sábado, 5 de febrero de 2011

DESPOJO



PARTE DE LA TIERRA

por Olga Liliana Reinoso

Tal vez porque siempre me dolieron las injusticias, tal vez porque aborrezco los abusos y a los abusadores, tal vez porque todo lo que se obtiene por la fuerza y no por mérito y derecho, me rebeló desde pequeña, es que fui construyendo casi como autodidacta, en contra de la historia oficial y de los prejuicios instalados, mi idea acerca de las culturas preexistentes en tierras americanas, antes de la llegada de los conquistadores.
Luego, fui nutriendo esa postura incipiente con lecturas de opiniones vertidas por personas sensatas y autorizadas, además de libros serios que comenzaron a mostrar la verdad histórica. Aquella historia que se cuenta desde otro lugar, no desde los ganadores. Porque “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia…”
Por tal motivo, siempre les hablaba a mis alumnos desde esa postura. Sin embargo, aún con las mejores intenciones, se pueden cometer errores conceptuales y es preciso tener capacidad de autocrítica para reconocerlos y corregirlos.
Con el deseo de poner las cosas en su justo lugar, me he referido a los aborígenes como los verdaderos dueños de la tierra. Y eso fue precisamente lo que le comenté a un descendiente de mapuche, cuya reacción fue la siguiente.
- Terrible error, señora.
Yo no entendía nada y ante mi estupor, aclaró.
- Nosotros no somos los dueños de nada, somos parte de la tierra. Nunca incorporamos la idea capitalista de propiedad privada, porque la tierra es nuestra madre, es la que nos alimenta, pero no nos pertenece.

Entonces recordé aquella carta magistral escrita por Seathl, jefe piel roja de la tribu Dwarish al presidente norteamericano en 1885, ante una propuesta de compra de tierras de la tribu: (…) “¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o el resplandor del agua… Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. (…) Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra es lo mismo que otra: porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga. Y cuando él la conquista, sigue adelante. Él deja atrás la tumba de sus padres y no le importa. Él apuñala la tierra de sus hijos y no le importa. (…) Su Dios es el mismo Dios nuestro, esta tierra es preciosa para Él (…)
Supe, en ese preciso instante, que me habían dado una lección de sabiduría y humildad. Y como tal, la atesoro.
También comprendí lo difícil que resulta que personas pertenecientes a diferentes culturas puedan ponerse de acuerdo en algunos aspectos que implican tan diferente cosmovisión. Pero creo que es ahí cuando debemos poner a prueba nuestra tolerancia y, especialmente, tratar de ponernos “en el cuero del otro” para acercarnos a un mínimo de comprensión.
Aprendí por qué no quieren que los llamemos indios, ya que ese nombre proviene del conquistador y que la palabra huinca o winca no significa blanco o cristiano, sino usurpador.
Y llegué a la conclusión de que aquellos comienzos nefastos marcaron el destino de esta sufrida Latinoamérica: eternamente violada, usurpada y explotada. Si los argentinos nos sintiéramos parte de esta tierra no permitiríamos que Benetton, norteamericanos varios, el mismísimo Tinelli y tantos otros, siguieran apoderándose de las tierras y despojando a la comunidad aborigen que allí habita.

2 comentarios:

  1. Olguita de mi alma...
    Seguí subiendo estas cosas al Facebook así te leo mas seguido.
    Muy lindo, como siempre.
    Besito.
    Tu Duendecito.

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  2. No somos dueños de nada, somos parte de esta tierra.. el dia que el hombre comprenda esta verdad,quiza,cambie la vida de todos..me conmovio tu articulo Olguita,y recomendemos leer a EDUARDO GALEANO EN " LAS VENAS ABIERTAS DE AMERICA LATINA, QUE REFLEJA FIELMENTE EL MALTRATO A NUESTRO CONTINENTE.

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Bienvenida. Te deseo mucha suerte.