sábado, 12 de marzo de 2011
LA SEMBRADORA
RAZONES
Si he resuelto escribir sobre un aspecto de mi vida es porque creo que toda ficción es autobiográfica y porque es posible y hermoso hacer literatura con los recuerdos.
Elijo como tema central, mi oficio de maestra porque siento un gran respeto por esa tarea y también una gran desazón frente a la debacle de la educación.
En esta etapa de mi vida, creo importante evocar momentos de profunda ternura, de lucha incesante y comprometida y también de mezquindad y miserias humanas que han salpicado mi paso por las aulas.
Tal vez porque siento que mi ciclo ya ha concluido, es que deseo mirar hacia atrás con la esperanza de que todo este esfuerzo no haya sido en vano.
Ser un maestro en la actualidad de nuestro país es, a veces, una tarea heroica, y siempre confusa. Porque nos topamos con una dura realidad para la que no fuimos formados y, casi, ni informados.
Como a quien lo empujan desde el borde de una pileta, así debemos sumergirnos, las más de las veces, en problemas sórdidos y de difícil solución.
Por eso nos desgastamos tanto, por eso vamos sumando “Patologías profesionales”, ante la desidia, la indiferencia y el petulante desinterés de una sociedad empobrecida económica y moralmente, para quien la escuela se ha convertido en un aguantadero. No me importa si suenan fuertes mis palabras. Es lo que siento.
Pero también recuerdo momentos de verdadera comunión con muchos alumnos.
Y eso es lo que rescato porque es lo único que le dio sentido a este trabajo.
Olga Liliana Reinoso
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