El sueño "anacoluto" del cardenal Martini ex papable
El cardenal Carlos María Martini, sabio y humilde jesuita, tuvo necesidad de afirmar en su libro: “La Iglesia debe tener el coraje de reformarse”. José Amado Aguirre.
20/05/2011 00:01 José Amado Aguirre (Presbítero)
Sin dudas que es extraño el título de este artículo y, creo, más extraño aun es su contenido.
Si “anacoluto” significa algo inconsecuente o incompleto o inexplicable, ¿cómo predicarlo del “sueño” de un cardenal conocido por su amplitud teológica para interpretar el mensaje cristiano?
Carlo María Martini estaba en la misma línea apostólica del papa Juan Pablo I, que acababa de “morir” de modo sorprendente e infausto. Y en la primera votación del cónclave de cardenales electores del siguiente papa (abril de 2005), había obtenido la mayor cantidad de votos, sin llegar a la mayoría estipulada para el caso.
Allí, sintiendo la presencia acuciante del Oficio Supremo, suplicó a sus colegas que no siguieran dando sus votos a un anciano y enfermo cardenal. Finalmente, esos votos le otorgaron la mayoría al cardenal Joseph Ratzinger, el actual papa Benedicto XVI.
Ya “todo es historia”. Pero no. Queda balbuceando una realidad ínsita en la mente y en el corazón de todos los que “soñamos” el “anacoluto sueño” diseñado en el Concilio Vaticano II.
Tú, cardenal Martini, sabio y humilde jesuita, tuviste necesidad de afirmar en tu libro: “La Iglesia debe tener el coraje de reformarse”. A continuación, descargaste tu conciencia con esta insólita afirmación: “Hoy ya no tengo estos sueños. Después de 75 años, he decidido rezar por mi Iglesia”.
¡Qué desilusión! ¡Qué esperanza trunca! ¡No, no puede ser en tan alto dignatario y humilde servidor de Cristo!
Los sueños. ¿Y cuáles fueron los “sueños” del cardenal Martini? Estos son, porque él así los pensó y los escribió: “Defiende el debate sobre el celibato”; “la ordenación de mujeres”; “critica la encíclica Humanae Vitae sobre el control de natalidad”; “el uso del preservativo como el mal menor”; “frente a la creciente escasez de sacerdotes, considera que confiarle a un párroco más parroquias o importar curas del exterior no es una solución”; “a la Iglesia se le debe ocurrir alguna idea...”; “uno no puede hacerlo a Dios católico, porque Dios es amor”.
¡Oh, cardenal Martini! Estos fueron algunos de tus sueños, que también fueron los del papa Juan Pablo I. ¿Por qué tuviste miedo de ser elegido? Si era tu cruz, ¡bendita sea!
¿No tenías acaso en tu memoria la figura de un papa humanamente de descarte, cuando ya en tu Europa nadie creía en serio? Y allí estaba el anciano León XIII revitalizando a toda la Iglesia más allá de las clausuras clericales, el papa de los obreros. Y te esperaba Juan XXIII, también descartable para la diplomacia vaticana, que se atrevió a lo divino al exigir la apertura de puertas, ventanas y muros, y nos dejó un nuevo y viejo camino de Cristo: la verdad, la libertad, la misericordia y el amor.
¿Quién ahora enarbola esas banderas? ¡Oh, cardenal Martini! ¿Por qué tuviste miedo? ¿Pensaste acaso en el “sueño” de Cristo? Sí, en la misma barca de Pedro (el actual Vaticano), donde dormía y soñaba en un mundo donde el Evangelio fuera la guía de todos los hombres de buena voluntad. La tempestad amenazaba hundir la barca y Pedro le grita a Jesús: “¡Mira que nos hundimos, ¿no te importa nada?”. Y, ya despierto, Jesús calma los vientos. ¿Quién ahora te despertará si hasta Pedro sigue durmiendo? Pero ya nuestro Calderón de la Barca había escrito: “La vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
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El cardenal Carlos María Martini, sabio y humilde jesuita, tuvo necesidad de afirmar en su libro: “La Iglesia debe tener el coraje de reformarse”. José Amado Aguirre.
