino (...) se considera hoy vulgar y debe evitarse”.

En la página 161 de la Nueva Gramática Española , en los plurales de los compuestos nos sorprende la manera en que se alterna el número del primer término y del segundo. Debe decirse “películas porno” y no “pornos”; pero dispone que se diga “yanquis progres” y no “progre”. Es correcto “se robaron del altar dos Santas Marías y dos San Franciscos” y nada de “dos Santos Franciscos”. El plural de esos compuestos parece arbitrario y habría que verlos uno por uno en el libro.

Con todo, hace falta esa academia con su veintena de filiales para que se mantenga la pureza y la jerarquía de nuestra lengua.

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