viernes, 29 de marzo de 2013

LÁPIDA





Aquí yace un cobarde.
Y no lloro por él.
Lloro por mí.
 Foto: LÁPIDA

Aquí yace un hombre
que no supo jugarse 
que prefirió el deber.
Uno de tantos, 
con temor a lo nuevo,
apoltronado en la rutina.
Hombre gris:
de aburrimiento, de indecisión
de miedo.
Este incauto, obediente al deber ser
-ingenuo, timorato, pusilánime-
creyó que el sacrificio es redituable
y que el gozar
siempre es pecado.
Aquí yace un mentiroso
que se mintió a sí mismo y a los otros
sin  poner fin a tanta farsa.
Aquí yace un estúpido.
Y no lloro por él.
Lloro por mí.

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