20/05/2011 00:01 José Amado Aguirre (Presbítero)
Sin dudas que es extraño el título de este artículo y, creo, más extraño aun es su contenido.
Si “anacoluto” significa algo inconsecuente o incompleto o inexplicable, ¿cómo predicarlo del “sueño” de un cardenal conocido por su amplitud teológica para interpretar el mensaje cristiano?
Carlo María Martini estaba en la misma línea apostólica del papa Juan Pablo I, que acababa de “morir” de modo sorprendente e infausto. Y en la primera votación del cónclave de cardenales electores del siguiente papa (abril de 2005), había obtenido la mayor cantidad de votos, sin llegar a la mayoría estipulada para el caso.
Allí, sintiendo la presencia acuciante del Oficio Supremo, suplicó a sus colegas que no siguieran dando sus votos a un anciano y enfermo cardenal. Finalmente, esos votos le otorgaron la mayoría al cardenal Joseph Ratzinger, el actual papa Benedicto XVI.
Ya “todo es historia”. Pero no. Queda balbuceando una realidad ínsita en la mente y en el corazón de todos los que “soñamos” el “anacoluto sueño” diseñado en el Concilio Vaticano II.
Tú, cardenal Martini, sabio y humilde jesuita, tuviste necesidad de afirmar en tu libro: “La Iglesia debe tener el coraje de reformarse”. A continuación, descargaste tu conciencia con esta insólita afirmación: “Hoy ya no tengo estos sueños. Después de 75 años, he decidido rezar por mi Iglesia”.
¡Qué desilusión! ¡Qué esperanza trunca! ¡No, no puede ser en tan alto dignatario y humilde servidor de Cristo!
Los sueños. ¿Y cuáles fueron los “sueños” del cardenal Martini? Estos son, porque él así los pensó y los escribió: “Defiende el debate sobre el celibato”; “la ordenación de mujeres”; “critica la encíclica Humanae Vitae sobre el control de natalidad”; “el uso del preservativo como el mal menor”; “frente a la creciente escasez de sacerdotes, considera que confiarle a un párroco más parroquias o importar curas del exterior no es una solución”; “a la Iglesia se le debe ocurrir alguna idea...”; “uno no puede hacerlo a Dios católico, porque Dios es amor”.
¡Oh, cardenal Martini! Estos fueron algunos de tus sueños, que también fueron los del papa Juan Pablo I. ¿Por qué tuviste miedo de ser elegido? Si era tu cruz, ¡bendita sea!
¿No tenías acaso en tu memoria la figura de un papa humanamente de descarte, cuando ya en tu Europa nadie creía en serio? Y allí estaba el anciano León XIII revitalizando a toda la Iglesia más allá de las clausuras clericales, el papa de los obreros. Y te esperaba Juan XXIII, también descartable para la diplomacia vaticana, que se atrevió a lo divino al exigir la apertura de puertas, ventanas y muros, y nos dejó un nuevo y viejo camino de Cristo: la verdad, la libertad, la misericordia y el amor.
¿Quién ahora enarbola esas banderas? ¡Oh, cardenal Martini! ¿Por qué tuviste miedo? ¿Pensaste acaso en el “sueño” de Cristo? Sí, en la misma barca de Pedro (el actual Vaticano), donde dormía y soñaba en un mundo donde el Evangelio fuera la guía de todos los hombres de buena voluntad. La tempestad amenazaba hundir la barca y Pedro le grita a Jesús: “¡Mira que nos hundimos, ¿no te importa nada?”. Y, ya despierto, Jesús calma los vientos. ¿Quién ahora te despertará si hasta Pedro sigue durmiendo? Pero ya nuestro Calderón de la Barca había escrito: “La vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
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