sábado, 29 de enero de 2011

DIVAGACIONES








¿Existen los amores imposibles?
¿Tienen lugar las palpitaciones unilaterales?
¿O sólo son una alucinación de otoño que arrecia en la caída de las hojas?
¿Puede un hueco vacío albergar el abrazo?
El silencio ¿reemplaza a la palabra?
El insomnio ¿equivale a la caricia?
Dicen que el amor es un milagro en compañía.
¿Adónde irán, entonces, los gritos desvalidos? ¿En qué lugar anidará el pájaro huérfano de la desolación? ¿Qué habrá sido del fuego de los besos? ¿Crepitará, deshabitado, en la intemperie de la soledad?
Nadie responde. Sólo se oye el cacareo de los necios que no atraviesan el barniz de la corteza, sólo palabras huecas que no alcanzan a traducir el buen idioma enigmático del alma.
Es que la sabiduría y la sensatez asumen su fatal ignorancia en todas las cuestiones del corazón y reconocen que en el amor no hay certezas ni fórmulas exactas: solamente pronósticos aproximados, adivinaciones coyunturales, encuentros fortuitos o desencuentros insalvables.
Entonces,¿de qué modo saber? ¿De qué manera darle paso a la luz del entendimiento para que pueda titilar entre la niebla de la confusión y señale el camino exacto, ése, el de la cita postergada?
¿Quién podrá abrir el oído de los sordos?
¿Quién despertará los ojos ciegos para que capten las señales?
El río los separa. La unión es en el agua. Llamaradas de voces se agitan, plañideras, en la penumbra de la orilla opuesta. Y no hay quien oiga. Y no hay quien acuda.
¡Oh, Soledad de soledades! Que se trasmuta, endecasílaba, en la vertiente oscurantista.
¡Oh, Soledad vernácula! Que no admite el exilio para cambiar de rumbo.
Y muere en el intento. Y se asfixia en su oxígeno.
Alguien tiene que dar cuenta de tanto despropósito. Alguien tiene que hacerse cargo de tanta flecha que no da en el blanco. Cupido es un anciano miope que hace siglos perdió la puntería. Y la doble moral no contribuye al entrelazamiento. El mandato es inmovilizador: No provocarás. Tu misión es la espera.
De nada sirven las insurrecciones ni la liberación ni el desparpajo. La ley de los ancestros es más fuerte y siempre va a la hoguera el que transgrede.
Por eso, la pregunta sigue intacta. Y por eso, los crímenes están impunes.
Pero hay que estar atento a las miradas y a los temblores más imperceptibles: ellos son delatores. Nadie puede evitarlo. Sólo es preciso atravesar paredes y leer la verdad entre mentiras.
Aunque lo realmente saludable es abrir la ventana y defenestrar a cada uno de los espíritus de la incomunicación, desprenderse del equipaje de las dudas, desalojar el miedo, virar el timón y encaminarse hacia alguna isla virgen donde se pueda disfrutar, en paz, de un sol que no escatime resplandores.(Olga Liliana)

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