No te puedo borrar de mi memoria.
Aquella mirada desposeída mutiló todas mis vergüenzas y viró el timón de mi vida lanzándome a la tempestad.
Me siento desvalida, náufraga, incomunicada, en busca de la isla de tu abrazo, de la barca de tu boca, con una multitud de tiburones en mi sangre, dispuestos a avorazarte lentamente, con la minusvalía de la luz del poniente que palpita de sed.
Vuelan los pájaros de mi deseo hasta la esquina de tu cuerpo, manzana pródiga y prohibida, cita frugal con el silencio que escribe en los barrotes afiebrados de esta luna del nunca para leer mentiras que encienden los cometas mientras viajan en la bicicleta de la noche.
Yo camino descalza por la pizarra del regreso, una estela de tiza me aconseja seguir. Y fibrones de luz recitan el poema insepulto de tus manos.
Bebo el miedo de que jamás hable el teléfono, de que la computadora no me haga el amor, de que ya no sea posible planificar un cielo.
El cuaderno de mis pensamientos es apenas una tormenta de verano. Desordenado, impetuoso. No atiende mis súplicas ni comunica mi desierto.
De una sola cosa estoy segura: no te amo.
Aquella mirada desposeída mutiló todas mis vergüenzas y viró el timón de mi vida lanzándome a la tempestad.
Me siento desvalida, náufraga, incomunicada, en busca de la isla de tu abrazo, de la barca de tu boca, con una multitud de tiburones en mi sangre, dispuestos a avorazarte lentamente, con la minusvalía de la luz del poniente que palpita de sed.
Vuelan los pájaros de mi deseo hasta la esquina de tu cuerpo, manzana pródiga y prohibida, cita frugal con el silencio que escribe en los barrotes afiebrados de esta luna del nunca para leer mentiras que encienden los cometas mientras viajan en la bicicleta de la noche.
Yo camino descalza por la pizarra del regreso, una estela de tiza me aconseja seguir. Y fibrones de luz recitan el poema insepulto de tus manos.
Bebo el miedo de que jamás hable el teléfono, de que la computadora no me haga el amor, de que ya no sea posible planificar un cielo.
El cuaderno de mis pensamientos es apenas una tormenta de verano. Desordenado, impetuoso. No atiende mis súplicas ni comunica mi desierto.
De una sola cosa estoy segura: no te amo.
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