domingo, 30 de enero de 2011

HIPOCRESÍA










CONFESIONES ACALLADAS


¿Sabés por qué me río de lo que decís?
Porque así disimulo mi ignorancia.
¿Sabés por qué critico?
Porque tengo que canalizar la envidia que me corroe cuando veo que otros se destacan “per se” y yo sigo en el anonimato.
¿Sabés por qué hago comentarios ácidos?
Porque pretendo barnizar con ironía lo que es simplemente maldad.
¿Sabés por qué desacredito a los demás?
Porque no estoy a su altura, pero no puedo asumirlo.
¿Sabés por qué borro con el codo lo que escribo con la mano?
Porque soy un farsante y, además, un cobarde.
¿Sabés por qué te desprecio y te ignoro?
Porque eso me da aires de superioridad. Y también porque soy mezquino y egoísta.
¿Sabés por qué te boicoteo?
Porque soy mediocre y no quiero que te luzcas.
¿Sabés por qué te mato? - dijo la serpiente a la luciérnaga - porque no puedo soportar tu brillo.
Si tuviéramos un detector de verdades, éstas serían algunas de las verdades que podríamos descubrir.
Y muchos hallarían en estas respuestas, la explicación a tantas actitudes dañinas, a tanto obstáculo, a tantos palos en la rueda.
Pero la hipocresía que todo lo recubre, sumada a la negación de los defectos propios y al agigantamiento de los ajenos, hace que este proceso saludable nunca se concrete.
Y así se continúa por la vida: mintiendo a destajo y, lo que es peor: mintiéndose a sí mismo.
Habría que investigar:
• ¿Qué debilidad acusa el que se burla de los otros y hace de ese gesto su mayor diversión?
• ¡Qué poquita cosa es quien necesita agrandar los errores ajenos para disminuir los propios!
• ¿Qué deuda no saldó?
• ¿Quién le impidió encontrar su verdadero camino?
• ¿Quién le hizo creer que, si mancilla a los demás, podrá lavar su alma percudida?
• Que nadie imagine que las virtudes quitadas a otro pasan a engrosar su propio bagaje.
Dice un texto, cuya autoría desconozco:
“Triste cosa es no tener amigos. Pero más triste debe ser no tener enemigos. Porque quien enemigos no tiene, señal es que no tiene talento que le haga sombra, ni carácter que le abulte, ni valor que le teman, ni honor que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa alguna que le envidien.”
¿Será verdad? o ¿será justicia?
“Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” (El Quijote de la Mancha, Cervantes)

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