Un palacio solariego
fue la casa de mi infancia
del cual sobrevive en mi alma
su frescura y su fragancia.
Aquel jardín encantado
donde mi niñez princesa
compartía horas con duendes
que surgían de las cepas.
Un camino al infinito
con ramas entrelazadas
me cubría de las lluvias
y de las personas malas.
Yo viví en un paraíso
con mis padres sacrosantos
todo era de azul perfecto
no existían sobresaltos.
Aunque era una niña sola
-no tenía mis hermanos-
mi imaginación frondosa
siempre me hubo acompañado.
Puntuales, los Reyes magos
cumplían todos mis sueños
mayo vestía de fiesta
para mi seguir creciendo.
Aprendí de los silencios
del atardecer campero
y la llanura infinita
me dejó su laxo beso.
Fui una niña solitaria
fui feliz con mis ideas
y preservo de aquel tiempo
toda la buena madera.
Después fue pasando el tiempo
y reconocí el engaño
descubrí que mis sentires
sólo eran recuerdos vagos.
De aquella niña sumisa
me convertí en amazona
la vida fue un cachetazo
y yo rodé por la lona.
A mi ternura creciente
la envolví con siete velos
para que nadie supiera
el tamaño de mi miedo.
©Olga Liliana Reinoso
fue la casa de mi infancia
del cual sobrevive en mi alma
su frescura y su fragancia.
Aquel jardín encantado
donde mi niñez princesa
compartía horas con duendes
que surgían de las cepas.
Un camino al infinito
con ramas entrelazadas
me cubría de las lluvias
y de las personas malas.
Yo viví en un paraíso
con mis padres sacrosantos
todo era de azul perfecto
no existían sobresaltos.
Aunque era una niña sola
-no tenía mis hermanos-
mi imaginación frondosa
siempre me hubo acompañado.
Puntuales, los Reyes magos
cumplían todos mis sueños
mayo vestía de fiesta
para mi seguir creciendo.
Aprendí de los silencios
del atardecer campero
y la llanura infinita
me dejó su laxo beso.
Fui una niña solitaria
fui feliz con mis ideas
y preservo de aquel tiempo
toda la buena madera.
Después fue pasando el tiempo
y reconocí el engaño
descubrí que mis sentires
sólo eran recuerdos vagos.
De aquella niña sumisa
me convertí en amazona
la vida fue un cachetazo
y yo rodé por la lona.
A mi ternura creciente
la envolví con siete velos
para que nadie supiera
el tamaño de mi miedo.
©Olga Liliana Reinoso
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