sábado, 30 de mayo de 2009

TRÍPTICO POSTAL, cuento leído por Ramiro en su materia Radio, del Isec


Compadre:

Te digo y te repito que soy inocente, pero vos sabés mejor que nadie que no puedo demostrarlo porque el castigo sería mucho peor. Entonces, no me queda más remedio que rajarme.
Vos no sabés nada. Estabas en la enfermería por culpa de esos retorcijones. Perdoname, hermanito, fui yo el que te puse la purga para que no te volvieran loco a preguntas. Total, una cursiadera no mata a nadie.
Vos cerrá el pico, hablá mal de mí, deciles que soy un guacho y que seguro afané. Pero no te pisés porque somos boleta.
Esta carta te la lleva tu vieja el domingo. Ella tampoco sabe nada.

Quique


Señor Director:

Ante su falta de confianza perdí las esperanzas de que se haga justicia. Usted no cree en mi palabra y eso es lo único que tengo porque un verdadero macho no anda botoneando sus entreveros con las polleras. Yo no pude robar en el almacén porque a esas horas estaba encorsetado en mejores negocios.
Si no quiero pudrirme en la gayola, no me queda otra que tomármelas.
Disculpe usted, no es nada personal.

Enrique Figueroa
Hijita de mi vida:

No te asustes cuando te llamen de la cárcel para decirte que escapé. Es cierto. Pero ya me voy a arreglar para darte señales.
Quiero que sepas que yo no soy un chorro, nunca robé nada a nadie. O a lo mejor sí.
Escuchá: desde que murió tu vieja yo anduve solo y hecho pelota. Hasta que otra mujer me entusiasmó demasiado. Y aunque era prenda ajena, el indio fue más fuerte.
Así nos acollaramos y no pudimos parar, aunque el peligro era mucho.
La cuestión es que el día del asalto yo estaba con ella, pero no puedo desembuchar porque eso no es de hombre y segundo, porque ella vive en la casa del director de la cárcel.

Tu viejo


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