Una gota de lluvia se escapó del techo del quiosco y cayó en la cornisa de una baldosa.
Geraldine pasaba por allí y accionó el tobogán; la gota golosa penetró en el escote generoso y produjo cosquillas en Geraldine. Pero al pasar frente al quiosco, la cosquilla se volvió humedad.
Los ojos de Javier, el quiosquero, la mojaron de punta a punta. Toda ella llovía a cántaros y entonces, Javier, la cubrió con su capa y la secó con sus besos. En el corazón de Geraldine salió un sol radiante. Y la gota de agua quedó pendiendo de su cuello, como un diamante acuoso.
Geraldine pasaba por allí y accionó el tobogán; la gota golosa penetró en el escote generoso y produjo cosquillas en Geraldine. Pero al pasar frente al quiosco, la cosquilla se volvió humedad.
Los ojos de Javier, el quiosquero, la mojaron de punta a punta. Toda ella llovía a cántaros y entonces, Javier, la cubrió con su capa y la secó con sus besos. En el corazón de Geraldine salió un sol radiante. Y la gota de agua quedó pendiendo de su cuello, como un diamante acuoso.
Olga Liliana Reinoso
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